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03/12/2019

ESTAR JODIDO


Estar jodido es ponerte a llorar porque no encuentras aparcamiento. Estar jodido es ponerte a llorar porque se te ha enfriado el café, has olvidado poner el tapón a la bañera o se te ha pasado la hora del telediario; porque ves marcharse el autobús cuando llegas a la parada, porque se ha estropeado tu jersey favorito en la lavadora. Estar jodido es ese desconsuelo que le empapa a uno por una de pipas. Porque se ha acabado la pasta de dientes o el papel higiénico. Eso sí. Nada como el cielo de Madrid para devolverte la fe en que hay que seguir.

Estar jodido es comer sin hambre. Atracarse hasta el dolor de tripa y el empacho. Estar jodido es no comer o tener un apetito desordenado. Estar jodido a veces leva a beber, a fumar, a llorar, a hacer muchas estupideces, o a no hacer nada en absoluto. Estar jodido enferma. Un alma rota hace daño al cuerpo que la aloja, porque no sabe qué hacer ante la parte etérea y pura de su estructura, que es su motor.

Estar jodido es arrastrar los pies como Gurb arrastraba la lengua. Plomo en el alma. Los niños ven a través, como los animales. Acarician y miman las almas rotas. A lametazos quieren levantarlos.

Cuando alguien está jodido hay que ayudarle, aunque no se deje. Hay que cuidarle, aunque se niegue. Hay que mimarle, aunque se resista. Aunque se enfade. Porque estar jodido es subjetivo. No juegue nadie al y yo más. A cada uno la vida y sus compases le afecta de una manera. Ni mejor ni peor. Alguien decía: “todo depende de cómo te lo montes”. Lo de estar jodido además es que muchas veces no se nota. El alma solo es visible para aquellos que dominan la aristocracia de las emociones. Y más un alma en pena. Como lo esencial, es invisible al común de los mortales. Pero entonces, el alma ve el cielo de Madrid y alucina de la suerte que tiene, de poder mirarlo otra vez. Porque estar jodido no es para siempre. Pero es una mierda mientras tanto. Con perdón.


02/12/2019

SER BORDE ES GRATIS


Ser borde es gratis. Pero también lo es ser agradecido y amable. No cuesta un duro. Un euro, perdón. El esfuerzo necesario es idéntico para ser un cretino y para no serlo. Me atrevería a afirmar que casi cuesta menos ser buena gente. Eso sin contar con la parte egoísta que supone la gratificación, porque lo bueno vuelve siempre. O casi siempre. Que no es lo mismo, pero es igual.

Por ejemplo: ese empleado público, ese que está de cara al público. (De careto, a veces). Ese que realiza y acomete un servicio público. No está detrás del mostrador para ladrar. Si no le oyes o no sabes que hay que hablar por el interfono, no tiene porqué regañarte. Y aunque pase horas diciendo lo mismo: "Ventanilla 35, ¿ha traído la tarjeta sanitaria? ¿Nombre? Un momentito por favor" O "¡esta foto no se ajusta a las dimensiones requeridas para el pasaporte!, o "no señor, no encuentro la denuncia de su vehículo cuando le aparcaron en doble fila y llegó tarde a coger un avión". O "esa declaración de la renta de su madre la tiene que presentar ella o alguien con autorización firmada, se lo dije la semana pasada, adjunte copia del DNI". Repite peroratas y se aburre. Me da igual. Cualquiera de esos comentarios puede ser un mordisco o una caricia. Porque cuando alguien va doblado de dolor al médico lo que quiere es un "no se preocupe " no un "las 12:54 es la primera hora que le puedo dar, mire la cola que hay, decídase". Cuando uno va al médico con el dolor que sea, ha mirado en internet todos los remedios y los diagnósticos; ha hablado con amigos batas blanca que le han aturdido la razón e inoculado el pánico. Cuando uno va solo al médico quiere cariñitos, no digo yo que la empleada de turno salga a darte un achuchón. Pero que no te muerda. Puñetas. Ya ni qué decir tiene, dentro del hospital, ese enfermo desamparado por el miedo. Es cierto que la mayoría de médicos y enfermeras son fenomenales. Honrosas excepciones hay en todas partes. Quizá estos chavales que han sacado 14 de media para entrar en medicina. Han sacrificado la adolescencia. Y se han dejado los codos y las coderas para hacer el MIR; se enfrenten con la miseria de sueldos de la medicina pública y atormentan a sus pacientes con injusticia por su propia mala fortuna. Ese es otro tema. Que habrá que arreglar. Por lo general, a pesar del esfuerzo y la escasa recompensa médicos y enfermeros son empáticos y hacen honor su profesión. Sin pedir nada a cambio. En realidad, el sueldo es mísero, los turnos, la precariedad; pero la decepción mayúscula es que no hay doctor House, no está Grey con su anatomía, que urgencias no es Urgencias, que no existe el Doctor en Alaska. Que no hay amores perfectos de batas verdes o blancas. Que los pies se hinchan al final del día, en fin, que la realidad no es exactamente lo que imaginaban.

Igual ocurre cuando va uno a poner una denuncia en la comisaría de policía porque le han atropellado, se le olvidan los papeles, normal, tiene un ojo a la virulé y el tobillo tamaño muslo. No es para que le echen la bronca, sino una mano. Pero no al cuello. Hay mil situaciones, de queja o petición de auxilio, “mis vecinos me insultan”, “mi hijo está encerrado por error en un país extranjero de cuyo nombre no es que no pueda acordarme, es que ni lo conozco”. “Me han robado en el metro, no le he visto la cara, no me acuerdo dónde fue”. “No sé qué llevaba puesto ni qué dentro de mi bolso. Caramelos para los nietos, eso seguro, de Cubalibre que están muy ricos”. “Señora, con esto no puedo hacer nada”. Vamos a ver, no pido que sean Connery quien me atienda, Los Intocables se acabaron, pero un poquito de cintura, amigo. Es verdad, hay mucho policía estupendo. Y guardia civil “buen servicio”. Aunque yo tenga aún un no sé qué, cóctel de respeto y miedo, si me pierdo y dudo entre preguntar a un uniformado o no. No vaya a ser que me confundan con alguien y me lleven a mí a la trena. Cosas más raras han pasado.

 No te digo ya si donde estás es en la cola del paro, para inscribirte por tercera vez en un par de años. Aterrorizado por la perspectiva. Porque de nuevo lo has perdido todo, o casi todo, que no es lo mismo, pero es igual. Dándole vueltas al fin de mes, a cómo contarlo en casa, tus hijos, el colegio, la hipoteca. Y te piden un papelito que se te acaba de caer. No sabes ni de qué hablan. Sientes la bronca sin que la haya. Te basta una gota para echarte a llorar. Bozas.

Ay, ¿a dónde fueron las gracias y por favores? Son gratis, no se venden ni se compran. Pero son fenomenales.

30/11/2019

DEJA QUE TE EXPLIQUE

Ilustración Eduardo Mazariegos
Eso decían los Nikis. Luis Enrique, deja que te explique. Que premonitoria  resulta ahora la rima. ¿Nadie va a decir que Luis Enrique es un borde, un maleducado y saca los pies del tiesto? Pues yo lo digo.
La desgracia que le ha ocurrido, que es la peor, no le da derecho a ser insolente, borde, despectivo. A despreciar a los demás como lo hace. En este caso ha sido Rober Moreno. Pero es que Luis Enrique siempre ha sido así. Lo que ha hecho mal Rober es contestar, porque se ha puesto a su altura. ¿Con qué  derecho cuenta lo que ha contado? ¿De qué tipo de pureza se siente insuflado para hablar así de otro?
Lo que debería hacer la federación es echar a los dos. Pero sobretodo a Luis Enrique, por borde. Aunque fuera el mejor. Me da igual. Porque si no hay que mezclar las cosas, que se hubiera callado. Si yo  jugara al fútbol, o a cualquier deporte, no querría a alguien así como entrenador. Es antideportivo.  Contrario al espíritu de equipo. Un tío que es peor que Pedro Sánchez  con su no es no.  Anda a un palmo del suelo y no escucha, porque se siente en posesión de la verdad, sin admitir diálogo o contestación. Aunque parezca que conversa, lo que hace es callarse con la idea iluminada de que tiene razón y punto. Islas de insolentes que zarandean con injusticia absoluta la vida de otros. Que ponen en solfa y duda la integridad, la pureza, la honestidad, el trabajo, el honor o el amor, de otro, con oídos sordos.  Monologan frases de impacto inmediato. Y las repiten en bucle a modo de slogan, en su burbuja fanática, hasta que se las creen de verdad. Se rodean de esbirros de asienten a todo entre miedo y admiración y se crecen en su montaña de soberbia.

 Cuando se trata de personajes anónimos el dolor pasa desapercibido para el público, hay silentes que penan por las esquinas sin defensa ni derecho a réplica. Mudos e indefensos vagan por su purgatorio de incomprensión sin interlocutor ni micrófono. Pero este Luis Enrique es famoso, tipo Pedro el que cambió su colchón.  Por equidistancia y justicia debo nombrar a José María Aznar, con su  "váyase Sr. González" Icónico. ¿Quién se ha creído que es para llamar desleal a alguien en público y sin que pueda defenderse?. Las infamias son una mierda. Y esa ropa sucia hay que lavarla en casa.  Me parece fatal que convoque a los medios para insultar al que fue su segundo. No sé si es verdad o no y eso solo le importa a Rober Moreno. Pero ya ha sembrado. Ya ha hecho dudar. Lo que sé es que éste ha sido súper discreto para los paganos del mítico deporte. Que no ha dado que hablar hasta que ha vuelto del duelo Luis Enrique. No le da derecho el dolor a la difamación.  Porque esa mancha tarda mucho en borrarse.
¡Porras! ¿ estoy haciendo yo lo mismo? Curiosidad, el Luis Enrique de los Nikis, que en sus palabras "se tomaba muy a pecho el cultivo del barbecho", llegó a ser presidente de la nación. No digo más.  Yo ahí lo dejo.

13/10/2019

NEED A HUG

A veces, cuando dices lo que sientes en otro idioma, te atreves más a ir directo al grano. A veces, cuando usas palabras con las que no estás del todo cómodo, por falta de fluidez, usas los términos con más prudencia y acuracía. No eres nivel avanzado por mucho que diga tu CV. Y mucho menos bilingüe. El bilingüe sin darse cuenta elige la mejor manera de expresarse y va cambiando como si tuviera un interruptor, o transforma vocablos de una a otra lengua. La tiene incrustada en su disco duro. Casi como A. D. N. Por eso, digo yo que es difícil pedir un abrazo. Sin embargo "I need a hug" parece otra cosa. Digo yo.
Todo va a salir bien. Dicen que sienta bien llorar. Me parto. Mejor sientan los abrazos. Eso es como cuando te rompes el dedo meñique de la mano y el traumatólogo o el cirujano te tranquiliza con un ese dedo no sirve para nada. A no ser  que seas pianista. ¡No te fastidia! No te sirve a ti, mi dedo. Pero a mí sí.  Como si yo te digo que total las canas dan igual. Que no sirve de nada tener el pelo oscuro. No sirve, pero fastidia cuando se te vuelve blanca la noble cabellera. O el que se queda calvo. Hay sombreros estupendos, boinas, gorras. No te digo. Pues eso: llora tu.
Dicen que nadie muere de amor. Bueno Miguel Bosé sí.  El se muere de amor despacio y en silencio. Y ahí anda, vivito y coleando. Tampoco.
El común de los mortales no muere de amor ni de pena. Vive sin amor. O queriendo mucho sin ser querido. Pensaba yo que eso no podía ser. La reciprocidad del amor verdadero la he tenido tan clara como la propiedad conmutativa en la multiplicación. Claro que tal propiedad no siempre aplica, mira tu las matrices. A ver quién se atreve a conmutar alguna, así, sin anestesia. Bueno. Igual que las paralelas no se cortan y ahí tienes a Serrano y a Velázquez, el infinito en pleno cogollo de Madrid. Tienes narices lo fácil que es desmontar una teoría. No digamos un mito.  Un mito se cae. Pumba. Lo tienes puesto en su sitio, el pódium, sobre el uno. Y de pronto aparece un pozo que conecta con el infierno más negro y caliente y allí acaba en una décima de segundo. Más. Vuela, va saltando de hoja en hoja. Mil millones de instantes de que hablar ...


 Y yo pienso en esa mujer que se convirtió en estatua de sal en el muelle de San Blas, mientras esperaba a su amado que había salido a navegar. Sal del mar que se enamoró de ella, sal de sus lágrimas.  Vestida como se despidieron para que la reconociera. Sí se puede morir de amor. Hacerte transparente. Desaparecer. ¿Que diferencia hay entre estar bajo tierra o enterrado en tu dolor? Los abrazos. Siempre. O la lágrimas. ¿Se puede elegir?


11/10/2019

¡MI BANDERA!

Porque esto es África.  Era la música que se oía por las calles de España durante ese famoso mundial. Los antiguos "Todo a 100" convertidos en su momento por "Todo a 1€". Esa transición, por cierto, se llevó a cabo sin solución de continuidad. Mucho más rápida que el paso de la peseta al euro, sin cálculos. Fueron listos los "chinos" porque esa fue la esencia y el verdadero cambio, 100 pts por 1€ y nada de dividir entre 6 ni otros líos.  No. A lo que vengo.  En el mundial de Sudáfrica, ¿quién vendía las banderas de España? Los chinos.  Se pusieron a producir banderas de todos los tamaños que no colores. Desde pines a sábanas con las que envolver la borrachera del éxito. Tal es el sentimiento de culpa, pudor, prudencia, del español que tan solo en las tiendas de recuerdos donde se encuentran toreros y gitanas, se esconden símbolos nacionales.

La primera vez que yo he comprado una bandera fue en ese mundial.  Ante la sorpresa del amor de mis amores, que venía de viaje, pensando en una cerveza helada y un aperitivo. En el abrazo de familia. Miró hacia la esquina y vio la sábana que cubría nuestra celosía.  Hacia la calle, vistosa, sin disimulo, una enorme bandera de España. ¡Qué risa!.  Siguieron a esa noche muchas de un entusiasta que gritaba el "yo soy español, español, español" cuando de verdad lo sentía...a partir de las cinco de la mañana, al cierre y expulsión de las disco más "madrugadoras".

Mañana es la fiesta nacional. Y yo como aquél, " me quedo en la cama igual, pues la música militar, nunca me supo levantar..." Nunca he seguido al abanderado. Pero una cosa es eso, y otra sustituir la bandera de España en el paseo de la Castellana el día del desfile por la fiesta nacional, insisto, por trapos de colores, alternando rojo gualda gualda rojo. Y así todo el recorrido. ¿ Pero qué chapuza es esa? Hay miedo a ofender.  ¿A quién? Se puede colgar la bandera nortemericana en todos los árboles y farolas del ilustre paseo si viene un yanqui de moda, banderas rojas con estrellas amarillas por el año nuevo chino, arcoíris en los días señalados ¿y el 12 de octubre no se puede colgar la bandera de España? "Amos, no jodas ". Y lo que es peor, vamos a tener que ver, después, sustituyendo a estos trapos amarillos y encarnados, las caras de nuestros futuros gobernantes, ocupados ahora en maquearse y meter codos.
Lo más grave y curioso a la vez es que esta decoración la podían haber puesto en la Diagonal, y de paso, celebrar ahí el desfile. Porque una buena foto, con perspectiva, nos hará ver la estelada en vez de la bandera de España.  ¿Lo habrán hecho a propósito? Que no me digan que era más barata esta decoración porque las banderas de España están de saldo en los chinos cuando no llegamos a la final.

07/10/2019

COMO DESEES

La canción colmata la copa, entre hielo crujiente y limón. Las olas vacían la playa. El sol cae sobre el mar en forma de bomba. Boza el amor de tus ojos, yo brillo. Nos conectamos sin hablar y nos hacen falta las palabras. Tanta falta. Dame la mano, toma mi mano. Abrázame y vamos a andar. Las huellas en la arena mojada me recuerdan que fuimos. Buscamos la razón para vivir, lo importante, el amor verdadero. Nos basta con la esencia. Está en la caracola, una perla milagro, escondida para nosotros.

16/09/2019

TE BUSCO

Te busco en todas partes.  Te busco y ya no estás.  No te voy a encontrar. Nos perdimos hace tanto.

No sé dejar de quererte.  Es más, desde que te has ido, te quiero mejor. He visto las miles de veces que me he equivocado. Que he entendido mal tu cariño.  Tu amor. Y he aprendido a quererte de lejos.  Y te quiero un montón.

Que los astros se junten y yo te quisiera a la vez que tú a mi fue un milagro. Pero es de mucho agradecer. A pesar del dolor y la pena, he sido muy afortunada.

06/09/2019

BLANCA

Desde el momento en que encontraron el coche una ola de luto invadió las Dehesas, casa Cirilo, la Peñota, Siete Picos: Majalasna, el Lastone (the Last One, en último de los siete picos, ocurrencia de mi padre. Sin nombre popular. Que sean siete los picos no quiere decir que no sean uno cada uno. No solo el primero.  Vagos numerales los distinguen.  Si tenían nombre hasta los siete enanitos, los siete novios para las siete hermanas, los siete días de la semana ¡sería impensable que no hubieran sido bautizados. Pues los Siete Picos, igual). Una manta oscura tiñó la sierra madrileña, segoviana, compartida, querida. Muy querida. Hermanas Segovia y Madrid, comparten raíces y paisajes. Se reparten la historia y las historias.

Colcha de acículas, jaras pringosas, quitameriendas, retama, jabalíes y vacas. El pinar. Olor y color fundidos en la respiración.  Un buen caminante no se sale nunca de los senderos. No sé qué hacían los drones brincando en los riscos. Un caminante habituado y experto utiliza las sendas. Conoce los límites y peligros del monte. Estudia las señales. Saluda a quien se encuentra. Respeta el monte y convive con él.  Y lo quiere. Al pasear procura no romper las ramas, ni pisar innecesariamente los arbustos, más que en lo estricto para poder seguir andando. y mantener en camino. El ancho del camino. Un cuerpo de ancho. Intenta no alterar el entorno. Ese despliegue de tecnología y helicópteros, bienintencionado sí, pero no puede sustituir a un par de chirucas, una navaja y ¡al monte!. Desde que Blanca se perdió pienso ¿por dónde habría buscado mi padre?. En ese monte que llevó siempre un su  corazón parcheado. Él hubiera buscado la sombra en este verano de temperaturas extremas. Habría elegido alguna ruta donde la sorpresa fuera un manantial. Él hubiera perseguido la recompensa de unas vistas en el descanso.

A pesar del dolor, de la desgracia, del luto que les queda a los amigos, familia, a los hijos y hermanos; queda el consuelo de que acabó en el sitio que tanto quería. Que el monte ha sido su último cobijo.

CINCO HORAS CON MARIO

Justo tuvieron que ser cinco horas. Ni cuatro ni seis. Cinco. Ya es mala pata, pero es que nos lo pone a tiro siempre Pedro. Porque las cinco horas aquellas, de despedida, de dolor, de inicio de luto, 
..eran duras de aguantar. Para la protagonista y para el lector o espectador. Pero bueno. Es el negro. La consecuencia de la vida en común. Alegrías y penas, algún reproche.

Pero unos aprendices de políticos, aspirantes al título de presidente y de ministro, que ni siquiera lleven escrito o pactado el orden del día, eso no dice nada bueno en favor del cargo al que aspiran. O son ellos o son las malas compañías. Pero algo debe cambiar en la ecuación.  Porque la propiedad conmutativa les afecta.  En otras circunstancias no. Cambia el orden y cambia el resultado. Como imagen yo veo la parodia que hacían Martes y 13 de "Yo soy Maria Emilia, Yo soy Maria Eugenia yo soy Maria Laura, vamos a revolvernos..."

Por favor, paren el circo, yo no digo que porque no haya gobierno no deban cobrar. Pero se está convirtiendo la vida política en un espectáculo aburrido y tedioso. No somos publico los votantes. Ustedes nos representan. Le pedimos que estén a la altura. Nada más

03/09/2019

YA LO DECIA EL PRINCIPITO


El Principito da mucho juego. Y como él decía, tu me has domesticado. Y ahora, en parte, soy tu responsabilidad y tú, la mía. Te espero. Recuerdo lo que me decías. Y las cosas que ocurren, todas, me recuerdan a ti. Quiero contarte, o que me cuentes. Compartir. Reír y llorar. Y más que nada, escucharte. Porque me has domesticado. Porque me Introdujiste en tu vida. En tu rutina, en el mejor sentido de la palabra. Estás en mis rincones.  En los olores del día. En el café de la mañana.  Y en las noches. Y ahora no sé cómo hacer para vivir sin ti. Porque eres oxigeno, eres la tierra donde están mis raíces. Las que me anclan a la vida y me dan la libertad de ser.

Cuando el zorro conoció al principito y quedaron para el día siguiente, se lo dijo. Lo importante no es solo la cita y la hora. Lo importante es todo. Yo estaré un ratito antes ilusionado pensando que vendrás. Iré con tiempo para saborear el camino y verte llegar. Tú estarás mientras preparándote y quizá juntando alguna historia para contarme. Rondarás la plaza donde nos vamos a ver comprobando que todo está en su sitio, y quizá descubras que ya estoy esperándote. Lo bonito es antes también. La decisión que tomamos de volver a vernos, de cuidarnos, de pactar la vida. Y si no vienes, y si no voy, la decepción enorme me invadirá, te invadirá. Primero por la preocupación, te habrá pasado algo. Porque creo en ti. No me imagino que no vengas porque no quieras venir. No imagino siquiera que puedas llegar tarde sin una razón, que no una excusa. Luego pensaré en el desinterés. En el abandono. Tu y yo.

Es la responsabilidad. Como el principito con su rosa. Era responsable de ella. Y luego la sensatez para vivir la vida, como el rey que mandaba muchísimo. Tanto, que siempre le obedecían. Todo por elegir bien las órdenes. Sólo mandaba lo que sus súbditos podían hacer. Te ordeno que me quieras. No te puedo querer. Entonces te ordeno que no me quieras. ¡Cómo es este rey!. Más sabio que conformista. Cada rato de la vida tiene su magia. Importa cómo se viva casi tanto como qué.


02/09/2019

JUGAR EN LA CALLE


Lo de jugar en la calle es un mito. Está sobrevalorado. Ahora resulta que todo el mundo, en su infancia, ha jugado en la calle. Y sin zapatos. “Enguarrinao”. Y era maravilloso. Vamos a ver. Ni tanto ni tan calvo. Había límites: los naturales, se va el sol, hace frío. Si llego más tarde no ceno. La vida misma. Te quedabas sin frenos en la bicicleta y te estampabas. O te dolían las rodillas de tanto caerte. El tema de cualquiera tiempo pasado fue siempre mejor tiene su gracia. Nos pasa a todos. O no. La invasión de la nostalgia tiñe de alegría recuerdos de situaciones que en realidad muchas veces eran puro tedio o angustia. Pero es lo que tiene la memoria, que maneja el pasado a voluntad. Y cada uno tiene derecho a vivir su pasado como le dé la gana. Y a redecorarlo como se le antoja. Ese es un grado de libertad que no te pueden quitar, cómo lo viviste. También hay quien disfraza de cielo el infierno de su pasado. Cada uno hace lo que puede. Y si la memoria te anima a mejorar tu historia: Ole tú. Porque los hay que las alegrías del pasado las tiñen de negro. Allá.

Pero lo de jugar en la calle es una exageración. A las canicas, balón prisionero, chapas, churro, clavo, jugábamos en el patio del colegio, o en el parque de al lado de casa, vigilados por adultos. ¿Pero en la acera? ¿Qué me estás contando? Con la que te caía encima si te veían sentado en el suelo. Otra cosa era la arena. Misterios, pero la tierra valía para sentarse. Por cierto; que el mérito lo tienen aquellos adultos con temple de acero y maravillosos que nos permitían, a pesar de su propia preocupación,  desarrollar nuestra imaginación con juegos tan peligrosos como los citados, para canalizar venganzas o pasiones, amores imposibles o búsqueda incansable de los límites. Cualquiera se podía haber roto la espalda en el churro media manga “mangotera”. Para ganar había una estrategia, y era que el más gordo se tiraba a la chepa del enclenque del grupo. O se amontonaba el equipo sobre el frágil. Guiados por las señales de la “madre”, que hacía con los dedos. Ahí estaban profesores y directores, fumando mientras nos vigilaban. Atentos a la evolución de la inquina o las maquinaciones de los más atrevidos de cada curso. El clavo, juego que convirtió los saltitos discretos que las chicas hacíamos cuando llovía en el barro marcando una T (o sobre el suelo con una tiza) y recogiendo una piedra; transformó esa ingenuidad en un deporte de riesgo, que consistía en lanzar un destornillador al suelo e ir ganando territorio. La guerra. Sí, llevaban los chicos un destornillador en la mochila. No había detector de metales a las entradas de los colegios. Por otro lado, un compás podría ser un arma en según qué manos. Y era legal. Balón prisionero habrá dejado sin sentido a más de uno. Por no hablar del látigo, que la gracia era volar y estamparse. Eso no se puede idealizar mucho más. Era así. Pero no estábamos en la calle. Tipo abrir la puerta y sentados en el negro, donde se aplastan las colillas. Yo es que cuando oigo lo de jugar en la calle veo imágenes en blanco y negro y niños con gorra huyendo por el ruido de las bombas en la guerra mundial. Fumando sin haber crecido, y ya nunca crecieron. En un paisaje sin adultos. Ni en las ciudades pequeñas, ni en los pueblos. No nos echaban a la calle y ahí nos dejaban. Íbamos de una casa a otra a buscarnos, eso sí, bocadillo en ristre. Y si estábamos en el campo, investigábamos, subíamos a los árboles, bajábamos al río, temíamos la tormenta, nos partíamos de risa si nos pillaba, o de miedo si los truenos estaban cerca de los rayos; pero no nos pasábamos el día en la calle. Es cierto que estábamos al aire, yendo de un lado a otro. Nos sentíamos libres y salvajes por las dimensiones del entorno. Nos creíamos aventureros y estábamos a 100m de casa. Sí, nos metíamos en una cueva, subíamos a una montaña. La escala es lo importante. Los adultos estaban ahí. No existía el control que hay ahora porque el egoísmo se ha adueñado de la paternidad. Y un padre prefiere que un niño se aburra como una mona delante de una máquina, pero él pueda estar tranquilo y hacer su vida. Porque dejar que el chaval fuera al río implica que, si a la hora pactada no ha llegado, es que ha pasado algo. Y hay que ir a por él. Esa angustia paterna se calma teniendo al niño atado a la pata de la mesa. Y el padre, y la madre, realizándose. Porque de eso se trata. Nos extraña el egoísmo de nuestros hijos. Es lo que han visto. El yo de sus padres. El control no es otra cosa hoy que la comodidad. Es acotar el peligro por el propio confort del adulto. Sin dejar que el niño se enfrente con los límites que le marca el padre desde la distancia, le otorga la confianza y se va enfrentando a ellos alejándose poco a poco. Le mira y sigue. Se da la vuelta, el padre sonríe. Tu puedes. En casa, delante de la tele, eso no ocurre, pero tampoco hay peligro. Es muy tranquilizador. Pero el niño no crece igual y su burbuja es la de la tranquilidad del padre. Somos los padres los que tenemos toda la culpa. No nos extrañemos de que no valoren las cosas importantes. No les hemos dejado descubrirlas. Es una suerte que sobrevivan a nuestra paranoia mezcla de egoísmo y de miedo, condensada en comodidad.


Pero no nos echaban a la calle los padres, sin control, no; diferenciaban adulto y niño. Soportaban la tensión de la cuerda de la independencia con la madurez que corresponde a un adulto. Otro post para el uso del teléfono como prolongación del cordón umbilical.

30/08/2019

COMER MIENTRAS TANTO

Desayunar un café en vaso de papel con tapa de plástico en el camino al trabajo y luego un estupendo donut glasé comprado en un puesto callejero es lo más anti familiar que conozco. Es comer mientras tanto. A mí eso no me gusta. Como no me gusta comer en el trabajo a la que termino un informe. Un sándwich (de máquina) de contenido confuso. Si hay que hacerlo, se hace, pero eso no es comer para mí. Es comer mientras tanto. Zampar conduciendo una hamburguesa comprada en el camino, desde el coche, no me gusta. Te pones perdido, además. Y queda un olor que te traiciona, pegado a la tapicería. Pero lo más importante es que no lo disfruto. Esa gente que se compra una palmera de chocolate gigante y se la va engullendo por la calle antes de llegar a casa. Con la ansiedad en el gesto. O sintiéndose culpable. Devorando. Espérate hombre, compra unas cuantas y haz una merendola cuando llegues. Seguro que alegras la tarde a tu gente, o provocas. Mamá, papá estoy a régimen, siempre haces esto. O. ¿no había torteles? No te lo tomes a mal, aprovecha. Las voces y la charla siempre son buenas, a la postre. El silencio de la soledad y la comida individual es el principio del fin. 
La comida es un proceso que empieza mucho antes del acto en sí de comer. Está la planificación, el cambio. Pensar en el otro, los otros, lo que les gusta, el equilibrio. Variar cada día. Hoy comemos comida rusa (ensaladilla y filetes). Anuncio mañanero. Abres la nevera y te encuentras con un mogollón que te invita a cambiar de opinión. Dudas entre la expectativa creada y la conveniencia. Se enfada tu gente, por el cambio, o lo aplauden. Previo a la comida es la compra. El disfrute de elegir entre un pescado y otro, mirándole a los ojos. Los ingredientes olvidados. Vuelta a salir. Y el tiempo empleado en preparar. Cocinar es un acto de amor, alquimia y química, pasión y educación. No solo los días especiales. Especialmente todos los días. 
Después viene poner la mesa. Quien colabora, obligado o voluntario, quien remolonea. Una jarra, elegir la vajilla y los cubiertos. Este cuchillo no corta. Mantel y servilletas, de tela, por favor. Cubiertos de servir. Y agua. Y vino. Mi padre siempre ponía dos platos, uno hondo, y cuchara. Pero padre si no hay sopa. Él decía, por si acaso. No perdía la esperanza. En casa de los abuelos cada día se cenaba sopa. De fideos, de letras, de estrellas, de pescado, de cocido, o de según. Quizá alguna noche se hizo trampas, con tropezones y Avecrem. Siempre con pan. Un poquito. Una mesa bonita al abrir la puerta y el olor que dispara tus recuerdos intentando adivinar de qué se trata. O sabiéndolo. Eso une. Abraza.
Cocinar hace hogar, me dijeron. Y es verdad. La recompensa es comer y compartir mesa, para el desayuno, la comida, la cena, es familia. Esperar al otro a que llegue. Con su alegría o sus problemas. Comentar el día y sus avatares o callar. Disfrutar de la mesa, prueba esto. ¡Qué rico! Te ha salido mejor que nunca. Repetir, no probar bocado porque tienes un nudo en el estómago. Ponerse morado, rebañar. Me gusta. Comer con la tele puesta es igual que comer solo. Solo vale si interrumpes todo el rato al locutor, si de telediario se trata, para comentar. Entonces es ver las noticias para charlar. Eso mola. Porque comer es hablar, discutir, compartir. Son votos que se hacen en la vida. Comer es reírse y llorar a veces y educar. Esa boca, los codos fuera de la mesa. Espera a que todos se sirvan. Regañar, alabar, ordenar, colaborar, aprender. Comer juntos no es llenar la barriga como el depósito. Es vivir y es querer y es crecer juntos.

23/08/2019

VIVIR UN POCO MÁS

No es que lo hayas superado.  No. No es que ahora estés mucho mejor. No. Es que no te queda otra que tirar.  Que seguir. No es que dependa de cómo te lo montes. No. Hay cosas que son faenas te pongas como te pongas.  Y punto. Entonces, simplemente sigues viviendo.
En realidad, hay dos maneras de hacerlo,  una es, dando la plasta al personal, aburriendo al mundo con tus miserias, quejándote de tu mala fortuna y llenando el ambiente y las ondas que ayes; la otra consiste en encerrarte y comunicarte con el exterior lo imprescindible.  En la adolescencia la primera opción me parecía posible. Ahora la supervivencia existe cerrando las cortinas y las persianas.  El solo contacto con el aire se me hace intolerable. Pues eso.
Imprescindible en cualquier caso hacer la vida más fácil y agradable a quien se te acerca o quien está al lado por necesidad o lazos. Para eso, nada de penas, nada de quejas, propósito de enmedienda: no criticar. Recuerda siempre qué habrían hecho los buenos. Esos ejemplos que guardas, de los que ya no están.  Y, pa'lante.

22/08/2019

ME GUSTA EL MAR

Me gusta el mar. En verano y en invierno. Me da igual que haga frío o calor.  Que me pueda bañar o no. Me gusta el mar. Mirarlo, mirar el mar. Cómo cambia. Cómo rompen las olas. Buscarme. Me gusta el mar para enganchar en él los ojos en la distancia y me gusta el mar desde la orilla. Me gusta el mar desde siempre.  Y cuando tropecé contigo encajaron las piezas y entendí. Entendí el silencio, entendí la distancia y las idas y venidas de las olas. La inmensidad del océano. Inmenso como el fuego y el amor. Supe entonces lo que era el amor. Estaba allí.  Como tu. Como el mar.

 Y me gusta bañarme en el mar y flotar. Nadar. Los ojos abiertos y mojados.
 Y reír y reír y reir. Madrugadas sin ir a dormir. Me gusta el mar cuando hay olas enormes y cuando son pequeñas. O no las hay apenas, que son láminas remontándose. Correrlas. Saltarlas. Pasar por debajo o por encima. Desbaratarme en la espuma. Esperar en la orilla y que me mojen las olas que vienen y van. Hundorme en la arena. Me gusta porque se vacía el cuerpo de todo lo malo. Y la mente se llena de luz. El alma azul. Te limpia la piel y el corazón. Se esfuman las toxinas y los pecados.  Me gusta el mar. Mirando al mar, lloré.  Me gusta el mar porque si lloro no se me nota.  Me gustan los churretes que deja la sal en mi piel como los caminos de las lágrimas en mis mejillas. Mirando el mar.
Hay mares tranquilos y otros que no lo son tanto. Los mares abiertos. Los mares cerrados. Los oscuros y los transparentes. A todos los respeto.  Respeto su insistencia. Su coraje y su fuerza. Me encanta y admiro la contundencia del infinito. Me alucina. Las olas ue vienen y vuelven a venir. Distintas. Toman fuerza. Y otra ola y otra y otra..... ninguna es igual a la anterior. Revuelven el fondo algunas. Otras chocan contra las rocas artificiales o no. Se van y vuelven. Vienen atacando, elevadas, paredes de agua, se curvan en un arco que cierra y estalla en espuma.  Remontan la arena o las piedras, traen conchas, erizos, echan del mar todo lo que no es del mar. Espuma, lámina en avance hasta que ya no puede más. Y vuelve a por refuerzos. Tranquilo o agitado. El mar es un poco reflejo de cualquier alma. Al menos de la mía.
También me gusta cuando hay nubes y en vez de brillar, se refleja el cielo en las ondas, en el área crispada y oscura.

15/08/2019

"NOC NOC"

Torrijos (Toledo)
FOTO de VP
No sé si a ustedes les sorprende tanto como a mí el hecho de que cuando llama a la puerta la policía en las películas americanas, nunca usan el timbre ¿Por? Antes del timbre en las puertas había llamadores. Las aldabas. La libertad de diseño en tal objeto era absoluta. Pero muy comunes eran los puños, metálicos, emulando las humanas manos que evitaban con tal artilugio destrozarse los nudillos. Con tal fin incluso, y para no dañar los dedos, muchas veces se trataba de manos portadoras de esferas, que, como todo el mundo sabe, resisten mejor los golpes por su estructura interna, tensiones y otras minucias. Siempre placa de acero, dorada, metálica, recibiendo el golpe en la puerta. Su misión proteger la tabla de madera de los impactos continuados. Llamadores había de todo tipo: herraduras los supersticiosos, animales peculiares, desde leones con una argolla en la boca, caballos con igual instrumento en los orificios nasales, salamandras, hasta pájaros carpinteros, pobres, se destrozaban el lomo o el pico, según la posición. He visto bebotes, las clásicas “eses”, calaveras. En fin. El dueño de la casa tenía libertad en tal elección.
Tras la aldaba vino la campana, campanilla. Alguna iba conectada ingeniosamente con el propio llamador, de manera que dentro de la casa estaba la campana, que sonaba en el interior cuando fuera se golpeaba la puerta. Se evitaba así que el viento y las inclemencias la accionaran inintencionadamente. Y por fin, el timbre. No debemos olvidar los telefonillos que, aunque nadie lo sepa, tuvieron su origen en Zújar, provincia de Granada. En tal pueblo, cuyos melocotones se inundaron por el pantano que dio de beber a la región; hacía tal calor que la zona habitada de la casa estaba separada de la puerta principal por un pasillo ancho e infinito, que permanecía siempre a oscuras y cerrado a cal y canto. Esa cámara hacía de “cortafuegos” a los 50ºC de la calle, y mantenía fresquita la sala de estar, donde se combatía el calor con crucigramas, ajedrez, cartas y siestas hasta la caída del sol. En Zújar apareció el predecesor del telefonillo. Consistía en un llamador que se situaba en la puerta de la calle, cuando se pulsaba, accionaba un hilo que recorría el larguísimo pasillo y hacía sonar la campana en la salita. Por supuesto nadie preguntaba quién es. Total, para que te digan “yo” y abras igual, tanto da. El más veterano de la casa, abuelo o abuela, asumía la responsabilidad de abrir, sin moverse de la butaca de orejas, accionaba otro mecanismo, una cuerda que estaba atada a la manilla de la puerta principal. Y el más jovencillo, nieto o hermano pequeño acudía a despejar la sorpresa. Con el tiempo, en Zujar no solo se inventó el portero automático mecánico, sino el tono de llamada personalizada, por el que cada uno tenía su propio toque de aldaba que le hacía reconocible al llamar a la puerta; en el caso de no reconocer la llamada surgía una voz del interior de la vivienda que decía: Quién, a lo que el visitante contestaba: Paz, y se abría la puerta.
Pero en Estados Unidos, los Estados Unidos de América, no tienen timbre, ni aldaba, ni telefonillo. No entiendo. Allí los polis se siguen destrozando el puño cuando van a casa del malo. Quizá de ahí esa costumbre de las dos puertas, pero en este caso a un palmo una de la otra. Cristal y rejas. Te veo y no te dejo pasar. Lo que son las costumbres. Será confianza o falta de la misma. O prevención contra apagones. No lo entiendo. En realidad, es lo mismo que lo que tu decías, ¿Por qué no hay vallas entre las casas americanas y entre las españolas hay muros? Entre las casas americanas basta una línea de petunias para que nadie traspase propiedades, en España saltaríamos alambradas de espinos para vernos y compartir cerveza fría y aperitivo. Lo del timbre es igual. Están deseando que lleguen visitas y no saben como decirlo.

14/08/2019

RECONOCER

He cometido muchos errores. Soy responsable de donde me encuentro. No es la mala pata. No es la mala fortuna. No, soy yo. Yo he venido hasta aquí y he hecho las cosas de tal modo, que éste es el punto en el que estoy. He elegido en las bifurcaciones y yo solita he llegado hasta aquí. Esto es: reconozco, me confieso, me arrepiento. 
Desde ahí se puede hablar. Porque con culpar a la suerte o a la desgracia lo que haces es sacar el foco de ti. Y no reflexionar. Y no madurar. Y no entemder. Además es muy fácil ver lo que los demás hacen mal. Lo
propio "jode", con perdón. Los errores de uno, tela. Y es que duele madurar. La fruta madura cae. Y el golpe que se pega a veces la rompe. Es así . Vivíamos tan agustito enganchados por el ombligo a mamá.

Pero una vez que te reconoces, que reconoces, es como en misa. Lo decía Rafa Reig, una vez reconocidos tus pecados puedes morir en paz. Pues eso. Una vez que estas en paz también puedes vivir en paz. Y relacionarte, en paz. Y perdonarte, y perdonar. Mientras tu alma es colmena, el bzzz no te deja aceptar ni escuchar.  Es muy zen esto, ¿si? En realidad es común a todas las religiones, a todo lo que supone una conducta ética, a la moral más básica. Pero vivimos olvidados de lo importante. Vivimos de espaldas, solo miramos al sol para ponernos guapos. Vivimos deprisa con nuestros hitos y objetivos. Se nos olvida querer y para querer necesitamos estar en paz. Asumir.
Y volver a empezar. A pesar del dolor. Gracias al dolor a veces. La reflexión profunda es posible, Seguir adelante con la mochila llena, la carretilla para arriba. Y habiendo aprendido, un poco. Solo así se puede querer  e intentar hacer felices a los tuyos. No siempre se consigue. Eso es magia ya.

12/08/2019

LOS.MEANDROS DE LA VIDA


Es cierto que no se le puede dar a nadie el poder de nuestro estado de ánimo. A nadie se le puede entregar esa llave que cierra el grifo de la pena y abre el de la alegría.  Ni la contraria. No es culpa de nadie la pena. Somos cada uno de nosotros quien está triste o contento. Y eso sí, tenemos el poder de dar, eso es nuestro. Tenemos la capacidad de transmitir alegría a lo demás. De agradecer. De ayudar. Tenemos la capacidad de transmitir cosas buenas e intentar cada día hacer las cosas bien y querer mucho, mucho.

Si alguna vez entregas ese mando, entras en el mundo de la falsa existencia. De donde saldrás abruptamente. Y estarás tan solo, tan perdido, que te será difícil encontrar tu camino. Pensarás que no existe. Es posible que no quede huella de lo que quieres. Es posible que despierte en medio de un erial. Es tu responsabilidad. Pero encontrarás ese camino. Lo harás, porque no te queda más remedio. Es la única manera de vivir. Debes encontrar dentro de ti las razones esenciales para vivir. No busques en otro. No fagocites alegrías ajenas, porque te sentirás parásito. Sé tu mismo, con todas las consecuencias. Aunque no gustes, aunque discutas. Aunque estés incómodo. Solo así es posible la vida.

Sin razones de fondo, sin autenticidad, tu curso serán meandros. Vivirás paréntesis de alegría en medio del miedo a ser descubierto. A darte cuenta de que estás hueco. De que no tienes nada. De que no eres nadie. Ni siquiera un camaleón. No es que te adaptes y te mimetices. No se trata de eso. Encuéntrate. Sé valiente. Mira de frente. Da. Da las gracias. Sé bueno. Cree en ti. Eres el protagonista de tu vida. No el ombligo del mundo.

GOOD MANNERS


Los modales. La buena educación. Estoy en contra de usar el inglés cuando existe en español una manera exacta de decir algo. Pero mola a veces, para llamar un poco la atención. Y es cierto, que para bien o para mal, es un reclamo usar otro idioma, aunque sea para que te critiquen. Y te lean. Al grano: La buena educación. O la mala. Es que en español el título está cogido ya por una peli. Por eso.

Quiero hablar de la mala. La mala educación. A mí me parece fatal que Pedro llegue una hora tarde a su cita con Felipe. Pero si Pedro es el presidente de gobierno en funciones, la cita es en el palacio de Marivent y Felipe no es un colega del baloncesto, si no el rey Felipe VI de España, lo veo un desprecio, una falta de respeto, al rey, y a todos los españoles, no solo a sus votantes. La base es la mala educación. No la educación formativa, no, no los estudios. No. La EDUCACION, la BUENA. La educación es una carga de profundidad, es respeto al otro, es consideración. Es el fundamento de lo que somos, de nuestro origen, de nuestro nombre, de nuestros padres, que nos la inculcaron. En este caso ambos no son solo personas. Son las instituciones a las que representa cada uno. Pero el que llegó tarde fue uno, no el otro. Que le recibió como debe ser, como si nada, con la ecuación que le corresponde.

Sin entrar en el detalle del que no he oído hablar: en vez de a la una, un poco antes del aperitivo, pero con el tiempo justo para despachar, 45 minutos y luego cada mochuelo a su olivo; llegó a las 13:50. En fin. Las interpretaciones están abiertas. Pero tratándose de España y el verano, lo que quería es acoplarse a la comida de palacio. ¿Qué no?. Vamos. Nadie llega a las 14:00 a ninguna casa en España si no es por un “ya que”. La mesa estaba puesta seguro. Olería a esas cocas mallorquinas petadas de verduras recién cogidas de la huerta, y sabe de los gustos culinarios de la consorte, saludables y la moda, que además es de su cole. En plan coleguitas apañaron “el ya que”. Oye, me acerco ya si eso a las dos y nos tomamos unas birritas. Me impresiona. Por mucho menos se encuentran muchas puertas cerradas los mortales. Pero claro, Pedro, cree que viene de otro planeta. Pedro se desdobla y tiene varios personajes que interpreta, con traje de presidente, de candidato, de “psoista”. Con traje de según. Ahora debe llevar puesto el traje de Según. Según sople el viento o las encuestas.

Es por eso que la buena educación es el traje que llevamos cuando estamos desnudos. Desnudos por dentro y por fuera. Es nuestra estructura y nuestra armadura y quien no la tiene no la puede comprar. Porque la educación es base dos. Binario. 0 -1.  Como la bondad. Se es bueno o no. No hay grises ni escala que valga. Es estar callado cuando habla el otro, contestar si te preguntan, pedir por favor y dar las gracias, es respetar a los mayores, sentarse bien, esperar a que todos estén servidos para empezar, no zamparse todo cuando se comparte. Servir el vino a todos los comensales cuando rellenas tu copa. Estar atento, ofrecer, escuchar. Saludar cuando llegas a un sitio, despedirte cuando te vas; agradecer, ofrecerte a ayudar a recoger la mesa. No hablar mal de los demás, cumplir tus promesas, devolver los préstamos (de libros, joyas, dinero...). Levantarte cuando alguien mayor que tu está de pie. No hablar con la boca llena. Sentarte correctamente. No hacer esperar. En definitiva, la educación tiene mucho que ver con tener en cuenta al otro. Si nos ponemos finos, en cada país hay ciertas cosas que son de buena o mala educación, fruto de costumbres o ritos. No se come igual en Japón que en Italia, el saludo es diferente, no se mira en los anglosajones con la intensidad que se hace en los mediterráneos…hay miles de ejemplos. Pero el fondo, es el mismo. Respeto y consideración.

03/08/2019

DE COMO SEPARARSE DEL DOLOR


Habrá tratados de tan manido asunto. ¿Cómo se separa uno del dolor? Al dolor, si se le asigna la categoría de problema, y no me parece descabellado; ya que sí es que lo es, porque se para, te limita, te mutila, te inutiliza; requiere entonces de una especial situación de aislamiento y precauciones extremas para tratarlo.  Se debe definir, acotar, intentar simplificar, poner límites.  Porque desborda. Si no se le pone coto, lo llena todo. Es objetivo es resolver el dolor. Despejar la incógnita y en sus ojos saber que has vencido. La ecuación resuelta. Se abre el camino a la sonrisa mutilidada.
Otra posibilidad es separarse del dolor, mirarle de lejos, como si le fuera ajeno a uno, como si fuera de otro.  Nada como la perspectiva para entender. Nada como la distancia para resolver y superar. Nada como una mirada desde el espacio exterior para ridiculizar miserias y amueblar ordenadamente las prioridades. Pero el dolor es como las células malas, que se reproduce anárquicamente. Es tan imprevisible como es ataque del enemigo. No hay trinchera que no sea capaz de alcanzar. Imposible esconderse. Hay que salirle al encuentro. Entender su táctica. Es el cáncer de la alegría. Es invasivo.  No tiene pudor ni educación. Entra sin llamar. Devora las sonrisas. Se ancla en lugares remotos de tu estructura vital y avanza implacable.  Se pega a tu alma inocente. Es una especie de envoltorio que no te deja respirar. Como ese blandiblu con el que jugábamos, viscoso, pero además adherente. Se aferra a tus vísceras. Para verlo de lejos te lo tienes que quitar de encina. Hacerlo pequeño, ridiculo, absurdo. Pero es tan pegajoso. Parece un pulpo enganchado a tu motor. Te roba la risa, las ganas de vivir.
Otra cosa que tiene el dolor es la subjetividad.  No importa que sea una birria por lo que uno sufre. Siempre que se compara se encuentran sin desplazarse Dolores sin duda más intensos y motivos mucho mayores para el sufrimiento. Pero si te inunda. Si te llena, a ti no te cabe más, así que da igual.  No atiendes a razones ni razonamientos.
Sepárate, dolor. Vete. No hagas llorar más. Dicen que el dolor es necesario para crecer. Hay quien saldrá gigante del río de la vida.


02/08/2019

NO HAY CREMA ANTI ARRUGAS MEJOR QUE EL AMOR






La cosmética es una tapadera. No hay crema ni tratamiento facial más efectivo que una caricia. ¿Por qué los niños tienen esa piel de melocotón? ¿Por qué cada centímetro cuadrado de un bebe es suave? Porque está colmado de amor. Porque los brazos se rifan para mecerlos. Porque están en contacto permanente. Porque se les quiere incondicionalmente. Por eso. No porque sean nuevos en estos lares. No porque no les haya dado el sol o el viento. No. Porque se les quiere. Por eso huelen a amor. Las colonias y geles de bebés se hacen para que huelan a bebé. El Nenuco, Petit Cherie-Enfant, JOHNSON'S, Dulces. Todas. No son más que un intento de emular el olor del bebé. No es al revés. No. Un bebé no huele a Nenuco. Y no hay reciprocidad. Por mucho que te bañes o te empapes de colonias de bebés no olerás como ellos, porque lo importante es amar. Como no podía ser de otra manera.
Es la vida, que nos va separando del amor incondicional y nos junta luego con otros amores. Con otros amores con los que nos ponemos guapos, mana de nosotros lo mejor que tenemos. Por eso no hay crema antiarrugas mejor que el amor. No. Por mucho tratamiento que te des, por mucho que te quites o te pongas, estírate de ahí, pínzate de allá. No lo vas a lograr. Si quieres tener un buen cutis, déjate querer, hazte querer. Porque ya puedes gastarte la hijuela en sérum, sueros, en Botox; que eso no funciona. Vamos, funciona, pero es efímero. Déjate tocar, tu piel demanda cariño, tu piel necesita que la toquen, que la cuiden, pero no con la destreza del profesional, sino desde la autenticidad del amor. Por eso las personas felices son guapas. Porque son guapas por dentro, Y porque para ser feliz es fundamental querer y ser querido. Por eso, déjate querer, quiere mucho. Mucho. Quiere muchísimo. No te pierdas en bobadas, No te entretengas en las aceras. No mires de lado. Quiere a tu gente, a tus hijos, a tu ex novio, a tus padres, a tus amigos, a tus abuelos. Quiéreles y quiérete mucho.
Si vas al dermatólogo por algún problemita tendrás intervención, pero los que saben de verdad del corazón te dirán que es psicosomático. Que has somatizado. Que te lo hagas mirar. Porque todo lo que te quites con cirugía o tratamientos superfluos tiene una raíz que el bisturí no puede tocar, que traspasa la dermis y la epidermis. Y llega a la válvula mitral, al núcleo mismo de tu corazón. Vete directo al corazón y quiere todo lo que dé de sí. En caso contrario, volverá la aspereza de tu piel, saldrán todos los granos que en la adolescencia eran hormonas y ahora es una agresión bestial a tu alma. Recupera tu corazón blanco, tan blanco. Deja que las lágrimas calcáreas alimenten tus poros, que se abran al mundo. Sella tu tristeza con cariño. Deja que los besos nutran tu piel y tu núcleo. Solo así volverás a radiar.

24/07/2019

IMBECIL



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Hay tacos, y un par de escalones por encima, está la palabra imbécil. Se trata de un insulto esférico. Y por tal entiendo que es equidistante y equilibrado, que le va como anillo al dedo a quien le corresponde. Que no tiene ángulos donde esconderse. Ausencia de resquicios. La trasparencia misma de la tontería. Ya lo dice el diccionario Que es poco inteligente o se comporta con poca inteligencia. La onomatopeya del calificativo contiene en su sonido el grado de intensidad del vocablo. Es duro, cierto, pero jamás se usa sin sentido. Al cabo, cuando por fin llamas a alguien imbécil es que estás tan lleno que tienes que soltar lastre. Y lo merece. Por eso se dice fuerte, se dice alto, se contraen las vocales hasta convertir la llana con tilde en un monosílabo, imperativo, directo. Contundente. Digno de un lo bueno si breve. No es una suerte tener a alguien a quien colgar ese cartel, pero sí lo es que exista la palabra. Para no envenenarnos. El importante el cómo, cómo se dice imbécil. Los llabios se sellan tras la primera silaba, se acaba la m dentro de la boca, con un sonido de cierre. La segunda sílaba es casi oculta "b"  entre el cierre y la apertura para el colofón "cil". Es como un puñetazo. En su conjunto.

Quién fuera abrigo pa'andar contiguo, decía aquél.  Quien fuera Góngora para manejar la ironía y el don de la palabra. Imbécil.  Qué mejor palabro para definir a ese ser cercano al necio, al idiota. Al que sabiéndole todos tonto, cree que está en posesión de la victoria y la verdad gracias al dominio del arte del disimulo. Hábil en el escaqueo. Cree que podrá escapar. No es consciente de la jaula transparente en la que vive y que su imbecilidad anda al cabo de la calle. Camina erguido y con aplomo, cargado de razones. Se alimenta de sí mismo. No necesita más.  Puede ser invencible. 

Imbéciles hay en todas partes. No se nace imbécil, se crece, o se vuelve uno imbécil. Y, una vez que se arranca, todo se hace grande, Cada minuto que pasa va en su contra, crece la necedad, la falta de inteligencia. Cada vez se les mira más. Cada vez le es más difícil pasar desapercibido. Y así, aunque se vistan de lagarterana, se les ve el plumero.  Se pongan guapos o feos.  Se tapen el pelo, imberbes tardíos o con flores en la barba. Se pongan rubias o coloradas. Pero a ellos esto, en contra de limitarlos, les pone. Les empodera. Y se crecen. Así, pasan de ser seres anónimos e invisibles, a protagonistas. Dicen todo lo que se les pasa por la cabeza. Adolecen de filtros y la sorpresa del contrario es tan inmensa que no se atreven a la réplica. El imbécil toma el silencio prudente por admiración. Y se alimenta. Un imbécil es un imbécil se ponga como se ponga. No hay disfraz que tape la estupidez. Por mucho que te empeñes. El desliz más nimio abre una fisura que se torna grieta y a partir de ahí se abre la caja de los vientos. Pandora no puede cerrar. Salen cintas de colores, arcoíris de velas, primeros estratos de la cubrición. Vuelan perdiéndose en las nubes altas.  Se van. Los absorbe el anticiclón de las Azores. Esa A gigante.

El imbécil no tiene remedio. Pero lo peor son los daños colaterales. Los inocentes. La gente que buenamente confía en ellos, por una cosa o por otra. A veces por compasión, otras por ceguera emocional. Son capaces de hundir barcos en la costa, sin calado. Son capaces de romper un país o un plato por nada. Porque son así. No miden. Quizá es un exceso de cariño por sí mismos, o tan solo lo que dice la Academia Que son poco inteligentes o se comportan con poca inteligencia. Por lo visto la palabra imbécil proviene de la latina “imbecillus”, que etimológicamente viene a significar algo así como “sin apoyo, sin bastón”, y se usaba para designar a las personas que tenían algún tipo de enfermedad física y que no podían valerse por sí mismas o ser autosuficientes debido a esa “debilidad”.

17/07/2019

ELSA, TENEMOS QUE HACER ALGO. EN RECUERDO


Tenemos que hacer algo, me dijo Diego en el entierro de Elsa, la pequeña del Abeto.

En una ciudad no se va a un entierro a no ser que el muerto sea de tu familia. La familia incluye algunos amigos y para bien o para mal, no a todos a los que nos une la sangre. Hay quien teme inferir. No ser oportuno. Aunque en un duelo nadie sobra. Cualquiera que hay pasado por uno, lo sabe. Todos los abrazos son bienvenidos. Todos los besos. Nada reconforta lo bastante, pero no se trata de eso. En un pueblo las cosas son distintas. En un pueblo se para la vida por la muerte y no hay nadie comiendo, ni haciendo la compra, ni nadando cuando están enterrando a Elsa, la hija pequeña de Emilio. Las manillas se atascan y solo tañen las campanas. Se cierran puertas y ventanas. Se llena el aire de silencio. En el monte no salen ni los bichos. En un pueblo no hay ruido cuando se llora. No hay aplausos por las bellas palabras. Corren los escalofríos por las pieles de todos cuando el sacerdote recuerda que Elsa le comentó esto o aquello. Cuando le dijo que quería estar más cerca de Dios. Todos callan. Algunos cabecean asintiendo. Hasta los animales respetan el mute. Como en el momento de reconocer nuestros pecados, cada uno acerca sus recuerdos de Elsa, la niña, de Elsa la adolescente, de Elsa adulta, pero nunca cerca del final.

En Navacerrada, el pueblo y la terraza entera del Abeto, subimos al cementerio. Llenamos calle cerrada, la iglesia, y luego el Campo Santo. Las banquetas de tres patas están vacías. Las sillas de director, naranjas, dobladas. Como cuando llueve. Como cuando no abre. Todavía. Las cortinas indias echadas. No cabe luz por ninguna contraventana.

Sus hermanos, Marta, Emilio, María. Marta y María consumidas. Se han adelgazado sus siluetas, se han resumido hasta quedarse en llanto. Solo son sombras. Emilio sin voz. Y Juanita, madre, viuda; de pronto he visto su pelo cano, blanco como la nieve. Blanco como Navacerrada en invierno. Blanco. Blanco como el corazón de Elsa, que se ha ido. Corazón tan blanco. Queda Elsa la pequeña, la hija de Antonio y Marta. Es bonito y escalofriante que lleve su nombre. Sabrá honrar a su tía.

Enfrente, en el cementerio, está Javier, el Chino. Ha subido el ataúd con Emilio. A su lado. No podía ser de otra manera. Mira en shock a esos niños que ya no lo son. Él conoció a Juanita embarazada de Elsa. Les mira sin pestañear, tiene el rostro lleno de lágrimas. Es un hombre curtido por fuera y por dentro. Ese hombre de bromas y frases cortas. Sin comentarios. Siempre atento. Pero este golpe le ha abierto en canal. Su piel serrana se torna transparente y vulnerable ante la daga.

Al salir del tanatorio nuestras caras saladas de la mezcla del dolor derramado. Las huellas de las lágrimas. Juntas habrían llenado el embalse castigado tantos años por la sequía. 

Estábamos todos los que pudimos estar. Allí los mayores y los que no lo son tanto. Hemos pasado largas tardes en el Abeto. Con botellines helados y montados de lomo. Coca colas perfectas. Y copas sin vaso de tubo desde hace años. Patatas la Montaña con salsa Perrins. Esa ensalada de tomate con sal gorda. Juanita, tienes que volver. Emilio, no arregles ese congelador, deja que esos botellines sigan saliendo helados, a punto de congelarse. Llama a la mesa de los Cabo la de Baldomero. Atiende a los Carrero, Tato, Mancho, Herrero, Ferrero, Lafont, que Ramón ya no está, Pestaña, Barranco, Tomé, Joselín, Manzanares, Torres, Antón, Pinilla, Eymar, Antón y a los de Mesa. Guarda sitio a Pablo de Paz. En un rincón. Las Astigarraga, Llorden, Sánchez Fallos, Angel Fuertes quiere su codo en la barra, cerca de la cajas y la ventana, con ángulo para verlo todo. Los Amostegui. Los que no tienen nombre. Atiende a Diego o su hermana que sus padres han dejado huella con ese pelo blanco de él, ataviado de motero, Alberto, Tejada, los del Rey, los Perris, Faluco o su hermano, Capotes, Paco, los Rubio, los González (el Negro), Epi, Toronto, Juan Diego, sus hermanas, su hermano mayor; Dutilh, Myriam. Su familia. Si viene Vicky trátala bien, que no suele salir, los Santamaria, Zaballas, García Bilbao. Los Marín tienen su mesa al lado de la puerta, Martín Peña, Rafa o Javier. Los Muñoz, las de Virgen de Begoña, Cunillés, Maradona, Albesa, Monteros, las Farrah y sus hermanos. Gente de la Mata, La Colonia, Los Copos, Los Corrales, cercas Mayores, Prado Jerez, Prado Molero, de las urbas del embalse, del Reajo, de Urbanasa. Resérvame el banco que voy a empezar pronto, con un café con leche como solo hacéis vosotros y no me pienso ir cuando se ponga el sol. Ese último rayo  me anclará a mis recuerdos más felices. El ocaso me dejará reflexionando entre efluvios, acompañada o sola, sobre todos los que he visto pasar por aquí. Sobre un día, como muchos otros, que he pasado en vuestras manos.

Vuelve Emilio, Juanita, Maria, Marta, Antonio; Javier. No sé si puedo entender del todo vuestro dolor. Cada dolor es único. Pero es tan injusto que Elsa se haya ido. Con toda una vida por hacer. Ella, siendo más pequeña, se lleva allá donde esté muchos de nuestros buenos ratos, como testigo, a distancia. Estará entretenida. Lo siento en alma. Navacerrada no es Navacerrada sin el Abeto y sin todos vosotros. Tenemos que hacer algo.


 
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