19/02/2025

MALEDUCADA

Tiene pelotas.  Con perdón. Vas tan pancho por la calle. Entre tu corazón y Tus asuntos.  Medio de paseo, medio de hacer ejercicio. Vestido un si es no es. Unos "tenis", traje de chaqueta, que te sirve para las reuniones con cámara. Nadie te ve los zapatos. Importan la camisa y las perlas.  De paseo, medio aprovecho para hacer unas llamadas., escuchar música, despejarme, la radio, las noticias. Cositas. 

Un paseo sin ánimo de trascender, sin más. Sin objetivo. Evitando semáforos rojos y cuestas. Sin ánimo de lucro o sinónimo de lucro, como decía aquél. Te topas con una estupenda. Así. Que va decidido darte una lección. Sin más. Yo ya soy mayor. Tengo una edad. Y por muchos años que tenga, hay cosas que aprendí hace poco. Como ceder la acera. A las mujeres se nos cede la acera, es decir, la mujer va por dentro, por el lado de los edificios. Alejada de los vehículos, protegida. Protegida por el novio, por el caballero, por el padre el hermano. Yo que no tengo de eso, voy sola por la calle. Pero cuando me topo con una pazguata que lleva una enrome bolsa de SERBAL, como si de ARMANI fuera. La lleva probablemente con el túper de lentejas y una mandarina. Y envueltos en una bolsa del DIA los salones, que no se le estropeen en el camino desde la boca del Metro. Se los cambia en el cuarto de baño. Nada más llegar a la oficina. No con una teba preciosa, que esa no es cazadora ni mujer de novio. Esta sabe de guarros y venados lo que yo y menos. Que es nada. Vamos que no ha visto más cuernos que los que le han puesto. Es que me sale todo lo malo. La estupenda iba dispuesta a mantenerse en el lado interior de la acera. Por encima de mi cadáver. Y se ha tenido que mover, porque si no, nos chocamos, eso lo tengo claro. Va y me suelta: "Maleducada". Y yo, que iba hablando con mi consejero delegado, me he quedado mudita. Asuntos bursátiles, casi se me escapa un improperio. Eso sí, en cuanto Don Félix me ha colgado, me he lanzado a por ella. Como es joven y lozana, aunque medio lela, el paso lo tiene más ligero que yo. Pero ha sido colgar y me he venido arriba.

Dice el código de circulación: "Todo peatón debe circular por la acera de la derecha con relación al sentido de su marcha, y cuando circule por la acera o paseo izquierdo debe ceder siempre el paso a los que lleven su mano y no debe detenerse de forma que impida el paso por la acera a los demás, a no ser que resulte inevitable para cruzar por un paso de peatones o subir a un vehículo". Pero no es eso, no es una acera estrecha, es que yo iba por el muro, y soy una persona respetable, por tanto me corresponde el derecho, por educación y deferencia, de que se me permita mantener el rumbo. No me vaya a dar un vahído con tanto lío. Que me da lo mismo lo que diga el código. Puñetas. Estoy hasta la coronilla de la gente que te regaña porque sí. Encima sin conocerte. A las ocho de la mañana. ¿Qué ganas tienes hija mía? Te has levantado contra el mundo. ¿O qué?

 

En la pasarela de Ventas, que hizo Manterola, tan elegante, tan soberbia, me he encarado con ella. Guapa, la acera, me la debes tú. Yo vengo de la Guindalera y tú de Manoteras, pero tanto me da, que lo importante es que te doblo en edad. Y a la mía, se me cede el asiento y no me da ni vergüenza y por supuesto, que como mujer, mi exnovio siempre me dio la acera y todo caballero me ha cedido el paso al atravesar el umbral que haya tocado. Así que bonita, abre la boca bien que te la voy a lavar con jabón lagarto para que no se te ocurra jamás de los jamases volverme a llamar ni maleducada ni nada. ¡HALA!


16/02/2025

FE (relato finalista en el concurso "Preocupaciones de un lector de Kafka", de FUENTETAJA)

Esta educación que he recibido me impide aceptar lo imposible. Por imposible califico aquello que no entiendo o no puedo demostrar. Así me devano el cerebro y las ideas se me atragantan cuando veo la lucecita roja y huelo a tabaco otra vez en el cuarto de los padres. Se me llena de lágrimas el corazón. Es el recuerdo que me emociona. Son ellos.

Me asomo, cauta. La cama está hecha, como la dejaron al marcharse. El libro de Aramburu en una de las mesillas, que padre no lo acabó. En la silla: una rebeca de madre, que por la mañana hace frío. Un vaso de agua medio lleno. La chaqueta de padre y la corbata de lana que usó el día anterior, en el galán, que no se arruguen. Nadie ha entrado en su dormitorio desde que murieron, solo para limpiarlo. Hace tantos años se fueron. Sin embargo, están aquí. Permanece su olor.  Por dentro oímos sus voces y sus historias, sus remiendos, sus consejos, sus recetas. Están aquí todo el rato. Son esas sombras que en ocasiones atraviesan el pasillo, esa luz que cambia de color sin motivo. Son ese aleteo de las hojas sin viento. Son las campanas que repican en relojes sin cuerda. Son las caricias que en la noche nos faltan. Son ese apoyo cuando no nos caemos.

Al llegar a su cuarto, nos quedamos en el quicio de la puerta. Una fuerza invisible nos impide atravesar el umbral. Que no hay nada, es verdad. Que no podemos pasar.  Solo Juanita entra ligera, acomoda el pasado, da cuenta del polvo y deja la puerta entreabierta, con cuidado. Por si necesitan algo. Que podamos oírlos.

Desde que se apagaron los padres, desde que se fueron, un pitillo descansa encendido, sin llegar a consumirse, en un cenicero que padre trajo de un viaje. Ambos dejaron el vicio en vida. El cigarrillo no se consume. La brasa titila y la ceniza perfecta estructura lo imposible. Juanita retira cada viernes el cenicero. Se lleva el vaso de agua a la cocina.  A la vuelta de la semana se oye ¿pero quién ha fumado aquí?. Todos sabemos que son los padres, que antes de dormir, disfrutan de la conversación y una última calada al cigarrillo que comparten. Quita el cenicero, que aparece de nuevo, en su sitio. El lado de la cama de madre, más tardía en dejar que el humo le hiciera daño, pobrecita. Juanita quiere recolocar la mesilla de noche, romper el cenicero, que lava cada vez y guarda en la alacena. Pero los padres vuelven a dormir cada noche y ese pitillo es sagrado.

No podemos dejar la casa, no vamos a marcharnos. No lo haremos. Al cuarto de los padres no se puede pasar. Cuando falte Juanita, seguirá viniendo, de allá donde no hay sombras, para regañarnos por entrar a escondidas a fumar en el cuarto de los padres. Una marca de tabaco que caducó hace mucho tiempo.


12/02/2025

NO SE HAN ECHADO A PERDER LOS NIKIS DE LA PRADERA

¡Han vuelto los Nikis. Ole!. Sacarán disco y tocarán en bares.

Esta vez en el café de la Palma. Los hemos visto en más sitios, claro, como todos los de nuestra quinta. En el Siroco. En Caminos. En Caminos. Hace poco, de teloneros...de no sé quién. Yo solo fui para verlos a ellos.

Ya no saltan igual, y no canta Emilio. ¡Cómo era Emilio! Botaba sobre sí mismo, en vertical. Aunque a veces se salía del eje. Micrófono en mano. Dándolo todo. Como si tuviera muelles en los zapatos. No paraba en todo el concierto. Siempre con su niqui, un polo recién planchado, de colores. A veces camiseta. Les llamaban los Ramones de Algete, ahora me entero de que eran punkis. Etiquetas. Vuelven como los Niquis de la Pradera, no podían haber elegido otro nombre. ¿Será por la casa? de la pradera. Solo algunos saben de qué hablan, entonces. Los mismos que los veían en Caminos. Porque son Countries de La Pradera. Etiquetas. ¿O es alusión a Chiquito?, con su pecador de la Pradera.  Cualquier cosa. 

A mi me recuerdan mucho a ellos mismos. Y me siguen divirtiendo igual. Los Nikis, he leído por ahí, ponen de buen humor. Y es verdad.

Las letras de sus canciones son del tipo que empiezan una estrofa y puedes terminar los versos, porque son rimas consonantes; como ellos mismos dicen, evitan el acento cambiado. Hablan de disparates. También he leído, o he oido que se niegan a escribir canciones de amor. Evitan el victimismo romántico y la melancolía tipo san Valentín. Hablan de la vida misma. O al menos de mi vida misma. "Nunca podré olvidar el día que volviste, el color de tu camisa era muy triste" Son rimas imbatibles, predecibles, de toda confianza. "Es domingo y sus padres se han ido al bingo". En la amenaza amarilla, "nadie sabe lo que pasa, ni la CIA ni la NASA", frases épicas, no tienen desperdicio.

Esa descripción de los amigos en la que les acusan de haberse "echado a perder", es irrefutable. 

Qué difícil es el hoyo tres

Se despistan al hablar de sus ex

Del azúcar y del colesterol

Grandes temas de conversación

Rioja o riberita para el tartar

El maridaje es algo fundamental

Y los taninos dan mucho que hablar

Esa generación ochentera que pensábamos que siempre beberíamos garrafón o haríamos botellón en un parque, a no ser que birlásemos alguna exquisitez de la bodega paterna. Asegurábamos que el deporte era la risa y bailar en los conciertos o volver andando a casa porque la pasta prevista para el transporte te la habías fundido en copas, o en un bocata preparado por una china en la plaza del dos de mayo. Sin trazabilidad. Somos supervivientes a la ausencia de control de calidad. Las noches eran eternas. Pensábamos que el mundo sería nuestro. Sin fronteras. Esa generación que, como tantas, nos creímos piterpanes, incombustibles, indomables, de ahí salió gente que ahora dirige grandes empresas, asesores fiscales, escriben titulares, ocupan sillas en consejos de administración...en fin. O no. O descansan en cunetas olvidadas. Esa generación también se ha hecho mayor. Debajo del disfraz de golfista está el chaval que gritaba en la cuesta del parque del oeste en un concierto gratis de los Smiths. Aun con su  corbata ancha de motas de colores, cabeza despejada y chaqueta abotonada a punto de estallar, comba la espalda e imagina que puntea un solo con su guitarra eléctrica desenchufada e invisible. Escondida entre sus mechas de Llongueras se adivina una cresta punki azul cobalto. Sus orejas agujereadas no lo fueron para portar sets de brillantes (regalo de boda, herencia de la abuella), flores de Malababa, ni minipendientes de pimientos y cocodrilos enanos de Casilda Finat, no. Se los hizo una amiga, con una aguja, hielo y mucho miedo, para engancharse imperdibles y otras lindezas: algun pincho de un novio roquero. De milagro tiene orejas. Piden agua con gas ante el estupefacto camarero y se ríen igual. No soportan la resaca que se hace eterna. Es cierto que solo beben buen vino, si pueden. Y lo del golf, es porque las rodillas no les aguantan un partido de fútbol. Cayeron los años. Todos tienen un pasado, desde la futura ministro al director del Tesoro, que lleva debajo de su camisa bordada con sus iniciales, una camiseta del Atleti, o el doctor, que tararea en las operaciones al querido Led.

En fin, el público de los Nikis, de la Pradera o de la Montaña, era el mismo que el que se quedaba afónico hace años con Ernesto, que tiene un problema muy serio; los que coreaban que Los McDonals estaban de vacas flacas y había vencido la tortilla de patatas. Ahora tachan de facha esta canción. Etiquetas. Lo cierto es que la mitad de las canciones que cantaban los Nikis hace años, hoy serían políticamente incorrectas. ¿No será que éramos un poco más libres? Ahora se refieren a la I.M.C, para llamar gordos a sus amigos. En caso contrario, no les dejan publicar. Y no sé si les dejarían tocar en un garito. Por menos de nada son extremistas y al filo del juzgado o la denuncia. El público en La Palma era en su mayor parte gordo, calvo, teñido, lucían perlas (falsas o no) y se reía a carcajadas con las ocurrencias de este grupo que también se ha echado a perder. Los Nikis son el vecino de al lado, el compañero de clase, de pequeños o de la universidad. Alguno iba a tu colegio ¿no?. Los Nikis son uno de nosotros.

¿Pero que hay tras la puerta verde? No se vayan, que eso no puede quedar sin respuesta.