Una mujer de
bandera entra en el local. Es hermosa, alta, estéticamente armónica. Aparece
arrollando, la mirada al frente, la barbilla en proa, la melena ondula en el
viento que ella misma genera. Casi se puede tocar el rastro que deja su figura. El bolso al hombro. Tez oscura. Camiseta blanca, falda oscura por debajo justo de la rodilla, plisada y zapato de salón. Sus zancadas son tan grandes como su vestimenta le permite.
Ha causado
una conmoción inmediata en el ambiente. Empiezan los susurros, les sigue un
silencio hueco. Hay muchos hombres en el bar. Todos son elegantes, llevan corbata,
camisas blancas. Son jóvenes. Juegan al bride, discuten acaloradamente. Beben
cerveza.
Ella parece rotunda
por sus andares. Independiente por su gesto. Educada, por su forma de vestir, clásica,
elegante y algo atrevida. Quizá sea extranjera. Tan morena. Puestos a soñar
debe ser inteligente. Ha venido a un país extranjero ella sola. Será una
viajera ocasional. Hija de un diplomático tal vez. Hermana de un militar,
Seguro que es valiente. Nada puede parar esa energía,
Su halo ha
sido la marca que ha sellado su futuro. Él la ha visto entrar, como todos. Como
el resto, ha dejado de respirar. Pero sólo él ha pensado exactamente eso
"¿Quién es? Ella será la madre de mis hijos." No es su olor. No será
su conversación. No es su belleza. No será su paciencia y su candor. Es previo
al camino que ya han emprendido.
El conjunto es la respuesta. En la integral está
la solución. Ella será la madre de sus hijos. Y lo será porque pocas cosas hay
más emocionantes, más cercanas a la felicidad que ser madre. El reconocimiento
en la manada de la fémina adecuada es propio de nuestros más remotos
antepasados. Es instintivo, animal. Tiene que ver con la supervivencia de la
especie, de la familia. Las señales que le hacen desear a una mujer como madre
de sus vástagos crea una sensación de seguridad, de madurez...equiparable a la
más grande de las emociones.
Lo malo llega
después. Cuando ya es la madre de los hijos de él y nada más. No ha habido
engaño. Les dio bien de comer. No hubo mentiras. Ni traición. Pero tampoco nada
más. Ella construyó su fantasía de novela a través de ese hombre por el que fue
elegida. Desempeñó a la perfección su papel de esposa, previo al de madre.
Pensó que detrás estaría la vida en común y el amor. Ella se dejó elegir por
sus propias miserias, por sus propios miedos. No eligió al padre de sus hijos. Ella
ni siquiera vio al entrar en ese bar, hace ya más de 50 años, a quién la había seleccionado
y marcado su futuro.
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