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30/08/2019

COMER MIENTRAS TANTO

Desayunar un café en vaso de papel con tapa de plástico en el camino al trabajo y luego un estupendo donut glasé comprado en un puesto callejero es lo más anti familiar que conozco. Es comer mientras tanto. A mí eso no me gusta. Como no me gusta comer en el trabajo a la que termino un informe. Un sándwich (de máquina) de contenido confuso. Si hay que hacerlo, se hace, pero eso no es comer para mí. Es comer mientras tanto. Zampar conduciendo una hamburguesa comprada en el camino, desde el coche, no me gusta. Te pones perdido, además. Y queda un olor que te traiciona, pegado a la tapicería. Pero lo más importante es que no lo disfruto. Esa gente que se compra una palmera de chocolate gigante y se la va engullendo por la calle antes de llegar a casa. Con la ansiedad en el gesto. O sintiéndose culpable. Devorando. Espérate hombre, compra unas cuantas y haz una merendola cuando llegues. Seguro que alegras la tarde a tu gente, o provocas. Mamá, papá estoy a régimen, siempre haces esto. O. ¿no había torteles? No te lo tomes a mal, aprovecha. Las voces y la charla siempre son buenas, a la postre. El silencio de la soledad y la comida individual es el principio del fin. 
La comida es un proceso que empieza mucho antes del acto en sí de comer. Está la planificación, el cambio. Pensar en el otro, los otros, lo que les gusta, el equilibrio. Variar cada día. Hoy comemos comida rusa (ensaladilla y filetes). Anuncio mañanero. Abres la nevera y te encuentras con un mogollón que te invita a cambiar de opinión. Dudas entre la expectativa creada y la conveniencia. Se enfada tu gente, por el cambio, o lo aplauden. Previo a la comida es la compra. El disfrute de elegir entre un pescado y otro, mirándole a los ojos. Los ingredientes olvidados. Vuelta a salir. Y el tiempo empleado en preparar. Cocinar es un acto de amor, alquimia y química, pasión y educación. No solo los días especiales. Especialmente todos los días. 
Después viene poner la mesa. Quien colabora, obligado o voluntario, quien remolonea. Una jarra, elegir la vajilla y los cubiertos. Este cuchillo no corta. Mantel y servilletas, de tela, por favor. Cubiertos de servir. Y agua. Y vino. Mi padre siempre ponía dos platos, uno hondo, y cuchara. Pero padre si no hay sopa. Él decía, por si acaso. No perdía la esperanza. En casa de los abuelos cada día se cenaba sopa. De fideos, de letras, de estrellas, de pescado, de cocido, o de según. Quizá alguna noche se hizo trampas, con tropezones y Avecrem. Siempre con pan. Un poquito. Una mesa bonita al abrir la puerta y el olor que dispara tus recuerdos intentando adivinar de qué se trata. O sabiéndolo. Eso une. Abraza.
Cocinar hace hogar, me dijeron. Y es verdad. La recompensa es comer y compartir mesa, para el desayuno, la comida, la cena, es familia. Esperar al otro a que llegue. Con su alegría o sus problemas. Comentar el día y sus avatares o callar. Disfrutar de la mesa, prueba esto. ¡Qué rico! Te ha salido mejor que nunca. Repetir, no probar bocado porque tienes un nudo en el estómago. Ponerse morado, rebañar. Me gusta. Comer con la tele puesta es igual que comer solo. Solo vale si interrumpes todo el rato al locutor, si de telediario se trata, para comentar. Entonces es ver las noticias para charlar. Eso mola. Porque comer es hablar, discutir, compartir. Son votos que se hacen en la vida. Comer es reírse y llorar a veces y educar. Esa boca, los codos fuera de la mesa. Espera a que todos se sirvan. Regañar, alabar, ordenar, colaborar, aprender. Comer juntos no es llenar la barriga como el depósito. Es vivir y es querer y es crecer juntos.

23/08/2019

VIVIR UN POCO MÁS

No es que lo hayas superado.  No. No es que ahora estés mucho mejor. No. Es que no te queda otra que tirar.  Que seguir. No es que dependa de cómo te lo montes. No. Hay cosas que son faenas te pongas como te pongas.  Y punto. Entonces, simplemente sigues viviendo.
En realidad, hay dos maneras de hacerlo,  una es, dando la plasta al personal, aburriendo al mundo con tus miserias, quejándote de tu mala fortuna y llenando el ambiente y las ondas que ayes; la otra consiste en encerrarte y comunicarte con el exterior lo imprescindible.  En la adolescencia la primera opción me parecía posible. Ahora la supervivencia existe cerrando las cortinas y las persianas.  El solo contacto con el aire se me hace intolerable. Pues eso.
Imprescindible en cualquier caso hacer la vida más fácil y agradable a quien se te acerca o quien está al lado por necesidad o lazos. Para eso, nada de penas, nada de quejas, propósito de enmedienda: no criticar. Recuerda siempre qué habrían hecho los buenos. Esos ejemplos que guardas, de los que ya no están.  Y, pa'lante.

22/08/2019

ME GUSTA EL MAR

Me gusta el mar. En verano y en invierno. Me da igual que haga frío o calor.  Que me pueda bañar o no. Me gusta el mar. Mirarlo, mirar el mar. Cómo cambia. Cómo rompen las olas. Buscarme. Me gusta el mar para enganchar en él los ojos en la distancia y me gusta el mar desde la orilla. Me gusta el mar desde siempre.  Y cuando tropecé contigo encajaron las piezas y entendí. Entendí el silencio, entendí la distancia y las idas y venidas de las olas. La inmensidad del océano. Inmenso como el fuego y el amor. Supe entonces lo que era el amor. Estaba allí.  Como tu. Como el mar.

 Y me gusta bañarme en el mar y flotar. Nadar. Los ojos abiertos y mojados.
 Y reír y reír y reir. Madrugadas sin ir a dormir. Me gusta el mar cuando hay olas enormes y cuando son pequeñas. O no las hay apenas, que son láminas remontándose. Correrlas. Saltarlas. Pasar por debajo o por encima. Desbaratarme en la espuma. Esperar en la orilla y que me mojen las olas que vienen y van. Hundorme en la arena. Me gusta porque se vacía el cuerpo de todo lo malo. Y la mente se llena de luz. El alma azul. Te limpia la piel y el corazón. Se esfuman las toxinas y los pecados.  Me gusta el mar. Mirando al mar, lloré.  Me gusta el mar porque si lloro no se me nota.  Me gustan los churretes que deja la sal en mi piel como los caminos de las lágrimas en mis mejillas. Mirando el mar.
Hay mares tranquilos y otros que no lo son tanto. Los mares abiertos. Los mares cerrados. Los oscuros y los transparentes. A todos los respeto.  Respeto su insistencia. Su coraje y su fuerza. Me encanta y admiro la contundencia del infinito. Me alucina. Las olas ue vienen y vuelven a venir. Distintas. Toman fuerza. Y otra ola y otra y otra..... ninguna es igual a la anterior. Revuelven el fondo algunas. Otras chocan contra las rocas artificiales o no. Se van y vuelven. Vienen atacando, elevadas, paredes de agua, se curvan en un arco que cierra y estalla en espuma.  Remontan la arena o las piedras, traen conchas, erizos, echan del mar todo lo que no es del mar. Espuma, lámina en avance hasta que ya no puede más. Y vuelve a por refuerzos. Tranquilo o agitado. El mar es un poco reflejo de cualquier alma. Al menos de la mía.
También me gusta cuando hay nubes y en vez de brillar, se refleja el cielo en las ondas, en el área crispada y oscura.

15/08/2019

"NOC NOC"

Torrijos (Toledo)
FOTO de VP
No sé si a ustedes les sorprende tanto como a mí el hecho de que cuando llama a la puerta la policía en las películas americanas, nunca usan el timbre ¿Por? Antes del timbre en las puertas había llamadores. Las aldabas. La libertad de diseño en tal objeto era absoluta. Pero muy comunes eran los puños, metálicos, emulando las humanas manos que evitaban con tal artilugio destrozarse los nudillos. Con tal fin incluso, y para no dañar los dedos, muchas veces se trataba de manos portadoras de esferas, que, como todo el mundo sabe, resisten mejor los golpes por su estructura interna, tensiones y otras minucias. Siempre placa de acero, dorada, metálica, recibiendo el golpe en la puerta. Su misión proteger la tabla de madera de los impactos continuados. Llamadores había de todo tipo: herraduras los supersticiosos, animales peculiares, desde leones con una argolla en la boca, caballos con igual instrumento en los orificios nasales, salamandras, hasta pájaros carpinteros, pobres, se destrozaban el lomo o el pico, según la posición. He visto bebotes, las clásicas “eses”, calaveras. En fin. El dueño de la casa tenía libertad en tal elección.
Tras la aldaba vino la campana, campanilla. Alguna iba conectada ingeniosamente con el propio llamador, de manera que dentro de la casa estaba la campana, que sonaba en el interior cuando fuera se golpeaba la puerta. Se evitaba así que el viento y las inclemencias la accionaran inintencionadamente. Y por fin, el timbre. No debemos olvidar los telefonillos que, aunque nadie lo sepa, tuvieron su origen en Zújar, provincia de Granada. En tal pueblo, cuyos melocotones se inundaron por el pantano que dio de beber a la región; hacía tal calor que la zona habitada de la casa estaba separada de la puerta principal por un pasillo ancho e infinito, que permanecía siempre a oscuras y cerrado a cal y canto. Esa cámara hacía de “cortafuegos” a los 50ºC de la calle, y mantenía fresquita la sala de estar, donde se combatía el calor con crucigramas, ajedrez, cartas y siestas hasta la caída del sol. En Zújar apareció el predecesor del telefonillo. Consistía en un llamador que se situaba en la puerta de la calle, cuando se pulsaba, accionaba un hilo que recorría el larguísimo pasillo y hacía sonar la campana en la salita. Por supuesto nadie preguntaba quién es. Total, para que te digan “yo” y abras igual, tanto da. El más veterano de la casa, abuelo o abuela, asumía la responsabilidad de abrir, sin moverse de la butaca de orejas, accionaba otro mecanismo, una cuerda que estaba atada a la manilla de la puerta principal. Y el más jovencillo, nieto o hermano pequeño acudía a despejar la sorpresa. Con el tiempo, en Zujar no solo se inventó el portero automático mecánico, sino el tono de llamada personalizada, por el que cada uno tenía su propio toque de aldaba que le hacía reconocible al llamar a la puerta; en el caso de no reconocer la llamada surgía una voz del interior de la vivienda que decía: Quién, a lo que el visitante contestaba: Paz, y se abría la puerta.
Pero en Estados Unidos, los Estados Unidos de América, no tienen timbre, ni aldaba, ni telefonillo. No entiendo. Allí los polis se siguen destrozando el puño cuando van a casa del malo. Quizá de ahí esa costumbre de las dos puertas, pero en este caso a un palmo una de la otra. Cristal y rejas. Te veo y no te dejo pasar. Lo que son las costumbres. Será confianza o falta de la misma. O prevención contra apagones. No lo entiendo. En realidad, es lo mismo que lo que tu decías, ¿Por qué no hay vallas entre las casas americanas y entre las españolas hay muros? Entre las casas americanas basta una línea de petunias para que nadie traspase propiedades, en España saltaríamos alambradas de espinos para vernos y compartir cerveza fría y aperitivo. Lo del timbre es igual. Están deseando que lleguen visitas y no saben como decirlo.

14/08/2019

RECONOCER

He cometido muchos errores. Soy responsable de donde me encuentro. No es la mala pata. No es la mala fortuna. No, soy yo. Yo he venido hasta aquí y he hecho las cosas de tal modo, que éste es el punto en el que estoy. He elegido en las bifurcaciones y yo solita he llegado hasta aquí. Esto es: reconozco, me confieso, me arrepiento. 
Desde ahí se puede hablar. Porque con culpar a la suerte o a la desgracia lo que haces es sacar el foco de ti. Y no reflexionar. Y no madurar. Y no entemder. Además es muy fácil ver lo que los demás hacen mal. Lo
propio "jode", con perdón. Los errores de uno, tela. Y es que duele madurar. La fruta madura cae. Y el golpe que se pega a veces la rompe. Es así . Vivíamos tan agustito enganchados por el ombligo a mamá.

Pero una vez que te reconoces, que reconoces, es como en misa. Lo decía Rafa Reig, una vez reconocidos tus pecados puedes morir en paz. Pues eso. Una vez que estas en paz también puedes vivir en paz. Y relacionarte, en paz. Y perdonarte, y perdonar. Mientras tu alma es colmena, el bzzz no te deja aceptar ni escuchar.  Es muy zen esto, ¿si? En realidad es común a todas las religiones, a todo lo que supone una conducta ética, a la moral más básica. Pero vivimos olvidados de lo importante. Vivimos de espaldas, solo miramos al sol para ponernos guapos. Vivimos deprisa con nuestros hitos y objetivos. Se nos olvida querer y para querer necesitamos estar en paz. Asumir.
Y volver a empezar. A pesar del dolor. Gracias al dolor a veces. La reflexión profunda es posible, Seguir adelante con la mochila llena, la carretilla para arriba. Y habiendo aprendido, un poco. Solo así se puede querer  e intentar hacer felices a los tuyos. No siempre se consigue. Eso es magia ya.

12/08/2019

LOS.MEANDROS DE LA VIDA


Es cierto que no se le puede dar a nadie el poder de nuestro estado de ánimo. A nadie se le puede entregar esa llave que cierra el grifo de la pena y abre el de la alegría.  Ni la contraria. No es culpa de nadie la pena. Somos cada uno de nosotros quien está triste o contento. Y eso sí, tenemos el poder de dar, eso es nuestro. Tenemos la capacidad de transmitir alegría a lo demás. De agradecer. De ayudar. Tenemos la capacidad de transmitir cosas buenas e intentar cada día hacer las cosas bien y querer mucho, mucho.

Si alguna vez entregas ese mando, entras en el mundo de la falsa existencia. De donde saldrás abruptamente. Y estarás tan solo, tan perdido, que te será difícil encontrar tu camino. Pensarás que no existe. Es posible que no quede huella de lo que quieres. Es posible que despierte en medio de un erial. Es tu responsabilidad. Pero encontrarás ese camino. Lo harás, porque no te queda más remedio. Es la única manera de vivir. Debes encontrar dentro de ti las razones esenciales para vivir. No busques en otro. No fagocites alegrías ajenas, porque te sentirás parásito. Sé tu mismo, con todas las consecuencias. Aunque no gustes, aunque discutas. Aunque estés incómodo. Solo así es posible la vida.

Sin razones de fondo, sin autenticidad, tu curso serán meandros. Vivirás paréntesis de alegría en medio del miedo a ser descubierto. A darte cuenta de que estás hueco. De que no tienes nada. De que no eres nadie. Ni siquiera un camaleón. No es que te adaptes y te mimetices. No se trata de eso. Encuéntrate. Sé valiente. Mira de frente. Da. Da las gracias. Sé bueno. Cree en ti. Eres el protagonista de tu vida. No el ombligo del mundo.

GOOD MANNERS


Los modales. La buena educación. Estoy en contra de usar el inglés cuando existe en español una manera exacta de decir algo. Pero mola a veces, para llamar un poco la atención. Y es cierto, que para bien o para mal, es un reclamo usar otro idioma, aunque sea para que te critiquen. Y te lean. Al grano: La buena educación. O la mala. Es que en español el título está cogido ya por una peli. Por eso.

Quiero hablar de la mala. La mala educación. A mí me parece fatal que Pedro llegue una hora tarde a su cita con Felipe. Pero si Pedro es el presidente de gobierno en funciones, la cita es en el palacio de Marivent y Felipe no es un colega del baloncesto, si no el rey Felipe VI de España, lo veo un desprecio, una falta de respeto, al rey, y a todos los españoles, no solo a sus votantes. La base es la mala educación. No la educación formativa, no, no los estudios. No. La EDUCACION, la BUENA. La educación es una carga de profundidad, es respeto al otro, es consideración. Es el fundamento de lo que somos, de nuestro origen, de nuestro nombre, de nuestros padres, que nos la inculcaron. En este caso ambos no son solo personas. Son las instituciones a las que representa cada uno. Pero el que llegó tarde fue uno, no el otro. Que le recibió como debe ser, como si nada, con la ecuación que le corresponde.

Sin entrar en el detalle del que no he oído hablar: en vez de a la una, un poco antes del aperitivo, pero con el tiempo justo para despachar, 45 minutos y luego cada mochuelo a su olivo; llegó a las 13:50. En fin. Las interpretaciones están abiertas. Pero tratándose de España y el verano, lo que quería es acoplarse a la comida de palacio. ¿Qué no?. Vamos. Nadie llega a las 14:00 a ninguna casa en España si no es por un “ya que”. La mesa estaba puesta seguro. Olería a esas cocas mallorquinas petadas de verduras recién cogidas de la huerta, y sabe de los gustos culinarios de la consorte, saludables y la moda, que además es de su cole. En plan coleguitas apañaron “el ya que”. Oye, me acerco ya si eso a las dos y nos tomamos unas birritas. Me impresiona. Por mucho menos se encuentran muchas puertas cerradas los mortales. Pero claro, Pedro, cree que viene de otro planeta. Pedro se desdobla y tiene varios personajes que interpreta, con traje de presidente, de candidato, de “psoista”. Con traje de según. Ahora debe llevar puesto el traje de Según. Según sople el viento o las encuestas.

Es por eso que la buena educación es el traje que llevamos cuando estamos desnudos. Desnudos por dentro y por fuera. Es nuestra estructura y nuestra armadura y quien no la tiene no la puede comprar. Porque la educación es base dos. Binario. 0 -1.  Como la bondad. Se es bueno o no. No hay grises ni escala que valga. Es estar callado cuando habla el otro, contestar si te preguntan, pedir por favor y dar las gracias, es respetar a los mayores, sentarse bien, esperar a que todos estén servidos para empezar, no zamparse todo cuando se comparte. Servir el vino a todos los comensales cuando rellenas tu copa. Estar atento, ofrecer, escuchar. Saludar cuando llegas a un sitio, despedirte cuando te vas; agradecer, ofrecerte a ayudar a recoger la mesa. No hablar mal de los demás, cumplir tus promesas, devolver los préstamos (de libros, joyas, dinero...). Levantarte cuando alguien mayor que tu está de pie. No hablar con la boca llena. Sentarte correctamente. No hacer esperar. En definitiva, la educación tiene mucho que ver con tener en cuenta al otro. Si nos ponemos finos, en cada país hay ciertas cosas que son de buena o mala educación, fruto de costumbres o ritos. No se come igual en Japón que en Italia, el saludo es diferente, no se mira en los anglosajones con la intensidad que se hace en los mediterráneos…hay miles de ejemplos. Pero el fondo, es el mismo. Respeto y consideración.

03/08/2019

DE COMO SEPARARSE DEL DOLOR


Habrá tratados de tan manido asunto. ¿Cómo se separa uno del dolor? Al dolor, si se le asigna la categoría de problema, y no me parece descabellado; ya que sí es que lo es, porque se para, te limita, te mutila, te inutiliza; requiere entonces de una especial situación de aislamiento y precauciones extremas para tratarlo.  Se debe definir, acotar, intentar simplificar, poner límites.  Porque desborda. Si no se le pone coto, lo llena todo. Es objetivo es resolver el dolor. Despejar la incógnita y en sus ojos saber que has vencido. La ecuación resuelta. Se abre el camino a la sonrisa mutilidada.
Otra posibilidad es separarse del dolor, mirarle de lejos, como si le fuera ajeno a uno, como si fuera de otro.  Nada como la perspectiva para entender. Nada como la distancia para resolver y superar. Nada como una mirada desde el espacio exterior para ridiculizar miserias y amueblar ordenadamente las prioridades. Pero el dolor es como las células malas, que se reproduce anárquicamente. Es tan imprevisible como es ataque del enemigo. No hay trinchera que no sea capaz de alcanzar. Imposible esconderse. Hay que salirle al encuentro. Entender su táctica. Es el cáncer de la alegría. Es invasivo.  No tiene pudor ni educación. Entra sin llamar. Devora las sonrisas. Se ancla en lugares remotos de tu estructura vital y avanza implacable.  Se pega a tu alma inocente. Es una especie de envoltorio que no te deja respirar. Como ese blandiblu con el que jugábamos, viscoso, pero además adherente. Se aferra a tus vísceras. Para verlo de lejos te lo tienes que quitar de encina. Hacerlo pequeño, ridiculo, absurdo. Pero es tan pegajoso. Parece un pulpo enganchado a tu motor. Te roba la risa, las ganas de vivir.
Otra cosa que tiene el dolor es la subjetividad.  No importa que sea una birria por lo que uno sufre. Siempre que se compara se encuentran sin desplazarse Dolores sin duda más intensos y motivos mucho mayores para el sufrimiento. Pero si te inunda. Si te llena, a ti no te cabe más, así que da igual.  No atiendes a razones ni razonamientos.
Sepárate, dolor. Vete. No hagas llorar más. Dicen que el dolor es necesario para crecer. Hay quien saldrá gigante del río de la vida.


02/08/2019

NO HAY CREMA ANTI ARRUGAS MEJOR QUE EL AMOR






La cosmética es una tapadera. No hay crema ni tratamiento facial más efectivo que una caricia. ¿Por qué los niños tienen esa piel de melocotón? ¿Por qué cada centímetro cuadrado de un bebe es suave? Porque está colmado de amor. Porque los brazos se rifan para mecerlos. Porque están en contacto permanente. Porque se les quiere incondicionalmente. Por eso. No porque sean nuevos en estos lares. No porque no les haya dado el sol o el viento. No. Porque se les quiere. Por eso huelen a amor. Las colonias y geles de bebés se hacen para que huelan a bebé. El Nenuco, Petit Cherie-Enfant, JOHNSON'S, Dulces. Todas. No son más que un intento de emular el olor del bebé. No es al revés. No. Un bebé no huele a Nenuco. Y no hay reciprocidad. Por mucho que te bañes o te empapes de colonias de bebés no olerás como ellos, porque lo importante es amar. Como no podía ser de otra manera.
Es la vida, que nos va separando del amor incondicional y nos junta luego con otros amores. Con otros amores con los que nos ponemos guapos, mana de nosotros lo mejor que tenemos. Por eso no hay crema antiarrugas mejor que el amor. No. Por mucho tratamiento que te des, por mucho que te quites o te pongas, estírate de ahí, pínzate de allá. No lo vas a lograr. Si quieres tener un buen cutis, déjate querer, hazte querer. Porque ya puedes gastarte la hijuela en sérum, sueros, en Botox; que eso no funciona. Vamos, funciona, pero es efímero. Déjate tocar, tu piel demanda cariño, tu piel necesita que la toquen, que la cuiden, pero no con la destreza del profesional, sino desde la autenticidad del amor. Por eso las personas felices son guapas. Porque son guapas por dentro, Y porque para ser feliz es fundamental querer y ser querido. Por eso, déjate querer, quiere mucho. Mucho. Quiere muchísimo. No te pierdas en bobadas, No te entretengas en las aceras. No mires de lado. Quiere a tu gente, a tus hijos, a tu ex novio, a tus padres, a tus amigos, a tus abuelos. Quiéreles y quiérete mucho.
Si vas al dermatólogo por algún problemita tendrás intervención, pero los que saben de verdad del corazón te dirán que es psicosomático. Que has somatizado. Que te lo hagas mirar. Porque todo lo que te quites con cirugía o tratamientos superfluos tiene una raíz que el bisturí no puede tocar, que traspasa la dermis y la epidermis. Y llega a la válvula mitral, al núcleo mismo de tu corazón. Vete directo al corazón y quiere todo lo que dé de sí. En caso contrario, volverá la aspereza de tu piel, saldrán todos los granos que en la adolescencia eran hormonas y ahora es una agresión bestial a tu alma. Recupera tu corazón blanco, tan blanco. Deja que las lágrimas calcáreas alimenten tus poros, que se abran al mundo. Sella tu tristeza con cariño. Deja que los besos nutran tu piel y tu núcleo. Solo así volverás a radiar.