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29/06/2022
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27/06/2022
LA COMIDA ES EL ELEMENTO QUE NOS UNE (CHEF MONGE)
La comida es el elemento que nos une. (https://lacocinadelchefmonge.com/) Y el que nos aburre en ocasiones.
Que nos une la comida no necesita
discurso. Resume de un brochazo la idea de familia, amistad, amor, trabajo.
Preparar la comida es un acto de amor. Es pensar en el otro. Imaginarle.
Intentar agradar. Hasta el punto que no hacerlo, no cocinar, salir a comer,
subcontratar hacer la comida para la gente que uno quiere, produce una
puñalada, un sentimiento de culpa que se desvanece con esa capacidad que
tenemos los humanos de olvidar nuestras propias faltas.
Recuerdo a mi abuela, que siempre tuvo "servicio"; y aunque no fuera ella quien rehogara las verduras antes de mezclarlas para preparar su riquísima menestra, no salía de la cocina hasta que estaba lista, a punto de abandonar fogones adornada con patatas fritas cortadas en perfectos cubos de dimensiones mínimas. Recuerdo esa cocina, donde colgaban cazos y sartenes impolutos, que llegaban a adelgazar hasta la transparencia, de tanto pasar el estropajo. "Sita Paquita, ¿Cuánto pan compro?" preguntaba servil María Luisa en el quicio de la puerta cada día, después de una vida entera comprando una hogaza de pan blanco y dos vienas, para el desayuno. Siempre lo mismo. Después de casi medio siglo haciendo el rosbif siguiendo un precioso procedimiento, el flan, las croquetas, ya quisieran los científicos disponer de tan exquisito protocolo.
Pero también es cierto que hay comidas que son un verdadero coñazo, con perdón. Por ejemplo, los guisantes. Que no es que no me gusten, ¡ojo! Unos guisantes con su jamón no necesitan más. Si el jamón es bueno, mejor. Ese mito de que para guisar no se puede usar jamón del bueno, del negro, es una herencia de la posguerra. Es uno de esos complejos de los que algún día debemos apearnos. Como que no se puede cocinar con champán. Si es Möet, mejor. El caso: los guisantes. Te enfrentas a un plato con colmo de guisantes y es infinito. Esa lomita parece no bajar nunca de cota. ¿Por dónde atacas? La cumbre o la falda. Temes un estropicio de geometría, un derrumbe, un alud que altere la armonía. Otra cosa es si le pones un huevo frito. ¡Ole!. Es que el huevo frito es lo contrario al aburrimiento para el comensal. Al huevo frito se le puede echar muchísimo rollo. Un huevo frito es como un café con conversación, tan caliente que te zampas tres tostadas mientras tanto. El huevo frito se alarga y entretiene el hambre. A padre le gustaba el huevo frito como si fuera una rodaja de merluza rebozada, a otros ese huevo blanco plancha. Según. Que si pan, patatas, chorizo, morcilla, migas. Menos con ensalada, yo creo que pega con todo. "Marida" dirían ahora. ¡Cuánto daño ha hecho máster chef a la cocina y a la comida en general! Incluso más pernicioso lo veo que mismísimo vinagre de Módena.
Para comida entretenida, el cocido. Que no la fabada. El cocido es largo y ancho. Hasta en verano. Las variantes, sin ofender, que cada uno es cada uno; lo mismo. Que si la sopa, con sus fideos. Que a mí me gustan con garbanzos. Que yo me lo tomo todo junto. Yo un poco a poco. El cocido es plato único, primero, segundo y tercero. Gallina o pollo. Tocino blanco, entreverado, morcilla, chorizo, carne, patata, zanahoria, calabaza, col. ¡Qué alegría! Los colores juntos y separados. Los sabores. Y un buen vino. La fabada, si rica, no es tan amena. Y mira que está buena, le echa pulsos a los judiones. Que también. De la Granja. Se me hace la boca agua. Pero no es lo mismo.
En el otro extremo están las espinacas. Ya les puedes poner bechamel, pasas y piñones, mucho Emmenthal, que las espinacas son un petardo de bostezo. Por eso Popeye insistía. Que serán buenas para el tránsito, no lo pongo en duda. Mucho mejor las acelgas. Con sus pencas, sus hojas verdes, y su patata cocida. Ni mucho ni poco, se puede repetir. "Más aceite, Petra". Un aceite de esos que pica, oliva virgen extra (AOVE ¡Cuánto daño ha hecho Máster Chef a la cocina!). Empanadillas o croquetas que son cual pipa sin huella. Entretienen la conversación. O guiosas, versión importada de la empanadilla de toda la vida. Donde esté una buena croqueta ya pueden hacer el pino las empanadillas, que no.
Al final lo más divertido de comer es
el aperitivo. La mesa baja, los amigos,
los hermanos, los padres, decorado todo con comida. Alegría, colores. El queso
y las uvas, los picos, regañás,
embutido a cascoporro. Que no falte una tortilla de patata con su discusión, poco hecha, con cebolla. Y jamón. Cazuelitas
con de todo. Ese picadito de cebolla y atún con su poquito de mayonesa. Un
salmorejo de degustación, el dipeo,
tan solicitado últimamente (que la pandemia ha perjudicado mucho, sobre todo a
los más aprensivos). Zanahorias y apio, como si fuera comida de régimen, para
hacer chupa chups con salsas que lo único que llevan son calorías, ese
guacamole, hummus, con su aceitito todo, bien regado. Unas tostas con pisto,
bacalao con tomate, salmón, lo que haga falta. Y mucha cerveza, y mucho vino y
mucha risa, y mucha conversación, y discusiones cruzadas, y muchas risas. Y
alguna lágrima. Y un buen vino. Sin taninos, que luego nos duele la cabeza.
Café postre y puro. Y una copita. Que no todas las comidas son tan bucólicas y
pastoriles, no. Los codos fuera de la mesa, coge bien el tenedor, no se dice no
me gusta. Haz caso a tu madre. Caras largas algún día por una salida nocturna,
las malas notas, las amistades peligrosas. Problemas en los trabajos de unos,
en los estudios de otros. Amores de barra, amores fallidos. Amores en fin.
Incluso esas comidas, de palmada en la mesa, de aburrimiento o de discusiones y
gritos a veces sin sentido, esas comidas nos unen. ¡Qué mala la soledad a la
hora de comer! Padre siempre ponía la mesa, por si acaso y con cuchara.
03/06/2022
¿MERCADILLOS (VINTAGE) O POP UPS O SHOW ROOMS?
¿Y tu?, ¿tú de quién eres? Estaba pensando que una cosa es participar en un mercadillo, mercadillo: Véase el de Nava. Y y otra que no tiene nada que ver, es hacerlo en un Show Room. Calidad, que diría mi amigo noruego. Es como vivir en el barrio de Salamanca, al ladito del Retiro. Calidad. Y "bajar" a desayunar con el periódico en un bar de la calle Castelló. El periódico, ABC, El País (por contrastar) Expansión, Le Monde, FINANCIAL TIMES, The Guardian. Hace falta un ratillo y no tener prisa. Café solo, zumo y tostada con mantequilla. En Almagro, el equivalente, sin el Retiro al lado, es RICHELIEU, con ese aroma a madera, camareros que llaman por su nombre a la clientela sin olvidar el usted. Unos torteles que si no son de Mallorca, lo parecen. Como en el salón de casa. Calidad.
Una época me dio por hacer collares. Y cuando me pongo, me pongo. Mi madre era Penélope, mientras viaja padre ella tejía su punto con destreza y un chéster en el cenicero. Y empecé a producir. Mis motivos tenía. El caso es que me aficioné. No sé si por nervio o terapia. Me ayudaban los parientes a sacar la producción. Se los llevaban a la oficina las cuñadas y los lucían en sus camisetas blancas como modelos de lujo. Una cosa llevaba a la otra. Compraba piedras para hacerlos y los vendía para hacer más, para comprar más piedras, flores, cordones diferentes. Iba cambiando de registro, de idea, de longitud de onda. Intercalaba piedras con flores, cristales con gemas, madera, terciopelo, Jade, Murano, seda, cascabeles. Hasta que se me llenó todo. Hasta que de los cajones salían flores de tela, hilos teñidos. Ya no sé si aprovechaba los viajes para comprar tesoros, con tu ayuda exquisita siempre. Ya no sé si viajaba para comprar piedras y perlas. Amigo o pariente que viajaba, amigo la que subcontrataba un encarguito. Denominación de origen.
Me pareció una idea estupenda ir a un mercadillo. Novata de mí. Llegué con mis bártulos en una maleta (me pareció un ideón) pensé que me había equivocado porque no había nadie mas que la dueña del "espacio". Una maravilla de local, ex restaurante, en el límite de la Guindalera con el barrio de Salamanca. Corazón madrileño con alma de barrio, aunque no sea Chamberí. Que es el centro, vale, pero hay muchos centros y encontrar el epi no es tarea fácil. Ventanas largas, que no altas, espacio garaje. Techos ad hoc. Instalaciones a la vista. Tuberías de plata, luces directas. Focos de acción.
Me dispongo a organizarme entre borriquetas y la paciencia que Dios me ha dado para escuchar las quejas ajenas. Hace falta valor. Hay diferencias en la distribución de espacios. A mí todo me vale. Llegan las profesionales y algún gesto se tuerce. Hay quien vende maravillosos vestidos bordados a mano, de niño y mujer. Tienen cosas preciosas. Unas telas que la creadora inventa e imprime... Unos precios. Pero lo mejor es lenguaje. Todas (no soy de podemos, es que son chicas, mujeres todas) se alaban entre ellas. ¡Ay que cosas más ideales! Míralo, Fulanita, ¿a que es ideal?. Me encanta, me encanta y me encanta. Me rechifla. Pero por favor, si es como lo que le llevas puesto, no me puede gustar más. Ideal. Y todas se prueban lo de todas. ¿Cómo me ves? Ideal. Te queda pinchado. Está hecho para ti. Si yo esto lo hago por hobby. ¡Ole! Por hobby. Esto es una paliza. Y yo de espectadora ilustrada que no invisible.
Lo mejor, las risas entre compis de chiringo. Yo, que ando reticente a la vida social, me doy un baño de risas ese sábado, me rebozo en compadreo tipo marcadillo de Nava. ¿Te traigo algo? ¿Cómo no vas a comer? Me he traído mandarinas. Pero hija que eso no es nada. Tengo reservas, no se preocupe. Mi hermana me trae avituallamiento ¡un inglés! y al baño voy cuando vienen a verme mis fieles, las economistas de lujo. Por no pedir, como decía mi padre. Pide cuando necesites. Pues no. Relaciones distintas, apoyo al desconocido. Conocer cosas nuevas. Coincidencias. Y un tío que vendía toallas de playa que se convertían en bolsos. Ojito, que lo tiene patentado. Eso sí, pido no llevar la bolsa, porque caber lo mismo que en el Toyota, la playa entera. Unas amigas vendiendo calcetines de todo tipo, majísimas. Otra con ropa de verano, pareos y bañadores tan elegantes que lo mismo puedes ir a cenar sin cambiarte. ¿Me cuidas el puesto? La flaquita, madre de familia enorme, que borda y dibuja sus propias telas. Nido de abeja que me lleva a comuniones y fiestas de L a infancia y sandwich mixto. Bañadores de chico a precio. Y en la esquina, con un cestito lleno de sugus, unas hermanas con ropa exquisita, diferente, única, preciosa. La marca tiene nombre de cuento. De cuento son las blusas, los vestidos, cada prenda que venden. Todo eso y mucho más, y yo con mis collares y mis servilleteros. Mi primera venta: a una señora del barrio, es que yo estoy sola, me llevo uno servilletero para un día que me haga una comida especial. Gracias. Dos euros.