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31/12/2017

COMER EN EL CHIRIVITO


Comer en el Chirivito es comer en casa. Y sé bien de lo que hablo. Comer en el Chirivito es una experiencia tan bonita porque es sencilla. Tan sencilla que es difícil de imitar. Comer en el Chirivito es que te den de comer. Lo mejor, lo que hay. Sin pretensiones. Con intención. Con atención. Con gusto. Con cuidado. Con mucho cuidado. Comer en el Chirivito se puede hacer eligiendo de una carta que parece breve. Pero no lo es. O dejándose aconsejar. Con honestidad, sinceramente, te darán lo mejor que tienen. Pensado para ti. No insisten ni acosan. Prefieren que el cliente se quede con hambre antes que cebarle. Dejan espacio y tiempo para que piense si quiere algo o no. Mantienen la distancia.

 

A pesar de que todos los platos tienen más que receta, una fórmula, precisa, exacta, aunque está medido al último decimal cada ingrediente; a pesar de eso, como en casa, siempre puede haber sorpresas o novedades. Un poco de granada en el humus, una burrata con frutos secos o un trampantojo sin querer. O queriendo. La comida evoluciona, como las personas. Y mejora lo que puede mejorar. Los ingredientes y la oferta culinaria cambian según la época del año y el humor o el amor del cocinero. Quien ha leído "Como agua para chocolate" sabe que en la cocina hay mucho del corazón. El Chirivito crece y aprende como un ser vivo.

 

Llegar al Chirivito tiene un factor común: Salvo capricho, no se elige. Te dan de comer en el Chirivito. Comes y bebes como si fueras a casa de alguien. En brazos. La medida justa. Hay bocados tan ricos que dan ganas de "abrazarse al de al lado". Se llamará ahora maridaje, lo que se siente allí es que es para ti esa bebida, y ese bocado. “Prueba este vino que te va a encantar”

 

Se comparten mesas con desconocidos. La música es buena. De pronto llega un cliente con un paté hecho en casa y se lo regala a los dueños. Otro lleva una botella o un membrillo casero, un chorizo o un queso para compartir. De paso les dan la pieza entera para que lo disfruten los
dueños con su familia. Como no hacen reservas quien quiere sitio va pronto, se instala con un libro en la mesa elegida y espera.

 

Cuando el cocinero inventa, saca algo nuevo, se elevan las barbillas, los ojos buscan y se empieza a oír un rumor quedo “yo quiero eso, yo quiero eso”. Sin saber de qué se trata, el olor, el color y la sorpresa disparan todos los sentidos, que no la envidia, sino las ganas de probar. Así nacen los nuevos platos.

 

Es un esfuerzo enorme por hacer justo lo que han hecho: un sitio agradable al que ir a tomar algo rico, de la mejor calidad y a un precio muy económico. Uno de los dueños asegura que lo mejor del Chirivito son los clientes. Como dice una de ellas: "tienen lo que se merecen”. La realidad es que los comensales tienen nombre, forman parte del proyecto. Da alegría pasar un buen rato gracias a alguien que disfruta tanto de lo que hace. Que pone tanta vida y tanta pasión en su trabajo. Y en su día a día. Felicidades por este año.

29/12/2017

EL OLOR DE LAS PALABRAS


Me gustan los libros. No para llenar ni para decorar. No. Me gusta leer libros. En papel. Tocarlos. Pasar las hojas. Me gusta el olor del papel. Que cambia de un libro a otro, de una colección a otra, según la edad. Y también depende de las veces que se ha leído. Depende de quién lo ha leído antes y cuando.
Me gusta marcar las páginas. Encotnrarlas dobladas por otro no me importa en absoluto. Me encantaría encontrar comentarios de otros cuyos ojos han pasado por esas páginas. Lo que se les ocurrió al leerlo. Se lee solo pero hay un vínculo entre los que han compartido lectura

ELLOS, LOS MUY QUERIDOS


 
Ellos muy queridos, los que se han ido. Que se han marchado del todo.  Ellos que, para vivir, vivieron y para morir se fueron en silencio. Pesaron en vida. En el mejor sentido de la palabra. Fueron pesos pesados. Pesaban sus palabras, pesaban sus ideas, su criterio pesaba. Como una pluma pesa, cayendo lenta sobre una colcha de hojas de otoño. Su voz. Su autoridad. Su voz nos acompaña. Su voz se oye. Imponentes en forma y en ritmo. Capaces de escuchar y sonreír. Reírse de sí mismos, respetando silencios y distancias. Perdonándolo todo excepto la ofensa a su gente. Razonando despacio, sin levantar la voz, o sí.  Su voz, entre otras mil. Ese tono grave que se sostiene en el atardecer, que se pierde ahora detrás de las montañas. Se hace bruma como el recuerdo.

Aplastante y grato tener un guía en la oscuridad que es a veces la vida. Inmenso el vacío sin ellos.

Es bestial como se echa de menos a un padre. Brutal su recuerdo. Los hijos huérfanos lo son para siempre. No pasa un solo día sin que le recuerdes. Día es una unidad de medida que se me antoja larga para medir la añoranza. Un segundo quizá es exagerado por imposible. Aunque hay días y semanas y meses en que el recuerdo es constante. Te acompaña como la proporción entre el radio y la longitud de la circunferencia.

Vuelvo al principio cada rato, a veranos de mar y arena y castillos. Guitarras y canciones. Viajes largos a lugares cercanos. Maleteros llenos. Vuelvo al principio cada rato: a recuerdos prestados porque no estuve allí, porque no tenía edad para recordar ahora. Vuelvo al principio cada rato: al monte, a las fuentes escondidas, a comidas muy largas. Vuelvo al principio cada rato, a disquisiciones sobre los animales o los libros. Vuelvo al principio cada rato para no llegar nunca al final y ver que otra vez no estás aquí.

Los novatos en el tema, los recién estrenados miramos incrédulos a los experimentados, a los que lloraron su pérdida hace años. Y la siguen llorando. Pero: ¿Cómo lo han hecho? ¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Cómo han sido capaces cada día de levantarse, de dar el siguiente paso? Al despertar, después de por fin haber conseguido dormir una noche; los ojos hinchados por el llanto nocturno te recuerdan que es cierto. No es una pesadilla. No es un mal sueño. Otro día más vas a vivir con ello. Y entonces tu cuerpo es una losa de plomo que no se quiere mover. Hay una resistencia a enfrentarte con el nuevo día. Es una mezcla de incomprensión y escepticismo.

Fueron y son ejemplo. Quisiera encontrar la esencia de su recuerdo para poder guardarla y enseñarla a los que vienen después. A veces tienta la idea del sustituto. Para poner en él todo el amor y toda la demanda. Pero no vale. ¿Cómo que idealizarlo en la memoria? De los buenos, los muy buenos sólo hay buenos recuerdos.

 

 

 

27/12/2017

NO MÁS BRIDGET JONES


Bridget Jones era cojonuda. ¡Pero, basta de imitaciones! Vamos a ver, una cosa es sentirse identificada con ella; por el agobio con el peso, el abandono, los amores imposibles; los posibles que fastidia en sesión continua porque tiene una empanada de campeonato; la madre que le trae por el camino de la amargura; la proximidad al final de la edad fértil que desboca su comportamiento; el exceso de alcohol o de helados. La soledad. Los amigos incondicionales. Esos que le dan la razón aun viendo como se estrella. Porque saben que no escucha. Que solo quiere que estén ahí. En resumen, se trata de una parodia de la mujer profesional de los 90 en adelante, en la Europa occidental.
No suma todo en una misma persona, ni en un día en la vida de nadie. Es mentira. Es una peli. Una serie de pelis. Nadie tiene tantos vestidos ni tantos zapatos ni es tan infeliz y tan feliz, ni bebe tanto y está tan guapa y lozana día siguiente. Nadie vive en el centro de Londres en una casa de lujo ganando cuatro perras. Nadie se equivoca sistemáticamente en el trabajo sin consecuencias. Nadie se enamora y desenamora de tipos tan listos y tan guapos tan seguido. Ni hay tantos y si los hay no le hacen caso todos uno detrás de otro. Nadie tiene un grupo de amigos en el que todos son perfectos, guapos, ricos, con tanto tiempo, con esa disponibilidad... Es de mentira.
B. J. tuvo la habilidad de juntar situaciones tristes y horribles y hacernos reír con ellas. Dejar que en la mujer de la que habla se sienta identificada la lectora. Que el lector reconozca a una amiga en B. J., o pero ya está. No vale hacer imitaciones ni copias baratas de la idea. No todas las mujeres son ella. Y además, no hay un Darcy para cada una.

 

26/12/2017

TODOS ESTABAMOS ENAMORADOS DE TODOS



Época confusa la adolescencia, duración variable. Estado cambiante. Animo sinusoidal. Esos años apasionantes durante los que no sabes hacia dónde ir.
"Todos estábamos enamorados de todos".

Qué verdad. Nacimos libres. De padres libres. Y nos encontramos en situaciones que no sabíamos resolver. Sin límites. Con el campo abierto a infinitas posibilidades donde elegir. Sin criterio, verdes e inexpertos. Con sed de vivir, de experiencias, de novedades y descubrimientos.

Uno se cree en esa etapa que es el primero del mundo que ha llegado allí. Siente que nadie antes había sentido la disyuntiva y la necesidad de elegir entre dos cosas igual de apasionantes. Uno es protagonista de su vida.  No puede ser de otra manera. Va escribiendo su historia. 
Es  durante esos años cuando vas descubriendo a los otros, los haces formar parte de tu mundo. Se vuelven imprescindibles en tu día a día. Te importan tanto como tu propia familia. Tu familia que hasta hacia poco era tu único referente. De pronto tus amigos son más. No es que hayas dejado de querer a tus padres o hermanos, es que tus amigos, elegidos por ti, te entienden y comparten contigo tu risa y tu pena. Piensas que tus padres están tan lejos que no das crédito al recuerdo de que en algún momento fueran tu eje, el único motor de tu vida.
De la noche a la mañana tomar un bocadillo en un banco, con tu amiga del verano es crucial para deshacer los nudos de tu madeja de dudas.
Tus referentes quedan velados entre tanto amor y emociones intensas. Cada minuto tu mundo puede dar la vuelta. Se mezclan las lágrimas y la risa. Lloras de amor y sin solución de continuidad tu mirada se ancla en los ojos del otro y sientes que esta vez es para siempre. No entiendes nada. Solo sientes. Y nadie te entiende.
Es una pena que en ese momento de necesidad extrema, de piel de quemado, no se recurra al que sin duda ea el más incondicional de tu todos los amores, que es el amor de padre, el regazo de la madre. Que a la postre un día recogerá tu llanto y todos tus trocitos, empaparás su hombro y por fin en sus brazos entenderás que ha pasado lo peor. Entre hipos y suspiros te preguntarás: Dónde has estado todo este tiempo? A tu lado. No tenía palabras bonitas quizá. No podía salirte al encuentro, pero siempre estuvo ahí, en vela.

CUANDO CADUCA EL DOLOR

Cuando caduca el dolor. ¿Cuándo caduca el dolor? Cuando caduca. Me gustaría encontrar la fecha a partir de la cual ya es fruto ajado. Desde cuando pierde tu poder. Su poderío. Desde cuando ya se puede sonreír, ya deja de haber pena. Y amanecen días de sol y se intuyen sonrisas. Quiero hallar la fecha taladrada, que da entrada al principio del fin. Para estar preparada. O no. Que sea sorpresa.
 
En el espacio tiempo que deja el aire pasar las gotas. Es esa lluvia fina que en los huesos encuentra acomodo. En el color intenso que tus ojos reflejan todas las tardes, en el estío y en el hastío quiero sentir la risa, quiero saber de besos y de alegrías. ¿Donde estás corazón?, tan escondido. ¿Dónde está tu corona de arena y sol?. Noto témpanos finos en las miradas. Siento el invierno entrando por mis mañanas.

Quisiera con un beso izar el día. Que fuera mi bandera toda la vida, de amor, de risas claras y de armonía. Quiero encontrar tesoros en las palabras. Quiero que cada fruto sea semilla. Que germine el cariño. Acabar con los campos anegados de llanto. Que haya sido barbecho. Y por fin brote briznas. Quiero ver esas yemas llenas de vida. Y de esperanza . ¿Qué puede haber mejor que regalar? Que venga la primavera y acabe con este luto.
¡Qué palabra! Pedazo de mi monosílabo. Rotundo, pequeño y sólido. Tan fácil de entender. Tal difícil de usar. Sin emoticono que la sustituya. Se basta por sí misma
 No dejes que te manipulen. No te pongas a merced del otro para que te quiera. No renuncies a ti para gustarle. Cuando te modele, ya no te querrá. Porque no serás real. Habrá un momento en que no podrás fingir. Entonces estarás roto. Sin fuerzas.
Di que no. Aunque te duela. A pesar de tus dudas. A pesar de tus deseos de ser para el otro. Nunca podrás adivinar todo, no podrás predecir cada deseo. Eso sólo vale si te sale de dentro. Si es verdad. Si está lleno de amor y generosidad. Si tu renuncia es sincera. Si no hay miedo en tu decisión. Miedo a que no te quiera. Miedo a ser tú.
 
Protégete. Los animales heridos se arrastran como serpientes. A todo dicen que sí. A nada dicen que no. Se humillan. Se avergüenzan y se entregan sin amor. Con miedo a perder. Sé valiente, di que no. Malo es quien permite a un ser querido llegar a ese punto donde se anula. Malo también quien lo protagoniza y se entrega al juego macabro del desamor. Los amores cobardes no llegan ni amores ni a historias, se quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar... Ni el mejor orador conjugar.
No te subyugues. No pierdas de vista tu criterio, escucha, convéncete, pero nunca renuncies a tu esencia para que te quieran, porque serás el primero en despreciarte, en dejar de quererte. Decir que no es ponerte por delante. El “no” es un “no” siempre, para niños y mayores. Es poner un límite al otro, no hacer un caldo de cultivo para un abusón o un cretino; es darle la posibilidad de sentir que hay líneas que no se deben cruzar en las relaciones de cualquier tipo. Y dar pautas para saber las consecuencias de incumplir las normas.  El “no” sirve para mucho. Es la primera regla. Un mandamiento. El origen de las leyes. El principio del orden y la convivencia. Está lleno de amor.