Seguidores
10/03/2025
ME HA DEJADO EN VISTO
07/03/2025
ADELGAZAR. LOS 20'
El otro día leí en algun sitio: "para adelgazar lo que hay que hacer es, en ese momento que te entra un hambre incontrolable, aguantar 20 minutos. Entonces el cuerpo empieza a tirar de reservas" Estaba escrito con mucho más seso, que si el azúcar, la energía. Que el cuerpo te pide, bla, bla. Se me quedó lo importante: adelgazar, aguantar, 20 minutos. En realidad eso lo dice mi amigo Luis ¿Que has hecho para adelgazar? Cerrar el pico. Pero en boca de un nutricionista de bata blanca parece un hecho probado, un dictado. Además 20 minutos. Esa fue mi parte favorita. Es asequible, es un pitillo y poco más. Como dice una amiga, te lavas los dientes, te bebes un vaso de agua y se han pasado.
Mi Vietnam son las 12 de la mañana, 11:30. Hay un momento
lejos del desayuno, que ya está en la prehistoria de mi día, en que me entra un
apetito desordenado. Así lo llamábamos en casa. Un apetito desordenado. Y no
hay expresión más gráfica que ésa. Porque no tiene orden ni concierto y no
tiene tapa. Es emergente, en un principio calmo, de pronto se vuelve urgencia.
Un ataque en toda regla. No se amaina con nada. Tiene vida propia. Y larga
autonomía. Y si encima me pilla en casa ¡Acabáramos! En la nevera puede caer
cualquier cosa, desde un tímido plátano, a un sándwich, que es lo sano, en la
despensa un "par de nueces". Pero eso de comer y rascar es cierto.
Todo es empezar. Encuentro mi perdición
aunque la zona sea un erial, patatas fritas ¿rancias? Así no hay que tirar, yo
basurero; picos con queso, un poquito de salchichón, que está muy rico, total
es como un aperitivo, luego ya no como. Lo de un poquito es tan relativo como
incierto. El discurso interior es
eterno, con preguntas y respuestas justificativas. Son mentiras encadenadas y
excusas borrando excusas. Claro que como luego. ¡Faltaría más!. Total. Otro día
empiezo. El régimen, el plan, a cuidarme como dicen los elegantes, más
eufemismo que otra cosa. Es como si te dicen a la cara pero muy cortésmente
"hay que ver cómo te has puesto, estás más gorda que en tu embarazo. Y eso que bozabas, guapa.
Total, que lo tenía reciente y digo "pues me voy a aguantar 20 minutos", 12:20. Seguía exactamente igual, con un agujero en el estómago y una queja interior que rugía con tal furia que hasta yo tenía miedo a que produjera ecos que oyera el vecindario entero. Llegué a la una con el mismo hambre que tenía a las doce, quizá un poco más, por hacer justicia a la realidad.
Menos mal que estaba sola en la prueba, porque en mi familia se nos pone un humor de perros con eso del hambre. Hasta los más cándidas del clan son aislados y alimentados desde la barrera en momentos críticos. Nos transformamos. Nos sale un alíen de dentro. Soltamos exabruptos y sufrimos transfiguraciones temidas por nuestros más allegados. Pero yo esperé otros 20, y otros 20. ¿Sería que la leptina, la glucosa, o su puñetera madre, con perdón, el clic que haya por ahí en mi organismo se esté resistiendo? Que si te tomas una manzana despacio o un plátano, también despacio, es estupendo, por lo visto tiene triptófano, que es un precursor de la serotonina y después de tomarlo, 20' son perfectos para dejar que la sensación de saciedad llegue al cerebro. Si abro la caja de Pandora, miedo me doy. No respondo de mis actos. Tan acostumbrado tengo a mi estómago y resto de órganos a "tengo hambre" y mi inmediata respuesta: toma; es un niño mimado mi cuerpo que se niega a consumir parte de la grasa que me sobra a borbotones para calmar ese engaño que me manda al cerebro "necesitas comer". Me torpedea con una necesidad inexistente ¡Que me está tomando el pelo!. Que me sobran recursos. ¿Cómo domar a la fiera? Intento enseñarle esas lorzas abdominales, de donde puede tirar, mis muslos orlados. Nada. Caprichoso, consentido organismo el mío. Mi cabeza domesticada por el consumo y la inmediata satisfacción de los deseos, me regaña, me exige, me recrimina mi conducta rectilínea y austera, disciplinada y seria, por una vez. ¡Qué frágil!
Esas paradas en la gasolinera a poner combustible como
excusa a comprar unas panteras rosas, unos bonyes – bucaneros, punto rojo, o
unas almendras tostadas con lo que supuestamente el viaje es más ameno. De todo
me acuerdo ahora después de 200 minutos, 2000, 2000...de incumplimiento de
promesas: mañana empiezo. Y es que deberíamos acordarnos de ese momento ante el
armario: “no me cabe nada”, voy a guardar la ropa de invierno sin haberme
puesto mis pantalones de cuero, ni esos vaqueros mágicos con los que te sientes
2cm más alta. Esos son los pensamientos de los 20 minutos, que no vienen.
Quiero ser esa chica de la foto que se pone el pantalón de hace unos meses y cabe otra yo dentro. ¿Cómo se miden esos 20 minutos? ¿No serán grados? ¿En Farenhait? Es frío. Ojito que si llegamos a 451 ya se sabe lo que pasa. Me voy a hacer un bocata. Estoy entre el bocata y la palmera de chocolate.