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29/05/2017

INSTRUCCIONES DE USO



En mi caso particular soy incapaz de leerme unas instrucciones. No hablo de "seguir las instrucciones de un manual". No. Digo leerlas. Además, sinceramente, no creo que las instrucciones estén hechas para ser leídas. Tengo motivos objetivos para argumentar mi sospecha.

El tamaño de letra es de subíndice, el interlineado mínimo, y el formato el de cartera de hombre. Por no hablar del grosor del libreto en cuestión, medio centímetro mínimo. El conjunto desanima al más entusiasta y voluntarioso. Para terminar el cuadro, las instrucciones vienen escritas en todos los idiomas. Es claro que el objetivo no es que alguien las lea. Desde el indio al suajili pasando por chino, japonés o ruso. Se incluyen dialectos.

A mí siempre me entra la primera duda cuando tomo animosa el manual: español, ¿lo busco por la "e" de español? ¿o por la s, de "spanish", "spagnolo"? ¿Qué carácter se usará en chino? Mal empezamos. Irremediablemente mi mente se pone a desbarrar, pienso en diccionarios de idiomas complicadísimos, dónde tienen el abecedario, si es que lo tienen, si tienen dibujos, letras, sílabas...me extravío, abro paréntesis y no los cierro. He perdido la cuenta. Mala señal. Volviendo al tema: Realmente creo que no hay un criterio. Incluso a veces hay dos manuales, uno de un grupo de idiomas: croata, chino, ruso y rumano y otro de inglés, español, japonés y árabe. Sí, croata. Sí, abro corchete esta vez, seguro que necesito llaves o algún otro símbolo. Es como cuando buscas un DVD en italiano. Empiezas a mirar en el dorso los idiomas disponibles. En italiano no hay ni una película de Disney; sin embargo, en armenio están todas las de las princesas en cualquier Corte Inglés. Y las de animales: en inglés...y búlgaro o catalán. Las de Caillou, que por si no lo sabían es canadiense y no tiene pelo, no, quizá las encuentres en vasco o chino. Es porque los ingleses han dado con el negocio. Ellos valen porque saben hablar su idioma. Claro. Sin más. Se van de la Unión Europea y el idioma oficial sigue siendo el inglés. El mero hecho de nacer y aprender a hablar les da la herramienta para sobrevivir. Es una garantía de no formar nunca parte de la cola del paro (fuera de Gran Bretaña, claro).

Cierro paréntesis, que me estoy yendo por las ramas.

No puedo, en un texto finito, enunciar las absurdas instrucciones con las que me he encontrado en la vida. A veces son emocionales: las instrucciones conductistas para ser feliz. Hay quien las sigue a rajatabla y posiblemente lo consigue. Las instrucciones para dormir a un niño, el manual del Dr. Estevil, que trajo después las contra instrucciones, con lo que se llamó niños estevilizados, esto es: niños a los que les dejaban llorar cuando eran abandonados en su cunita, cronometrando el llanto. Espeluznante.

Hay instrucciones para saber cuánta cantidad y cómo hay que beber agua a lo largo de la jornada.

Otro extremo será el Kama Sutra, para saber cómo hacer el amor.

Instrucciones para la papiroflexia: para hacer cisnes, caballos o La Giralda con una servilleta. Maquetas: “De cómo hacer el Titanic a escala 1:500. Facilísimo”. Las recetas de cocina son instrucciones en sí mismas. Dependiendo del autor pueden resultar auténticas pesadillas. Sí, ¿Quién sabe lo que es una pizca de sal? ¿Y un chorreón de aceite? Sin complejos: La Simone, para mí es la única. La única objetiva, ingenieril, "fría la cebolla hasta que quede transparente”. El objetivo es claro. Cubra la fuente con aceite o “en una sartén de 15 cm de diámetro, añada 1 cm de altura de agua”, "añada una cucharadita, de las de moka, de levadura" (y al principio del libro se incluyen dibujos de cucharas de café, moka, soperas...vasos de los de agua, de los de vino, a escala 1:1) Eso es un manual y lo demás son tonterías.

Mi padre, la primera vez que se quedó solo en casa con nosotras a la hora de la cena porque mi madre tenía guardia en el hospital, cogió el libro de la Simone y nos frio unos filetes. Perfectos. La primera vez, la siguiente se atrevió con un solomillo y al añadir aceite a la sartén cuando estaba encendido el fuego, casi tenemos un disgusto (en la Simone no quedaba claro si el fuego debía encenderse antes o después de verter el aceite, un matiz sobre el cuándo. Nadie es perfecto) Pero eso es otra historia.

El manual de instrucciones es una ofensa al intelecto, es un abuso de poder, que solo pretende hacernos sentir a los humanos gilipollas. El colmo de los colmos son las instrucciones de IKEA para montar muebles: caldo de cultivo para el divorcio. ¿Qué otro objetivo pueden perseguir, que separar hogares y así tener más casas que amueblar y en las que instalar la estantería Billy? Resultado: más caja. Si no fuera por el perrito caliente de la salida que conquista corazones, estaría segurísima de mi tesis.

El único manual que hubiera leído con atención es el de cómo ser madre, pero el de verdad. Y ese no está escrito, se escribe con el tiempo, cada uno tiene el suyo.

MON ONCLE


Teresa: Cuando fuimos a ver la película de Tatí, pensaba que era por nosotras. ¿Qué otras sobrinas había? ¿Quién más que él era “mi tío”? Pasa la infancia y los años y te enseñan a compartir y sabes que no eres único, ¿o sí? No creo que nadie tenga un silbido propio como tenían mi padre y mis tíos para encontrarse en la multitud, por ejemplo. ¡Toma castaña!. Ellos sí. Es que son fenómenos.

Mi tío tiene varias teorías, como todos los Montoya. Tan convencido está de todas ellas,  que seguro que son ciertas. Hará solamente falta tiempo para demostrarlas. Ha sido capaz de lograr lo que ha propuesto siempre.

Algunas de sus tesis: el humor y el amor. Perseverar y dudar. Todas se mezclan, porque todas son lo mismo. Hay que ser muy generoso para dar todo esto, y muy bueno.

El humor: hacer reír a los demás partiendo de la base de reírse de ti mismo, de lo que más duele, de lo más absurdo, de lo más bonito, da igual. “Doña Paquita erguida, espalda en plano, presidiendo la mesa de galones de cristal de La Granja, brillos azules y naranjas. Vega Sicilia cambiando su color. Encorsetada la reunión en el salón del timbre en la panza del caballo. La lámpara que llora. Al brindar siempre la misma broma. Lío de cordones de zapatos. Un arranque de enfado y enseguida la risa, la carcajada.

El dedo índice en alto, las cejas arqueadas señalando asombro. ¡Fenómeno! Cuéntame cosas. La boca en un círculo. ¿Y tú les has dicho a tus amigos que tienes un tío en Valladolid? ¡Estás tonto! Y la mueca de sorpresa y de guasa, las palmas en alto, los brazos abiertos y reclinado ligeramente hacia el respaldo. Insistir una y otra vez hasta hacerte llorar de risa.

¿Cómo se puede ser ingeniero siendo un filósofo? (¡tú sí que eres filósofo!) Ni idea. Felipe se disfrazó de profesor cuando lo era, parecía recién llegado de una facultad inglesa llena de césped. Gafas de pasta aunque la miopía se hubiera esfumado, a juego con la chaqueta de lana, el pantalón de pana, la bufanda de cuadros,… Imagino a Teresa, paciente buscando el disfraz. Y al ver el resultado y sobretodo al ver tu cara dándote cuenta de que todo era ad hoc con el puesto, ese gesto de guasa, y el dedo índice unido al pulgar por las yemas haciendo una o, de OK.

 
La constancia: Dice que sus hermanos son más listos que él, pero más vagos. ¡Tú sí que eres listo! ¡No fastidies! Lo repite, lo elabora, medita, porque no presume de nada. Persevera hasta que te convence o te hace reír, que es lo que quiere. Lo que más le puede divertir es que tu entiendas la broma y aprendas también a hacer reír, a reírte de ti mismo. A confundirte con otro cuando te miras al espejo. ¿Alguna vez te has visto de perfil?. Hacerte pasar por él cuando te encuentras con un desconocido que te habla como a un amigo, no le sacas del error, te contagias de su entusiasmo sin despeinarte. Bueno, él seguro que hace mucho que no se despeina.

Mi tío, no es el de Tatí. A él le gusta la sopa y el ponche del Alcázar, el de verdad. Preguntará el ingrediente secreto las veces que hagan falta en la plaza. ¡Pero hombre!

Felipe me enseñó lo más importante: que hay que tratar a lametazos no solo a los niños, sino a la gente que quieres. Ahora lo veo claro, Felipe no ha dejado nunca de ser un niño, eso es lo que quería contarnos. Hay que mantener la constancia, el interés, la alegría y  la inocencia de la infancia para vivir. Sigue encaprichándote, repite, asómbrate, mira hacia arriba, hacia el mundo adulto y no te creas nada. Sigue tu instinto, sé bueno. Queda mucho para hacernos mayores. Disfruta, que esto es fenómeno.

Me dijo Teresa si podría leer algo de Felipe, Felipe, mi padre, mi padre Felipe, intentaré poner blanco sobre negro lo que tengo escrito aquí, muy dentro de mí.   Ojalá pudiera hacerles reír a los dos. Soy afortunada y os debo mucho, gracias. Pero, me quedo con el boli.