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28/12/2015

POR COJONES NI DE COÑA

Es verdad. Se puede y se le puede, que no es lo mismo ni tampoco es igual, convencer de cualquier cosa, pero jamás imponerle algo por huevos. Entonces se enroca y de ahí no sale. Me río yo de la reina con la torre y el alfil y su caballo. Ella anclada cómodamente en la esquina del tablero. No sabe lo que es enrocarse. Y mucho ojo con mangonearle. No admite trampas ni engaños. No puede con ello.
Él ganaría todas las batallas. En una guerra de miradas sería imbatible, igual que en una de silencios. Si hubiera vivido en la época medieval sería el más tenaz servidor del rey, (o del rey depuesto, de aquél en el que creyera) Sería su escudero, caballero, hubiera llegado al rango más alto, por su valor, por su valía; inflexible ante el soborno o la estupidez. Es fiel a sí mismo y a la gente que quiere de un modo incondicional. Defiende a muerte. Lucha todos los balones. No tiene prudencia cuando se trata de defender aquello en lo que cree. No tiene medida. Eso le hace grande, sí. Eso le hace ser quien es.
No le importan las modas. Ni en el vestir ni en la música ni en sus opiniones personales. Está entero porque es íntegro. Viste de azul o no. Le gusta Ana Belén o el 'riquitaun' y le importa un bledo lo que piensen los otros.
Pero no le pidas que haga algo que considere injusto, o que lo haga porque tu lo has decidido así; porque has pensado por él. Si se siente forzado en un camino...probablemente cederá esa vez. Pero ya nunca más. No se debe manipular jamás a un hombre bueno. Es un tesoro. Lo mejor que te puede pasar es formar parte de su vida. No te fallará jamás.

27/12/2015

MAIA MAIA


Él fue, después de los hombres adultos, mi primer referente masculino. Él me vio recién nacida, con la cara turgente, de gorda que era no tenía ni los pliegues que tienen los bebés. Cuando a alguien le preguntan por su primer recuerdo suele mezclar lo que le han contado con vivencias propias. De mi primeros recuerdos hay uno que reconozco imposible. Le recuerdo poniéndome un zapatito que se me había salido de ese pie bolita. Yo no tenía un año y alguien me sostenía en brazos mientras nos hacían una foto. Sería mi madre quien me achuchaba mientras mi padre disparaba. Él a mi lado, un par de años mayor que yo, bajo la mirada de su madre. Estábamos en el monte, yo gorda llena de lorzas y él delgado: Había aprendido a andar ya, se había puesto malo...era un poquito mayor: Más persona. Tenía mala carilla, flacucho. Pero vio mi pie desnudo y trataba de ponerme el zapatito para que no me hiciera daño con las acículas.
Crecimos juntos y separados. Yo envidiando las comidas familiares de su casa, fuentes enormes de pasta que se acababan antes de que yo lo probara; él viviendo a la mía siempre que podía. Intercambiamos y compartimos muchos amigos. Él me descubría música, yo libros. Él siempre tenía tiempo. Se organizaba bien.

Después nos hemos perdido y vuelto a encontrar muchas veces. Hemos sido amigos, cómplices, compañeros. Nos hemos aguantado y escuchado el uno al otro. Hemos llorado por lo propio y por lo ajeno. Los dos somos llorones. Y también nos hemos reído juntos. Muchos buenos ratos. Es una amistad especial, de familia y complicidad.
En ocasiones verle era ver un reflejo de mi. Otras veces le he visto tan lejos y con tan poco en común conmigo que pensaba que se trataba de otra persona. Pero es como la sombra de Peter Pan, no hace falta que nos cosan para estar unidos. Somos independientes y muy capaces de reencontrarnos sin tener contacto permanente. Empezando de nuevo tantas veces como haga falta. Sin reproches. Con alegría. 
Además él parece que no se entera, que le importa todo un pito. Que es superficial, y no es verdad. A mi siempre me ha cuidado y si en algún momento ha percibido mi melancolía, sin muchas palabras, con algún gesto y actuando, ha tomado cartas en el asunto. Se ha plantado a mi vera en actitud de por si acaso.


Es el hermano mayor que no tengo. Elegido y muy querido. 

14/12/2015

COMER CON LAS MANOS

Son modas. Y como modas van y vienen.
Ahora, después de la época de la deconstrucción de la tortilla de patata: Un invento peculiar que consistía básicamente en no hacer la tortilla, vamos: Pereza. Se dejaban caer en un vaso muy barroco un huevo batido, unas patatas semifritas y cebolla crujiente de IKEA. Según las versiones se cambia la cebolla crujiente por caramelizada o el vaso.
Ahora la moda es hacer virtud de lo que siempre fue una guarrería. Porque, quien no se ha comido un bocata de patatas fritas de bolsa es que no ha tenido infancia. Igual que el que no haya inventado el yogur con colacao o con mermelada de fresa. Los de Danone se forran vendiéndolo ahora. Pero yo también lo invente. Solo me queda ver galletas Maria Fontaneda rellenas de mermelada de fresa y rebozadas con huevo y fritas luego cual rodaja de merluza, con puntillas. O bocadillos de sugus en las tiendas de chuches: Dos de piña y en medio uno de frambuesa. El que no ha hecho guarrerias con la comida es que no ha tenido infancia. Por último no puedo dejar de hacer mención a mojar las patatas fritas en coca cola. Ese primer juego con la Coca Cola es un avisador claro de la practica posterior con el calimocho.
Todo esto en cuanto a los ingredientes a mezclar. Lo siguiente y lo anterior también, son los modales. Nos hemos pasado media vida oyendo, "come bien, ponte derecho, eso se come solo con tenedor". "Coge bien los cubiertos". Yo creo que el lapso de tiempo que pasa entre que por fin has aprendido que las croquetas, los filetes rusos y la tortilla (francesa ó de patata) se comen sin cuchillo y el momento en el que te toca enseñárselo a tus hijos, es tan breve que transcurre sin que te des cuenta.
Y entonces aparecen los renovadores, los innovadores, que se inventan un perrito caliente con menta y una hamburguesa con Nachos. Con perdón, pero eso es una guarrería. Y además está el tamaño. Quizá un orangután podría dar un mordisco a semejante bocata, pero una persona normal no. Y entonces el asunto consiste en ponerse perdido. Porque han desaparecido los perjuicios de mezclar sabores y añadir ingredientes. Las hamburguesas chorrean salsas de colores imposibles: combinación de barbacoa y alioli, crema de plátano y de calabaza. Caen trozos de rucula, escarola, patatas fritas de vinagre y panceta caramelizada por las barbas de los comensales.
Somos romanos, comamos tumbados y disfrutemos de nuevo de los placeres del gusto sin pudor. Rociemos de vino tinto nuestras barbillas y catemos a mordiscos jabalíes que chorreen grasa y su propio jugo.

11/12/2015

EL FELPUDO

La situación de ser felpudo es la peor. Se llega a ella por caminos diversos. El más importante es la falta de confianza en uno mismo; el desamor, en contra de lo que pueda parecer es más consecuencia que causa. Y la pena, la pena es canalla, no se sabe bien qué es antes y qué después. El huevo o la gallina. O como dirían Les Luthiers: No se sabe después de qué. La pena es un veneno que destruye la autoestima, la fe en uno mismo, la pena le hace a uno sentirse lo mas bajo y despreciable. Y le convierte en felpudo para los demás. Hace lo que cree que esperan de él o de ella. Deja de saber si le gusta el rojo o el verde. Deja que le pisen, que le hagan daño. Se arrastra como una serpierte, mordiendo el polvo y la porquería. Arrasa con los desperdicios. Los demás ni se enteran de lo que le pasa, es traslúcido, empieza a desaparecer porque no es nada, no es nadie, está siempre escondido y solícito pero con miedo, desaparece. Y cuanto más desaparece más dolor siente. Y cuanto menos nota el mundo su presencia, más se lamenta de ser invisible. Se siente feo, gordo, flaco, se desaliña cada vez más, olvida cuidarse, no sabe como hacerlo. Y llega un punto en que pasa de ser un ser invisible a ser hasta molesto y despreciable. Es malo ser felpudo. No todas las penas convierten en felpudo a la gente, además hay que tener un gen para ser felpudo. No todo el mundo es capaz de semejante estupidez y bajeza.
 
Es fundamental la salud mental en la vida. Para todo. Para las relaciones personales, para el estudio y el trabajo y también para ser esposa novia madre hija padre novio hijo. Es cierto que de casi todo lo malo tienen la culpa los padres, así como casi todo lo bueno es gracias a ellos (esto no se dice tanto). Solo te acuerdas de Santa Bárbara cuando truena. Pero eso es porque los padres están ahí en nuestra infancia, que es cuando somos blanditos y moldeables, nos hacemos personas con ellos, aprendemos de ellos por cada poro. Es fundamental que le quieran a uno de pequeño. Si te quieren de pequeño, si te trataron a lametazos de bebé, tienes mucho camino hecho. Pero la salud mental, ser sano de verdad no es fácil, requiere mucho trabajo y dedicación. Hace falta un esfuerzo enorme y una atención permanente. Si te enseñan bien desde pequeño es un poquito más fácil. Si te quieren bien de pequeño, y tu lo notas, llevas un camino hecho muy largo.
 
No se puede ser felpudo.
Es una situación a la que no se llega voluntariamente. Es la puñeta de la inteligencia emocional, no saber resolver conflictos...lo que poco a poco lleva a alguien a caer cada vez más bajo hasta que ya solo queda enterrarse. Antes de ser felpudo te pueden querer o no, pero cuando lo eres sólo provocas malas vibraciones, indiferencia, el de al lado piensa que eres idiota. No te valoras y eso se nota. No creo en el conductismo, pero hay ponerse guapo, hacerse caso, tunearse. Así simplemente dices tú: Me cuido.