No me había dado cuenta de que, "fueraparte" de si es un dos o un tres la subida de los precios en los alimentos, hay algunas cositas, que también han cambiado. De un modo sutil. Sí.
Frente a la subida de los precios lo mejor es ir siempre con la misma cantidad, en metálico, en el bolsillo, bolso, cartera. Es muy antiguo, lo sé, pero el único medio efectivo de enterarte de verdad, sin necesidad de recurrir a la memoria o a la atención. El caso es que, un suponer, para gastarte más de 100€ en Mercadona, hace tres o cuatro años, tenías que llenar el carro de caprichos, carne, jamón del negro, queso viejo, patatas fritas de las negras también y por supuesto, bebidas, muchas bebidas. De marca blanca, lo justo. Ahora con 100€ estás apañado, con los básicos, leche café, pollo, alguna verdura de oferta, un poco de fruta y alguna otra cosa, te has plantado en las tres cifras. No necesitas que te lleven la compra a casa, no pesa. En el Corte Inglés, Día, Unide, Carrefour, más de lo mismo. Si pagáramos en metálico notaríamos el carro cada vez más vacío. Pero con los bizum, teléfono y tarjetas, pierdes la noción y olvidas. Lo que no se olvida es que los salarios no han subido en proporción igual. Me explicaba un amigo sabio el motivo de la no subida de sueldos pareja a la inflación con una comparación de pitillos de contrabando en la cárcel. Debe ser un ejemplo de libro, que yo no retengo bien y es por eso quizá que no comprendo del todo. No sé si por las nubes y risas que las cervezas acompañan y amalgaman recuerdos, o por mi propia estulticia. El caso es que a mí me dicen cárcel y mi mente se va a las películas en directo. Y no soy capaz de visualizar problemas inflacionarios por venta de cigarrillos.
Recuerdo un día que fuimos a comer al Rancho, donde Javier. Era una mala época, burbujas en los pisos, incertidumbre laboral sin camuflaje. No estaban en guerra los vecinos europeos de los Urales, pero retumbaban tambores de otra índole. En el Rancho aún había avestruces, cuidadas con esmero y admiradas por los chavales a la hora de los gin-tonics de los padres. Los precios se habían mantenido, pero Javier siguió una peculiar estrategia, aumentó el tamaño de las raciones. Quizá fue una suerte de reclamo a la segoviana. Recuerdo una merluza del tamaño de la mismísima avestruz. La estrategia opuesta han seguido los proveedores. Así es que, cuando vayas a echar la pasta en el agua hirviendo, mira bien lo que pesa el paquete. Nos deberíamos haber alarmado con el tabaco. Eso de que vendan paquetes de Fortuna de 10 cigarrillos, debería haber hecho sonar todas las alarmas. O cigarrillos más cortos, en el caso del Marlboro (yo es que soy muy de Marlboro). No es por tu salud, querido fumador, no, desengáñate. Se trata de una estrategia económica. De toda la vida fumar ha sido de gente que piensa. Está clarísimo. No sé qué habría sido de la ciencia sin en tabaco. Las docenas de huevos se han convertido en decenas con nocturnidad y alevosía. Algo parecido ocurría con la gasolina; recuerdo a padre: un día decidió echar siempre la misma cantidad de combustible, en pesetas, 1000, por ejemplo. Padre y el dinero eran inmiscibles, quiero decir, que padre no hablaba de dinero, gastaba en los demás y él no necesitaba nunca nada. Dejó la técnica un día estuvimos a punto de no llegar a Nava recién lleno el depósito. También contaba padre que, de estudiantes, cuando comían en la pensión, la casera cada vez les ponía filetes más pequeños, allá por el final de los años 50, principios de los 60. Los hermanos se quejaban de hambre y ella les contestaba que no cabía en el plato. Había pasado a usar platos de postre, para disimular. Toda una pionera en los regímenes de adelgazamiento. Quizá para dejar el alcohol o camuflar su subida de precio recurran al chupito de cerveza.
Pues sí, los paquetes de pasta, cuyo peso es medida y constante universal y como tal carece de fronteras, cercano en relevancia al número de Avogadro, o a lo que tarda “la pava” en llegar a Nava; los paquetes de pasta, que son de medio quilo de toda la vida (o de quilo en grandes familias), ahora pesan 450 gr y han subido un poco, claro. ¡Ole! Tenemos un problema. ¡Es que es muy fuerte! (Dígase con entonación de adolescente, mezcla de sorpresa y susto, en busca de un calificativo que no encuentran)