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17/05/2025

MIEDO A LA POLICE

Nací en el 65 (que no en el Mediterráneo), por lo que la policía para mí era un cuerpo confuso. Siempre atribuí la mezcla entre respeto y miedo al hecho que mis padres no fueran muy afines al régimen. La visión de un niño y la interpretación de las palabras de los adultos distorsiona la realidad. En mi caso, con una imaginación tachada siempre de desbordante, se me disparaban las alarmas en cuanto veía un uniforme. Hasta los bomberos me causaban inquietud, superada ésta con creces de tanto verlos-vivíamos al lado del Parque de Bomberos de Rufino Blanco-. Ese sí que es un cuerpo, por cierto. Que se lo digan a la hermana de mi ex novio. Que para alegrarse siempre se acercaba al Parque de Bomberos de Santa Engracia (García Morato en otros tiempos), donde sí que está el CUERPO.


En fin. Con algunas pesadillas y preocupaciones de la infancia crecí rodeada sin embargo de alegría, entre algodones. Entre mis miedos estaba que un día arrestaran a mis padres debido a las cosas que oía, seguramente sacadas de contexto, el caso es que esos temores me parecían fundados. Los susurros, los silencios, los regalos de mi padre cuando volvía de Francia, los libros prohibidos, la música,  y esa gente que venía a dormir a casa o a fumar a altas horas de la noche porque no podían entrar en la suya. Porque les estaban esperando.


El caso es que yo pensé que eran mis fantasmas, pero en las canas de mi vida me encuentro hablando con chavales que estudiaron no ya la guerra civil ni el franquismo en los libros de texto. Han sabido de Tejero por Savia. Juan Carlos es solo el padre del rey, expatriado. Y esos chavales también tienen miedo a la policía. Esa sensación de: ya verás como me pillan con algo. Cuando en realidad no tienes nada que temer. Porque no has hecho nada, eres de los buenos. Se acrecienta el miedo con el desconocimiento. Porque tampoco uno sabe todo lo que es delito. Que si no llevas carné, que has cruzado sin mirar, ¡yo qué sé! Seguro que algo he hecho.


Vas por la calle, un suponer, y eres, yo qué sé, testigo de un robo. Ves a un uniformado, con su chaleco azul. Imponente. La primera idea es contarle, el ladrón iba de traje, parecía un tipo serio. Yo qué sé, acumulas los datos y los ordenas para ofrecer ayuda como un ciudadano de pro. De pronto, dudas. ¿Llevo el DNI? ¿Y si me lo pide? Empiezas a imaginar preguntas imposibles. Que por qué denuncias. Que qué estabas haciendo tu ahí a esas horas. Tan de madrugada, una chavala que tenía que estar estudiando y no zascandileando con chavales. Que si has bebido, o fumado. Te ves en el calabozo. Lo visualizas. Tienes que llamar a tu padre, que nunca fue arrestado, para que te saque de chirona; total, por un momento de vanidad. Querías pasar a la posteridad por denunciar a un pobre diablo que le dio un tirón a una chavala y se llevó su bolso. Imitación de top manta. O del mercadillo de Majadahonda. Tanta parafernalia para nada. Total, que acabas decidiendo que hubiera tenido más cuidado la chica, que a lo mejor no era para tanto lo que llevaba en el bolso. El tabaco, las llaves y el móvil. Un estropicio en toda regla. Pasas de largo ante la pareja de policías, que esconden los pulgares en los bolsillos delanteros de su vestimenta, sin mirarlos siquiera. Tan rápido pasas, que no sabes si son hombre o mujer. No levantas la cabeza, atento a tus pisadas. Intentando no hacer ruido, disimulando lo que no tienes que disimular, porque no has hecho nada. Estás en pánico, no quieres levantar sospechas y cambiar de acera, que es lo que te pide el cuerpo, porque fijo que algo te sacan. Cuando superas el "obstáculo" sueltas todo el aire y respiras. Doblas la esquina y echas a correr como si llevaras viento a favor. No ves el momento de llegar a casa. Encontrar a los padres, achucharles sin motivo, acunarte en su regazo de seguridad. No contarles nada y no volver a salir nunca más en la vida. Prometes ortodoxia y disciplina, te encomiendas a todos los santos que conoces.

Una experiencia propia y no inventada es la de la huelga por La Ley de Atribuciones. Los estudiantes de ingeniería, tan formales e incoloros normalmente, nos echamos a la calle. Y los grises ya no eran tales sino marrones. Les gritabamos irreverentes y al amparo de la multitud. "Esos de marrón, ¿de qué Escuela son?" Nuestra condición de niños bien no impidió cargas policiales ni uso de gases lacrimógenos. Imagino que reacción merecida, por el comportamiento vandálico de unos cuantos. Ajenos a nuestras reclamaciones. 

Hasta hace poco solo hubiera sido capaz de reconocer al "Coscos" y al "Gordo". Los policías municipales de Navacerrada. "Coscos" porque creo que era un poco tartamudo. Y cuando los chavales hacían una trastada, les perseguía levantado la porra y gritando "coscos, coscos (que os)...voy a coger y a decírselo a vuestros, padres" En Nava, si hacías algo, la policía se chivaba a tus padres. Otros tiempos, sin casco en la moto y si documentación.


Pero el otro día me pasó, con todas mis primaveras, algo que me ha cambiado para siempre. Con mi expediente tan limpio como mi carné de baile. Que no estoy fichada. Mi único pecado, alguna multa de tráfico que otra. El caso: Salía de un aparcamiento subterráneo. En la calle una manifestación invadía la acera contraria. En la mía, justo en la salida del parking, un coche de policía tipo tanqueta (así me lo pareció) invadía mi paso. Un policía del tamaño de los miedos de Gulliver se interpone entre el vehículo azul y el mío. Bajo, temerosa, la ventanilla. "Agente", oso a decir. La voz me asoma con dificultad. Se gira el oficial a cargo de la vigilancia. Insisto, pulgares en el chaleco. "Señora". La mano a la visera. "Un momento, me encargo, pase por aquí". Me abrió el paso. Levantó la mano y paró el tráfico. Dos frenazos, dos taxistas. Pensarían que era un ministro quien iba a pasar. Agradecí con mi mejor sonrisa, la más ancha, y un poco de pudor. Eso sí, en cuanto pude, aceleré todo lo que mi Super Fura dio de sí, para alejarme de una eventual solicitud de documentación. "Salga del coche, las manos donde pueda verlas". He visto demasiado cine. Pero por primera vez miré a la cara al hombre que va disfrazado de policía. Y es un señor normal. Desde ese día intento mirar a los policías que me encuentro. 




HAZTELO MIRAR

 

Ni Filomena (ni Filomeno), ni la Pandemia (ni el Pandemio), ni el terremoto de Estambul de hace unos días o el de Chile de hace un par de días (intensidad 7'5, poca broma); ni Cumbre Vieja, a la sazón, volcán de la Palma, ni la Dana de Valencia. Nada como la tormenta de hace un par de noches. Dos de mayo del 25. ¿Qué pasó esa noche?. No me daba tiempo a contar entre el rayo y el relámpago. Olía a quemado, o sea que los rayos han caído aquí. Nos hemos despertado no solo por el ruido.  ¡La luz! Es que parecía que se hacía de día.  No me lo puedo creer. Ya lo decían Abraracúrcix y sus valientes galo. Que solo temían que el cielo le cayera sobre sus cabezas. Pues ocurrió.  Y es que la naturaleza, cuando se pone, es salvaje. Vamos, salvaje es siempre. Pero hay momentos en los que es indomable.  La otra noche fue uno de esos momentos.  Como cuando intentas volver a la orilla y la resaca te aleja a cada brazada. Como cuando las olas baten el arrecife.y

Pensé que si hubeira sido al revés, la tormenta antes  que el apagón, todo hubiera tenido sentido. O al menos se podría haber entendido. Ha caído un rayo en tal transformador. Bueno. Sería mentira pero se comprende. Porque el lío este de q las renovables, que si las nucleares, el sol, las presas y el viento...o no lo entienden bien los que lo entienden, o no lo explican bien. Cuando uno entiende algo bien, loe explica de forma sencilla y con el objetivo único de ser comprendido.  Esto no lo están contando bien. Que si "una oscilación muy fuerte en los flujos de potencia". ¿What? Otra: "A las 12:33 horas desapareció el 60% de la energía que se estaba consumiendo en España durante cinco segundos". Oí tropecientas veces esa frase cuando, desesperada buscando un transistor, decidí meterme en el coche y de paso cargar el teléfono.  Un poco. Tampoco me dice mucho, del por qué.  Que a lo mejor los ingenieros fotovoltaicos y los eléctricos lo ven clarinete. Yo no. Quizá influyó un poco mi estado semiebrio.  Quizá. Pero después Tampoco lo he entendido. Y ya no tengo ni resaca.

En fin. Que me parece a mí que todo esto son señales. Ya no me importa el por qué. No es tanto quién o qué nos las envía. Digo yo ¿Qué más avisos necesitamos para llegar a la conclusión de que algo estamos haciendo mal?. Atribúyelo a quien quieras. Pero parecen advertencias. Deberíamos pararnos a pensar. ¿A dónde vamos?

En pandemia pensamos que habíamos aprendido lo "importante". ¿Qué es lo importante? De entonces sólo quedan los muertos, y los vivos con secuelas. Y el hecho de que si te pasas tres días en casa sin ducharte no parece raro. Pero, ¿cosas buenas? No me sale nada por la b. De la Palma y de la Dana, lo mismo, afectados. Eso aquí, en lo local. Y por supuesto reclamos de responsabilidades, culpas esparcidas cuál cagarrutas. De Filomena un blanco amanecer y mucho lío. Anécdotas varias de esquiar en la Castellana, pero poco más. Es difícil aprender. Va ser verdad eso del hombre y las piedras y las veces que uno tropieza.

04/05/2025

BESOS Y ABRAZOS



Encuentro en internet una serie de tipo.

 - los esquimales, se frotan sus narices;

- los japoneses, se hacen una reverencia, pero no hay ningún tipo de contacto físico;

- los europeos, suelen darse uno o dos besos en las mejillas, en Francia tres, por llevar la contraria, y siempre se queda uno cortado porque no lo hace y se choca con el francés de enfrente. En Italia empiezan al revés (en cuanto a mejilla)

- los americanos solo utilizan el apretón de manos (pues solo besan a sus parejas y familia);

- en la zona de Rusia, se besan tres veces en la comisura de la boca, aunque sean hombres;

- en Hispanoamérica es más común darse un solo beso en la mejilla;

- en muchos países asiáticos el saludo es una leve reverencia con las palmas de las manos juntas.

 

Estas normas básicas no me ayudan mucho. La verdad. Faltan detalles, como los "morreos" tipo el de Brezhnev y Honecker en el 79, que decora lo que queda del Muro de Berlín  y que los visitantes imitan para inmortalizar el momento viajero; el número de reverencias necesarias para que en Japón el saludo sea considerado correcto, según rango y situación de los actores intervinientes. Que en Italia, ya he mencionado, se empieza al revés el par de besos con lo que el riesgo de pico accidental occidental es mucho más alto que cuando mis amigos en la adolescencia jugaban a besar en la comisura, por si por causalidad caía algo.

Si hablamos del mundo del saludo entre amigos, por lo visto las normas han cambiado. Un beso, dos, beso con abrazo.  Abrazo solo. Duración del abrazo. Consigna para detener el abrazo. Palmadas en la espalda.  O no. Un simple hola, barbilla arriba. Besos al aire. No me aclaro.

Además, si el tipo de saludo depende de la relación entre las partes, peor me lo ponen. El asunto de la percepción es, como no podía ser de otra manera, subjetivo. Así es que, salvo los amigos de los dedos de la mano, con el resto no todo es biunívoco. Puedes tu querer dar dos besos y el otro uno, por lo que sea. Que Fulano te quiera abrazar y tu solo darle un par de ósculos. Es difícil.  Los límites son confusos y las normas obtusas. Recuerdo a madre con sus "mua" "mua" como si llevara pamela, según la pillaras, ni te tocaba. Mejilla con mejilla como mucho. Para desesperación de algunos que lo compensaban con besos metralleta, cogiéndole la cara con ambas manos para que no se escapara.  A lo mejor era por el maquillaje.  A saber.

 

Otro saludo que he visto mucho es el que hacen los chicos que llevan mochila. Chocan la mano libre y luego simulan un abrazo juntando solo los hombros. Con la mano libre: palmadas en la espalda, sólidas, contundentes, dos. "¿Qué pasa cabrón?." Frase inseparable que da garantía de calidad a la cordialidad del encuentro. Todo un ritual que me hipnotiza, la sincronía es perfecta, los tiempos justos. Parece un baile ensayado.

 

Pero yo no me aclaro. ¿Qué hacer cuando te encuentras a alguien? ¿Cuánto tiempo tiene que haber pasado para darse besos? ¿Qué relación debe haber? ¿A los amigos q ves a diario también les besas? A los parientes sí.  Por descontado. Me lío.

 

¿ Será herencia de la pandemia? Hay que recordar que antes del cierre se nos recomendaba saludarnos con los codos. Choque. ¿Qué habrán hecho los pobres codos por cierto? ¿Que tosías? Al codo. ¿Saludo?, codo con codo. Y luego, te das el típico golpe horrible en tan necesaria articulación y en medio de tu dolor la reacción es: Te aguantas porque es "el codo de la risa". Quédate tú sin codos, como la tía Charo, que estuvo en posición de cruasán unos meses. Ya verás la risa que te da.  Después de la tontería del codito vino lo de ponerse la mano en el corazón. Leve inclinación de cabeza. Este estilo se ha quedado  implantado según países. Pero, el caso. ¿Qué hago? ¿Te doy un par de besos, tres, uno; subo la barbilla; achuchón? Sonrío por si las moscas. Me doy la vuelta y hago como que no estoy.

 


01/05/2025

SIN COBERTURA

 

Felicidades a quienes tienen gas y viven en un bajo. Un primero o casita aislada. Yo vivo en un 10⁰. Trabajo en la planta 33, los años con los que murió Jesús, sí, de un edificio singular.  Y tan singular. Volver a casa fue fácil, cansado, pero fácil. Lo que no quería era llegar. Porque la caminata, vale. Recoger a los críos del cole, vale. Pero los diez pisos. Y luego bajarlos. Y luego volverlos a subir. Total. Que puse a prueba mi año haciendo yoga al amanecer y pilates a mediodía. El suelo pélvico lo tendré muy bien, pero los diez pisos casi me matan. Además, en mi edificio no hay bancos en los descansillos de las escaleras. Así que tuve que subir de un tirón. De eso me preocupaba yo mientras caminaba.  Y que no había puesto ticket de la ORA. Que justo había hecho la compra del mes. Cositas. Me voy o no me voy el puente al pueblo. Otras insignificancias como que los mellizos querían ir al parque en cuanto me vieron.  Los mayores se debatían entre la responsabilidad y salir con los amigos. Y yo lo que quería era tomarme un gin tonic. (O dos) Subimos y bajamos unas cuantas veces. Conté las escaleras y las olvidé.  Como me lo decía mi abuelita y lo olvidaba muchas más. Igual que contábamos las escaleras del Alcázar para subir a los torreones/almenas. E imaginar desde allí la Castilla de los Reyes. El balcón del que se cayó un infante, seguido por su nodriza, aterrorizada por la culpa y el castigo.

Pero lo mío es anecdótico. Flipo con la peña. Esto es morir con las botas puestas. Ni guerra tecnológica ni ciberataque. Los bares a reventar. Eso es España ¿o sería igual en todo mundo mundial?. Las terrazas petadas. Imagino así a los irlandeses, a los nórdicos quizá. Los bares repartiendo ensaladilla rusa con alguna broma y referencia entre el miedo y el humor. Que no se quede nadie sin comer.  El día del sushi  y el gazpacho y las ensaladas. Bocatas y embutidos. Lo mejor, la charla. Siéntate con nosotros. Tómate algo. Fue lo más dicho. El disimulo en escuchar conversaciones ajenas se tornó en participación. Sin poderse esconder en pantallas de teléfono u ordenadores, era imposible esconder la atención. Así es que, las cañas solitarias se convirtieron en colectivas.  Dándole a la sin hueso. Sin redes sociales ni más información que la de la radio, si es que la encontrabas. Volvimos a la palabra, que siempre nos queda. Cuando ya nada se espera. Charlas con desconocidos.  Intervenir en discusiones ajenas sin complejos.  Unos aportando información, otros bulos. Mucha risa. Velada preocupación.  Porque ¿Qué podíamos hacer? Cuando la solución está claramente fuera de tu alcance, ocúpate, pero no puedes preocuparte más. Mucha cerveza. Mientras esté fría. Saca lo de los arcones, que se os va a estropear. Mucha tapa. Comida flambeada. Imaginación. La tarde del año.  Tardeo en estado puro. Oí a unos chicos que salían del colegio decir "tío, vamos a Mercadona que no hay cámaras, no funcionan". Alguno aprovechó para poner al máximo de velocidad el coche sin temor a los radares. 

Los bailes espontáneos en la plataforma del AVE, sobre las traviesas, con un "aserejé" sincronizado le echa el pulso a esos vecinos que en Chueca volvieron a las sillas en la calle y la guitarra en mano. En nava, si viviera Libertad, ponía en fila al personal a bailar los pajaritos (por aquí, pajaritos por allá), como hizo una vez que viajaron a Benidorm despues de fiestas, con los guiris. Ella y Angelines, dueñas del ocio del Levante. O a la chavala que encontró su momento de gloria en la Mutua Madrid Open. Cantando a capela una canción de Malu coreada y animada por las gradas. Ole. Spain is different. Pues parece que si. Ni Nadal concentró tanta atención, tanta emoción. Lo que hubiera dado yo por un jardín con barbacoa donde ponernos morados de colesterol en vena.

Uno de los peores cruces de Madrid: María de Molina con Velázquez. Para más dificultad, hace unos años Velázquez volvió a ser bidireccional. Un espontáneo se encasquetó el chaleco del coche y se puso a organizar el tráfico. No se oía ni un claxon. Eso es verdad. Salvo algún uver despistado. Por cierto, oímos un discusión familiar: "que no se puede parar a un uver, mujer". "¿Hombre ni hoy?" La gente perdida por la calle sin Google Maps buscaba ayuda. ¿Por donde? Por ahi. Venga que la acompaño.  Total. Como la abuela Sofía, un día que iba al Casino, por ejemplo.  Le pidieron ayuda para llegar al Acueducto "os guío, voy con vosotros" Ni corta ni perezosa se metió en el coche de unos hippies y la llevaron al Casino después de que ella les diera un tour a su estilo por Segovia entera. Seguro que ha habido experiencias malas. Pero por una vez, no cuenta la queja. Mira el lado bueno. 

Vecinos que intercambian teléfono y conversaciones que no se apagan por una llamada de móvil ni por un correo muy esperado. No puedo trabajar, no puedo estudiar.  Paseos. Vamos a charlar. Bailemos. Bebe, bebe que la vida es breve.