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28/10/2022

DIME LO QUE TE PASA


Vamos a hablar en voz muy baja.

Dime lo que te pasa, déjame levantarte,

déjame darte un beso y curarte.


Tomo prestado esta estrofa del famosísimo Silvio. Silvio Rodríguez, con el que castigué las tardes de estudio a mis hermanas. Con el que taladré los exquisitos oídos de mi padre. Mi padre, que no podía comprender que me apasionara es cubano que, para su fino gusto, solo daba femeninos alaridos y llenaba de gallos el cuarto de Felipe, después llamado biblioteca. 


Tomo prestado este trozo de canción que para mí resume esos momentos en los que uno ve sufrir a sus seres queridos y sabe que no puede acercarse. Son días que se alargan en sentido figurado o real. A veces duran más.  A veces lo parece. Pero son casi tan largos para el ser querido, que está sufriendo, o dudando, o pasando un momento malo; como para quien le quiere que se siente un inútil por no poder ayudar. Sin perder la perspectiva, el que lleva la carga es el paciente.


Tomo prestado estos versos para expresar esos momentos en los que uno es consciente de que las preguntas no valen. Aun así, se te agolpan en la garganta, hay un galope de interrogantes en tu cabeza que luchan por llegar primero a tu boca. Pero sabes que no puedes hacerlas. Que si preguntas, mal; y si no preguntas, mal también. Por mucho que te intereses de modo directo por su ánimo, la respuesta, o no llega o no es real. No es que no quiera contestarte, a lo mejor no sabe qué le ocurre. A lo mejor no sabe cómo explicarte.  A lo mejor no quiere preocuparte. A lo mejor piensa que te va a hacer daño si te cuenta.  Quizá que no le vas a entender, que no le vas a escuchar, que le vas a dejar de querer. Hay tantos tipos de silencio. Tantas maneras de aislarse. Tantas formas de quedarse incomunicado. Pero tú, que le quieres, porque es el amor de tu vida, tu pareja, porque es tu hermano, tu hijo, tu amigo, lo has visto ya, sabes que está en medio de una tormenta. Y solo puedes acompañarle. Te dan ganas de un zarandeo, de un enorme achuchón. Pero te sientes torpe, inoportuno. Te sobran brazos, como a un pulpo.


Y canturreas...dime lo que te pasa, déjame levantarte. Solo te queda que sepa que estás ahí y tener paciencia, no perder la calma y usar esas manos que te sobran para estar ahí cuando se produzca la avalancha, que vendrá. Cuando se rompan las compuertas debes estar preparado para recogerlo todo, caerán chinchetas o cantos rodados, da lo mismo. Tú eres su balsa, su cuenco amortiguador, su paz. Y por amor, ahí estás, recogiendo los pecios que te ayudarán a crecer, a ti y a él, el amor de tu vida, tu hermano, tu amigo, tu hijo. Juntos sois roca que el mar más bravo no osa erosionar.


19/10/2022

ESTÁ FLOJA HOY MAMÁ

Hoy está floja mamá. No sé qué tiene. Encorva un poco el gesto, como si le pesara algo. Se le marcan arrugas que nunca están. Como ausente, diría el poeta, despistada parece. Se nota que lleva un disgusto dentro, muy hondo, en uno de los escondites de su corazón, donde es difícil llegar. No es que hable fuerte, que no. No es que llore o se quede callada. No. No deambula ni se pierde. No es eso. Es que está floja, como si un aire extraño hubiera entrado en ella, como un poquito lejos. Baja las revoluciones. Se estará acordando de papá. A lo mejor.

Hoy está flojita mamá. Seguro que todo empezó por algo menor, una cosita de nada. Seguro. Que se descolgó un cuadro. Se le quemó la cebolla. Los melocotones, que tan bien olían, resultaron pochos y negros por dentro. Un malentendido por una minucia. Y el mundo se le vino encima. Así, sin avisar. Esa gota que de pronto colma el vaso. Se estará acordando de papá, seguro. Le añora. Le quiere.

 

Hoy está floja mamá. Cuando me he levantado, aun con los ojos a medio abrir, ya lo he sentido en el aire. La casa estaba fresca, ventilada.  Su cuarto impecable lleno de la luz del amanecer, la cama hecha, el cobertor echado, la manta doblada a los pies. La descalzadora en su sitio, a 45 grados de la pared. Las flores de los balcones turgentes. La música manando suave como el agua llena mi bañera. Todo limpio, acogedor, mullido el ambiente, lleno de amor cada rincón. Mi café esperándome recién hecho, como si me hubiera escuchado desperezarme; la tostada ha saltado calentita. La mantequilla ni muy fría, ni derretida. La cantidad justa de mermelada en unos cuencos blancos con su cuchara cada uno.  A elegir, naranja amarga y fresas silvestres. Mis favoritas. Servilleta de tela y zumo recién exprimido con naranjas de la nevera. ¿Qué tendrá mamá que sabe cosas que no se pueden saber? Trajina por la casa como un alma en pena, sin despegarse de la sonrisa, de los cariños hacia mí en cuanto me ve. No me atosiga.  Me achucha y me deja respirar a la vez. Pero está floja mamá, se estará acordando de papá. Le añora, le quiso.

 

Hoy mamá está flojita, como vulnerable, se le transparentan las venas a través de su piel. Como si fuera mayor sin serlo. Porque mamá es siempre ella. Parece que va a caerse, o tropezar. Siento su fragilidad. La sangre, aunque roja, se ve azul latiéndole. Deja lo que está haciendo, desatiende su labor para tomarse ese café conmigo. Que es mi regalo, me dice. Poder desayunar contigo. Y charlar. Prepararnos para el día. Sonríe y la noto lejos, escuchando mi historia sin perder comba, pero echando tanto de menos a papá.

 

Y es que está floja hoy mamá; la edad y la pena se hacen grandes y la consumen a veces. Como si no quedara cera en el candelabro. Pero es fuerte mamá y siempre se recompone. Saca fuerza de sus ángeles de la guarda.  Mamá es siempre ella. Tiene herramientas secretas e ingredientes que cambian el rumbo. No se cansa, guarda respuestas para mis dudas más profundas. Son solo estos días en los que la melancolía quiere arrastrarla, en los que casi no sé qué decir. Si hacerla reír o llorar, si que sepa que sé o hacer que no entiendo, que no veo. Pero sé que ella sabe que sé. Porque esas son las cosas que le pasan a mamá, que sabe lo que no se puede saber. Se acordará de papá ahora, como otras veces. Y le falta, como si le faltara una parte de ella misma. Más. Un regalo que le quitan a uno.

 

Y sí, está floja mamá. Parece que le falta aire, su cara se llena de sombras, y sé que hay que esperar un poco, porque mamá siempre sabe sonreír, incluso cuando echa de menos a papá. Nos abrazamos fuerte y se le pasa un poco, un poquito.  Echa de menos a papá. Le añora.


11/10/2022

ESTO LO PUEDE CANTAR KARINA O MILIKITO

No hay como una reunión de amigos para evitar el prozac. Lo mejor,  a partir de cierta edad, son las comidas. En las cenas hay muchas bajas y cabezadas. A partir de una edad, es menester que se celebren en casas, ajenas o propias. No hay bar ni restaurante de postín que aguante la sobremesa de un grupo de maduritos o seniles, que lo está pasando bien.  No existen límites.  No tienen hora en casa y siendo pocas las veces que salen, aprovechan para el disfrute y no hay quien les lleve de vuelta. Para casi todos, el gasto en gin tonics ya no es un problema que afecte a su cuenta bancaria. Los hay que siguen lampando. Pero compensa la generosidad de unos para la tacañería o necesidad de otros. La mayoría encuentra el problema más importante para sus salidas, bien en sus achaques, bien en sus excusas o deberes. 

Es decir, cuando te haces mayor y ya no tienes hora de llegar a casa, ni te suenan en el bolsillo las monedas que advierten que si te tomas otra, vuelves andando,; cuando no hay el día siguiente, porque mañana no hay examen ni hora de levantarse, aparecen otras cuitas. Y no hay que echarle la culpa a nadie. Ni son los niños que no pueden estar solos, ni la plancha que se te acumula,  ni siquiera un informe que se ha quedado atascado en la bandeja de salida de tu cabeza. No. Somos nosotros mismos. Que he dejado a mi mujer en casa. ¿Y cpmo no ha venido? Que mi marido me está esperando para cenar. ¿Y cómo no ha venido? Y los dolores. Que si lumbago, ciática, las rodillas que me tienen machacado. Ante el infinito en el tiempo que se abre con una sobremesa tiembla el barman y el somelier, el cocinero, el camarero. No forma parte del clan por mucho que salga de la barra o la cocina y comparta la cola del cometa. Le queda mucha tarea cuando todos se van.

No saben lo que se pierden las parejas con dolor de cabeza o desidia se quedan en casa. Porque lo bonito de una de esas reuniones es llegar a la hora del aperitivo, variable según hogares  y marcharte mucho después de que se haya hecho de noche, hasta en verano.  Y hablar de lo humano y de lo divino. Merendarse el día sin escrúpulos. Beberse el agua de los floreros. Comerse hasta las uñas. Olvidarse de ayunos permanentes, intermitentes o cíclicos, técnicas de mantener el tipo y la tripa, valores disparados de oscuros parámetros que asustan al diagnóstico. Olvidarse de coyunturas jerárquicas. Olvidarse de todo lo que no es la complicidad que dan los amigos, la paz que se siente al relajar el rictus que enganchado una ceja con otra.  Sentirse mejor que en brazos.

En esas comidas largas y anchas se recorren las alegrías y las penas, las amarguras y los éxitos. Se enhebran conversaciones cambiando de tema sin solución de continuidad y sin misericordia Se abortan discursos excesivos. Se boicotean monólogos y tristezas y boatos.  Se arropan las lágrimas mezclando uvas y queso, que saben a beso. Uvas pisadas, se entiende. Se juntan botellas vacías, los platos quedan limpios. 

Las historias propias  se transforman con la visión del otro. Acaba lo individual y el secreto, que se hace colectivo y público y con ello se descubre que las pequeñas miserias con las que uno se enfrenta en solitario, creyendo ser únicos pacientes, sintiéndose extraños en un mundo marciano, resulta que al compartirlas, se aprecia la falta de sorpresa del oyente. Y es que no hay nada original. Es que no hay sufrimiento único. Se desdramatiza el dolor en compañía de los amigos, se diluye la pena. Aunque sea un rato. Se asumen las risas de los otras ante lo que nos tomábamos tan en serio, las críticas por las experiencias compartidas. Sólo te sacan de la pista los amigos que te quieren de verdad. Y así puedes volver a jugar. 

En el apogeo está la música. Que acompaña al humor. Hay quien adora la guitarra de Led Zeppelin.  Hay quien muestra preferencia por una anodina Forest, de The Cure. Después de oir el principio dan las uvas de la ira y hay que comérselas todas.  Eso lo puede cantar Karina, se oye al fondo. Y Milikito. ¿Cómo están ustedes? Y es que te das cuenta de la inutilidad del sufrimiento. Y solo los amigos pueden hacertelo ver.

04/10/2022

CLAUDIA Y EL TAXISTA

Aterrizó Claudia en Normandía una mañana de noviembre. Nada más desembarcar sus enseres en el dormitorio de la pensión, se sentó en el borde de la única silla de la estancia. Con prudencia, temiendo alterar un orden desconocido, un equilibrio ajeno. Y entonces dejó que le saliera todo lo que llevaba dentro.  Pensó que se inundaría el edificio entero con  tanta lágrima sobre ese suelo de baldosa, helado. ¡Qué pena!. ¿Por qué?.  ¿Quién me manda a mí? No sé hablar francés. En el aeropuerto no estaba segura de si me estaban pidiendo los papeles de la vacuna o el pasaporte. Al llegar al maravilloso pueblo de postal donde iba a disfrutar de un paso hacia delante en mi vida, llovía a cántaros. Esa imagen de un periodo idealizado de crecimiento personal, se esfumó. No era tan bonito. No era bonito. Era gris y oscuro. La casa de piedra con jardín coloreado de hortensias, de fachada con madera vista en balcones y ventanas, contraventas verdes, e interiores caldeados con fuego de enebro, resultó ser un edificio algo decadente, con manifiesta necesidad de actualización. Hacía frío, olía a frío. Y Claudia, sentada en la silla buscaba las razones de su viaje. Echaba de menos su vida ayer mismo, las comidas en familia (incluso el hígado), levantarse y encontrar a mamá trajinando en la cocina, el beso de papá al despedirse o que la esperara para llevarla a clase; discutir en casa, el desorden, a sus hermanos chinchándola, las restricciones a la hora de llegar por la noche; echaba de menos las preguntas por su estado de ánimo. Eso y mucho más, bueno y no tanto, le faltaba nada más llegar. 

Todo se arreglaría al día siguiente, pensó cuando se calmó con su propio llanto.  Había que esperar a que saliera el sol. En efecto. Mañana será otro día, arrópate y duerme. Tras una noche de tormenta, de rayos y truenos juntos, el amanecer fue sereno, regando el sol de tenues rayos la tierra empapada y caldeando al aire. Acude Claudia guapísima a la universidad donde está becada. Encuentra su laboratorio. Todo parece fácil hoy. Se cruza en un pasillo con el chico más guapo que ha visto en su vida. Sonríe hacia dentro.  Por fuera sus mofletes se vuelven encarnados. Él la mira y hace una leve inclinación de cabeza, insinuando un saludo con los ojos. 

Al cabo de unos días, ya va adaptando su vida y su rutina al vino y la mantequilla que sustituyen a las cañas y el aceite de oliva. Compra cruasanes recién hechos y fruta por unidades. Madruga más, se acuesta antes. Es la Europa occidental, con sus costumbres y sus horarios. Alquila una bici. Usa boina y bufanda. Fuma tabaco liado. Trabaja sin parar y disfruta su estancia.

Una tarde, camina hacia su casa.  Se le están alargando los brazos porque ha comprado demasiadas cosas. Acaba de cobrar y todo lo que ve en el pequeño economato, le resulta apetecible. Compra con el estómago vacío.  En contra de las normas más elementales de buena práctica. Cuando empieza a llover, levanta la mano en cuanto ve un taxi. ¿Quién era el taxista? El chico más guapo del mundo, que vio el primer día en la universidad. Hace ya casi una semana. Cuando todavía no era francesa, como hoy. Se vuelve a poner colorada como un tomate. No le salen las palabras. Él sonríe, la ayuda con las bolsas y sin hablar, la lleva a la pensión.  Es un pueblo chiquitito. Todos conocen a la italiana que investiga como se defiende del frío la fresa. El chico más guapo del mundo resultó vivir en la pensión  de Claudia. Ese día había echado unas horitas en el taxi de un pariente para sacarse un cuartos. Pared con pared con Claudio. Cuando Claudia vio que el chico aparcaba el coche, la ayudaba con la compra y se quitaba el abrigo, no sabía si reír o llorar. El se presentó, también era investigador, belga.  Claudia sonrió, se acordó de Tintín, las patatas fritas y Axtérix. Recordó Bruselas, Brujas. Este fue solo el principio de una larga historia. 


02/10/2022

NACHO POP


Los Nacha no eran un grupo, formaban una banda. Las canciones de Antonio no eran para bailar, eran para oírlas, escucharlas, poemas. Nacho siempre fue más bailón, alegre, buscaba el Sol del Caribe con un ritmo difícil de seguir, atropellando las palabras,  a velocidad de quitarte el hipo, sin respirar (sin respirar ni oír, sin voz, sin solución....¿Sueñas o no? .... y yo ¡GRITE UNA NOCHE!). No podría elegir una favorita, me acompañan muchas de sus frases, de sus versos, viajan conmigo. Yo soy más de Antonio. Con perdón.

Año 2022, concierto de Nacha Pop al aire libre, cuatro lustros después de la movida. Nacho Pop, sin Antonio, sin Carlos Brooking al bajo, ni Ñete a la batería. Otros amigos, otros bajos, otras guitarras, pero Nacha al fin y al cabo. Que porqué se llaman Nacha, porque sí, motes del cole, amigos, primos. 

Año 2022, Nacho, bailón, salta por el escenario como lo hacía en otras épocas, en plazas de toros, teatros, en todas partes, haciendo el cabra. Como si tuviera 18 años, embutido en cuero. En una de esas, se inclina demasiado hacia atrás, en un movimiento imposible. Parecía una gracia, que se emocionaba. Pero no. Se para la música. Pensábamos por un momento que se acababa en concierto. Salieron los extras, ayudantes, amigos, gente que apoya en la sombra, detrás del escenario. No se acabó. Le trajeron una silla de tijera, y Nacho, guitarra en mano, dolorido, como si fuera el mismísimo José Feliciano, anunció valiente un ¡qué siga el espectáculo!

¿Cuál fue su reacción, 
cuando esa mirada encontró?
Y le hipnotizó,
congelando su expresión?

Se empeñaba Nacho en saludar a los de Chamartín, con cierta lógica, dada la ubicación del evento, en pleno Parque de Berlín. Norias de colores iluminando el respaldo de la noche. Sin embargo, parece que es territorio comanche, y el guitarra, sensible al problema de fronteras, apostillaba cada vez un viva la Prospe. Con gran acogida por parte de un sector del público.

Ella es como un imán,
que le quita todo el metal.
Tal es su ambición,
que él no da un paso atrás.

Como espectadores, llenaban la arena los felices chavales de la movida madrileña, de los 80, caracterizados con sus bigotes, su pelo blanco, sus barrigas o su delgadez, sus arrugas y sus achaques. Algunas marcas de melancolía huella de ajadas emociones. Disfrazados de mayores, como decía el ínclito Marías. No nos sabemos todas las canciones, porque son nuevas y alguna es un dudoso color verde, quizá solo atrevida. Las que conocemos, las cantamos más alto que Nacho, nos las sabemos mejor que él. 

Él es la ingenuidad,
ella el saber estar

Cambio de tercio, mini descanso; sacan en parihuelas a Nacho para que por fin se tome un nolotil. Aparece con chaqueta nueva, entallada y llamativa. Llega de vuelta a la sillita de la reina que nunca se peina. Y sigue el concierto, recital, la noche no puede parar, él encaramado a un taburete. Dando un traguito de vez en cuando a una mísera botella de agua mineral. 

Él sueña con hallar
la interacción genial,
poderla repeler
a distancia un poco prudencial

En medio del público, una chavala morena, que no se tiñe, que es morena de verdad destaca porque no se cansa de bailar y sonreír. Ha ido con sus padres. Luce una insultante juventud y energía. Salta en medio de una masa canosa o de frentes despejadas. El campo lleno de consejeros delegados, cincuentañeros en paro, presidentes de grandes y pequeñas empresas y jubilados. Antiguos habituales del Penta. Todos cabíamos en el PENTA. No sé cómo.

Tal vez sea mejor
no entenderse entre los dos
para conservar
cada uno su razón

Se acaba el concierto nada más empezar. No hay bis, ¡menos mal!, porque los padres del público se han ido, no están para esos trotes. Un pequeño intento de ¡otra, otra!, sin éxito.  ¡Gracias! Hasta siempre. ¡Hasta siempre Antonio! VENGA,  ¡tú solo!, con TU VOZ, Tu voz, entre otras mil.

Se encuentran al azar,
hiperrealismo sensual
e imaginación
se enfrentan sin hablar
Difícil elección
o filosofía o amor.
O lo funcional,
o a la escuela emocional



Le gustaría hablar
de algo que no es real
antes que escuchar,
lo que conoce ya. 

...y sigue, en bucle, vuelta a empezar.  ¡Yo solo!

(Antonio Vega Tallés)