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26/12/2018

ES TO' CANI


Hay patadas al diccionario y después está esa expresión. Eso es un atentado, una bomba activada desde dentro del sistema. Explosión con detonador. Hora punta. Cañones cargados.

No es evolución. No. Es macarra, vago, cateto. Su uso no alumbra, no aporta, no dice nada. No forma parte del lenguaje de chavales desarraigados. No son niños sin rumbo previsto. De descampado y balón. No es símbolo de exclusión social. Marginación. Jeringuillas y trapicheos. Pueden haberlo perdido, el rumbo. Son niños bien de colegios bilingües de pago. Pantalones rotos con simetría, coderas de fábrica. Abrigos de caza. Fuman y beben como adultos. Son quinceañeros o “teen” que van a misa los domingos o frecuentan el punto violeta en el recreo. Comprometidos con creencias o religiones, puntos de vista. Son, en fin, los que vienen.

No es que sea feo recortar palabras, un poco. Pero tiene gracia. La economía en el lenguaje siempre es un fenómeno interesante. De casa viene “ca”. Un pelín cateto, vamos a Ca’ Miguel. Cateto hasta que se impone como norma, como regla. Hasta que se hace aceptable por todos. Lo malo de este "to" diminutivo de todo es que está hueco. ¿Qué aporta "todo" al adjetivo? Nada. Porque eres guapo en escala, poco mucho o nada.  ¿Pero todo guapo? ¿Quién puñetas es todo guapo? Ni todo cani, ni todo pijo. No hay todo grande, ni todo bonito. Ese es el engranaje que oigo chirriar cuando habla ese estrato que viene. Hay que aguantarse. Porque pisan fuerte. Sin razonar, sin razón.

“To” es lo que es, se queda sin recorrido. Falto de imaginación, insulsos; es soso, morirá de inanición. Por muy tercos que se pongan los usuarios. Fueron mis últimas palabras (que diría mi ex novio. Vamos. que lo mismo lo incluyen desde ya en la cúspide de la revolución lingüística del s. XXI). Yo diría: “¡tela!”. Muy del sur. Pero, ¿qué valor le atribuimos entonces a esos vocablos, que polinizan las conversaciones, ya sean a viva voz o a través de medios electrónicos variados? “en plan”, por ejemplo. Expresión de confuso significado. A pesar del número incontable de veces que lo he oído, mi capacidad deductiva limitada me impide entender o concluir un significado nítido. Porque “tipo, yo es que yo soy to guay, en plan. ¿sabes?” Tengo miedo a preguntar. No es una muletilla, jurarían las hordas, todos esos niños bilingües o trilingües, esa panda de chavales estupendos y formados; de tanto estudiar idiomas se les ha quedado seca una parte del cerebro que enriquece su capacidad comunicativa si nos disponen de un “power point”. Imagino la cara de un Sócrates de andar por casa; o de esa figura parisina, en bronce, enorme, que apoya en su mano doblada su cabeza y medita. Se pueden oír sus pensamientos. Está a las puertas del infierno, donde se ha abandonado toda esperanza.  Ruega paciencia.

HACERSE PEQUEÑO




Cuando uno se hace pequeño, uno tiene culpa. Sí.  Aunque uno crea que ése es el momento en que más tienen que cuidarle los demás.  No. Una cosa es lo que uno haría si el que tiene al lado se hace pequeño.  O lo que uno cree que haría. No se es mejor o peor persona por lo que se haga. La vida está llena de variables que hacen que las cosas sucedan y en ocasiones no hay margen de maniobra. No se trata de dejarse llevar, pero no siempre somos dueños de lo que ocurre, solo de nuestras decisiones, o de cómo nos tomamos lo que nos ocurre.

Los que se hacen pequeños a veces son insoportables.  Generan rechazo. Son un petardo.  Sí.  Es así. No hay quién aguante a alguien que se pasa el día llorando. Que no razona. Que solo se mira el ombligo. No hay quien lo aguante. Por mucho amor. Por mucho enamor. No hay manera de convivir con esa pena que mana de alguien que se hace pequeño.  Deja costras de sal por los rincones. Se alimenta de detalles y boza miseria. Cuanto más engulle más pequeño se torna.  Cada vez más difícil de ver. Se difumina. Se escabulle en el paisaje. Desparece. Desaparece. Desaparece. Se hace diminuto, minúsculo, feo, insecto. Tan fácil de ignorar. Tan sencillo de olvidar.  Todo alimenta su enanismo y lo fortalece.

Es horrible tener al lado a alguien que deja rastro de llanto en las sábanas. Los más cercanos se sienten tan culpables que tienen que alejarse. No son pusilánimes. Es que no estamos acostumbrados a soportar el dolor. Porque recuerda los dolores propios. Porque en estos días, en esta vida, lo que hay que hacer es ser súper feliz. Encontrarse a uno mismo. Tener éxito en el trabajo, ser empático. Simpático. Vestir como los demás. Ser como los demás. Un poquito original también mola. Pero hay que realizarse, buscar la felicidad. Es un mundo rápido y ególatra. De hombres y mujeres solos. No hay sitio para aguantar la pena de otro. No es por maldad. Es que no se sabe qué hacer. Si insistir para que salga, animarle a la alegría. Si sentirse uno mismo culpable de su dolor. Y es que no hay manera…”no puedo vivir sin ti, no hay manera” Eso dice Coque. Nadie es culpable del dolor de nadie. Sobre todo, nadie es responsable de cómo se lo monte o como se lo tome el otro. A la postre, la vida es la integral entre las decisiones y las oportunidades. Y es nuestra responsabilidad asignar a cada acontecimiento la categoría de oportunidad o desgracia. Voto por la oportunidad. Asignarle otra etiqueta sólo puede hacer daño. Para un lado, para otro.

No hay manera más que agarrarse la barriga y seguir hacia delante. Tienes que crecer solo y sonreír. Serás tu propio campeón. No hay sanación milagrosa. No vendrá Axtérix de su aldea para darte un poco de su pócima. La fortaleza nace de las peores situaciones, las más dolorosas. Plop. Como palomitas se tornan las lágrimas en sonrisas. La alegría hace más sencilla la vida.

22/12/2018

HOY ES VIERNES Y HE COMPRADO MARGARITAS


Como cuando nos queríamos. Después de romperse las cosas, parece que empiezan a recolocarse. O no. Cuando falta una pieza. Manos a la cabeza. ¡Eso no tiene arreglo!
Cuando se quiere mucho, de verdad, a veces las cosas no se entienden. Porque es que el amor puede con todo. Sin más. A veces no se entiende. Se acepta. Porque es así. Pero no se entiende. Porque el amor está dentro, latiendo. Y no se entiende.
Yo, por ejemplo,  hay otras cosas que no entiendo. Seguiré buscando las piezas. Y comprando margaritas.

CANTÉ O CANTUVE



El asunto de conjugar los verbos irregulares siempre me recuerda a mi padre. Me acuerdo con Corcuera. Cada vez que salía en la televisión, lo siguiente era "Corcuera o Corcuese". Al principio nos quedábamos todas (porque en casa, menos él, éramos chicas todas en una época) tal cual. Pero después de repetirlo una y otra vez, la cosa tiene gracia. Y ya no lo decía él. Lo decíamos todas. Y si no bajo su atenta mirada, también nos salía, en cualquier conversación. Corcuera. Zas. Corcuera o Corcuese. La perplejidad ante el comentario siempre me ha divertido. Es la primera vez que lo escribo, lo pondría con "q", lástima de diéresis para tal letra. Pues con canté pasa lo mismo, ¿Por qué no es irregular el verbo cantar? Porque cantar es como estar. Esté no, estuve. Claro, esté se puede confundir con otra palabra, es otra. Otros tiempos. Como éstos, que son malos para la lírica. Me estoy metiendo en un berenjenal. Mi profe me va a llamar la atención. Con razón.
Por cierto. Me parto. Berenjenal. Es buenísimo. Meterse en un berenjenal. Según el DRAE: Embrollo, jaleo, lío. Ahora dicen la RAE. ¡Mira que somos!, eso es cosecha de la siembra feminista, victoria pírrica: quitar diccionario del acrónimo para que sea femenino. Sin comentarios. ¿Era necesario? A mí me parece una bobada. La verdad. Es un diccionario. Sí, también hay una academia, real. Pues academia y diccionario. A lo mejor mola más “academio” y “diccionaria.” Somos idiotas. Así nos va. Eso de preocuparse por la forma más que por el fondo es una especialidad de los cretinos, ya lo decía Holden. Tienen poder de convicción, arrastran a masas. "Meterse en un berenjenal’ es el acto de meterse en un embrollo y/o en una situación de la que es difícil salir. Quien no ha visto una berenjena más que en una lata o en un puesto de encurtidos o en escalivada o "ratatui" no entiende. Yo no es que haya visto muchas, pero me he pinchado alguna vez con esas hojas grandes, aovadas, de color verde, casi cubiertas de un polvillo blanco y llenas de aguijones. Es imposible olvidar y muy gráfica la expresión. Pues nos hemos vuelto tontos de tanto miedo a meternos en berenjenales. No. No son remolachas, las de bote de cristal, hechas tiritas o rodajas, preparadas para echar a la ensalada y teñirla del color del mismo nombre. Esas que son fruto de la planta homónima, y tienen un tinte dominante. Es un gen ganador. Envases donde una bola compacta se encierra al vacío.
Pero es estuve y no “esté”, anduve y no “andé”. Por eso me gusta “cantuve”. Lo mejor son los errores que hacen los niños, que tienen toda la lógica del mundo. Ese “yo cabo”. Una amiga mía decía que no quería corregir a sus hijos en el lenguaje. Que tenían errores que no eran más que una comprensión exhaustiva de las reglas. No son golpes al diccionario. Son manozatos de lógica. Y esas caras de sorpresa ante el “se dice yo quepo, no yo cabo”. Imagino esos cerebros ágiles de los infantes que buscan en su RAM todas las aplicaciones y la extensión incluso de tal excepción.





16/12/2018

LOS CHALECOS TOMA 2

Quiero hablar de los chalecos. No de los chalecos amarillos del diciembre francés del 18. No. De esos chalecos que tan de moda están en los últimos años. Chalecos impermeables, de morcillitas horizontales, que abarcan el arcoíris entero. Vestidos tanto por ellas como por ellos. (Políticamente correctos) Esos chalecos acolchados que no son más que una burda evolución de los “plumas” de los años 70 y 80. En aquellos años los anoraks se usaban para esquiar. Punto. Los plumíferos se podían remendar con escudos y símbolos de las estaciones de esquí visitadas. Muescas en tu pechera. Ese estilo muñeco Michelin, con lorzas, era muy popular. Los beige eran los que más molaban, a pesar de que eran permeables; para el frío eran estupendos, eso sí, si te caías estabas perdido porque te empapabas. Para eso estaban los jerséis azul marino con la bandera francesa acolchada a lo largo de los brazos. Esos jerséis eran perfectos, para el frío, el agua. Pero estos chalecos de los que hablo, en cuanto se acerca el equinoccio de invierno, salen del armario a invadir las calles.


Es la evolución del anorak que ha acaparado la escena metropolitana en la última década. Son los chalecos, anoraks con y sin mangas, se quitan y se ponen, michelines de distintos tamaños. La policromía maneja distintas escalas de color. El paralelismo, la equidistancia, es importante también en ese equilibrio. Hay una gama de colores petróleo, no solo el azul de tal apellido; ahí encaja el berenjena, con un intenso olor a gasolina, el verde, con plomo; un rosa, sin plomo; un amarillo de 95 octanos, un rosa gasoil. En este caso el espaciado entre michelines es no mayor de cinco centímetros. El acolchado perfecto que rellena su interior mantiene el segmento circular constante en el tiempo. Los portadores  varones siempre llevan el chaleco, cerrado (ya sea con cremallera oculta o abotonadura perfecta, y encima, chaqueta inglesa de lana, gordita, de cuadro inglés por ejemplo. O traje de chaqueta gris marengo. El casco de la moto en la mano o puesto. Si en la mano, cabello revuelto o cabeza despejada, ni un pelo de tonto. Los dedos libres enredan con un cigarro tras mesarse la cabellera para atusarla con desenfado. Lo voy a dejar, tío. Pantalones chinos de pana, claro. Es invierno. Corbata invisible. Zapatos castellanos, calcetines licencia a la libertad. Estos hombres están cómodos. Son triunfadores. Juegan al golf entre semana, deportes "in door" antes de que salga el sol. 


Pero hay mucho imitador. Y el hábito no hace al fraile, no. La ciudad se puebla de chalecos equivocadamente colocados encima de la chaqueta de vestir. Los colores rojo, verde, amarillo difieren de los auténticos. Rojo labios, verde botella, amarillo limón. No es lo mismo. Esa prenda debe quedar pegada al torso, da igual que estés gordo o delgado; lo importante es el orgullo de tu casta, de tu sangre, espalda recta, andar firme. Tienes derecho. La altura del cuello no está calculada al azar, los bolsillos de cremalleras ocultas y el abotonado sobre el cierre están estudiados y calculados. Son de tu talla. No hay detalles casuales, por mucho que lo parezca. Ese berenjena no se encuentra en tiendas populares de deporte donde en las cabeceras de los lineales pone: esquí, montaña, deportes de raqueta, no. Ni siquiera en zonas más elitistas de los grandes almacenes. Ese azul petróleo es exclusivo de tiendas escondidas en calles donde los árboles que sobreviven en los alcorques de la ciudad son centenarios y dan una sombra espesa a las aceras alfombradas. Recintos de venta exclusivos, al abrigo de patios interiores de viviendas del XIX, donde siempre han vivido las mismas familias. Los establecimientos están ahí, cual andén 9 y 3/4 de Harry Potter, que no todo el mundo ve. Son invisibles a las almas comunes (como lo esencial es invisible a los ojos), al público que divide sus días en trabajo y labores y fines de semana. Pertenecen a un mundo de seres privilegiados o no, pero diferentes. Seres que se saludan con palmadas en la espalda y abrazos. Andan un poquito por encima del suelo, es inapreciable porque sus pisadas suenan al chocar con esos milímetros de aire compacto que queda entre sus suelas y el pavimento. Sus zancadas son firmes y abiertas. Vuela ligero el bajo del pantalón cuando cruzan la calle. Cuando los imitadores usan tal prenda, la llevan abierta, o medio abierta, que es peor, se ponen la capucha; la distancia entre los michelines y la cantidad de pluma, que ya no es pluma sino un relleno, no es la correcta. Se ven sombras y brillos en la falta de armonía del error. No es lo mismo. 


La popularidad es lo que hace, intentar colocar a la población en el mismo estrato, usando ropa y la moda, parece fácil. Siempre hay detalles que delatan. ¡Que monótono el paisaje! No entiendo por qué todos queremos ser tan iguales. Se pierde la riqueza. Desaparece la diferencia, la variedad. ¿Qué queremos esconder copiando? Con lo bonito que es ser uno mismo. No ir a la tienda a comprarte lo que está de moda. Sin embargo entrar a buscar lo que te gusta. Lo que dice cosas de ti, lo que refleja lo que eres. Tanto ser todos iguales siendo tan distintos me parece una traición profunda a nuestra esencia. Genera muchas dificultades en las relaciones porque no hay símbolos que permitan dar información de uno mismo, esas pistas inconscientes que facilitan el dialogo, la comunicación. Que son tan importantes como las palabras. En fin. ¡Qué cretinos! Como diría H.







03/12/2018

MIGRANTES Y OTROS PALABROS


Migrantes, ciclogénesis explosiva y Annus Horribilis. Por ejemplo. Son palabros medio inventados tras sesudos razonamientos que de pronto sustituyen a términos conocidos y de uso habitual. Los primeros portadores de tales novedades suelen ser los periodistas. No se sabe nunca si por error o "ilusión". Tal vez lo oyeron en un contexto cultivado y rico y, tras el impacto del verbo del que lo utilizó, decidieron introducirlo en su discurso cual estrofa altisonante. Intercalándolo entre muletillas y dequeísmos. Se consigue así el efecto “intelectual”. Es decir, se confunde el discurso porque solo se oye esa palabra nueva que nadie ha oído hasta ese momento. Es igual que un coro perfecto en misa entonando el Ave María y de pronto un parroquiano, de primera fila, el sacristán, o el sacerdote mismo, se entusiasma y desafina porque es que no sabe cantar. Pero su entusiasmo le confunde, como la noche a otros. Y se arranca con brío. Solo se oye al que desafina. De hecho, se pierde en los acordes la guitarra, pasa del sostenido al mi bemol, sin saber si es que no afinó las cuerdas antes de misa o simplemente ha perdido el compás. Pues con los palabros igual. Solo se oye migrante. Ciclogénesis explosiva. ¿Dónde está emigrante, dónde ciclón o tormenta del carajo?

Parece ser que migrante el más preciso, claro, que inmígrate o que emigrante

Según Arturo. P. R. “escribo migrante para persona, animal o vegetal que deja su lugar habitual y se instala en otro (migraciones, migrar). Para quien llega a algún sitio, inmigrante. Para quien se va de algún sitio, emigrante” Eso está muy bien, pero desde mi punto de vista el migrante es el que migra, y el emigrante es el que emigra.

Según el DRAE, o la RAE:

-       emigrante: Del ant. part. act. de emigrar.1. adj. Que emigra.

-       emigrar:  Del lat. emigrāre.

o   1. intr. Dicho de una persona: Abandonar su propio país para establecerse en otro extranjero.

o   2. intr. Dicho de una persona: Abandonar la residencia habitual en busca de mejores medios de vida dentro de su propio país.

o   3. intr. Dicho de algunas especies animales o vegetales: Cambiar de lugar por exigencias de la estación, de la alimentación o de la reproducción.

-       migrante 1. adj. Que migra. Apl. a pers., u. t. c. s.

-       migrar: Del lat. migrāre. 1. intr. Trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente.



Según yo lo veo la única diferencia es que emigrar no es reflexivo y migrar sí. Por tanto, migrar solo es atribuible a todos esos sujetos que están en acción, trasladándose de un lugar a otro, como las golondrinas. Ellas volverán, oscuras. Por lo tanto, el migrante es emigrante porque se ha ido e inmigrante en cuanto llega. Así que desde mi modesto punto de vista el uso del término migrante es una butade y tan solo se utiliza para diferenciarse y ponerse un poquito por encima del hombro del resto de los mortales. Además, me parece a mí que tiene que ver con la palabra “migrant”, del inglés, cuya traducción es “inmigrante, emigrante, peregrino, ave de paso”. En fin. Queda todo dicho.

Otra cosa es la "ciclogénesis explosiva". Toma ya. Según el DRAE de nuevo, “ciclogénesis es formación de un ciclón” y explosiva, que puede hacer explosión. Según Wikipedia “Se trata de un término paraguas para varios procesos diversos, todos los cuales dan lugar al desarrollo de una cierta clase de ciclón. Es un fenómeno meteorológico que se produce al chocar una masa de aire caliente, con otra de aire frío. Es verdad que si en vez de decir ciclón, o tormenta, se cuela como si nada en el discurso "ciclogénesis explosiva" el tono es mucho más científico. Se hace redonda la noticia. Se le suponen al orador dotes de predicción no solo meteorológica sino astral.

Me flipa (de “to flip”). Me impresiona, me maravilla, me asombra que el uso de estos términos se haga viral. Son palabras con fuerza que vienen y van. Lo importante es esa primera vez. Cuando se inocula el termino en el cerebro del que escucha. A partir de ahí se buscan contextos en los que sea posible usarlo. La reina Isabel utilizó el Annus Horribililis cuando pasó lo de Carlos, Camila, Diana. Ésta escribió su verdadera historia. Conversaciones grabadas entre los protagonistas y otros actores secundarios escandalizaron al menos monárquico de los antimonárquicos. Sin olvidar que Mauricio, territorio del cual Isabel II era reina, se convirtió en república. Su hijo Andrés, anunció que se separaba de la pelirroja duquesa de York a la que un amigo le besaba los pies según publicó el Daily Mirror. Su hija Ana, se divorció del capitán Phillips. Y por fin, el 20 de noviembre, ínclita fecha aquí en España, el Castillo de Windsor se incendió sufriendo daños considerables. No me extraña que en ese 92 de Expo y olimpiadas, la longeva reina acuñara el término que su simpático corresponsal insinuó. Isabel fue la primera, aunque la frase se utilizó en 1891 para describir 1870, año en el que la Iglesia católica definió el dogma de la infalibilidad papal. Después de Isabel, el resto: imitadores.


Es imposible dejar de mencionar aquí, aunque sea como post scriptum algunas bobadas. El que está fit, en forma, digo yo. Chance, oportunidad. Las cosas que son o no escalables. Sonido de puerta, desengrasadas bisagras chirrían al abrirse. Objetivo no, ¡target!, beneficio, por Dios ¡profit, eres un antiguo! Éxito, ¡success! Eso sí, como te dé por ahí, y te pongas a conjugar success, por ejemplo, lo mismo te estrellas. Porque claro, vas del éxito al sucedido. Y del beneficio al profiterol, del objetivo a la tarjeta. La pronunciación es clave. Win Win. Me encanta. Caballo ganador, más o menos. En eso de la transformación los gibraltareños, tan en el foco ahora, pobres; son expertos. ¡Y a ver quién les entiende!. Como sigan así la roca va a ser la Nueva Inglaterra de un idioma nacido por supuestos ingleses hablando gaditano “cerrao”. ¡Quillo, pásame er tipot!” (la tetera) o "Estoy de libertad". Los ‘llanitos’ usan esta expresión para decir que están de vacaciones. -"Te doy un lift", te llevo. "El keki te salió de muerte" la tarta. En fin, hay una riqueza infinita en ese mundo llanito (y tan poco llano)




02/12/2018

ADIVINA ADIVINANZA


Casado y Rivera.  Rivera y Casado.  El hecho de que estos dos brillantes candidatos sean coetáneos ha sido un error de cálculo.  Que los dos sean líderes de los partidos que pretenden ganar las elecciones generales, cuando toquen; las andaluzas, hoy. Tenían que haber elegido a la chiquitica los azules, los naranjas ya tenían al suyo puesto. Esa sí que es diferente. Y diferente a todas las chicas naranjas, que también son distintas entre sí, aunque un poco menos.

Rivera y Casado son iguales. Con ellos dos nos sumimos en la ceremonia de la confusión.  A lo mejor es una estrategia. Parecen uno la fotocopia del otro. Vamos, no se parecen tanto. Uno al lado del otro y con sus colores y sus consortes al lado, está claro quién es quién. Pero si les oyes o les ves en campaña, les confundes seguro. Pasas por delante de la tele encendida con un telediario cualquiera, porque se te quema el arroz; o te paras y atiendes de verdad, o no distingues a quien has oído. Además, en este mundo de mensajes cortos y contundentes es tan breve el turno de palabra que no da tiempo a explayarse a nadie. Las teorías de que la atención del público es breve se llevan en política a extremos. Es a las 21:09, momento de conexión de las televisiones nacionales cuando se lanzan los mensajes más contundentes. Se admiten apuestas. A ver si sabe quién es quién.

Dicen cosas parecidas y diferentes, se meten con el presi, normal; ignoran a los demás candidatos con indiferencia forzada y temerosa. Solo quieren el trono. A los de los partidos violetas, con nombres a base de formas verbales en general, les transparentan. Tales son peligrosos, les ganan en labia y verborrea. Contra las vomitonas se atragantan. No saben insultar, porque son niños buenos. Los morados se aprovechan de la educación del adversario y la tornan debilidad. Se han apropiado del supuesto color de la mujer sin que les chisten las aguerridas feministas. Eso es mucho.

Si durante el curso el equívoco es desasosegante, en campaña electoral se transforma en un lio monumental. En plan: yo soy Mª Emilia, yo soy Mª Laura. Venga, nos cambiamos.

Me veo en la cola de las elecciones, en mi barrio donde ambos equipos tienen tirada; y los colegios llenos de corrillos donde señoras de visón y caballeros de teba y corbata de lana hasta en domingo, toman ambas papeletas intentando recordar el que les convence más. Ambos son yernos aplicados, de los que ayudan a recoger los platos y fuman con el suegro en la sobremesa, copa de balón con la medida justa de Armañac, mientras debaten el ajetreo de la bolsa. Ellas discuten en la cocina con sus hijas, les aconsejan o agobian con los niños, la educación. En este escenario hasta los más convencidos votantes se pueden quedar en casa.

Recomendación: que uno se deje barba, se quite las lentillas y vuelva a sus gafas de pasta, abandonadas en la mesilla de noche.