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16/03/2025

PAPA, POR QUÉ SOMOS DEL ATLETI (II)


No hay que ser futbolero para hablar de algunas cosas. Y sé que mis amigos me van a criticar. Los madridistas más. Me da igual. Vaya este post por Fernando, al que todavía le vale la camiseta (40 años al norte), como vimos en un concierto suyo en la sala El Sol, por Samba, disfrazado de mayor, por  Mario y sus bromas, por Emilio padre y Emilio hijo  a pesar de sus yernos; por Almeida, claro, alcalde; Marta, querida; vaya por Tomás y sus mosqueteros, vaya por Miguel, por Gema. Grande Gema y sus emociones. Va por May, con su viento y marea y sua alegría. Por Luis padre, por todos aquellos que tienen el corazón rojiblanco. Que se ponen tristes cuando pierden. Que lloran de alegría cuando ganan. Vaya por Félix, Atlético a pesar de ser chófer de Don José Luis, de vena blanca y poco humor con las cositas del futbol. Va por vosotros, sufridores de corazón rojiblanco. 

Lo del partido de la Champions entre el Madrid y el Atleti de hace unos días fue un robo a mano armada. No puede ser que todos los que mandan sean del mismo equipo. Comentaristas. Árbitros. En caso contrario, no se entiende lo que ocurrió. Ni VAR ni BAR. Porque fue gol, a mí que no me vengan con bobadas. Que ahora el personal se sabe el reglamento aunque no esté escrito. 

Tenía que ser en un partido Real Madrid - Atlético de Madrid cuando pasara lo que pasó. Vamos a ver. Que el fútbol es muy injusto. Sí. No es una carrera de fondo. De eso los Atléticos saben mucho. Es más que probable que hubieran perdido igual. Porque los rojiblancos son así. Son el amigo que mejor se sabe el examen y se olvida poner el nombre, o no entrega una hoja, o tacha el resultado que estaba bien porque en el último segundo le soplan la respuesta incorrecta. Son así. Esos son ellos. No es que sean perdedores, que no. Son diferentes. Los hay triunfadores y no tanto. 

Pero ¿para qué se mete el VAR? Debe ser la primera vez en el mundo mundial que pasa eso, que se cae el tirador, abate al cancerbero y uno del equipo contrario grita "la ha tocado dos veces". Chivato. ¿Cómo lo vio? Si no lo vio nadie, si no se ve ni en las repeticiones, ni en la cámara lenta. Chivato. Con un zoom tremenndo que  hace ver borroso se aprecia el supuesto toque. ¡Pero si no se ve nada! ¡Que se cayó! Alma de cántaro. Haber esperado a ganar limpio. Así no. Es un juego. Así no. ¡Que el balón sufrió una desviación perceptible en su trayectoria! ¡Acabáramos! e=eo+vot+1/2at^2. Eso lo explica todo.

Y salen los madridistas de toda la vida, chaqueteros de pacotilla, como Courtois, su portero, que dice estar harto de las quejas del Atlético y los acusa de llorones y hacerse las víctimas. Perdona. Que eres belga y encima, has sido Atlético. Traidor. No hay nada más malo y vengativo que un converso.

Mbappé, otro que tal baila, que con sus ojos de lince fue el que vio el doble toque. Con esos ojitos, manitas y sus abalorios. Muy injusto.

Está mal hasta para los madridistas. No es una victoria limpia, así qu, menos correr por el campo a celebrar como locos, saludad al contrincante lo primero, y recurrir a "futbol es fútbol". Menos gallos y lobos, Caperucita. Hizo bien el Cholo en arengar al público para que animara al equipo. Pero es que los indios son muy sentidos. Y tanto el respetable como los jugadores tenían un disgusto de campeonato. Aúpa Atleti.  Puñetas. 


10/03/2025

ME HA DEJADO EN VISTO

El teléfono móvil claramente nos ha cambiado la vida. No sé si tanto o más o menos que internet. No es como la rueda o la bombilla que hicieron que la vida de nuestros antepasados en un caso y bisabuelos o lo que toque, en otros; mejorara sustancialmente en su día a día. El móvil ha sido bueno, sí. Pero.
Pero el móvil es que nos ha cambiado el cerebro. Cuando apareció, el tamaño lo hacía inviable para la versatilidad de la que ahora disfruta. Pasamos del zapatófono de Mortadelo a unos telefoninos más pequeños que un paquete de Marlboro. Y ahora vuelven a hacerse un poquito más grandes. Para poder tener tres cámaras, una pantalla donde leer libros y correos electrónicos. Un cacharro que te dice los pasos que has andado y los que te quedan por andar y el ritmo de tu corazón. Que canta las noticias y el tiempo que hace en tu pueblo y en Misisipi. Con el que puedes hacer la compra y regalos, pagar la gasolina y poner un ticket de parking. Grabar conversaciones y situaciones. Abrir tu casa o tu coche.  Entrar en un avión  o en el AVE. Leer la carta de un restaurante. Que vas sin móvil te arriesgas a quedarte sin cenar. Es llave de tu habitación de hotel. Citas médicas y de otro tipo se almacenan en tu terminal. Un aparato en el que jugar a videojuegos, candycrash o lo que quiera que esté de moda. Sirve para contactar con ligues imaginarios, con novios reales o ficticios, romper parejas. Un aparato que emula al cordón umbilical, que es el hilo rojo que nos une con nuestro quinto pariente lejano, a nuestro pasado. Lo que nos permite estar conectados a todas horas, en todos los minutos, en todos los segundos...en todas las visiones. Es ubicador - localizador del otro, GPS. En fin, lo de menos es llamar. Seguro que me olvido de funciones o simplemente las desconozco. 

Pero. Pero.  A pesar de que todo el mundo tiene móvil, o casi todo el mundo,  (que no es lo mismo pero es igual), a pesar de los pesares: Envías un mensaje y hay gente que te deja en visto. Y otros que ni te leen. Tal cual. Impresionante. No se trata de mensajes controladores, no. No es un "es que ya no me quieres?" O un "¿dónde estás?, ¿con quién?” No es demanda, control, intriga. Es un simple mensaje de convivencia "¿Vienes a cenar?" (Tres de la tarde) Sin presión. Por saber. A las 21:00, cuando abre la puerta tan pancho. "Ah! No he visto el mensaje. Lo tenía en silencio. Estaba en clase. Modo lunita". No es verdad. No has querido contestar.  Sí has visto el mensaje. Se te ha pasado.  Has pasado. No te interesa. Lo has dejado para luego. Porque tienes el teléfono en la mano, en el bolsillo como muy lejos; vibra, aunque esté en silencio.  Se enciende si está sobre la mesa. Estás en ese absurdo modo multitarea que consiste en ir a clase, controlar tus redes sociales, ver la aplicación del momento y actualizar tu perfil, tu foto o lo que quieras que hagas con el móvil, que no ves que te ha escrito tu hermano para decirte que ha aprobado las oposiciones o tu tío ha salido del quirófano o aparece en la tele. Da lo mismo el contenido del mensaje. El ordenador te avisa con un icono verde donde salen números que indican los mensajes sin leer de tu WhatsApp. Porque sí, tienes el WhatsApp conectado al portátil. No es verdad que no has visto el mensaje. Estás todo el rato viendo mensajes e ignorándolos. No te interesa. Estás viendo una serie, vídeos de risa o lo que quiera que hagas con ese trasto que ha pasado los límites de la comunicación.  Que era, recuerdo su función original. Quien dice ¿vienes a cenar? dice cualquier cosa tras o intrascendente. 

Pero es que todo eso es un lenguaje. Es una manera de comunicarse. Puedes dejar en visto. Puedes ver el mensaje y no abrirlo, de manera que el otro se sienta aún más ignorado. Puedes tener a gente bloqueada, silenciada, tambien a grupos, notificaciones diferentes para unos contactos y otros. Y con todo eso estás mandando un mensaje al otro. Igual que si pones un emoticono de corazón o carita sonriente a un mensaje o una historia en una red social, o si envias stickers de uno u otro tipo, estás dando una información extra cuya codificación y significado muchos incautos desconocemos.  Creo que la barrera de haber nacido el siglo pasado ya es orientativa de la distancia de nuestro desconocimiento. Si en tu DNI indica que eres anterior a los 70 estás perdido.

La realidad es que con este artefacto puedes hacer lo que te dé la gana, pero siempre ves quién te escribe.  Aunque estés en clase, en el cine, cenando, durmiendo.  Siempre estás conectado. Nunca permites que tu teléfono se quede sin batería.  Y además, el no sé  cuántos por ciento, muy alto, del que tiene móvil es un iPhone, y muchos tienen el rocambolesco iWatch. Que no se llamaría así, pero debería.  Y no les hace falta ni ser maleducados para ver quien les escribe.  Basta mirar la hora para contestar un mensaje. Pero si no te da la gana, no contestas. Querría ver yo a esta panda de "no he visto tu mensaje" en otra época. Cuando sonaba el fijo de  casa y "lo cojo yo" era el grito unánime cuando esperabas una llamada. "Dile que no estoy" tenía una sola respuesta "díselo tu". O cuando tú teléfono comunicaba sin parar y tu estabas esperando la llamada del amor de tu vida. O llegabas a casa y ya te habían llamado. "¿Quién?" A tu hermano pequeño, a la señora 1ue trabajaba en casa, o a tu padre. El hombre que seguía llamando Reyes a Lourdes después de 30 años de ser amigas. No sé, era un chico. "Volverá a llamar" Papaaaaaaaa. Me gustaría ver a esta panda de "no lo he visto", sin acceso a sus contactos, a sus amigos. Teniéndoselo que currar. Ojo que antes era peor. Y antes. Pero ahora que podemos. ¿Por qué?



Ahora mismo solo los incautos tenemos activada la hora de última conexión y que el otro sepa mediante los dos tics azules que le has leído. Es retrógrado, carpetovetónico el hecho de no desactivar esa función que por defecto tiene el móvil. Es tan inocente como que quien va a escribirte sabe algo de ti. Algo intrascendente, pero que a lo mejor es una información que no quiere compartir.  ¿Por? A mi qué me importa que Fulano o Mengana vea que me he conectado hace seis horas o 10 minutos. Es más, si yo veo que alguien está en línea, me atrevo a escribir un ¿puedes hablar?. Porque sé que me ve. Pero es que los que tienen activado lo de estar en línea también te dejan en visto. Aun siguiendo en línea. Flipo. ¿Será que están en una video por WhatsApp? No. Lo normal es  un "ahora contesto" mental, pensado a la cara (figuradamente, en la distancia). Una procrastinación absurda en nuestro mundo inmediato. Que no hace más que general malentendidos y malestar. Desconcierto.  ¿Qué le pasa?. El día que pase algo va a ser difícil de interpretar por señales, al menos, para los de décadas anteriores al temido efecto 2000. Es muy desconsiderado no contestar, dejar en visto, en leído, como quiera que se llame esas opciones posibles. Se ha convertido lo que se ideó como un medio para comunicación en un mecanismo que  nos aísla. Que nos deja solos.

07/03/2025

ADELGAZAR. LOS 20'

El otro día leí en algun sitio: "para adelgazar lo que hay que hacer es, en ese momento que te entra un hambre incontrolable, aguantar 20 minutos. Entonces el cuerpo empieza a tirar de reservas" Estaba escrito con mucho más seso, que si el azúcar, la energía. Que el cuerpo te pide, bla, bla. Se me quedó lo importante: adelgazar, aguantar, 20 minutos. En realidad eso lo dice mi amigo Luis ¿Que has hecho para adelgazar? Cerrar el pico. Pero en boca de un nutricionista de bata blanca parece un hecho probado, un dictado. Además 20 minutos. Esa fue mi parte favorita. Es asequible, es un pitillo y poco más. Como dice una amiga, te lavas los dientes, te bebes un vaso de agua y se han pasado.

Mi Vietnam son las 12 de la mañana, 11:30. Hay un momento lejos del desayuno, que ya está en la prehistoria de mi día, en que me entra un apetito desordenado. Así lo llamábamos en casa. Un apetito desordenado. Y no hay expresión más gráfica que ésa. Porque no tiene orden ni concierto y no tiene tapa. Es emergente, en un principio calmo, de pronto se vuelve urgencia. Un ataque en toda regla. No se amaina con nada. Tiene vida propia. Y larga autonomía. Y si encima me pilla en casa ¡Acabáramos! En la nevera puede caer cualquier cosa, desde un tímido plátano, a un sándwich, que es lo sano, en la despensa un "par de nueces". Pero eso de comer y rascar es cierto. Todo es empezar.  Encuentro mi perdición aunque la zona sea un erial, patatas fritas ¿rancias? Así no hay que tirar, yo basurero; picos con queso, un poquito de salchichón, que está muy rico, total es como un aperitivo, luego ya no como. Lo de un poquito es tan relativo como incierto.  El discurso interior es eterno, con preguntas y respuestas justificativas. Son mentiras encadenadas y excusas borrando excusas. Claro que como luego. ¡Faltaría más!. Total. Otro día empiezo. El régimen, el plan, a cuidarme como dicen los elegantes, más eufemismo que otra cosa. Es como si te dicen a la cara pero muy cortésmente "hay que ver cómo te has puesto, estás más gorda que en tu embarazo.  Y eso que bozabas, guapa.

Total, que lo tenía reciente y digo "pues me voy a aguantar 20 minutos", 12:20. Seguía exactamente igual, con un agujero en el estómago y una queja interior que rugía con tal furia que hasta yo tenía miedo a que produjera ecos que oyera el vecindario entero. Llegué a la una con el mismo hambre que tenía a las doce, quizá un poco más, por hacer justicia a la realidad. 

 

 

Menos mal que estaba sola en la prueba, porque en mi familia se nos pone un humor de perros con eso del hambre. Hasta los más cándidas del clan son aislados y alimentados desde la barrera en momentos críticos. Nos transformamos.  Nos sale un alíen de dentro. Soltamos exabruptos y sufrimos transfiguraciones temidas por nuestros más allegados. Pero yo esperé otros 20, y otros 20. ¿Sería que la leptina, la glucosa, o su puñetera madre, con perdón, el clic que haya por ahí en mi organismo se esté resistiendo? Que si te tomas una manzana despacio o un plátano, también despacio, es estupendo,  por lo visto tiene triptófano, que es un precursor de la serotonina y después de tomarlo, 20' son perfectos para dejar que la sensación de saciedad llegue al cerebro. Si abro la caja de Pandora, miedo me doy. No respondo de mis actos. Tan acostumbrado tengo a mi  estómago y resto de órganos a "tengo hambre" y mi inmediata respuesta: toma; es un niño mimado mi cuerpo que se niega a consumir parte de la grasa que me sobra a borbotones para calmar ese engaño que me manda al cerebro "necesitas comer". Me torpedea con una necesidad inexistente ¡Que me está tomando el pelo!. Que me sobran recursos. ¿Cómo domar a la fiera? Intento enseñarle esas lorzas abdominales, de donde puede tirar, mis muslos orlados. Nada. Caprichoso, consentido organismo el mío. Mi cabeza domesticada por el consumo y la inmediata satisfacción de los deseos, me regaña, me exige, me recrimina mi conducta rectilínea y austera, disciplinada y seria, por una vez. ¡Qué frágil!

Esas paradas en la gasolinera a poner combustible como excusa a comprar unas panteras rosas, unos bonyes – bucaneros, punto rojo, o unas almendras tostadas con lo que supuestamente el viaje es más ameno. De todo me acuerdo ahora después de 200 minutos, 2000, 2000...de incumplimiento de promesas: mañana empiezo. Y es que deberíamos acordarnos de ese momento ante el armario: “no me cabe nada”, voy a guardar la ropa de invierno sin haberme puesto mis pantalones de cuero, ni esos vaqueros mágicos con los que te sientes 2cm más alta. Esos son los pensamientos de los 20 minutos, que no vienen.

Quiero ser esa chica de la foto que se pone el pantalón de hace unos meses y cabe otra yo dentro. ¿Cómo se miden esos 20 minutos? ¿No serán grados? ¿En Farenhait? Es frío. Ojito que si llegamos a 451 ya se sabe lo que pasa. Me voy a hacer un bocata. Estoy entre el bocata y la palmera de chocolate. 


19/02/2025

MALEDUCADA

Tiene pelotas.  Con perdón. Vas tan pancho por la calle. Entre tu corazón y Tus asuntos.  Medio de paseo, medio de hacer ejercicio. Vestido un si es no es. Unos "tenis", traje de chaqueta, que te sirve para las reuniones con cámara. Nadie te ve los zapatos. Importan la camisa y las perlas.  De paseo, medio aprovecho para hacer unas llamadas., escuchar música, despejarme, la radio, las noticias. Cositas. 

Un paseo sin ánimo de trascender, sin más. Sin objetivo. Evitando semáforos rojos y cuestas. Sin ánimo de lucro o sinónimo de lucro, como decía aquél. Te topas con una estupenda. Así. Que va decidido darte una lección. Sin más. Yo ya soy mayor. Tengo una edad. Y por muchos años que tenga, hay cosas que aprendí hace poco. Como ceder la acera. A las mujeres se nos cede la acera, es decir, la mujer va por dentro, por el lado de los edificios. Alejada de los vehículos, protegida. Protegida por el novio, por el caballero, por el padre el hermano. Yo que no tengo de eso, voy sola por la calle. Pero cuando me topo con una pazguata que lleva una enrome bolsa de SERBAL, como si de ARMANI fuera. La lleva probablemente con el túper de lentejas y una mandarina. Y envueltos en una bolsa del DIA los salones, que no se le estropeen en el camino desde la boca del Metro. Se los cambia en el cuarto de baño. Nada más llegar a la oficina. No con una teba preciosa, que esa no es cazadora ni mujer de novio. Esta sabe de guarros y venados lo que yo y menos. Que es nada. Vamos que no ha visto más cuernos que los que le han puesto. Es que me sale todo lo malo. La estupenda iba dispuesta a mantenerse en el lado interior de la acera. Por encima de mi cadáver. Y se ha tenido que mover, porque si no, nos chocamos, eso lo tengo claro. Va y me suelta: "Maleducada". Y yo, que iba hablando con mi consejero delegado, me he quedado mudita. Asuntos bursátiles, casi se me escapa un improperio. Eso sí, en cuanto Don Félix me ha colgado, me he lanzado a por ella. Como es joven y lozana, aunque medio lela, el paso lo tiene más ligero que yo. Pero ha sido colgar y me he venido arriba.

Dice el código de circulación: "Todo peatón debe circular por la acera de la derecha con relación al sentido de su marcha, y cuando circule por la acera o paseo izquierdo debe ceder siempre el paso a los que lleven su mano y no debe detenerse de forma que impida el paso por la acera a los demás, a no ser que resulte inevitable para cruzar por un paso de peatones o subir a un vehículo". Pero no es eso, no es una acera estrecha, es que yo iba por el muro, y soy una persona respetable, por tanto me corresponde el derecho, por educación y deferencia, de que se me permita mantener el rumbo. No me vaya a dar un vahído con tanto lío. Que me da lo mismo lo que diga el código. Puñetas. Estoy hasta la coronilla de la gente que te regaña porque sí. Encima sin conocerte. A las ocho de la mañana. ¿Qué ganas tienes hija mía? Te has levantado contra el mundo. ¿O qué?

 

En la pasarela de Ventas, que hizo Manterola, tan elegante, tan soberbia, me he encarado con ella. Guapa, la acera, me la debes tú. Yo vengo de la Guindalera y tú de Manoteras, pero tanto me da, que lo importante es que te doblo en edad. Y a la mía, se me cede el asiento y no me da ni vergüenza y por supuesto, que como mujer, mi exnovio siempre me dio la acera y todo caballero me ha cedido el paso al atravesar el umbral que haya tocado. Así que bonita, abre la boca bien que te la voy a lavar con jabón lagarto para que no se te ocurra jamás de los jamases volverme a llamar ni maleducada ni nada. ¡HALA!


16/02/2025

FE (relato finalista en el concurso "Preocupaciones de un lector de Kafka", de FUENTETAJA)

Esta educación que he recibido me impide aceptar lo imposible. Por imposible califico aquello que no entiendo o no puedo demostrar. Así me devano el cerebro y las ideas se me atragantan cuando veo la lucecita roja y huelo a tabaco otra vez en el cuarto de los padres. Se me llena de lágrimas el corazón. Es el recuerdo que me emociona. Son ellos.

Me asomo, cauta. La cama está hecha, como la dejaron al marcharse. El libro de Aramburu en una de las mesillas, que padre no lo acabó. En la silla: una rebeca de madre, que por la mañana hace frío. Un vaso de agua medio lleno. La chaqueta de padre y la corbata de lana que usó el día anterior, en el galán, que no se arruguen. Nadie ha entrado en su dormitorio desde que murieron, solo para limpiarlo. Hace tantos años se fueron. Sin embargo, están aquí. Permanece su olor.  Por dentro oímos sus voces y sus historias, sus remiendos, sus consejos, sus recetas. Están aquí todo el rato. Son esas sombras que en ocasiones atraviesan el pasillo, esa luz que cambia de color sin motivo. Son ese aleteo de las hojas sin viento. Son las campanas que repican en relojes sin cuerda. Son las caricias que en la noche nos faltan. Son ese apoyo cuando no nos caemos.

Al llegar a su cuarto, nos quedamos en el quicio de la puerta. Una fuerza invisible nos impide atravesar el umbral. Que no hay nada, es verdad. Que no podemos pasar.  Solo Juanita entra ligera, acomoda el pasado, da cuenta del polvo y deja la puerta entreabierta, con cuidado. Por si necesitan algo. Que podamos oírlos.

Desde que se apagaron los padres, desde que se fueron, un pitillo descansa encendido, sin llegar a consumirse, en un cenicero que padre trajo de un viaje. Ambos dejaron el vicio en vida. El cigarrillo no se consume. La brasa titila y la ceniza perfecta estructura lo imposible. Juanita retira cada viernes el cenicero. Se lleva el vaso de agua a la cocina.  A la vuelta de la semana se oye ¿pero quién ha fumado aquí?. Todos sabemos que son los padres, que antes de dormir, disfrutan de la conversación y una última calada al cigarrillo que comparten. Quita el cenicero, que aparece de nuevo, en su sitio. El lado de la cama de madre, más tardía en dejar que el humo le hiciera daño, pobrecita. Juanita quiere recolocar la mesilla de noche, romper el cenicero, que lava cada vez y guarda en la alacena. Pero los padres vuelven a dormir cada noche y ese pitillo es sagrado.

No podemos dejar la casa, no vamos a marcharnos. No lo haremos. Al cuarto de los padres no se puede pasar. Cuando falte Juanita, seguirá viniendo, de allá donde no hay sombras, para regañarnos por entrar a escondidas a fumar en el cuarto de los padres. Una marca de tabaco que caducó hace mucho tiempo.


12/02/2025

NO SE HAN ECHADO A PERDER LOS NIKIS DE LA PRADERA

¡Han vuelto los Nikis. Ole!. Sacarán disco y tocarán en bares.

Esta vez en el café de la Palma. Los hemos visto en más sitios, claro, como todos los de nuestra quinta. En el Siroco. En Caminos. En Caminos. Hace poco, de teloneros...de no sé quién. Yo solo fui para verlos a ellos.

Ya no saltan igual, y no canta Emilio. ¡Cómo era Emilio! Botaba sobre sí mismo, en vertical. Aunque a veces se salía del eje. Micrófono en mano. Dándolo todo. Como si tuviera muelles en los zapatos. No paraba en todo el concierto. Siempre con su niqui, un polo recién planchado, de colores. A veces camiseta. Les llamaban los Ramones de Algete, ahora me entero de que eran punkis. Etiquetas. Vuelven como los Niquis de la Pradera, no podían haber elegido otro nombre. ¿Será por la casa? de la pradera. Solo algunos saben de qué hablan, entonces. Los mismos que los veían en Caminos. Porque son Countries de La Pradera. Etiquetas. ¿O es alusión a Chiquito?, con su pecador de la Pradera.  Cualquier cosa. 

A mi me recuerdan mucho a ellos mismos. Y me siguen divirtiendo igual. Los Nikis, he leído por ahí, ponen de buen humor. Y es verdad.

Las letras de sus canciones son del tipo que empiezan una estrofa y puedes terminar los versos, porque son rimas consonantes; como ellos mismos dicen, evitan el acento cambiado. Hablan de disparates. También he leído, o he oido que se niegan a escribir canciones de amor. Evitan el victimismo romántico y la melancolía tipo san Valentín. Hablan de la vida misma. O al menos de mi vida misma. "Nunca podré olvidar el día que volviste, el color de tu camisa era muy triste" Son rimas imbatibles, predecibles, de toda confianza. "Es domingo y sus padres se han ido al bingo". En la amenaza amarilla, "nadie sabe lo que pasa, ni la CIA ni la NASA", frases épicas, no tienen desperdicio.

Esa descripción de los amigos en la que les acusan de haberse "echado a perder", es irrefutable. 

Qué difícil es el hoyo tres

Se despistan al hablar de sus ex

Del azúcar y del colesterol

Grandes temas de conversación

Rioja o riberita para el tartar

El maridaje es algo fundamental

Y los taninos dan mucho que hablar

Esa generación ochentera que pensábamos que siempre beberíamos garrafón o haríamos botellón en un parque, a no ser que birlásemos alguna exquisitez de la bodega paterna. Asegurábamos que el deporte era la risa y bailar en los conciertos o volver andando a casa porque la pasta prevista para el transporte te la habías fundido en copas, o en un bocata preparado por una china en la plaza del dos de mayo. Sin trazabilidad. Somos supervivientes a la ausencia de control de calidad. Las noches eran eternas. Pensábamos que el mundo sería nuestro. Sin fronteras. Esa generación que, como tantas, nos creímos piterpanes, incombustibles, indomables, de ahí salió gente que ahora dirige grandes empresas, asesores fiscales, escriben titulares, ocupan sillas en consejos de administración...en fin. O no. O descansan en cunetas olvidadas. Esa generación también se ha hecho mayor. Debajo del disfraz de golfista está el chaval que gritaba en la cuesta del parque del oeste en un concierto gratis de los Smiths. Aun con su  corbata ancha de motas de colores, cabeza despejada y chaqueta abotonada a punto de estallar, comba la espalda e imagina que puntea un solo con su guitarra eléctrica desenchufada e invisible. Escondida entre sus mechas de Llongueras se adivina una cresta punki azul cobalto. Sus orejas agujereadas no lo fueron para portar sets de brillantes (regalo de boda, herencia de la abuella), flores de Malababa, ni minipendientes de pimientos y cocodrilos enanos de Casilda Finat, no. Se los hizo una amiga, con una aguja, hielo y mucho miedo, para engancharse imperdibles y otras lindezas: algun pincho de un novio roquero. De milagro tiene orejas. Piden agua con gas ante el estupefacto camarero y se ríen igual. No soportan la resaca que se hace eterna. Es cierto que solo beben buen vino, si pueden. Y lo del golf, es porque las rodillas no les aguantan un partido de fútbol. Cayeron los años. Todos tienen un pasado, desde la futura ministro al director del Tesoro, que lleva debajo de su camisa bordada con sus iniciales, una camiseta del Atleti, o el doctor, que tararea en las operaciones al querido Led.

En fin, el público de los Nikis, de la Pradera o de la Montaña, era el mismo que el que se quedaba afónico hace años con Ernesto, que tiene un problema muy serio; los que coreaban que Los McDonals estaban de vacas flacas y había vencido la tortilla de patatas. Ahora tachan de facha esta canción. Etiquetas. Lo cierto es que la mitad de las canciones que cantaban los Nikis hace años, hoy serían políticamente incorrectas. ¿No será que éramos un poco más libres? Ahora se refieren a la I.M.C, para llamar gordos a sus amigos. En caso contrario, no les dejan publicar. Y no sé si les dejarían tocar en un garito. Por menos de nada son extremistas y al filo del juzgado o la denuncia. El público en La Palma era en su mayor parte gordo, calvo, teñido, lucían perlas (falsas o no) y se reía a carcajadas con las ocurrencias de este grupo que también se ha echado a perder. Los Nikis son el vecino de al lado, el compañero de clase, de pequeños o de la universidad. Alguno iba a tu colegio ¿no?. Los Nikis son uno de nosotros.

¿Pero que hay tras la puerta verde? No se vayan, que eso no puede quedar sin respuesta.


22/01/2025

UNA BARRA DE PAN

Nada hay más tierno que ver a alguien a mediodía con una barra de pan recién hecho bajo el brazo.  ¿Quién no se ha ofrecido a ir a por el pan?. El pan no pesa, te da la oportunidad de elegir el que más te gusta y encima catarlo de camino. El que lo compra espontáneamente al pasar por delante de una de esas panaderías que huele que alimenta, espera algo rico en casa.  Unos huevos fritos, albondiguillas, acelgas "échale aceite Petra, más"- decía mi bisabuelo, que las cenaba a diario, flotando en aceite. Que sí, que la verdura es rica, y si encima la acompañas, es para chuparse los dedos. Que el protocolo no te deja mojar. Maldito protocolo, a la porra. 

La comida a lo mejor la ha preparado él o tiene la ilusión de que alguien lo haya hecho. Para mojar. Que todo con pan sabe mejor. Comer con pan es comer en familia. Comer con pan es no tener la tele puesta. Comer con pan es comer en casa. Comer con pan es tener tiempo. Poner los platillos del pan, con su trapito de encaje planchado.

Es como colocar cuchara y plato hondo al poner la mesa. "¡Pero, padre si hay judías verdes de primero!" Ya. Nunca hay que perder la esperanza.  A lo mejor a tu madre en el último momento le apetece que  cenemos sopa.  Siempre hubo plato hondo en casa, cuchara y servilletas y pan. Y cubiertos de servir. La mesa  está vacía con plato llano y tenedor. Mi padre seguía poniendo la mesa para uno más, o dos. Por si venía alguna hija, algún yerno, algún nieto. Algún nieto. Si llegabas sentías que te estaban esperando.

A mi me encanta ver a la gente apurada por llegar a comer a casa, con el pan, una Viena, a la que le falta un currusco. No quiere que se le quite el apetito. Lo bueno de comer en casa. Con tu familia.  La mesa puesta. Ponerla. Las servilletas. Mejor de tela. Jarra de agua. ¿Quién toma vino? No, que tengo que estudiar, trabajar y me da sueño.  Que conduzco. Y de postre. De postre hay flan. ¡Ole!. Yo prefiero fruta. Que sosa. Tu te lo pierdes.