26/07/2025

LAS DESPEDIDAS O NOS VAMOS A IR YENDO


Tres tiempos verbales en la misma frase. Ríete tú (rite) de la música alta, nada.que envidiar a la movida que se organiza cuando cierran los bares. Tan manida la queja al respecto. Es cierto que el español es de despedida larga y lenta. Que no estrecha. Desde que dices que te vas, hasta que ejecutas y te piras, no hay forma de medir el tiempo. Se dan la vuelta los cronómetros. El asunto tiene su propio proceso. Intransigente o intransferible o incomprensible. Que si el que se quiere ir eres tú, invitado, que mañana madrugas, no te apetece boicotear el divertimento. Ni perderte lo que va a pasar en cuanto te vayas. Lo primero es que te van a poner a caldo por marcharte. En esas están tus pensamientos Que lo mismo te levantas y no pasa nada. Hasta luego. Hasta luego. Y has aguantado una hora los bostezos a base de ponerte ciego de azúcar,  entre las chuches y los heladitos has fastidiado tu régimen del mes entero. Puede ser eso, y entonces te regañas por no haberte ido antes. Te mosqueas. Ya verás cómo se lo pasan ahora. Si me lo cuentan no es lo mismo. Y toda la vida se la van a pasar recordándomelo. O puede que al levantarte pongas punto y final a la cena, entonces te sientes culpable. Quedas como el aburrido del grupo, cuando en realidad estaba todo el mundo deseado disolver.

La frase: "estos señores tendrán que descansar" resulta de bastante utilidad. Pero puede ser rechazada con manotazo por el anfitrión ofreciendo otro gin tónic. Quedas como un pazguato. Difícil equilibrio, entre la educación y el agotamiento. Si se va uno demasiado pronto, parece que ha sido un desastre la convocatoria. En España el “cuanto más, mejor" se lleva hasta el límite lo imposible y del aguante. Debería haber un pacto al entrar: la cena de 20:00 a 24:00. Punto. Se echa el cierre.  Seguro que el protocolo establece reglas para todo eso. ¿Pero quién hace caso al protocolo en una cenita que estamos tan agustito? Y es que luego pasa lo que pasa.  Yo he  estado en comidas que han empezado a la hora del aperitivo y han terminado bien entrada la madrugada. Buscando acomodo en los sofás los más perjudicados. Sin necesidad de complementos. Una cosa lleva a la otra. Todo empieza a base de botellines bien fríos. Las gildas que no falten. Que si unas patatuelas, un poco de queso con sus uvas; y el jamón, que se ha oreado y suelta ese brillo que lo hace irresistible, unos picos de relleno.  Un arroz bien regado. Los postres,  el café,  la copa. Y de pronto son las ocho de la tarde. Es lo malo de las comidas, que se alargan sin darte cuenta. "Voy a meter unas pizzas en el horno". Y vuelta a empezar. El día de la marmota. Sin más.  Eso no tiene fin.

 

Lo peor no ha llegado todavía, viene después de salir de la casa, o cuando cierran el bar. Las despedidas. ¿Te he dado un beso? Bueno, pues te doy otro. Y entras en bucle. Te falta tiempo, todo te parece poco. Que tienes tanto que contar. Que no os habéis puesto al día. Que no te quieres ir. Lo engullido, y sobretodo lo bebido,  hace que suban los decibelios. Igual que la gente en la piscina. Que grita. No se sabe por qué,  pero gritan. Es acercarse al bordillo y empezar a berrear.  Al despedirnos, lo mismo. Los vecinos se quejan. Y la disolución es lenta. Muy lenta. Se van apagando las voces y viene el sueño. Se estiran los adioses, elásticos y con tendencia a infinito.



5 comentarios:

  1. Y qué verdad, todo :)

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  2. La de horas de vida que he perdido despidiéndome... 😃

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  3. Pues yo diría.... la cantidad de horas que ganado despidiéndome

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  4. Ganar o perder. Todo es relativo

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