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16/08/2016

EL NEGOCIADOR

No hay mejor negociador que un padre, o una madre. El mejor libro de autoayuda no le llega a un padre ni a la altura del tobillo. Esta es una afirmación irrefutable. Y quien me lleve la contraria es que todavía no ha tenido hijos.
 
Hablo en plural. Un hijo único es diferente. Da mucho de lo que ocuparse, es cierto. El objetivo de un padre sensato es que un hijo único sepa desenvolverse y compartir cariño, porque lo ha tenido todo para él, con sus consecuencias, que son buenas y malas a partes más o menos iguales. Requiere también habilidad en la negociación. Es un tira y afloja continuo. El hijo pide y el padre da o no. El hijo quiere y va intentando romper las barreras impuestas, cada no lleva su ¿Y por qué? en forma de réplica. Y así hasta el final. Pero dos hijos es más. Dos, tres, cuatro... El punto de inflexión según los expertos es tres. Ahí está la diferencia, cuando ya no se tienen manos para cruzar juntos la calle. El padre, además de negociar, contemporiza y le dice al mayor que cuide del pequeño y a éste que obedezca al otro. Al más espabilado pero despistado le premia por una cosa e intenta que se centre. Al torpe le alaba cada progreso. En las peleas media sin dar a nadie la razón, escucha a las partes y trata de ser objetivo. A veces aguanta la risa. 0tras no sabe de donde sacar la paciencia. Cada día es un reto. Ninguna jornada es igual a la anterior. No sirven lo consejos, porque todo son novedades. El "te lo dije" es una constante universal en la vida del progenitor. Y por mucho que se esmere hay muchas posibilidades de fracasar.


Me río yo del negociador de profesión. El que evita que el inmolador se inmole, que el suicida salte, que el secuestrador asesine a los rehenes. Esas normas policíacas absurdas: Nunca digas "no" ¡MENTIRA! Hay que decir que no, es como el eufemismo con los negros, que si son personas de color. Sí, son personas de color negro. No entiendo la tontería de no llamar a las cosas por su nombre. No es no. El resto solo es confusión. A los niños hay que decirles que no tantas veces como sea necesario. Hay que lidiar con su demanda y que ellos aprendan dónde quedan los límites para poder vivir. Y cuanto más claro sea el mensaje más tranquilidad en las partes.

09/08/2016

LA MADRE DE MIS HIJOS





Una mujer de bandera entra en el local. Es hermosa, alta, estéticamente armónica. Aparece arrollando, la mirada al frente, la barbilla en proa, la melena ondula en el viento que ella misma genera. Casi se puede tocar el rastro que deja su figura. El bolso al hombro.  Tez oscura. Camiseta blanca, falda oscura por debajo justo de la rodilla, plisada y zapato de salón. Sus zancadas son tan grandes como su vestimenta le permite.

Ha causado una conmoción inmediata en el ambiente. Empiezan los susurros, les sigue un silencio hueco. Hay muchos hombres en el bar. Todos son elegantes, llevan corbata, camisas blancas. Son jóvenes. Juegan al bride, discuten acaloradamente. Beben cerveza.

Ella parece rotunda por sus andares. Independiente por su gesto. Educada, por su forma de vestir, clásica, elegante y algo atrevida. Quizá sea extranjera. Tan morena. Puestos a soñar debe ser inteligente. Ha venido a un país extranjero ella sola. Será una viajera ocasional. Hija de un diplomático tal vez. Hermana de un militar, Seguro que es valiente. Nada puede parar esa energía,

Su halo ha sido la marca que ha sellado su futuro. Él la ha visto entrar, como todos. Como el resto, ha dejado de respirar. Pero sólo él ha pensado exactamente eso "¿Quién es? Ella será la madre de mis hijos." No es su olor. No será su conversación. No es su belleza. No será su paciencia y su candor. Es previo al camino que ya han emprendido.

El  conjunto es la respuesta. En la integral está la solución. Ella será la madre de sus hijos. Y lo será porque pocas cosas hay más emocionantes, más cercanas a la felicidad que ser madre. El reconocimiento en la manada de la fémina adecuada es propio de nuestros más remotos antepasados. Es instintivo, animal. Tiene que ver con la supervivencia de la especie, de la familia. Las señales que le hacen desear a una mujer como madre de sus vástagos crea una sensación de seguridad, de madurez...equiparable a la más grande de las emociones.

Lo malo llega después. Cuando ya es la madre de los hijos de él y nada más. No ha habido engaño. Les dio bien de comer. No hubo mentiras. Ni traición. Pero tampoco nada más. Ella construyó su fantasía de novela a través de ese hombre por el que fue elegida. Desempeñó a la perfección su papel de esposa, previo al de madre. Pensó que detrás estaría la vida en común y el amor. Ella se dejó elegir por sus propias miserias, por sus propios miedos. No eligió al padre de sus hijos. Ella ni siquiera vio al entrar en ese bar, hace ya más de 50 años, a quién la había seleccionado y marcado su futuro.