07/08/2025

¡QUÉ BIEN SE ESTÁ!

Esa frasecita termina así: “en agosto en Madrid“. ¡Qué bien se está en agosto en Madrid! Aparcas en la puerta, no hay atascos, se tarda cero coma en llegar a los sitios. En el trabajo hay cuatro gatos y por la tarde se está genial en la piscina. No hay que reservar mesa para comer en ningún sitio. Con éstas y algunas otras frases - sandeces se consuelan los pringados que se tienen que quedar en agosto en Madrid. Porque quien se queda en Madrid en agosto es un “pringao”, está porque no tiene vacaciones, porque ha suspendido, porque no tiene un duro, porque no tiene amigos ni sitio a donde ir. En Madrid no queda nadie, ni los mendigos que frecuentan las escalera de acceso a las iglesias hacen acto de presencia. No se ofrece el servicio de limpieza de parabrisas en los semáforos a cargo de una banda de rumanos normalmente camuflados mientras la luz es verde y que salen de la nada en cuanto se empiezan a parar los coches. En Madrid en verano no hay nadie, salvo estudiantes tardíos y médicos de guardia, y hospitales llenos de ancianos olvidados.

En fin, los motivos no son "que guay, me voy a quedar en agosto en Madrid" No. Oí a Boadella decir algo así como que no es ecológico viajar, vale. Con la gracia que lo cuenta él, todo vale. Mejor que Feijó que no sabe gastar una broma. Con lo de que “las vacaciones están sobrevaloradas” ya ha perdido toda la ventaja que tenía sobre Sánchez.

A la mísera vida que te espera en agosto en Madrid se le suele añadir la falta de noticias necesarias para periodistas y locutores que hacen rellenar los telediarios y periódicos con la magnitud de las olas de calor consecutivas que atacan la ciudad. Siempre extraordinarias. Cada vez más. Otra desgracia común que entretiene de susto a la audiencia son los incendios que asolan los alrededores de la capital o el país en general y arrasan con las masas arbóreas que aún quedan en la región. Este año las cenizas han llegado desde Francia a Cataluña.

¿Qué mejor respuesta a una frase hecha que otra? “El que no se consuela a porque no quiere”

Donde se está bien en agosto es en La Barrosa, Costa Ballena, Sancti Petri, Zahara, Cádiz; San José, Almería; La Antilla, El Rompido, Huelva; Comillas, Santander; La Concha, San Sebastián; Jávea, Alicante; Cangas, Pontevedra; San Juan de Luz, al fondo del Golfo de Vizcaya, a orillas del Mar Cantábrico; La Costa de los Pinos, Mallorca; Segovia. En Punta Cana o en Londres; en París, Francia o en los Picos de Europa; en Navacerrada, en Robledo de Chavela o en Camorritos o en Riaza; o entre los olivos toscanos o navegando por el Mediterráneo; en caravana recorriendo Europa con dos mudas; haciendo el camino de Santiago. ¿Que hace mucho calor?, ¿que llueve?….¿y? Estás de vacaciones. ¿Qué puñetas haces en Madrid un seis de agosto? ¿Ir al Prado? ¡No fastidies! ¿Ir al cine, que no hay colas?. ¿Ir a comer a ese restaurante donde nunca te dan mesa? ¡Está cerrado!, alma de cántaro. Al Prado procesionan habitantes del cono sur que han cambiado de hemisferio y estación huyendo de las nieves. Y aquí están, 40⁰C a la sombra, dispuestos a impregnarse de lienzos y aprovechar el rato al refugio del aire acondicionado.

En agosto cierran las terrazas de Madrid. Y las que  no cierran, abusan de los chorritos de agua que hacen que se nos rice el pelo a las de cabello fosco (rizado, decía mi madre, cariñosa). En agosto no hay quien respire en Madrid. Agosto en Madrid recuerda a los días de pandemia pero con las calles invadidas de fresadoras y pavimentadoras que ayudan a aumentar la temperatura colaborando junto con las máquinas de aire acondicionado a caldear el ambiente. Sí, porque el aire acondicionado es guay para el que está dentro de la vivienda, pero de la masa, chorro de aire tórrido que aportan al exterior las máquinas, poco se habla.

Madrid en agosto está cerrado. Con cartelito de esos que cuelgan de un clavo o chincheta, reversible. Están abiertos Zara y El Corte Inglés de milagro, para alivio del despistado paseante. Sí, Mercadona y el Unide de la esquina, también. Irrelevante. Se caducan las mozarelas los yogures. Los plátanos se oscurecen. La poca gente que entra a los súper lo hace para refrescarse, le importa un comino la compra. Los dependientes bostezan sin disimulo. El que se queda en Madrid es un paria, un expatriado, un pobre de pedir, un ser asocial, un antipático, un infeliz, desventurado, entrará primero al reino de los cielos.

Y es falso que en el trabajo se esté genial. Puede ser que haya un bajón, pero si no lo hay, eres el único pringado que queda para hacerlo. Así que olvídate del cine de verano y la piscina vespertina. Ya lo decían los Refrescos.

Podéis tener Retiro, Casa Campo y Ateneo

Podéis tener mil cines, mil teatros, mil museos

Podéis tener Corrala, organillos y chulapas

Pero al llegar agosto, ¡vaya, vaya!

Aquí no hay playa.

¡Vaya, vaya!

En agosto en Madrid se está bien cuando se ha ido uno en julio de vacaciones, y durante el mes ocho subes y bajas a diario de tu casita de la sierra, donde se duerme con edredón y duplicas el día a costa de madrugones. Y el verano acaba con las fiestas de la Sierra. En caso contrario, en Madrid en agosto no hay excusa para quedarse. Madrid en agosto está cerrado.

Y aquí estoy, en Rosales, viendo el atardecer desde una terraza y disfrutando del aire que sube por entre los árboles del parque del Oeste. ¡Ea!


27/07/2025

EN EL HOSPITAL

Inspirado en una reflexión que compartió conmigo mi prima "granaina",  cojo la hebra.

Y es que  la vida de un paciente en un hospital es digna de análisis.  Por motivos personales me encuentro en una situación de visita recurrente a un centro hospitalario. He oído sobre la equiparación del paciente con el preso. A la llegada, previo al ingreso le despojan de todo, de su ropa, sus pertenecías; se trata de una suerte de humillación en la que el paciente queda a expensas de extraños. Es casi preferible que no sea consciente de ello porque al susto de lo que impone el centro en sí por las eventuales consecuencias ignoras casi más en el caso del enfermo que del caco, se suma el despojo y separación de esas pequeñas cosas con las que uno se identifica y por supuesto, el móvil. No es que lo material te haga sentir seguro,.que no es eso. Si no se es consciente, los efectos colaterales y adversos, disminuyen. Fuera broma, cuando entras en el hospital te quitan los pendientes, anillos, reloj. Estoy de acuerdo con que lo importante es la salud y que no hay que perder el foco. Pero ni el foco ni la dignidad debe perderse. Porque recién operada, nada como unas perlas, collar y unos pendientitos que cubran tus lóbulos para disimular la anemia o la mala cara y estar con un pelin de buena pinta para las visitas. Entre los pelos, la falta de maquillaje (o de afeitado del varón), el aseo rudimentario y esa prenda que sustituye tu ropa, tan cómoda para enfermeras, auxiliares y médicos en el proceso de tu humillante despelote...se compone con todo eso el cuadro que es cuando menos cubista. Cariño, te voy a poner un enema. Cariño te depilo por aquí y por acullá. Cariño no. Llámamepor mi nombre. Que lo importante el curarse. Y la dignidad. Insisto. Que menudo cuadro. Díganme qué me van a hacer, que me pasa. No informen a mi madre, a mi marido, a mi hijo. Mirenme y díganme de qué se trata, que estoy enfermo pero ni sordo ni tonto. Que el oído, como el tacto,  es lo último que se pierde. Reclamo un trato al paciente como una persona que es  que bastante tiene con lo que le pasa.

El otro día, haciendo pasillo en un Hospital me encuentro con un amigo, conocido, admirado...al que hacía años que no veía. ¡Qué situación! ¡Qué alegría de encontrarle!. ¿Qué te pasa? Preocupada yo a mitad de la algarabía del reencuentro. Vestía el mismo camisón que el resto de los pacientes y arrastraba el palo del suero. Tan contento recorriendo pasillos después de un mes casi en el otro barrio. Iba de padeo, a recorrer mundo. Ya con el síndrome de Estocolmo. Como si fuera vestido de polo, chinos y castellanos. Mi amigo, ingeniero, premio Adonáis de poesía, erudito, pianista, guapo, listo, ojos de mar, voz de cueva. Y no doy más datos que las enamoradas le van a petar el WhatsApp. Mi amigo era el de siempre. Algo más gris, por la falta de luz y el encierro y el uniforme y las canas. A mí solo me preocupaba que no se le viera el culete. Iba tan tranquilo, consecuencia de la desaparición del pudor inducida por la pérdida de identidad y voluntad que supone la entrada en el hospital y entregarse, cual amante, al engranaje de la Sanidad, pública o privada.  El paciente se somete, se entrega, obedece, parece un polluelo esperando el alimento de la madre...se produce un estado de alienación que conjuga con el malestar y seguro que es peor para la salud que el conocido riesgo de infección que hace que se produzcan más altas hospitalarias que enfermos que se van sanos a casa.

El enfermo está en su habitación esperando al médico que nunca se sabe cuando venir. Debería ser informado de la hora de visita porque el que se quiere ir a casa, por mal que se encuentre, se asea antes de que la primera enfermera pase a medirle la temperatura, tensión. Se estira, se quita el pijama y se pone guapo. El médico puede llegar a las 8:00 o a la una. Depende. Pues no debería. El enfermo memoriza lo que quiere preguntar, que se quiere ir, que ya está bien. No tiene otra cosa en la cabeza. Todas las respuestas a sus dudas son "cuando llegue el doctor". Y llega el doctor, que alguno hay que ni le mira si está muy malito y se dirige a los parientes. Un respeto doctor, que el paciente es mayor de edad. Es mayor pero está lucido y quiere saber él lo que le pasa y contarle él como se siente. No estar a expensas del teléfono escacharrado. Hable con él que igual no quiere que los demás oigamos parte de la información. Que es su vida. Su enfermedad. Su intimidad y su dignidad para vivir y para estar malito. Es importante para el paciente saber. Saber qué le pasa, cuándo le van a operar, cuándo le van a hacer el escaner o la resonancia. Que no digo yo que no haya imprevistos. Que se lo digan a Jorge,  querido Jorge, que tras larga espera le iba a hacer una magnífica operación el 11M del 2004. Se tuvo que volver a casa. Claro.

Luego está el descanso nocturno. Que no depende del estado del paciente si no del turno en sí.  Enfermeras y auxiliares entran y salen de las habitaciones con los mismos decibelios sea cuál sea la hora del día o de la noche. Miden parámetros y despiertan al paciente caiga quien caiga. 

Y la comida del hospital. Otro rollo. Que no estamos en el Ritz. No. Ni en la franja de Gaza. Vamos a ver. No hay quien se coma la comida de hospital. Con los medios que hay ahora, no hay derecho a esas papillas y purés, a eso que le llaman pescado o filete. Un poco de interés hace falta para mejorar ese tema. Tanta comida de autor. Que llamen a José Andrés, que no se vaya a las fronteras del conflicto.  Que venga a nuestros hospitales a dar aunque sea pautas. Y por favor nada de compotas llenas de aditivos.

Y por último, pero no menos importante: las visitas. Las hay express y las que buscan el sillón para apoltronarse. Bajo a yomar un café y subo. ¡No subas! Me decía una amiga, que está la visira que lleva bombones al enfermo que está con salmonela, la que levanta la sábana para comprobar si se ha hecho la cera la chavala; lo comentará en el bridge, sobre el tapete verde, con las amigas y un gin tonic. 'Ni depilada iba la pobre". Con lo mal que estaba. Y luego el que no para de hablar.  Que generalmente aprovecha para contar al enfermo sus propias dolencias o pasos por quirófano.  Todas las visitas se agradecen, todos los presentes,  la planta, las palmeras, los caramelos de la Pajarita. Pero hay una norma. Hay que hablar al paciente pero.sin esperar que te conteste, y procurando que no se  sienta obligado a intervenir en la conversación.  Por tanto,  en caso de dos personas visita, hablad entre vosotros, incluid al enfermo pero no le atosigues. Y nunca le subestimen.  Él es el objeto de tu visita al hospital.  No lo olvides.  No es un acto social. No vas a echar la tarde. No eres el niño del bautizo. 

26/07/2025

LAS DESPEDIDAS O NOS VAMOS A IR YENDO


Tres tiempos verbales en la misma frase. Ríete tú (rite) de la música alta, nada.que envidiar a la movida que se organiza cuando cierran los bares. Tan manida la queja al respecto. Es cierto que el español es de despedida larga y lenta. Que no estrecha. Desde que dices que te vas, hasta que ejecutas y te piras, no hay forma de medir el tiempo. Se dan la vuelta los cronómetros. El asunto tiene su propio proceso. Intransigente o intransferible o incomprensible. Que si el que se quiere ir eres tú, invitado, que mañana madrugas, no te apetece boicotear el divertimento. Ni perderte lo que va a pasar en cuanto te vayas. Lo primero es que te van a poner a caldo por marcharte. En esas están tus pensamientos Que lo mismo te levantas y no pasa nada. Hasta luego. Hasta luego. Y has aguantado una hora los bostezos a base de ponerte ciego de azúcar,  entre las chuches y los heladitos has fastidiado tu régimen del mes entero. Puede ser eso, y entonces te regañas por no haberte ido antes. Te mosqueas. Ya verás cómo se lo pasan ahora. Si me lo cuentan no es lo mismo. Y toda la vida se la van a pasar recordándomelo. O puede que al levantarte pongas punto y final a la cena, entonces te sientes culpable. Quedas como el aburrido del grupo, cuando en realidad estaba todo el mundo deseado disolver.

La frase: "estos señores tendrán que descansar" resulta de bastante utilidad. Pero puede ser rechazada con manotazo por el anfitrión ofreciendo otro gin tónic. Quedas como un pazguato. Difícil equilibrio, entre la educación y el agotamiento. Si se va uno demasiado pronto, parece que ha sido un desastre la convocatoria. En España el “cuanto más, mejor" se lleva hasta el límite lo imposible y del aguante. Debería haber un pacto al entrar: la cena de 20:00 a 24:00. Punto. Se echa el cierre.  Seguro que el protocolo establece reglas para todo eso. ¿Pero quién hace caso al protocolo en una cenita que estamos tan agustito? Y es que luego pasa lo que pasa.  Yo he  estado en comidas que han empezado a la hora del aperitivo y han terminado bien entrada la madrugada. Buscando acomodo en los sofás los más perjudicados. Sin necesidad de complementos. Una cosa lleva a la otra. Todo empieza a base de botellines bien fríos. Las gildas que no falten. Que si unas patatuelas, un poco de queso con sus uvas; y el jamón, que se ha oreado y suelta ese brillo que lo hace irresistible, unos picos de relleno.  Un arroz bien regado. Los postres,  el café,  la copa. Y de pronto son las ocho de la tarde. Es lo malo de las comidas, que se alargan sin darte cuenta. "Voy a meter unas pizzas en el horno". Y vuelta a empezar. El día de la marmota. Sin más.  Eso no tiene fin.

 

Lo peor no ha llegado todavía, viene después de salir de la casa, o cuando cierran el bar. Las despedidas. ¿Te he dado un beso? Bueno, pues te doy otro. Y entras en bucle. Te falta tiempo, todo te parece poco. Que tienes tanto que contar. Que no os habéis puesto al día. Que no te quieres ir. Lo engullido, y sobretodo lo bebido,  hace que suban los decibelios. Igual que la gente en la piscina. Que grita. No se sabe por qué,  pero gritan. Es acercarse al bordillo y empezar a berrear.  Al despedirnos, lo mismo. Los vecinos se quejan. Y la disolución es lenta. Muy lenta. Se van apagando las voces y viene el sueño. Se estiran los adioses, elásticos y con tendencia a infinito.



13/07/2025

WHO IS WHO

 

Vamos a ver. Cuando estás viendo el tenis. Un suponer. Como si de fútbol se tratara.  Mientras enfocan a los tenistas, atención a la pista. Que hay saque, silencio,  que hay juego, mutismo total. No se aplauden los fallos. Norma de buena convivencia.  Educación y elegancia ante todo. 

Que enfocan a un caballero en la grada. Quiero saber quién es. Así es que, apreciados comentaristas deportivos, hagan ustedes el favor de estar a lo importante. Infórmese. Porque distingo a Brad, sí,  Agassi, Borg ha cambiado, aunque no le falte pelo, la melena es diferente. Y la de su compañera de pupitre Rosa chicle. ¿Quién es? McEnroe es el mismo de siempre. Se ha copiado a sí mismo en personaje tranquilo. Pero enfocan al banquillo, informen, caballeros,  quién es el padre, la novia, amigo...hermano. ¿Y esa señora del pañuelo quién porras es? Aplaude como loca al local y al equipo visitante. Controla. 

Al Rey no le hace falta que lo presenten. Ni al Príncipe local y su chaval. ¿Alguna otra realeza? ¿Algun royal? ¿Alguien que se quiera esconder bajo Panamá o palmera-pamela? O detrás  de esas gorras tipo Trump. Por cierto, esa moda del americano de ir con gorra, a juego con la primera dama. ¿Será para que no vuele su flequillo? 

En fin, aunque sea de incógnito, los asistentes, acomodados en las gradas son motivo de curiosidad en cuanto salen  en pantalla. Enfocan a una fila de gafas de sol en ristre. Estos británicos no saben de sol, pues no hay sombra. Así que, las gafas sobran. Déjeme que le vea los ojos caballero. De fina estampa.  En cualquier caso, a la par que ocultan arrugas, disimulan expresión y evitan que se les pille el gesto. Que no se quién eres. Si no van a dar información de lo que sale en pantalla, ruego no me distraigan del juego. Que a eso he venido. 

Todo se debe a estas plataformas. Que son de pago, sí,  y tanto pago.  Porque uno emite y solo uno y el que comenta (tropecientos,  cada uno para su pais o su cliente) es como si fuera un espontáneo que estuviera viendo el partido como tú, pero que de profesión es comentarista. O ex tenista. O ex entrenador. O locutor. Tanto da. Está vendido a una cámara cuyo contenido no controla. Y comenta lo que ve como tu y como yo. Nosotros sin su revés. Claro. 

16/06/2025

A VECES NO QUIERES ESTAR MEJOR

A veces no se quiere estar mejor. Por lo que sea. No es que  no se pueda, que a lo mejor  tampoco. Pero hay más.  Ojo que esa teoría tan en boga que vincula que "si quieres puedes" es falsa y solo genera, como la persecución de imposibles: melancolía. No siempre la voluntad va intrinsinsicamente unida a alcanzar el éxito. En definitiva, estar jodido es lo que tiene. Que uno se acostumbra. No es que le coja gusto. Que no es eso. Se relame las heridas, se regodea, echa una lloradita. Sigue. Y luego está mal otra vez. Como si volviera a un sitio conocido. Sabe dónde está cada cosa. Asocia la felicodad eventual con el desorden del universo. Se le escapa. La sola idea de salir de ese control produce un vértigo del que el protagonista no sabe si va a poder hacerse responsable. No es una zona de confort porque no lo es. En definitiva, que no quiere estar mejor. Cuando oigo esa frase siempre me acuerdo de Antonio. Grande Antonio. 

No volveré a recorrer el camino
que con el tiempo tracé contigo.
Y en ese bar donde quedé dormido,
no quiero despertarme y encontrarte nunca más.
¡Oh,no! Ahora quiero estar mejor.
¡No! Ahora quiero estar mejor.
Recordarás el tiempo que ha pasado,
y me verás al ver que has ganado.
En tu novela y en tus personajes,
no quiero que mi nombre aparezca nunca más.

Él sí quería estar mejor. Y dándole vueltas a esos y otros asuntos,  leo algo que de golpe me pone mi sitio: "A veces no queremos sanar porque el dolor es el último lazo con aquello que hemos perdido" ¡EsoSiempre hay gente más lista que uno. La humildad favorece mucho el aprendizaje. Me ha dejado tambaleándome. Estoy en la cima de un juego de agua, de uno de esos toboganes por donde los niños suben y bajan con las manos abiertas al cielo y sonrisas nerviosas y gritos de miedo y alegría que llenan el aire. No sé si estoy en un punto alto o en uno bajo, o si he llegado a un cambio de rasante, punto de inflexión o silla de montar. Lo que es seguro es que esa frase enhebra el dobladillo de mi día. Encorseta razones y ordena de alguna manera un barullo que me bullía. Ahora lo veo mejor.

La pérdida es incomprensible y los mecanismos para recuperarnos, a veces difíciles. Es difícil coger los mandos, enjaretar el día y poner rumbo, timón en mano. La pérdida, por mucho que se anticipe, duele de un modo irracional. Hay quien se recompone antes y quien no se recompone nunca. No es verdad que el tiempo lo cura todo. El tiempo pasa, sí, pero no cura. Se acostumbra uno, quizá, o no. 

Entiendo que es ese lazo deshilachado que nos une con lo perdido,  lo que no queremos soltar por muy ajado que esté, porque en cierto modo es una suerte de esperanza que en realidad es lastre que no nos deja salir a flote. Se convierte en amuleto, cual camiseta llena de agujeros que no quieres tirar. Esas que de tan suaves parecen piel propia. Pero sí, nos une con lo que está ya muerto, caduco, acabado, y nos impide salir adelante. Porque en realidad no queremos salir. No. Queremos que él no haya muerto, que no haya encontrado una chavala que le haga más tilín que tu. Que la enfermedad no haya ganado la batalla. Ser más rápido que la guadaña y que la suerte misma o el azar que colocó las piezas de determinada forma. Y no es posible. Es loco, disparatado. Pero es así. Queremos burlar la realidad y no se puede; entonces nos queda ese hilo que es seguir estando triste. Que nos recuerda a él, nos une de una manera que nadie puede alterar porque reside en nuestra propia cordura, o falta de ella.

13/06/2025

NO LO MERECEMOS

Siempre pensé que ser político, tener un cargo público, suponía más de dedicación, compromiso y pasión que de otra cosa. El servicio público por encima de todo. Soy hija de funcionarios convencidos de lo que significa la función pública. Del deber por encima del sueldo. Del compromiso.

Pero miro a nuestro elenco parlamentario y esos tipos que tienen que parecer honrados además de serlo, no están a la altura. Ninguno (salvo honrosas excepciones). No los conozco en lo personal, así que no pretendo insultarles, ni atacarles. Meterme un poco con ellos, sí. Seguro que son buena gente, bellísimas personas, padres ejemplares y honran a sus mayores. O no. No roban ni matan. No. O sí.  Yo hablo de su versión pública. Porque nos representan. Porque los hemos elegido con este que se supone que es el mejor de los sistemas. La sagrada democracia.  Miro al congreso y me avergüenzo. De todos, pero en particular de los que se apoltronan en primera fila. Sillas azules. Y de la oposición con mayoría no suficiente para gobernar. Veo un parlamento de risas y chascarrillos.  Ambiente de patio de colegio gamberro. De a la salida te espero. No me gusta.

 

Me dan vergüenza ellos. No hablo de los pequeños, o sí.  Da lo mismo. En cuanto tocan el poder se hacen iguales. Pienso en España, pero puedo cruzar fronteras. Y también me avergüenzo. Un presidente que dice de otro que está loco. Que acusa a otro de oler mal. Presidentes de países occidentales que defienden la guerra. Que ni siquiera se excusan.  No entiendo nada. Y luego al otro que le  da una cachete su señora delante de las cámaras. ¿En manos de quién estamos? Oscuros razonamientos económicos y de poder justifican movimientos y cambios de chaqueta. Me abochorna el chantaje al que están sometidos unos por unos cuantos. Sí.  A quién le importa en Europa que sea oficial o no el catalán o el vascuence. Bastante tenemos con el guirigay que hay ya. Pero es que no toca. Se entretienen en la superficie, las paguitas, los trenes gratis,  y dejan el mar de fondo, Que aquí al lado, en los Urales, están desapareciendo los Ucranianos. Que en Libia, Siria, Israel hay otra montada de muy señor mío. Váyanse a la mierda presidentes. Me importa un carajo si la culpa es de la comunidad o del gobierno central, déjense de leguleyos y manden la ayuda de una vez. Busquen la paz sin calibrar el beneficio, hablen, que para eso están.  Negocien. Tanto me da de quién es la culpa. Usen con cordura el dinero que viene de Europa. Y ustedes, oposición, no les sigan el juego. Porque es más de lo mismo. ¿Qué es eso del ir al congreso a charlotear?. Que no. Que son ustedes quienes nos representan. Que están trabajando. Aquí se intercambian insultos y en Europa tan amigos.  No.

No doy crédito. No puedo entender que se escuden y se escondan detrás de una consigna para defender lo indefendible. Unos y otros. Vence el relato.

Que dejen huir a un prófugo en plena calle para atornillarse a un escaño. Que nos enfrenten con sus mentiras para dividir de nuevo en las dos Españas a este pais que ya se había reconciliado. Que tanto nos había  costado reconciliar. Unos y otros. Tanto monta. Porque dos no se pelean si uno no quiere. Y dos no hacen tándem si no son de la misma calaña. Suban los azules o los de la rosa va a dar más o menos lo mismo. Las consignas vienen de otro sitio: Europa, ONU, UE,  OTAN rataplán, rataplán. Tenemos una banda que no sé qué orquesta. Porque no sé enteran de la música. Se han salido del partido. Han olvidado por qué están ahí. Porque nos representan.

Nos tienen mareados que si los papeles de un caso. Morralla. Que si la corruptela de cual. Fruslerías. ¿En qué gastan nuestros impuestos señorías?.  Eso no es gobernar.  Ponen en peligro la separación de poderes, dudan de jueces...y mientras tanto nos distraen con líos de cama.

También un vicepresidente antiguo tuvo un hermano de "usted no sabe con quién está hablando". Un presidente cuya mujer, hoy ex, fue primicia en leguaje que hoy llamarían inclusivo al dirigirse a los jóvenes y jóvenas. En el ínterin que un día es la mujer, otro el hermano, tesis copiadas, chuletas en exámenes, ahora una que nadie conoce que dice que está investigando para escribir un libro. En un despacho de abogados.  Y los tertulianos o los del banco azul se indignan porque se grabó la reunión. Las reuniones ahora,  Carolina, se graban. "Descansa". ¿Que es ilegal?. No sé. Hay un aviso al empezar todas esos teams y zooms en el que se anuncia la grabación.  No te hagas la sorprendida. Foco. Lo malo es lo que se dice en esa cita. En cualquier caso, si lo grabado es tan grave habrá que echarle legalmente un vistazo.

Pero lo peor es el nivel del personal. La catadura moral. Increíble. Lo de amañar elecciones y cambiar urnas es pacata minuta comparado con lo que hace esta panda. Desde luego, se le escapa la importancia que le da "Hombre, fueron dos votos " ¿cómo?. Un solo voto es pecado ya. No me vale que todos son iguales, los políticos. Cierto, porque si tus novios te salen rana, hay que ponerse serio con el tema, sí. Que no es que se haya saltado un semáforo su chico, presidenta. (He venido a repartir). Que luego ha habido mucho alboroto, también. Se ha convertido la política en demagogia.  Sin fondo, solo con forma y palabras huecas, grandes escenificaciones. Esto no es yo soy del Madrid tu del Atleti.  No va de ganar la liga. No. Yo no quiero oír discursos ni frases manidas.  Hasta la coronilla estoy de eslóganes y monsergas. No es eso. No es eso. 

No es efecto espejo. Se llama transferencia. Efecto espejo "es un principio espiritual que nos invita a mirar nuestras relaciones con los demás como oportunidades para comprendernos mejor a nosotros mismos" Presidente,  se refiere usted quizá a la transferencia? "proceso mediante el cual un individuo transfiere inconscientemente emociones, deseos y expectativas que originalmente experimentaba hacia figuras significativas de su pasado, a otra persona del presente?. ¿Se refería quizá, presidente a lo fácil que es ver la paja en el ojo ajeno?.

Y señores de la oposición,  esto no consiste, su labor, en ser un tertuliano más.  No. Dejen esa labor a quienes son profesionales del asunto. Ustedes deben ser oposición,  no alborotadores, no dirigen un show de un programa del corazón. Dejen trabajar a jueces y fiscales, que se les escapa el meollo con tanto follón. No es un circo donde están ni unos ni otros. Utilicen con respeto el parlamento.

Al inicio de esta redacción no había tenido lugar el losientopunto2. El primero fue estoyenamoradodemimujer (a mí qué me cuenta, presidente)y el segundo pidoperdónyonosabíanadapuntocom. Cualquier jefe cuyo segundo de a bordo salga rana, se hace cargo. No me vale el yo no sabía nada. Haberte enterado. que para eso estás. Si lo sabías porque lo sabías si no lo sabías porque no, ya sabes dónde está la puerta. Visto lo visto, era algo más que paja lo que se le había metido en el ojo. Y oposición, socios, arreando que es gerundio, que vosotros tampoco tenéis desperdicio.

Hay que lavar de verdad los trapos sucios, limpiar la cámara. Y otra cosa, a las conferencias de prensa, se llega "llorao".

10/06/2025

CRÓNICA DE UNA AUSENTE

7 de junio del 25.

He visto las fotos. He visto las risas. ¡Qué bien debisteis pasarlo!. Una  reunión de antiguos alumnos ya la describió Javier Marías en su momento. Él,  que además también fue al cole.  Y conoció a todas las Señoritas, a los señores. Al Paco. A la Tere. Y por supuesto a la señorita Jimena.

Yo siempre he sido un poco la pegatina en el cole. Fuimos las nuevas de COU.  Me sentí recibida mejor que en brazos. Un chico altísimo se acercó a mí y me presentó a sus altísimos amigos. 

Flipé cuando llegué en noviembre a Valdemarin y vi a un montón de chavales en pololos y el Paco azuzándoles para que saltaran de las terrazas. Usaba algunas palabras que hoy están, ya no digo sujetas a sanción, están fuera de uso, prohibidas por la RAE. Nevaba en Madrid. Y allí no rechistaba nadie. Tan contentos y orgullosos.

Tengo solo recuerdos de un año del cole. Pero hay muchas personas que conocí ese año 1982 que  me han acompañado hasta aquí. 38 años. Se dice pronto. Cerca, presentes. A otros les he visto un poco menos. A algunos casi nada.  Pero el reencuentro con cualquiera ha sido cada vez un "decíamos ayer". No en plan tenemos que vernos más. (Palabras huecas. Oídos sordos).  No. Simplemente, retomar un hilo de una conversación que se quedó en algun sitio y se activa sin más. Sin solución de continuidad. 

En el cole conocí a muchas de las personas que han sido más importantes para mi. Aunque ellos no lo sepan, o sí. El colegio cambió mi vida completamente. Para bien.  Claro. El año de COU lo recuerdo uno de los mejores. Supongo que estudiábamos mucho. Pero solo me vienen a la cabeza las anécdotas, las risas en clase, con el Sr.  Sos o los hermanos Soria, Rafa Castillo, el Sr. Bauluz en dibujo, fumando, o Elena Flórez que estuvo a punto de dar a luz en alguna clase. Y luego los cafés y los fines de semana entre el Penta, la Vía Láctea y las fiestas en casa de alguien que cumplió años un montón de veces ese 1983.  Recuerdo pasármelo genial. 

Pasé todo el año en primera fila en clase, por ser la nueva. Pero ni eso me tocó la moral. Me costó entender esas cosas que os parecían tan normales a los demás. Además de los saltos imposibles sin romperse ni un hueso. Como lo de señor ¿puedo ir a un sitio?. Yo pensaba ¿A qué sitio?. No bailé en el Auto, ni me sabía las canciones, para mi vergüenza, aunque me emocioné cuando lo vi por primera vez. No salté la mesa alemana. Por lo demás, para mí fue como si hubiera estado allí, en el cole, desde el principio. Aunque realmente siempre fui una infiltrada.

De una reunión parecida a la del sábado Javier Marías decía que todos iban "disfrazados de mayores". Así os vi yo, aunque solo a través de las fotos.  Esas risas podía oírlas. No hay canas, ni tinte, ni calvicie que altere todo eso. No hay barriga ni atolondramiento con el que la edad nos castigue ni confunda que borre esa energía, esa luz que sale de los ojos cuando se encuentran los amigos de la infancia. 

Felicidades a los organizadores y gracias.




01/06/2025

PARA EL TREN

 

Palencia existe y tiene tren, como Santa Marta. Aunque no tenga tranvía.  Tampoco. Hay un cambio de ancho incluido en el trayecto.  No le falta un perejil al trayecto? Por otra parte ameno aunque monótono.  Ya sabemos de la algarabía que se puede encintar en los campos de castilla. Que se lo digan a Don Antonio.

La paradita hace que la velocidad media se vea afectada. Ya lo tendrán en cuenta operadores en su estimación de hora de llegada. Pero para el usuario llano, parar 15 minutos en un viaje de un par de horas, hora y media, afecta. Afecta de un modo subjetivo. Si. Porque a dónde van a parar los cuartos de hora si es en buena compañía.  Pero aquí interviene la idea de progreso. La sensación de modernidad en este tren sin ventanas que atraviesa la meseta como una herida que ya no se va a cerrar nunca. Mucho AVE, mucho Alvia, que la paradita no te la quita nadie. "Ventajas de viajar en tren". Gran título de Orejudo. Y es que el tren mola. Es de los pocos medios de transporte en el que el cinturón no es obligatorio. No sé si existe.  La  libertad de movimiento.  Los espacios. La conversación.  Sí.  La conversación.  El paisaje. Me gusta viajar en tren. Padre nos decía cuando éramos pequeñas y se tardaba una vida en llegar a Segovia antes de Guiomar: apuntad todos los pueblos donde paréis. Las cosas que veáis por la ventana. Y allí iba yo con mi cuaderno. Siempre me saltaba algo porque me quedaba frita. Madrid Segovia tenía parada en todas las estaciones excepto Pitis y los Peñascales. Es mundialmente conocido que allí no paraba ningún tren porque en una hondonada próxima, un edificio anodino albergaba la sede de los espías. Para evitar  tentaciones, se desviaban los caminos y se cortaban carreteras y servicios. Que se lo digan a Rafa Reig. Él se lo sabe mejor.

En fin. En esos trenes sacábamos la cabeza por la ventanilla. "¡Niña no hagas eso que vamos a tener un disgusto! Que hay postes al lado de la vía y trenes en sentido contrario, te van a llevar. Por delante!" Eso era solidaridad ferroviaria.  Como compartir almuerzo cuando no había cafetería abordo en la que te crujieran por un malisimo café. "Aguachirle hija mía". Una cabezadita en hombro ajeno y la conversación. Se nota que mis padres se conocieron en el tren. Madrid Segovia.  De ahí tanto romanticismo. Pero eso fue antes. Años 60.

Estamos en mayo del 25. 36C. Después de las quejas de la lluvia y el frio llegan las del calor y la sequía.  Será el cambio climático o que el clima cambia.  Pero en este tren hace un calor. Eso sí que es malo. Sur para el frio me echo yo una rebequita. Un grupo de palentinos bromea con el tren parado.  Las luces son primero tenues, luego se apagan por completo. Que si vamos a tener que empujar.  Que qué habrá pasado. Que no hay luz y por eso. "Esa es la de emergencia mujer" Quitan el aire. "Pero si la luz va por la catenaria esa" "La habrán robado", "que eso luego se vende muy bien" Risas. "No te lo vas a creer, que en Córdoba robaron las traviesas y a la mañana un paisano vino a ofrecérselas al encargado". Como te lo estoy contando. Pues la catenaria esa, lo mismo. Pasa el revisor. Una señora muy parlanchina, que anima el vagón, le espeta nerviosa: "Mire usted, había pensado yo coger un ladrillo de una obra y echarlo al bolso. Que si paran, con lo que está pasando, que ya me lo olía yo, o abren las puertas o rompo un cristal.  Que me sabe mal que las cosas no funcionen bien. Pero es que tengo mucha angustia. Y por lo menos sentir el aire en la cara". El revisor suspira "terrorista a bordo". Otra señora muy leída le avisa. "Usted es muy sincera, pero mejor si se calla porque la está oyendo mucha gente. Y si pasa algo, ya veremos. Que no digo yo que no esté de acuerdo con usted. Es un consejo que le doy." La primera, de nervio que tiene, está sentada en el borde del asiento. Que no viene a Madrid más que por ver a sus nietos. Pero maldita la hora. Con la cantidad de tarea que le da el campo desde que enviudó.  Ya podían venir ellos que lo mismo de lejos están. Y ella no está para tanta tontería. Qué no le gusta el lío de la capital. Está acostumbrada a sus cosas. La comida de los bichos antes de que canta el gallo. Recoger unos huevos para el mediodía.

34C sin ventanas.  Tren lleno. Sol de justicia y sin aire ni ventilación de ningún tipo. Como vuelva a toser mi vecino de asiento me voy a la cafetería. Coño.  Que se ponga mascarilla. Que no estoy yo para tonterías.

La espontanea sigue charlando. Su compañero de viaje dice sesudo que "no hay tensión bastante. O vamos a 234km/h o ponen el aire. Que las días cosas no se pueden"  Me va a dar un vahído. Anuncian un perdonen las molestias por la demora de 15 minutos acumulada.  Al cabo de media hora. No entiendo lo de acumulada.  ¿Cómo va a ser?. ¿Sin acumular? Retraso o demora es lo que es. Ni acumula ni no. No entiendo. En realidad es sin acumular porque ya van 45 minutos.

Siguen las conversaciones  más interesantes. "No vuelvo a Madrid.  Que soy gafe. Tengo el billete desde hace meses. Con ilusión. “Dice una jovenzuela que anuncia contenta que viaja a un concierto. Bueno.  Esta enfadada con el retraso.  Y yo. Que son las siete de la tarde y he salido de casa a las mismas pero de la mañana. Y ya no estoy para estos trotes. ¿Cómo será el asunto que han repartido agua fría?. Acompañada de un velado "disculpas". Que la azafata no tiene la culpa. Pobre. "Gracias maja".

Nunca fui a Palencia. Como otros no habían pisado Granada.  Visto y no visto. Sólo conozco a un palentino.  ¿Con quién me encuentro en la estación? Con él.  A mi ya no me sorprende. Buen viaje J. Luego me cuentan que el padre de R también era palentino, y que Martínez visitaba el sitio con frecuencia. Y al llegar al hogar, dulce, me llega un correo. "Acaba de viajar con Renfe. ¿Qué le ha parecido la experiencia?" La preguntita tiene bemoles. ¿Se lo cuento?


17/05/2025

MIEDO A LA POLICE

Nací en el 65 (que no en el Mediterráneo), por lo que la policía para mí era un cuerpo confuso. Siempre atribuí la mezcla entre respeto y miedo al hecho que mis padres no fueran muy afines al régimen. La visión de un niño y la interpretación de las palabras de los adultos distorsiona la realidad. En mi caso, con una imaginación tachada siempre de desbordante, se me disparaban las alarmas en cuanto veía un uniforme. Hasta los bomberos me causaban inquietud, superada ésta con creces de tanto verlos-vivíamos al lado del Parque de Bomberos de Rufino Blanco-. Ese sí que es un cuerpo, por cierto. Que se lo digan a la hermana de mi ex novio. Que para alegrarse siempre se acercaba al Parque de Bomberos de Santa Engracia (García Morato en otros tiempos), donde sí que está el CUERPO.


En fin. Con algunas pesadillas y preocupaciones de la infancia crecí rodeada sin embargo de alegría, entre algodones. Entre mis miedos estaba que un día arrestaran a mis padres debido a las cosas que oía, seguramente sacadas de contexto, el caso es que esos temores me parecían fundados. Los susurros, los silencios, los regalos de mi padre cuando volvía de Francia, los libros prohibidos, la música,  y esa gente que venía a dormir a casa o a fumar a altas horas de la noche porque no podían entrar en la suya. Porque les estaban esperando.


El caso es que yo pensé que eran mis fantasmas, pero en las canas de mi vida me encuentro hablando con chavales que estudiaron no ya la guerra civil ni el franquismo en los libros de texto. Han sabido de Tejero por Savia. Juan Carlos es solo el padre del rey, expatriado. Y esos chavales también tienen miedo a la policía. Esa sensación de: ya verás como me pillan con algo. Cuando en realidad no tienes nada que temer. Porque no has hecho nada, eres de los buenos. Se acrecienta el miedo con el desconocimiento. Porque tampoco uno sabe todo lo que es delito. Que si no llevas carné, que has cruzado sin mirar, ¡yo qué sé! Seguro que algo he hecho.


Vas por la calle, un suponer, y eres, yo qué sé, testigo de un robo. Ves a un uniformado, con su chaleco azul. Imponente. La primera idea es contarle, el ladrón iba de traje, parecía un tipo serio. Yo qué sé, acumulas los datos y los ordenas para ofrecer ayuda como un ciudadano de pro. De pronto, dudas. ¿Llevo el DNI? ¿Y si me lo pide? Empiezas a imaginar preguntas imposibles. Que por qué denuncias. Que qué estabas haciendo tu ahí a esas horas. Tan de madrugada, una chavala que tenía que estar estudiando y no zascandileando con chavales. Que si has bebido, o fumado. Te ves en el calabozo. Lo visualizas. Tienes que llamar a tu padre, que nunca fue arrestado, para que te saque de chirona; total, por un momento de vanidad. Querías pasar a la posteridad por denunciar a un pobre diablo que le dio un tirón a una chavala y se llevó su bolso. Imitación de top manta. O del mercadillo de Majadahonda. Tanta parafernalia para nada. Total, que acabas decidiendo que hubiera tenido más cuidado la chica, que a lo mejor no era para tanto lo que llevaba en el bolso. El tabaco, las llaves y el móvil. Un estropicio en toda regla. Pasas de largo ante la pareja de policías, que esconden los pulgares en los bolsillos delanteros de su vestimenta, sin mirarlos siquiera. Tan rápido pasas, que no sabes si son hombre o mujer. No levantas la cabeza, atento a tus pisadas. Intentando no hacer ruido, disimulando lo que no tienes que disimular, porque no has hecho nada. Estás en pánico, no quieres levantar sospechas y cambiar de acera, que es lo que te pide el cuerpo, porque fijo que algo te sacan. Cuando superas el "obstáculo" sueltas todo el aire y respiras. Doblas la esquina y echas a correr como si llevaras viento a favor. No ves el momento de llegar a casa. Encontrar a los padres, achucharles sin motivo, acunarte en su regazo de seguridad. No contarles nada y no volver a salir nunca más en la vida. Prometes ortodoxia y disciplina, te encomiendas a todos los santos que conoces.

Una experiencia propia y no inventada es la de la huelga por La Ley de Atribuciones. Los estudiantes de ingeniería, tan formales e incoloros normalmente, nos echamos a la calle. Y los grises ya no eran tales sino marrones. Les gritabamos irreverentes y al amparo de la multitud. "Esos de marrón, ¿de qué Escuela son?" Nuestra condición de niños bien no impidió cargas policiales ni uso de gases lacrimógenos. Imagino que reacción merecida, por el comportamiento vandálico de unos cuantos. Ajenos a nuestras reclamaciones. 

Hasta hace poco solo hubiera sido capaz de reconocer al "Coscos" y al "Gordo". Los policías municipales de Navacerrada. "Coscos" porque creo que era un poco tartamudo. Y cuando los chavales hacían una trastada, les perseguía levantado la porra y gritando "coscos, coscos (que os)...voy a coger y a decírselo a vuestros, padres" En Nava, si hacías algo, la policía se chivaba a tus padres. Otros tiempos, sin casco en la moto y si documentación.


Pero el otro día me pasó, con todas mis primaveras, algo que me ha cambiado para siempre. Con mi expediente tan limpio como mi carné de baile. Que no estoy fichada. Mi único pecado, alguna multa de tráfico que otra. El caso: Salía de un aparcamiento subterráneo. En la calle una manifestación invadía la acera contraria. En la mía, justo en la salida del parking, un coche de policía tipo tanqueta (así me lo pareció) invadía mi paso. Un policía del tamaño de los miedos de Gulliver se interpone entre el vehículo azul y el mío. Bajo, temerosa, la ventanilla. "Agente", oso a decir. La voz me asoma con dificultad. Se gira el oficial a cargo de la vigilancia. Insisto, pulgares en el chaleco. "Señora". La mano a la visera. "Un momento, me encargo, pase por aquí". Me abrió el paso. Levantó la mano y paró el tráfico. Dos frenazos, dos taxistas. Pensarían que era un ministro quien iba a pasar. Agradecí con mi mejor sonrisa, la más ancha, y un poco de pudor. Eso sí, en cuanto pude, aceleré todo lo que mi Super Fura dio de sí, para alejarme de una eventual solicitud de documentación. "Salga del coche, las manos donde pueda verlas". He visto demasiado cine. Pero por primera vez miré a la cara al hombre que va disfrazado de policía. Y es un señor normal. Desde ese día intento mirar a los policías que me encuentro. 




HAZTELO MIRAR

 

Ni Filomena (ni Filomeno), ni la Pandemia (ni el Pandemio), ni el terremoto de Estambul de hace unos días o el de Chile de hace un par de días (intensidad 7'5, poca broma); ni Cumbre Vieja, a la sazón, volcán de la Palma, ni la Dana de Valencia. Nada como la tormenta de hace un par de noches. Dos de mayo del 25. ¿Qué pasó esa noche?. No me daba tiempo a contar entre el rayo y el relámpago. Olía a quemado, o sea que los rayos han caído aquí. Nos hemos despertado no solo por el ruido.  ¡La luz! Es que parecía que se hacía de día.  No me lo puedo creer. Ya lo decían Abraracúrcix y sus valientes galo. Que solo temían que el cielo le cayera sobre sus cabezas. Pues ocurrió.  Y es que la naturaleza, cuando se pone, es salvaje. Vamos, salvaje es siempre. Pero hay momentos en los que es indomable.  La otra noche fue uno de esos momentos.  Como cuando intentas volver a la orilla y la resaca te aleja a cada brazada. Como cuando las olas baten el arrecife.y

Pensé que si hubeira sido al revés, la tormenta antes  que el apagón, todo hubiera tenido sentido. O al menos se podría haber entendido. Ha caído un rayo en tal transformador. Bueno. Sería mentira pero se comprende. Porque el lío este de q las renovables, que si las nucleares, el sol, las presas y el viento...o no lo entienden bien los que lo entienden, o no lo explican bien. Cuando uno entiende algo bien, loe explica de forma sencilla y con el objetivo único de ser comprendido.  Esto no lo están contando bien. Que si "una oscilación muy fuerte en los flujos de potencia". ¿What? Otra: "A las 12:33 horas desapareció el 60% de la energía que se estaba consumiendo en España durante cinco segundos". Oí tropecientas veces esa frase cuando, desesperada buscando un transistor, decidí meterme en el coche y de paso cargar el teléfono.  Un poco. Tampoco me dice mucho, del por qué.  Que a lo mejor los ingenieros fotovoltaicos y los eléctricos lo ven clarinete. Yo no. Quizá influyó un poco mi estado semiebrio.  Quizá. Pero después Tampoco lo he entendido. Y ya no tengo ni resaca.

En fin. Que me parece a mí que todo esto son señales. Ya no me importa el por qué. No es tanto quién o qué nos las envía. Digo yo ¿Qué más avisos necesitamos para llegar a la conclusión de que algo estamos haciendo mal?. Atribúyelo a quien quieras. Pero parecen advertencias. Deberíamos pararnos a pensar. ¿A dónde vamos?

En pandemia pensamos que habíamos aprendido lo "importante". ¿Qué es lo importante? De entonces sólo quedan los muertos, y los vivos con secuelas. Y el hecho de que si te pasas tres días en casa sin ducharte no parece raro. Pero, ¿cosas buenas? No me sale nada por la b. De la Palma y de la Dana, lo mismo, afectados. Eso aquí, en lo local. Y por supuesto reclamos de responsabilidades, culpas esparcidas cuál cagarrutas. De Filomena un blanco amanecer y mucho lío. Anécdotas varias de esquiar en la Castellana, pero poco más. Es difícil aprender. Va ser verdad eso del hombre y las piedras y las veces que uno tropieza.

04/05/2025

BESOS Y ABRAZOS



Encuentro en internet una serie de tipo.

 - los esquimales, se frotan sus narices;

- los japoneses, se hacen una reverencia, pero no hay ningún tipo de contacto físico;

- los europeos, suelen darse uno o dos besos en las mejillas, en Francia tres, por llevar la contraria, y siempre se queda uno cortado porque no lo hace y se choca con el francés de enfrente. En Italia empiezan al revés (en cuanto a mejilla)

- los americanos solo utilizan el apretón de manos (pues solo besan a sus parejas y familia);

- en la zona de Rusia, se besan tres veces en la comisura de la boca, aunque sean hombres;

- en Hispanoamérica es más común darse un solo beso en la mejilla;

- en muchos países asiáticos el saludo es una leve reverencia con las palmas de las manos juntas.

 

Estas normas básicas no me ayudan mucho. La verdad. Faltan detalles, como los "morreos" tipo el de Brezhnev y Honecker en el 79, que decora lo que queda del Muro de Berlín  y que los visitantes imitan para inmortalizar el momento viajero; el número de reverencias necesarias para que en Japón el saludo sea considerado correcto, según rango y situación de los actores intervinientes. Que en Italia, ya he mencionado, se empieza al revés el par de besos con lo que el riesgo de pico accidental occidental es mucho más alto que cuando mis amigos en la adolescencia jugaban a besar en la comisura, por si por causalidad caía algo.

Si hablamos del mundo del saludo entre amigos, por lo visto las normas han cambiado. Un beso, dos, beso con abrazo.  Abrazo solo. Duración del abrazo. Consigna para detener el abrazo. Palmadas en la espalda.  O no. Un simple hola, barbilla arriba. Besos al aire. No me aclaro.

Además, si el tipo de saludo depende de la relación entre las partes, peor me lo ponen. El asunto de la percepción es, como no podía ser de otra manera, subjetivo. Así es que, salvo los amigos de los dedos de la mano, con el resto no todo es biunívoco. Puedes tu querer dar dos besos y el otro uno, por lo que sea. Que Fulano te quiera abrazar y tu solo darle un par de ósculos. Es difícil.  Los límites son confusos y las normas obtusas. Recuerdo a madre con sus "mua" "mua" como si llevara pamela, según la pillaras, ni te tocaba. Mejilla con mejilla como mucho. Para desesperación de algunos que lo compensaban con besos metralleta, cogiéndole la cara con ambas manos para que no se escapara.  A lo mejor era por el maquillaje.  A saber.

 

Otro saludo que he visto mucho es el que hacen los chicos que llevan mochila. Chocan la mano libre y luego simulan un abrazo juntando solo los hombros. Con la mano libre: palmadas en la espalda, sólidas, contundentes, dos. "¿Qué pasa cabrón?." Frase inseparable que da garantía de calidad a la cordialidad del encuentro. Todo un ritual que me hipnotiza, la sincronía es perfecta, los tiempos justos. Parece un baile ensayado.

 

Pero yo no me aclaro. ¿Qué hacer cuando te encuentras a alguien? ¿Cuánto tiempo tiene que haber pasado para darse besos? ¿Qué relación debe haber? ¿A los amigos q ves a diario también les besas? A los parientes sí.  Por descontado. Me lío.

 

¿ Será herencia de la pandemia? Hay que recordar que antes del cierre se nos recomendaba saludarnos con los codos. Choque. ¿Qué habrán hecho los pobres codos por cierto? ¿Que tosías? Al codo. ¿Saludo?, codo con codo. Y luego, te das el típico golpe horrible en tan necesaria articulación y en medio de tu dolor la reacción es: Te aguantas porque es "el codo de la risa". Quédate tú sin codos, como la tía Charo, que estuvo en posición de cruasán unos meses. Ya verás la risa que te da.  Después de la tontería del codito vino lo de ponerse la mano en el corazón. Leve inclinación de cabeza. Este estilo se ha quedado  implantado según países. Pero, el caso. ¿Qué hago? ¿Te doy un par de besos, tres, uno; subo la barbilla; achuchón? Sonrío por si las moscas. Me doy la vuelta y hago como que no estoy.

 


01/05/2025

SIN COBERTURA

 

Felicidades a quienes tienen gas y viven en un bajo. Un primero o casita aislada. Yo vivo en un 10⁰. Trabajo en la planta 33, los años con los que murió Jesús, sí, de un edificio singular.  Y tan singular. Volver a casa fue fácil, cansado, pero fácil. Lo que no quería era llegar. Porque la caminata, vale. Recoger a los críos del cole, vale. Pero los diez pisos. Y luego bajarlos. Y luego volverlos a subir. Total. Que puse a prueba mi año haciendo yoga al amanecer y pilates a mediodía. El suelo pélvico lo tendré muy bien, pero los diez pisos casi me matan. Además, en mi edificio no hay bancos en los descansillos de las escaleras. Así que tuve que subir de un tirón. De eso me preocupaba yo mientras caminaba.  Y que no había puesto ticket de la ORA. Que justo había hecho la compra del mes. Cositas. Me voy o no me voy el puente al pueblo. Otras insignificancias como que los mellizos querían ir al parque en cuanto me vieron.  Los mayores se debatían entre la responsabilidad y salir con los amigos. Y yo lo que quería era tomarme un gin tonic. (O dos) Subimos y bajamos unas cuantas veces. Conté las escaleras y las olvidé.  Como me lo decía mi abuelita y lo olvidaba muchas más. Igual que contábamos las escaleras del Alcázar para subir a los torreones/almenas. E imaginar desde allí la Castilla de los Reyes. El balcón del que se cayó un infante, seguido por su nodriza, aterrorizada por la culpa y el castigo.

Pero lo mío es anecdótico. Flipo con la peña. Esto es morir con las botas puestas. Ni guerra tecnológica ni ciberataque. Los bares a reventar. Eso es España ¿o sería igual en todo mundo mundial?. Las terrazas petadas. Imagino así a los irlandeses, a los nórdicos quizá. Los bares repartiendo ensaladilla rusa con alguna broma y referencia entre el miedo y el humor. Que no se quede nadie sin comer.  El día del sushi  y el gazpacho y las ensaladas. Bocatas y embutidos. Lo mejor, la charla. Siéntate con nosotros. Tómate algo. Fue lo más dicho. El disimulo en escuchar conversaciones ajenas se tornó en participación. Sin poderse esconder en pantallas de teléfono u ordenadores, era imposible esconder la atención. Así es que, las cañas solitarias se convirtieron en colectivas.  Dándole a la sin hueso. Sin redes sociales ni más información que la de la radio, si es que la encontrabas. Volvimos a la palabra, que siempre nos queda. Cuando ya nada se espera. Charlas con desconocidos.  Intervenir en discusiones ajenas sin complejos.  Unos aportando información, otros bulos. Mucha risa. Velada preocupación.  Porque ¿Qué podíamos hacer? Cuando la solución está claramente fuera de tu alcance, ocúpate, pero no puedes preocuparte más. Mucha cerveza. Mientras esté fría. Saca lo de los arcones, que se os va a estropear. Mucha tapa. Comida flambeada. Imaginación. La tarde del año.  Tardeo en estado puro. Oí a unos chicos que salían del colegio decir "tío, vamos a Mercadona que no hay cámaras, no funcionan". Alguno aprovechó para poner al máximo de velocidad el coche sin temor a los radares. 

Los bailes espontáneos en la plataforma del AVE, sobre las traviesas, con un "aserejé" sincronizado le echa el pulso a esos vecinos que en Chueca volvieron a las sillas en la calle y la guitarra en mano. En nava, si viviera Libertad, ponía en fila al personal a bailar los pajaritos (por aquí, pajaritos por allá), como hizo una vez que viajaron a Benidorm despues de fiestas, con los guiris. Ella y Angelines, dueñas del ocio del Levante. O a la chavala que encontró su momento de gloria en la Mutua Madrid Open. Cantando a capela una canción de Malu coreada y animada por las gradas. Ole. Spain is different. Pues parece que si. Ni Nadal concentró tanta atención, tanta emoción. Lo que hubiera dado yo por un jardín con barbacoa donde ponernos morados de colesterol en vena.

Uno de los peores cruces de Madrid: María de Molina con Velázquez. Para más dificultad, hace unos años Velázquez volvió a ser bidireccional. Un espontáneo se encasquetó el chaleco del coche y se puso a organizar el tráfico. No se oía ni un claxon. Eso es verdad. Salvo algún uver despistado. Por cierto, oímos un discusión familiar: "que no se puede parar a un uver, mujer". "¿Hombre ni hoy?" La gente perdida por la calle sin Google Maps buscaba ayuda. ¿Por donde? Por ahi. Venga que la acompaño.  Total. Como la abuela Sofía, un día que iba al Casino, por ejemplo.  Le pidieron ayuda para llegar al Acueducto "os guío, voy con vosotros" Ni corta ni perezosa se metió en el coche de unos hippies y la llevaron al Casino después de que ella les diera un tour a su estilo por Segovia entera. Seguro que ha habido experiencias malas. Pero por una vez, no cuenta la queja. Mira el lado bueno. 

Vecinos que intercambian teléfono y conversaciones que no se apagan por una llamada de móvil ni por un correo muy esperado. No puedo trabajar, no puedo estudiar.  Paseos. Vamos a charlar. Bailemos. Bebe, bebe que la vida es breve. 

16/04/2025

¿NOS TOMAMOS UNA PIZZA? MEJOR NO HAGAS NADA

EEl aprendizaje del silencio es útil siempre. Y de los más difíciles. Aprender a callarse. Padre decía que había personas que tenían muchas cosas que contar. Había un poco de coña en eso, no burla, que padre no era de burlarse. Pero un poco de broma, esa idea que siempre nos intentó transmitir de no tomarnos las cosas no demasiado en serio. (Tarea difícil con la mujer que le acompañó, una de cuyas características genéticas era la ausencia absoluta de sentido del humor).  Es buenísimo instruirse en el arte del silencio. Especialmente difícil ante el necio que todo lo sabe. Ante el incontinente. Que provoca con su charla vacua, el deseo de intervención. ¡ERROR!.

Es sencillo, en realidad. Porque ¿para qué? Se aprende más escuchando. ¡Ojo! No confundir el silencio del que escucha ni, con no tener nada que decir, ni con todo lo contrario: me callo porque te ignoro, porque no mereces mi respuesta. Nada hay más solemne que el silencio de un burro. Atentos a los silencios. Que los hay variados.

Dentro de callarse entra "morderse la lengua". Los hijos, y en particular los adolescentes son un campo de prácticas para ese silencio necesario. Ese momento en el que ves que a tu hijo que claramente le pasa algo. Si preguntas porque preguntas, y si no preguntas porque no preguntas. No hay manera de acertar. Que tiene una cara que le llega al suelo y la arrastra. Se te ocurre decir "estas bien?" y hay varias opciones, una, la más improbable es que te diga "no, no estoy bien, mamá, en el trabajo me han hecho una faena, tal cual y pascual”. O “me han suspendido física cuántica y me lo sabía. Me han pillado con una chuleta y soy imbécil porque había estudiado”. O “me ha vuelto a dejar mi novia, que sé que todos pensáis que es una bruja, pero es mi bruja”.. O “He ido al médico y me han dicho que el bulto que me molestaba tanto, de la pantorrilla, es malo y me tienen que operar ya" Dentro de que cualquiera de las opciones es un drama que, con el cambio de edad y por tanto de escala, varía en cariz y manera de relativizar hay un momento en que se te escapa algo. “¿Luisa?” Error. “¿Luisa? Pero si Luisa se fue a Belgrado hace seis meses y lo habíamos dejado. Mamá, no sé para qué te digo nada” ¿Qué bulto? "te lo había contado, mamá ¿lo ves? No sé para que preguntas si no me escuchas nunca. No sé para qué te cuento. Es que no aprendo". Si te hubiera solo mencionado la palabra bulto, el nivel de alarma habría colocado a tu cerebro en modo madre coraje a lo bestia. La cota de angustia se habría vuelto encarnada, granate oscuro. Como un termómetro que sube en un instante al acusar el cambio brusco de temperatura. Los músculos de tu barriga estarían permanentemente contraídos, dejando una tripa lisa que ni con cientos de flexiones diarias y disciplina absoluta, se consiguen. Y aun así no serías consciente porque los espejos habrían desaparecido de tu vida y solo tendrías una alerta en tu cerebro: bulto, tumor. Habrías buscado médicos desde hace meses, hablado con unos y con otros. Habrías hecho mimos en esa arisca pantorrilla hasta ponerle los calcetines si hubiera sido necesario. Hay cosas de las que una madre no se olvida. Tampoco te hubieras olvidado del nombre de la chica que rompió el corazón imberbe de tu retoño. Pero, cállate. El silencio, o al menos cuenta hasta tres millones trescientos cincuenta mil, quizá sea una opción recomendable. Que no se te escape ni un suspiro. Mantente atenta, toda tu dirigida a tu hijo, tus ojos, tus orejas, tu actitud. No pestañees, no respires, no gesticules, no muestres miedo, sorpresa, enfado. Eso si habla el vástago. Que no es tan frecuente. 

Volvemos al momento en que tu hijo llega descompuesto a casa. "¿Estás bien?" Sí. Entra en su cuarto y cierra la puerta. "Sí" Come sin levantar la mirada de la sopa que aborrece más que Mafalda. Sin abrir la boca. "Sí " Silencio en la sala.

Ante esa segunda actitud hay madres que insisten, pero ¿qué te pasa?, ¿te duele algo?, ¿está rica la sopa?, ¿prefieres otra cosa?. Se desgañitan intentando encontrar respuestas. Entran en modo metralleta, ansiando cubrir todos los ángulos y un gesto que le haga pensar que ha acertado. Que tiene solución, que no es grave. Tratan de interceptar la mirada esquiva, clavada en el mantel, la televisión, el móvil. Me río yo de los detectives reales. Se encienden todos los avisos: bombilla roja, sonidos estridentes atacan el corazón materno. Le estarán fastidiando en el colegio, universidad, trabajo...una novia canalla, un amigo. Escenarios dantescos se dibujan en la imaginación de esa madre Colombo. La actitud del padre no siempre modula. La distancia entre: "Mujer, deja tranquilo al chaval" y "quieres hacer el favor de contestar a tu madre, que te está hablando”, es tan corta como imprevisible. Tras la intervención del padre, inmediatamente, la madre se arrepiente de haber abierto la boca. Porque en este momento se desencadena la crisis real. El chaval se levanta. “No te levantes de la mesa”. Ha estallado la guerra mundial en tu pequeño refugio, la mesa del salón, de la cocina. Donde solo quieres armonía. La opción del padre de bromear, darle cancha al niño, el juego del cómplice "qué pesada es mamá " puede amainarle a él pero a la leona se le ha acabado la paciencia. Se mezclan la angustia y el enfado. Un coctel nefasto. "Muy bien, haced pandilla vosotros, yo me voy, que para el caso que se me hace en esta casa, mejor que no esté " Mucho drama. Y mientras el niño, jodido. Deja de ser foco de atención de unos y otros. Por un lado se alivia de que se olviden de su drama, por otro se siente culpable, peor, de que sus padres se hayan enzarzado en una discusión absurda. Y se le agranda el sufrimiento, aunque se convierta en enfurruñamiento.

El caso es que nunca se sabe qué es mejor cuando un hijo está mal. Porque si preguntas, porque preguntas. Que eres una pesada, que no se puede respirar en esta casa, acusaciones sobre el control (déjame mi espacio, se dice ahora) Pero si no preguntas, si conscientemente te  callas y esperas...la hecatombe. "Claro, vosotros como si nada, a lo vuestro. Yo hecho polvo y vosotros ni caso. Que si mi hermano tal, que si la comida no sé qué y yo como si no existiera." Hazte el muerto. ¿Cómo se hace para que el hijo sepa que estás ahí sin que lo sepa? Porque si estás en silencio, con cara de interrogación, malo también. "No me mires así, que no te lo voy a contar". Suele ser bueno esperar al día siguiente, o al cabo del rato, intentarlo. Pero la medida del acierto es incierta. Porque si has sido prudente y no has ametrallado con preguntas, te puede caer un: "y tú ahí sin enterarte de nada. Yo muriéndome, el peor día de mi vida, y tú que si quiero más patatas a la importancia que es mi cumple. Mamá, no entiendes nada. Y tú a tu bola, como siempre". Repetimos: Si te callas porque te callas y si hablas porque lo haces.

Siempre he pensado que, de lo que hacen los hijos, casi todo es culpa nuestra, de los padres, de lo que les enseñamos o no durante esos primeros años en los que eran vírgenes. Y todo lo que vieron y vivieron hasta que soltaron nuestra mano para tirarse solos por el tobogán o La Bola esquiando. Cada gesto, cada respuesta, cada silencio, cada lágrima, cada mimo, cada achuchón, cada beso. Les ha traído aquí. Hasta ese momento recopilaron la información que hoy les hace sufrir o ser felices. Eso creo yo. Y cuando algo no funciona sé que algo hice mal. Por eso. ¿Nos comemos una pizza?