Cuando yo era pequeña el chiste era "¿Cual es el colmo de los colmos?" Tras la expectación, ojos platos abiertos; escupía con todos sus virus, entre risas, el contador de la broma: "el colmillo ". Decepción y sonrisas amables por el ingenio a partes iguales "fifti-fifti". Al cabo empezaron a surgir los "se abre el telón", pero esa es otra historia de risas y lágrimas. Calimero con su lastimoso "siempre me toca a mi" era utilizado contra el quejica de turno a modo de freno de mano. Entre cariñoso y firme. Hoy sería tildado de un justo "bulin" tal comportamiento. Entre asumir las cosas de niños y etiquetar de abuso esos comportamientos considero que hay una gama de grises que un día se recuperará. Porque tanta protección no hace a nuestros vástagos sino pusilánimes y flojos, como dirían los psicólogos, una generación de chavales intolerantes a la frustración. Yo voto por el amor, que puede con todo.

No hay peor soledad que la compañía. Cuando la compañía no es. Cuando todo es silencio. El móvil sigue sonando. Las teclas bailan. Pero estás solo. Solo en medio de la gente. Llegará el momento en el que estemos tan tan solos que oiremos el silencio, que subiremos el sonido del teclado en busca de consuelo. Que los me gusta no sirvan. No hay que olvida que los dos forrados que inventaron Facebook eran unos colgados, que no ligaban, que no eran capaces de hablar con una chica, que querían que les invitaran a fiestas. Y han conseguido convertirnos a todos en pringados, en friquis de la soledad. Invitados y anfitriones de fiestas virtuales que no existen. Reyes de la utopía y relaciones perfectas, que por comparación con las reales son tan maravillosas como las que contemplamos admirados en las series encadenadas que disfrutamos entre likes. Hala, si Siri no te hace caso, no existes.
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