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25/02/2024

LOS SONIDOS

Hay una serie de alimentos, que cuando se caen no se caen, se derraman. Con eso te digo todo. ¡Se derraman lágrimas! Se derrama la leche, se derrama la sal, el azúcar. Pequeñas catástrofes que adquieren categorías de crisis según el humor, o el amor. Y si hay o no alguien para echar las culpas. Se trata de comestibles crudos o no. El café, la harina, el azúcar, la sal con su mala suerte asociada “oh”, el aceite, la leche “aggggg" (ya el colmo es que se “salga” la leche, cuando se hierve, con la consecuencia inmediata del quemado y la dificultad que eso añade a la limpieza, los improperios no se pueden transcribir; un huevo "¡mierda!", una bombilla "¡no!". Las legumbres de cualquier tipo: Garbanzos, lentejas, judías y judiones, echan a correr con velocidad angular y lineal, sobre todo los garbanzos, que son como canicas, imposible seguirles la pista antes de hacer guá; las lentejas, al ser planas, viajan menos, pero por eso mismo se esconden con más habilidad.  En cuanto a las judías, pintas, blancas, depende quizá de tu tamaño, origen y madurez. Las palmas de ambas manos hacia arriba. Inmediatamente se pasa en todos los casos a la posición de jarras, tan poco atractiva como sugerente del momento de caos y desesperación en el que acabas de sumergirte por un descuido absurdo. En realidad es algo menor, pero se te hace bola y cuesta arriba la jornada.

Depende mucho de la hora del día, la reacción. Si es por la mañana y se te cae la leche, el talante amable con el que enfrentabas la jornada se agría a velocidad del rayo. Si es que has encontrado la leche medio abierta o mal cerrada en la nevera y el goteo va acompañado de un olor desagradable, un charco en la repisa que parecen litros imposible que quepan en el tetrabrik, tienes dos opciones: ponerte manos a la obra o hacer como que no lo has visto. Esta última, vestida con un desayuno fuera, o esperar al café de la oficina es en sí misma una maña elección, porque la vuelta a casa solo empeora las cosas. El olor, la guarrería y tu cansancio han ido en "crecendo' . La otra opción es rascarte la cabeza mirando el esastre mientras calibras la decisión: estás entre el papel de cocina y un trapo; kh7 que todo lo vale o un cristasol apañado. Siempre papel.

 

Si es que estás haciendo una súper tortilla de patata que levanta el ánimo y las pasiones, te sientes un imbécil de tomo y lomo al ver el huevo rodar. Que sabías que no debías dejarlo ahí.  Sí.  Mierda. Recoger el huevo lleva un rato, primero papel en seco, más papel. Y luego limpieza del desaguisado.  Vale.

De entre las harinas, azúcares blancos o morenos, cafés, no sé qué prefiero o qué prefiero menos. El azúcar da la sensación de que va a ser caldo de cultivo de hormigas impenitentes. Pero el café tiene su mala idea porque además se ve en tu impoluta encimera blanco, pero no digamos la harina. Oí a Pepe, un Presunto Ignorante (en realidad ilustre) decir que un día se le cayó un paquete de harina por la noche, al abrir un armario para pecar con algún gudi, y el sueño o la pereza le impidieron recogerlo. Al día siguiente había huellas de animales no catalogados como tales, sino como monstruos que solo habitan la imaginación,  u que eran prueba de una vida ignota que existir existe.  Prefiero no arriesgar.

 

De los líquidos, sustancias sin límites y viscosidad variable, además de la leche, tiene mala idea el aceite. Que por mucho que pases trapos secos y mojados, es resistente ese aspecto brillante de.la encimera, que no es película, es brillo; y tu sospechas, sabes, que no es de reluciente limpieza, que aún resbala.

 

Pero todo esto no es nada comparado con cuando te dispones a colar la pasta sin hacer uso del colador y se te cae al fregadero. "No no no no" Primero un macarrón, luego dos y el desastre se hace incontenible.  La decisión es "lo digo o no lo digo" porque inmediatamente la pasta en sí ha vuelto a la cazuela seca. Estaba limpio el fregadero. Total.  Se te aparece como bocadillo saliendo del lado derecho de tu frente. Total. Ahora voy a volver a calentarla, con el sofrito y tal. Otro bocadillo por la sien izquierda. Tírala. Que no. Esto se come. No han sido ni dos segundos. Hala. Que lo que no mata engorda.


19/02/2024

LOS QUE ESPERAN EN EL PASO DE CEBRA

Los que esperan el borde del paso de cebra están cargados de razones, eso no se lo niega nadie. El paso de cebra, o paso de peatones, es para eso, señora, para que usted cruce tranquila. Caballero, pase usted, tómese su tiempo. No soy yo quien pita, ¡faltaría más! ¿Me ha visto mover las manos del volante? No osaría a tamaña ofensa. Usted pase sin prisa, que las cabezas que salen por las ventanillas de los coches que me siguen, es a mí a quien insultan. No sabe que usted ha esperado en el precipicio de la acera, como si de un océano se tratara, esta callecita que está dispuesto a cruzar. Desconocen el detalle de que hasta el momento mismo en que me he detenido completamente, y se ha cerciorado mediante un intercambio de miradas, la suya cargada de desaprobación, de que le he visto y con un gesto ha indicado que era su derecho, y que procedía, hasta ese momento no ha iniciado la marcha. Con parsimonia y si lo fuera, elegancia. Para ello ha echado el pie al asfalto, con calma, atusándose el cabello y repasando los pliegues de la chamarra. Se ha tomado su tiempo, pues ha tardado exactamente 10 minutos en todo el proceso. Si tenemos en cuenta que el ancho completo de la calle no supera los 10 metros, la velocidad alcanzada en el tránsito, de riesgo, ha superado los 0.05km/h, por utilizar una unidad accesible a la imaginación. 

No sufre usted de ninguna patología visible en sus extremidades inferiores. Parece ágil en el movimiento, pronto en la respuesta. Ni pierna ortopédica, ni bastón o muleta acompañan o ayudan su caminar. Tampoco se observa que le sobren quilos o años que pudieran ralentizar sus reacciones y por tanto afectar al gracejo de su marcha.

Es simplemente mala leche y aburrimiento, ganas de educar a los demás, abuso de queja, déficit de inteligencia, absurdez personificada en ser humano, lo que mueve a esos seres que esperan lo que haga falta a echar el pie en un paso de cebra, hasta que el conductor llega a dudar si tiene intenciones de cruzar, o simplemente está ahí plantado porque espera a un taxi, a un amigo, o a tomar una decisión en cuanto al rumbo. O si acaso echará raíces, ya con la lluvia de abril y el sol de mayo. Son ganas de pillar al incauto conductor, de regañarle, alzar con amenaza el periódico o el puño, dar un golpe en el capó que bien pudiera abollarlo. Demostraciones que necesitan algunos humanoides para sentirse vivos, para vivir. ¡Cuan míseras han de ser sus vidas que precisan de semejante entretenimiento para llenar sus horas, dar sentido a sus mañanas!

Pase señor, señora, adelante, no tenga prisa. Comente con los amigos, corra a otro paso de cebra en busca de aventura. Que de tan digno elemento del paisanaje de la ciudad, solo quede la huella de los que un día yacerán entre sus bandas blancas por el mero deseo de tener razón, y dar lecciones de civismo.  Encadenados, vivos o muertos, a sus derechos y las obligaciones del otro. Me hubiera gustado verles ante uno de sus semejantes, y ellos al volante, con prisa y poca paciencia. Ya quisiera el paso que se le recordara por un encuentro, por un beso, por un paseo, por una foto. 

09/02/2024

POCO SE HABLA DEL TAPON

Poco se habla de los sutiles cambios que se van haciendo hueco en nuestra vida diaria. Se meten en lo cotidiano y el hombre obediente obvia la queja, se olvida, en el trajín de la vida. La transformación de los coches y todo tipo de vehículos, tanto externa como interna, cada vez más parecidos a lo que se imaginaban los escritores de novelas futuristas. El abandono del usted en casi todos los ámbitos. La vestimenta, en fin. De pronto te plantas en un mundo que no conoces.

Pero ¿A quién se le ha ocurrido lo del tapón del tetrabrik? Es que me parece de juzgado de guardia. Vamos a ver, una señora decía el otro día "mi cocina no es tan grande como para perder el tapón de la leche". Si es que se te cae. Si es por higiene, si se cae, se limpia. Más sucio y peligroso me parece que la leche al salir pueda tocar el borde del tapón, que ¡a saber dónde ha estado". Por no hablar de cerrar el tetrabrik, que no es de un solo uso. El encaje del tapón a la hora del cierre ya no es tan fácil, no encaja a la primera. Si la leche se colocara verticalmente en la nevera, en la puerta, el problema casi pasaría desapercibido, pero ¡ay de quien la tumba en los estantes! Si no ha hecho clic el tapón, el estropicio puede ser de órdago. Con lo mal que huele la leche.
Si ya tiene su misterio servir la leche sin que caigan gotas en la encimera, mesa o mantel, ya con el tapón, en un descuido, se organiza un lío morrocotudo. Hay que sujetar el tapón con el dedito, girarlo para que quede arriba y permita el vertido sin interrupciones. Todo comodidades en ese primer café. Menos mal que existen las jarritas de leche. Que yo soy muy propia. Y en caso de que no las hubiera, unas buenas tijeras y de vuelta al método tradicional de apertura. Un buen tijeretazo y se acabaron los problemas.
Será muy ecológico.  Será. Desde luego queda claro que el envase va a la misma bolsa que el tapón.  Por si había duda entre los fundamentalistas. Aunque haya estado en contacto con alimento, van a envases, no así el papel que tiene restos orgánicos.  Ese no va al papel. 

Ecologistas y ecólogos al margen, el asunto del taponcito me parece una locura.  Que no solo afecta a la leche. ¡Ojo!. Sírvanse Coca-Colas o bebidas espumosos con el taponcito colgando. No te arriendo la ganancia.

05/02/2024

PASTILLAS PARA LA PENA

El duelo no se puede medicar, hay q pasarlo. Te tiene que atravesar. El dolor del alma no tiene antídoto. Es.  Si se medica, vuelve. No hablo de enfermedades que convierten al hombre en piltrafa de llanto y agonía.  Hablo del duelo, de la pérdida. 

Tras una pérdida hay un dolor inmenso. Y si ese dolor se tapa con paliativos, sin más, sin sentirlo, sin hablarlo, sin que te atraviese, sin llorar, a base de fármacos, vuelve. Y vuelve empoderado, vuelve con ese conocimiento profundo de la autoridad que le ha dado el que se ha escondido. Vuelve y se sabe fuerte porque es temido. Vuelve y no hay donde esconderse, hay que enfrentarlo. Hay que salir a la calle, mirarlo de frente y a los ojos aunque las lágrimas no dejen ver.

Hay pérdidas que parecen imposibles de superar. Cada uno tiene las suyas. Para según quien, resulta imposible imaginar a otro anclado en la nostalgia, muerto de dolor después de un tiempo. Pero es que no existen reglas estrictas, no se puede aplicar la matemática ni los logaritmos al corazón. Como dijo Pascal "El corazón tiene razones que la razón no entiende" y lo dijo en mil seiscientos y pico.  Y eso que él era de ciencias. 

01/02/2024

QUE SE VAYAN A FRANCIA

Esta reflexión ya la hizo Dani Rovira con mucha más gracia. No solo por su acento si no por su labia. El malagueño de ojos juntos, como él mismo dice, es un artista. No hablo del idioma, que de eso ya lo dijo todo Eugenio, "que al pan le llamen pain, vale; que al vino le llamen vin, vale; pero que al queso, que se ve claramente que es queso, le llamen fromage". Va este post por mis queridos liceanos, urbanitas, elegantes, que saben que los quiero.


Hablaba en un monólogo el malacitano de que en España sobra gente y no por manía a los franchutes, si no por estrategia sugería un traslado al pais vecino. Dado su tamaño y densidad poblacional, siguiendo una lógica aplastante, los debíamos mandar para allá, a los que sobran aquí. Que se las apañen allí. Cojo el testigo.



Quizá por la presión del directo o el público, se dejó a algunos individuos que son claramente prescindibles, y que estarían genial en Francia. O no. Por ejemplo, esa gente que no respeta la distancia social. Por decirlo suavemente. El vagón de metro está vacío, el autobús, lugares públicos sin asignación de asiento. En el caso del metro, con poca gente, vacío, vacío, raro. Entras y te sientas, con elección libre de ubicación. El colega que entra detrás de ti, se pone a tu lado, pero a tu lado, literal, no en la misma ristra de asientos, no, se sienta encima de tu abrigo, y si has dejado el bolso a tu vera te pide que lo cojas, que se va a sentar ahí. ¿Por? En el autobús eliges tu sitio favorito, pasillo, primera fila, al lado de la salida, inmediatamente detrás. Te pide pasar para ponerse en la ventana ¿por? Que le gusta ir en la ventana, sí, pero hay diez asientos más con ventana, y otro en primera fila. Le da susto ir solo. Quizá. Sigo en el transporte, me da igual ahora que sea tren o avión, asiento asignado. Ese tipo que ha elegido ventanilla, porque le gusta mirar el paisaje. El trayecto no supera una hora. El individuo en cuestión padece de incontinencia urinaria. O le da nervio el viaje. Otra explicación no encuentro. La cosa es que, antes de despegar, en el caso del aéreo, o de arrancar, en el del tren, ya se ha levantado al menos una vez para ir al baño. "Disculpe" Había una leyenda urbana, herencia de algo cierto, seguramente, que decía que nunca se debía ir al servicio con el tren parado, jamás en estación; por extensión tal mito afecta al avión. Leyenda es, pero ¿qué necesidad? Si hace dos minutos que nos hemos subido, haber ido antes. Pues no, tiene que ser cuando tú ya te has instalado, has pedido pasillo, que no te caben las piernas, te has abrochado el cinturón, preparado para una siesta tras el madrugón o repasar las notas de la conferencia, leer un rato o verte una serie en el ordenador. "Perdón, le voy a molestar" Vaya por Dios. Esto aplica a la playa, piscina, espacios públicos en general. Llegas con tu toalla a la Antilla, a una de sus extensiones infinitas de arena clara, no hay nadie, es mayo, un mes para ir al mar. Un mes para ir al mar enamorado. Te instalas, tiendes la toalla y te vas al agua. Solo o en compañía de otros, pero enamorado. A la vuelta del chapuzón te encuentras una toalla que literalmente solapa con la tuya. No es un amiguete. No. Es una familia, que ha clavado la sombrilla y extendido sus 17 toallas, una por pariente; colocado su nevera azul a la sombra y el altavoz cantando por peteneras. ¿Por qué? ¿por qué ahí? No es una cala, literalmente se trata de tres kilómetros de playa, por no hablar de la distancia al mar, que lleva un rato mojarte los pies. Será el mejor sitio. Será. O seré yo una antipática.
Otro tipo de persona a la que es posible que le hagan hueco en Francia, o no, que los franceses son muy suyos; es esa que interrumpe conversaciones interesantes o divertidas para no decir nada. Es decir, ellos no están escuchando, les importa un bledo el asunto que se está tratando, ellos están pensando en sus cosas, sin atender a bromas o argumentos. En medio de las risas o el calor de la discusión, sueltan, al que tienen al lado, a ti, cogiéndole del brazo, reclamando su atención. “¡Qué casa más bonita tienes!”. “¡Ay como son de monos los mellizos!, tres añitos ya, ¡cómo pasa el tiempo!”. ¿Perdón? No esperan respuesta. Igual que se quedan, podrían dar media vuelta y marcharse. Tienen un monólogo preparado, como los del club de la comedia, como Dani Rovira, pero este discurso no tiene gracia. Han comido cuerda y al llevar toda la tarde sin hablar, es complicado meter baza, que tampoco quieres. Lo que estás deseando es saber por qué se ríen tus amigos, qué ha dicho ahora tu cuñado, con qué ha salido tu primo, ¡las cosas que se le ocurren!, el chascarrillo de siempre, que te sigue haciendo gracia. Pero el aspirante a francés se te ha metido en el canal auditivo, lo notas lleno, afectando ya al tímpano y a todas esas láminas y delicados elementos que forman tu dispositivo sonoro, que si pudieras cerrarías. Tu educación, de la que el futuro francés adolece, te impide salir de la situación como te gustaría. Incapaz de hacer gestos a tu pandilla que les inviten a rescatarte, asientes y sonríes. Después te preguntarán: "¿Qué te contaba Fulano que estabas tan interesado” Y tu “cabrones”. A Francia, o a Rusia, que es más grande, y ellos sí que están holgados. Si no les queda sitio allí deberíamos aprender una palabra de rescate para esas situaciones. “Cheeseburger”. 

Que se vayan a Francia los que se cuelan en la cola del súper, ¡ay, no me había dado cuenta!. "Sí que la carne de cerdo es transparente para los ojos de burro". Los que te pisan los esquís, que se vayan a Francia. Que se vayan a Francia los que dicen que les ha salido fatal el examen y luego sacan un diez, los que dicen que no han estudiado y es mentira. Que se vayan a Francia los de la falsa modestia. Hala, directos a Francia, que hay cola. Que se vayan a Francia. Que se vayan todos los que empiezan una conversación diciendo "no es asunto mio, pero...". "Yo no quiero decir nada, pero..." y lo que sale luego por esa boquita.  Que se vayan a Francia los que tiran petardos y se ríen del susto que te has dado.
En la categoría de primer aviso quedan los que empiezan una conferencia con un "no me voy a enrollar" o " seré breve" y luego no hay moderador que les cierre el pico ni el micrófono. Al tercer aviso: a Francia.

29/01/2024

UN ITALIANO A MEDIAS NON È UN ITALIANO VERO

Las finales de tenis nunca tienen desperdicio.  A mi me encantan. Dos titanes que deben concentrarse en medio del murmullo y clamor contenidos de un público entregado. Se aíslan del ruido y a la vez les calienta el ánimo el apoyo y el clamor.  Los aplausos, los ¡uuuu! ¡ale! ¡ole! ¡Casi! ¡Toma! ¡Guapo! ¡Ánimo! Y el semblante inmutable. Son estupendas. Dos individuos, solos, jugando, porque es un juego, aunque les haga muy ricos y famosos, jugando bajo la mirada atenta de los árbitros.


Sinceramente este Sinner ¡la camiseta que lleva!, con lo majo que es el chaval. No parece italiano. Ni digno tenista. Ni por el atuendo, que es más feo que Picio, que le queda grande, como si hubiera adelgazado en el torneo, o se la hubiera quitado a su hermano mayor. ¡Y el color! Que sea daltónico Yannik, quizá. No da como  para pensar en comprarse algo de Nike. Poco favor les hace a la marca. Ni por el atuendo, digo, ni por el porte del chaval. Tan serio el italiano. Debe ser del Norte. Lo es. Miro en la Wikipedia e inmediatamente me entero de que el idioma oficial en su pueblo, donde amanecen a  20 grados bajo cera, es el alemán. en San Cándido o Innichen. Ese maravillo pueblo, rodeado de las cumbres nevadas de Dolomitas, es italiano de milagro. El chaval solo sonríe al final del partido. Cuando les dan los trofeos no ondeaba bandera italiana, estaba la alemana. No sé si fue falta de previsión por parte de la organización o que se hace así. En cuanto se quitó la gorra, apareció ese flequillo que le tapaba la cara. Ese flequillo que es moda entre los chavales de entre 15 y veintitantos años. Ese flequillo que se colocan, se ahuecan, se manosean hasta que tapa perfectamente la frente incluyendo las cejas y en los buenos momentos, los ojos mismos. Ahí se vio la sonrisa del chaval, que no sabía ni qué decir, de lo contento que estaba. Y de la paliza que llevaba. ¡Tela! Que en su pueblo hacía más frío que en Sydney, ¡total! Que gracias a sus padres, por dejarle jugar. ¡Qué majo! Y la energía que le quedaba después de la paliza que se subió a la grada a espachurrarse entre los miembros de su equipo que se habían desgañitado durante las cuatro horas y pico que duró el asunto.

De San Cándido es el del pelo rojo. Ese "encantador pueblo en el valle de Alta Pusteria", localización, que solo tiene wiki en italiano y en alemán, salvo unas tímidas palabras en español, se ha convertido en mi próximo destino. Ya tengo ganas de conocerlo, de pasarme un verano escondida entre sus habitantes. Al oír al del pelo de fuego hablar en inglés perfecto, se le notan esas haches suaves de las que solo los italianos pueden presumir, esa entonación cantarina, que hasta el más bilingüe mantiene, que es sello, carácter, del Italiano vero.


Y Medvedev, el tío, que suda como un pollo en el quinto set. Que no hay quinto malo. Ya. Pero cámbiate la camiseta alma de cántaro. Que no lleva ni muñequera el ruso. Y su entrenador con un cocodrilo tamaño gigante. Dicen que ha corrido 24 km en los 10 días que lleva en Australia, durante los partidos. Desde luego va a por todas. Lo intenta todo, es un "devolvedor" nato. Grita en cada punto, lucha cada uno. Mientras su adversario no dice ni mu. Encima  Daniil tiene sentido del humor.  Además de alabar al rival y retarle para la próxima, compungido confiesa que es duro perder en la final, pero que es probable que sea peor perderse la final. Maneja con soltura el ruso el humor en el idioma inglés. 

Cambiaros de camisetas por Dios, los dos. Que lleváis 4h corriendo. Por los demás, por esos abrazos, porque os deben pesar. Se cambia de zapatillas Yannik.


25/01/2024

PINKIES

 

La vestimenta siempre trae cola. Un amigo de hace tanto, me hablaba de una variante del abrigo con sandalias, que es el forro polar con chanclas, que gusta mucho por EEUU. Será una versión de la bata y las pantuflas, ya denostada.

Me contaban que, a finales de los 90, respecto a aquellos mini jerséis que dejaban la tripa al aire, el abuelo decía con sorna: “qué buenos jerséis, que tapan bien los codos, que es por dónde se cogen los resfriados”. Porque de todos es sabido que el frio entra por los pies, la triporra y la cabeza.  Mi padre siempre nos sugería a los bebés taparles la barriga y los pies calentitos, gorro y patucos. De ahí los sombreros a la edad adulta, cuando escasean las melenas.

Dejado al margen el estilismo inigualable que aporta la pedicura al aire a cuatro grados bajo cero, pongo un signo de interrogación a los pinkies. Esos minicalcetines estupendos para el verano y zapato cerrado.No entiendo la tontería. Dejar los tobillos al aire ya sea haciendo deporte o en cualquier otra situación en pleno invierno es una bobada. Con perdón.  Me contaba una deportista el otro día que se fue a correr y el  frio que pasó por los tobillos. Hemos pasado de calcetines de deporte de baloncestistas a los invisibles. Sin entrar en el detalle de que cuando te comes esos calcetines desaparecen y se forma un pequeño burruño justo antes de los deditos de los pies, el calcetín deja de hacer su función, no sólo de calentar tobillos e incluso pantorrilla, sino de proteger el pie del zapato de rozaduras y dolores. En ocasiones el pinkie calceto lleva unas bolitas sobre el talón que rebasan la zapatilla, ahí al menos el pie está protegido, pero no son los más. El pantalón de deporte no suele ser de pata ancha (como lo fue, aunque parezca mentira) y por supuestísimo tiene longitud tal que estiliza al máximo la pierna del macizo deportista. Que para eso se esfuerza. Para lucir palmito. Total, 10 cm de pierna al aire. Por poca carne que rodee al tobillo, aunque solo sea piel, el frio entra por ahí, sí. Cuidadito que miren lo que ha ocurrido en Chicago. Desde los lagos a las melenas congeladas, pasando por ciervos, picos de patos y huevos sin freír. ¿A que no se le ocurre a nadie allí salir con los tobillos al aire?

¿Y que me dicen de las botas altas en pleno verano? Hemisferio Norte, por concretar. "Es que es el outfit".  Pues el outfit, el outlook o lo que sea una parida. Ya solo con tener que recurrir a semejante palabro, existiendo "atuendo", "conjunto",...es una bobada. Sí.  En verano no se llevan botas.  Punto. Una amiga mía, que es muy rubia y de tez clara, madrileña, casose con un Vikingo, de Oslo, por ser precisos. Me contó que a la puerta del cole, allá donde las noches duran todo el día en invierno y desparecen en junio, cayose. Al llevar a los niños muy de mañana. Se cayó ella y una senegalesa. Por su tez, a nadie le sorprendió lo de la del Senegal. Pero mi amiga se había camuflado con su aspecto entre la población. Porque no es negra, solo por eso. Que se cayera la negra era normal, no así la rubia. Es lo que hace el zapato adecuado. No tiene nada que ver. Pero en invierno ¿Dónde vas con botas?


19/01/2024

NO ENTIENDO LO DE IR EN SANDALIAS Y CON ABRIGO

Es tendencia. Así visten la hija de Amancio y la reina con zeta. Si se trata de ellas, no hay más comentario. Con abrigo (incluso de pieles) y sandalias las he visto yo con estos ojitos (en fotos, que conste). No sandalias estilo alemán de Alemania, con calcetín blanco deportivo, no. Sandalias cucas y estilosas, medio tacón, de tiras de cuero, elegantes a la par que sencillas y que dejan al aire una perfecta pedicura y por su puesto unos talones lisos impecables.

A veces el tema de la moda me sorprende. Porque de forma temporal, y  ocasionalmente, se hacen populares maneras absurdas de vestir. Este comportamiento de rebaño quizá el humano lo ha tenido siempre. Sin necesidad de remontarme a los miriñaques y corpiños, incomodos de por sí, pero con un objetivo estético sin tapujos y con un contexto de acuerdo a las circunstancias; si miro hacia atrás la historia de la moda reciente está llena de bobadas y absurdos.

Por ejemplo, esas faldas larguísimas que usaban las mujeres de los colonos americanos. La imagen es la familia entera tipo “La casa de la Pradera”, o todas las pelis de indios que se vieron en los años 70; las mujeres se arrastraban por el polvo de ese mundo desértico que estaban conquistando sus largos vestidos. Es incomprensible, porque no puedo imaginar la cantidad de polvo que entraba en las casas cada vez que las mujeres salían a tender, lavar, o mirar la caravana llegar o a Jerónimo. Poco útiles, comparado con los petos que llevaban sus maridos y sus hijos varones, llenos de bolsillos, tan útiles para esconder tabaco, petaca o herramientas y si procedía, algún que otro defensivo .

En tiempos recientes: las hombreras, que no favorecen nada, solo si nos queremos parecer a personajes de Star Trek. Las hombreras, favorecer, favorecen poco. No estilizan más que a las que ya son estilosas, es decir, que no lo necesitan. Parece que te tienen que poner galones. O que estás en un constante “a mi plin”. Los pantalones cagados. Que no le sientan bien a nadie, ni a las flacas; y además son incomodísimos, a eso se añade su origen cuando menos tortuoso, relacionado con los presos que los llevaban caídos por obligación, al haber eliminado el carcelero el cinturón de su atuendo y evitar algunos suicidios con ese arma circunstancial.

Los pantalones pitillo. Sin comentarios. Fatal. ¡Los calentadores! Terror me da que vuelva esa moda. Y que nadie reniegue de su pasado. Los hombres con camiseta sin mangas y manchas de sudor en las axilas. Eso fue por culpa de Marlon. En su tranvía dejó epatado a medio mundo femenino y deseoso de estar a la altura de todo el masculino. Pero es que Marlon estaba bien se pusiera lo que se pusiera. No hagan caso de las modas absurdas.

Tendencia curiosa la de esos chavales que se tapan la frente con flequillos cortina. Un pelo liso, rizado, en ola, con o sin fijador. Con el denominador común de ocultar la mirada. Los problemas de piel asociados a esa moda, en las frentes ocultas, donde el sudor se mezcla con los ungüentos que permiten el camuflaje perfecto, los problemas de piel se cuecen en en microclima perfecto. Moda ancha, que llega del macarra al niño bien, cada cual con su toque personal.

Zapatillas con ruedas o luces. Imagino que al respecto ha habido alguna demanda, en especial afectando a los ruedines que habrán causado más de un descalabro. 

Y ahora, las sandalias, en pleno invierno. ¡Sin medias! La reina con zeta luce pierna al aire en enero. Innecesario. Yo soy muy calurosa, y la edad me ha hecho aún más, pero ir con las piernas al aire en enero es una soberana tontería.

 

11/01/2024

ES MI DEDO MEÑIQUE

Se trata del dedo meñique, del mío. Hace mucho tiempo me di un trompazo de campeonato. Andaba en tiempos de tribulación. Y, a pesar de seguir los consejos paternos, y evitada la mudanza, tuve un percance. Después de que el cirujano tratara de reconstruir mi quinto hueso metacarpiano, con éxito parcial ya que le sobraron elementos calcáreos que quedaron olvidados en la bandeja metálica del quirófano junto a otros útiles quirúrgicos; digo, después de la labor excelsa del cirujano, y ya sin vendajes, recuperada la movilidad hasta poder ponerme el sujetador sin ayuda, le comenté al instruido que había quedado más corto mi dedo chico de la mano izquierda, que el de la derecha. Aporté sin dificultad prueba gráfica. Añado aquí la calificación de mano catastrófica aportada por magnífico fisioterapeuta que pospuso su jubilación ante el reto de recuperar la movilidad de MI dedo meñique. Distinta fue la versión del médico que, pronto en la respuesta, me dijo: “Bueno, es el meñique, ¿para que usa usted el meñique?” Pues doctor, SU meñique no lo uso yo para nada, es más, no me interesa, pero el mío, me sirve. Y no estoy pensando en actividades de semáforo, feas costumbres que se disparan cuando uno no se siente observado y para las cuales el dedo más fino resulta conocidamente útil. No.

Mi dedo meñique lo uso para lo que se me antoje. Es más, su cambio de longitud ha afectado a mi escritura, a los mandos del portátil, así como a mi conducción. Ha perturbado a mi saludo, que ahora disimulo, como la sonrisa. Por no hablar de mi autoestima. "Irías a ser ciega, que Dios te dio esas manos", me decía padre. ¿Qué me diría ahora? ¿Dónde vas con ese dedito?

Como MI/SU meñique, cada uno tiene SU suspenso, su-suspenso en inglés, en matemáticas, música o educación física. Sí, ¿qué pasa? yo suspendí música. Según mis parientes fue porque, a pesar de mis enormes orejas, tengo un oído enfrente del otro. Pero no era por eso, era porque no sabía copiar en los exámenes. Nadie estudiaba ni música en esas épocas, copiaban hasta los listos. O tocabas la flauta hasta aburrir a los vecinos. Pero yo no. Así que me catearon. “Es para que se esfuerce la niña!, Así se motiva para la próxima evaluación”. A mí no me motiva que me den una mala nota. Me motivan otras cosas, pero un cate, no. "Te he suspendido porque quiero que saques un 10, tu eres de matrícula". Es que yo no quiero un 10, ni un nueve, no; lo que quiero es quitarme esta asignatura, ¡hala! una menos. A la porra. La ambición es suya, no me la transfiera, profesor. “Te apruebo a condición de que saques un seis en el siguiente examen”, vale. “Hazme un trabajo, entrégame los problemas”, eso me motiva. Igual que me motiva un regalito al hacer la compra, un descuento. Yo soy muy de conformar. A nada que me empujes me vengo arriba. Me encanta acumular cupones para acceder a chismes inútiles.  Que los regalos no se rechazan, no señor.

Igual que MI meñique, es MI duelo. (O TU duelo, entiéndaseme) Porque esa gente ilustrada, leída, como mi cirujano, que me dice “hija, pero olvídate”, ya ha pasado mucho tiempo. ¿Les digo yo acaso cuando olvidar? Pues déjame a mí, con mi recuerdo y con mi pena y mi meñique. Ya va a hacer más de un año, de dos, de diez, de 50, que se fue, que murió. Tienes que asumirlo. ¿Quién te dijo que no asumo? ¿Es porque no he vuelto a subir a las montañas? ¿O no he caminado más hacia la fuente por el camino umbrío? ¿Acaso lo dices porque no quiero pisar los adoquines de la ciudad del esgrafiado en sus fachadas? ¿O porque no dejo de subir allá donde volaron sus cenizas? No estoy majareta, sé que no va a volver, ni el tiempo pasado ni mis muertos. El derecho a la tristeza es como el de la pereza, personal e intransferible, y mientras no haga daño a nadie,…es que, ¿a quién le afecta?

¿Qué es eso de que tu meñique no sirve para nada? El tuyo a mí no me sirve. ¿Qué eso de que no te vistas ya de negro, que los padres, tu hermana chica, la mayor, tu hermano del alma murieron hace tanto? Que al fugado se lo llevó el viento o el mar no te lo devolvió. Ese momento en que se apagó la luz a partir del cual nada volvió a ser lo mismo. ¿Quién me va a impedir ser estatua de sal? Hay cosas que no caducan.  El anímate no sirve de nada. Solo remangarse y caminar juntos. Lo demás son patrañas. ¿Qué todo depende de cómo te lo tomes? Sí. En parte sí. Pero es mi dedo meñique, eso no me lo quita nadie.ie.

08/01/2024

DE UNGÜENTOS

Crema de aguacate con té verde. ¿Para untarse la cara o hacerte una tostada mañanera? La ambigüedad desasosiega mi existencia. En esta fútil época en la que todo es válido, la cultura del todo vale, reivindicada por los que abusan de falta de criterio. ¿Que cómo se puede abusar de ausencia? Pues eso. Solo los necios pueden presumir de lo que carecen. Fundamentalistas del absurdo y el rasero.

Los anuncios cada vez me resultan más confusos. Yo tenía amigos que jugaban a averiguar el producto anunciado. No era fácil cambiar de cadena por ausencia de mandos automáticos y por escasez de oferta. Un paisaje idílico, agua plana: colonia. Viento: coches. Suma y sigue. Ahora mismo el mundo del tictoquer, instagramer o cual sea la red a la que te hagas adicto está lleno de trampas que solo la pericia y exclusiva dedicación pueden hacerte evitar

Hoy en día no es necesario salir de la cama para vivir. Abres el ojo, te metes en tictoc, fb, Instagram y no te hace falta ni una aplicación para ligar para entretener y llenar el día. Ahí están los que fueron tus amigos, novios o parientes, cuelga que te cuelga historias que pueden ser o no ciertas. Tanto da. Carece de importancia. Si son imaginadas, bienvenidas sean y si no lo son: next, paso palabra. De esa forma, aportando tu granito de arena con un “me gusta” o furtivo comentario, sientes la ilusión de formar parte de su vida, todavía, actualizado con permiso y por tanto vivo también.

“Fuera parte” de alguna noticia interesante, cuadros leídos por expertos, recomendaciones varias de lectura, cine o según, la mayoría de las redes están petadas de anuncios que te invaden sin contemplaciones. A mí, de las cosas que más me sorprenden son las flacas esas que siempre están preparando comidas que supuestamente no las llevan más de media hora, entre el picado, pochado y horneado. Están llenas de  mantequilla y mozzarella y las zampan delante de tus narices luciendo cuerpo Jane Fonda (agraciada por una anatomía que lucían todos los Fonda). Luego hacen cuatro ejercicios de pilates pared, sumado a un yoga imaginativo sobre una silla y lucen palmito de sílfide. Me como yo la mitad de ese bocata que prepara la estupenda y me tengo que ir a Navacerrada haciendo la voltereta lateral para compensar. Y volver haciendo el pino puente. Por lo menos.

Es una suerte de  desasosiego sin importancia ya que en la vida falsa del internauta nada tiene importancia. Porque no sale del cuarto, ni de la cama, para vivir. Así que se puede atiborrar a Coca-Colas y silencios, engordando su miseria mientras sigue hablando de las faldas regadas de florecitas primaverales que brotan en las montañas que visita. Leído por sus seguidores y aceptado con el necesario “me gusta”. Puede colgar fotos de paisajes que saca de Google Earth y emocionantes historias que copia de chat GPT o de su propia imaginación. ¿A quién le importa?

El colmo es cuando uno no es capaz de distinguir una crema antiarrugas de una delicia para untar en la tostada y desengrasar el día. ¿Ingesta o aplicación cutánea? La composición es la misma: conocidísimo por lo expertos como AOVE (sirve lo mismo para un roto que un descosido) aguacate, té verde, manzana, lima...Tanto sirve para obtener piel de quinceañera embadurnándote que zampándotelo. Cuando te surge esa duda, es una señal: Es el momento de salir a de la cama y de casa. Nada como las personas de carme y hueso para ponerte en tu sitio. Los abrazos nunca fueron virtuales.


01/01/2024

EMBOZO AQUÍ, EMBOZO ALLÁ. MAQUÍLLATE, MAQUÍLLATE

 

Tengo una amiga que dice que si no fuera médico, se podría ganar la vida haciendo camas para un NH. Lo dice sin presumir, porque igual podía hacerlas para el Palace, Ritz, Cuatro Estaciones, o cualquier cadena pija que mide el lujo más allá de las constelaciones. De la importancia de hacerse la cama y su relación con la inteligencia y la felicidad, ya se ha escrito mucho.

Pero es que el edredón ha hecho mucho daño. Cualquiera, sin una abuela que le haya perseguido para ventilar y perfeccionar el embozo, sabe hacer una cama. Se ha simplificado la perfección hasta resumirla en un sucedáneo. Que ya no teníamos bastante con que a la sábana bajera se le incorporaran unas gomillas como para que la sábana de arriba se convierta en otra funda más.  Con un bordado de pacotilla que imita el doblado perfecto de la sábana para que la manta no irrite la piel durante el descanso. Cierto que se ha ganado en comodidad. Porque cuando las sábanas de abajo no eran ajustables, amanecías sin ella una noche sí y otra también, hecha un burruño en los pies. Eso se sumaba a que la sábana de arriba que había que extenderla del revés, sí, para recuperar la belleza del envés una vez finalizada la meticulosa tarea. El gesto de levantar el colchón por la esquina y con la otra mano hacer el pliegue perfecto, pico de acá, pico de allá, un toque de alisado y comprobación con la palma certificaba la usencia de arrugas y se dejaba caer lentamente el colchón sobre el somier; ese gesto que requería fuerza, firmeza y pericia en coctel, se ha perdido. Y a por la sábana de arriba. Extendido perfecto, colocado de las mantas que fuera menester, geometría calculada. Embozo medido. Extendido de colcha de piqué, doblado, colocación de almohadas ahuecadas previamente, remetido de colcha y cubrición hasta el cabecero. Un arte en sí mismo. Manta de lana a los pies. Algún almohadón decorativo. Bendita educación que me permitió ser testigo del oreo. Yo hubiera querido ser princesa del guisante.

La falta de necesidad de atizar esos colchones cuya lana se apelmazaba, esas almohadas que se muellen solas y recuperan la forma como si llevaran pilas...ha hecho mucho daño. Hemos perdido los valores de lo que de verdad importa, del significado de las cosas valiosas, las más pequeñas y las más sagradas.

Esa cama perfecta, con su manta gorda, cinta de raso marcando el perímetro. Otra más fina, la de por si acaso, y por supuesto una colcha que con paciencia se dobla y deja a un lado en la descalzadora, antes de abrir la cama en triángulo. Ese peso de las mantas de invierno, el olor a limpio y al aire de la azotea que aún queda en las sábanas...no lo tiene el edredón ni lo suple ningún suavizante. Se ponga como se ponga.

Y si es en la sierra, o en Segovia, donde se duerme, llega la madre con la plancha, antes de acostarte y la pasa con mimo por la cama recién abierta. ¡Qué lujo!

¡Que es muy fácil hacer la cama! Y tanto. Tan fácil como abrir una lata de Litoral. Pero nada que ver con las judías de casa. Siempre iguales, siempre diferentes. Diferencia entre un brik de salmorejo y ese que hacía la madre con un chorreón de aceite. Signifique lo que signifique chorreón y que lo acote quien pueda. Que el campo no tiene puertas ni mi madre recetas.

Pasar del edredón o funda nórdica a no hacerse la cama es una línea muy fina que cualquiera puede traspasar sin darse cuenta. Porque total, es estirar la cama, ¡zas!. Porque total, ¿para qué te vas a hacer la cama si luego vas a dormir en ella? Porque, total, ¿Para qué lavar la taza si mañana también voy a tomar café? ¿Y qué me dices de la cafetera? ¿Qué necesidad? ¿Para qué recoger la mesa si mañana vas a trabajar o comer? Porque, total, ¿para qué tapar el gel si mañana me ducho otra vez? El mistol, lo mismo, la pasta de dientes ¿para qué poner el tapón?. Siempre hay razones, ocultas, tal vez, complejas al entendimiento. Que se seca la pasta de dientes, que si se cae el bote de gel, mistol, colonia, se vierte todo el líquido y tenemos un problema. Que si a partir de las diez, un suponer, que ya me alargo, la cama no está hecha, no es casa decente. ¡Ay!. No digamos llegar de noche y que la cama sea un guiñapo. La distancia es corta y la entropía no hace sino aumentar. Así que, volvamos al embozo, ¡que nos perdemos! ¡Es el fin de la civilización tal como la conocemos! ¡Se amenaza el corazón de occidente!