¿Qué hubieran dicho ellos de todo esto? Llevo días
pensándolo. Ellos, hombres todos con una llama de humor que encendía el espacio
a su alrededor. Les recuerdo mucho, me siguen acompañando, me encantaba
escucharles, “ojiplática”, expectante, historias nuevas o repetidas. Me daba lo
mismo. Encantada si en algo les sorprendía y aplaudían mi idea. Siempre una
niña a su lado. Ellos, a unos centímetros del suelo, sin envidia, con
respuestas y silencios, alabando lo bueno, rindiendo honores al vino y el
brindis. “Disfrutones” unos, más serios otros. Queridos amigos y compañeros.
Añoro verme envuelta en su abrazo paternal. Ellos se fueron antes de tiempo.
Siempre es demasiado pronto. Saben cuánto les echo de menos. Si hay cielo, allí
estarán, con una mueca de dolor por el padecimiento de su gente, pero brindando
por la vida que ya no tienen. En paz.
El humor buscado en la repetición, ellos, que
sobretodo tenían en común lo muy queridos que son. Se fueron antes de que esta
criba se llevara esa generación impecable que es nuestro referente. Hubieran
fabulado con el entusiasmo de un niño ante la imagen insólita, grabada sin
querer. Se hubieran alborozado con la idea. Hubieran brindado. ¡Es fenómeno! O
le hubieran dado vueltas y vueltas, raciocinio y lógica hasta llegar al
disparate.
No son un par de corzos, sino una pareja que se
había acomodado entre los gamos y ciervos de Riofrío. Las ventajas de la
libertad controlada y el alimento asegurado habían hecho del recinto amurallado
un hogar. La pareja dejó a las crías a salvo y se lanzó a investigar el
silencio. Desde hace unos días nadie se acerca a Palacio, no les asustan los
humanos, ni les ofrecen mendrugos para que se acerquen. Pasean a su antojo por
el encinar, anchas y suaves lomas para correr a su antojo y criar en paz. Llevan
sin visitantes una buena temporada. Ni siquiera al final de la semana, cuando
los ruidos de los motores asustan a los pájaros, que avisan de la llegada de
los intrusos. Merendolas en el suelo, mantas de cuadros y sillas de playa
redecoraban periódicamente el paisaje. Coquetos los ciervos paseaban como si
nada, atontados. Hasta que el susto de las presencias invasoras les hacía salir
corriendo, para regocijo del niño y el fotógrafo preparado para la instantánea.
Esa mirada que es siempre de sorpresa, un ligero giro del “cuello”, atentas las
alarmas, tensa la musculatura. preparados para la carrera. Son miedosos o
prudentes. Leo que la mayoría de los ciervos son polígamos, aunque hay sus
excepciones como el Corzo Europeo, que prefiere la monogamia. ¡Lo sabía! La
pareja del acueducto son unos enamorados. Recupero la fe. El amor existe.
Bello come il sole.
ResponderEliminar:)
ResponderEliminarGracias...pensé lo mismo y tú has sabido escrbirlo..es precioso.Se nota que somos hermanas..
ResponderEliminarMuchas gracias...ya hablaremos del jabalí en Tetuán 😊
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