Ellos muy queridos,
los que se han ido. Que se han marchado del todo. Ellos que, para vivir, vivieron y para morir
se fueron en silencio. Pesaron en vida. En el mejor sentido de la palabra.
Fueron pesos pesados. Pesaban sus palabras, pesaban sus ideas, su criterio
pesaba. Como una pluma pesa, cayendo lenta sobre una colcha de hojas de otoño.
Su voz. Su autoridad. Su voz nos acompaña. Su voz se oye. Imponentes en forma y
en ritmo. Capaces de escuchar y sonreír. Reírse de sí mismos, respetando
silencios y distancias. Perdonándolo todo excepto la ofensa a su gente.
Razonando despacio, sin levantar la voz, o sí.
Su voz, entre otras mil. Ese
tono grave que se sostiene en el atardecer, que se pierde ahora detrás de las
montañas. Se hace bruma como el recuerdo.Aplastante y grato
tener un guía en la oscuridad que es a veces la vida. Inmenso el vacío sin
ellos.
Es bestial como se
echa de menos a un padre. Brutal su recuerdo. Los hijos huérfanos lo son para
siempre. No pasa un solo día sin que le recuerdes. Día es una unidad de medida
que se me antoja larga para medir la añoranza. Un segundo quizá es exagerado por
imposible. Aunque hay días y semanas y meses en que el recuerdo es constante.
Te acompaña como la proporción entre el radio y la longitud de la
circunferencia.
Vuelvo al principio
cada rato, a veranos de mar y arena y castillos. Guitarras y canciones. Viajes
largos a lugares cercanos. Maleteros llenos. Vuelvo al principio cada rato: a
recuerdos prestados porque no estuve allí, porque no tenía edad para recordar
ahora. Vuelvo al principio cada rato: al monte, a las fuentes escondidas, a
comidas muy largas. Vuelvo al principio cada rato, a disquisiciones sobre los
animales o los libros. Vuelvo al principio cada rato para no llegar nunca al
final y ver que otra vez no estás aquí.
Los novatos en el
tema, los recién estrenados miramos incrédulos a los experimentados, a los que
lloraron su pérdida hace años. Y la siguen llorando. Pero: ¿Cómo lo han hecho?
¿Cómo han llegado hasta aquí? ¿Cómo han sido capaces cada día de levantarse, de
dar el siguiente paso? Al despertar, después de por fin haber conseguido dormir
una noche; los ojos hinchados por el llanto nocturno te recuerdan que es
cierto. No es una pesadilla. No es un mal sueño. Otro día más vas a vivir con
ello. Y entonces tu cuerpo es una losa de plomo que no se quiere mover. Hay una
resistencia a enfrentarte con el nuevo día. Es una mezcla de incomprensión y
escepticismo.
Fueron y son ejemplo.
Quisiera encontrar la esencia de su recuerdo para poder guardarla y enseñarla a
los que vienen después. A veces tienta la idea del sustituto. Para poner en él
todo el amor y toda la demanda. Pero no vale. ¿Cómo que idealizarlo en la
memoria? De los buenos, los muy buenos sólo hay buenos recuerdos.

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