¿Y tu?, ¿tú de quién eres? Estaba pensando que una cosa es participar en un mercadillo, mercadillo: Véase el de Nava. Y y otra que no tiene nada que ver, es hacerlo en un Show Room. Calidad, que diría mi amigo noruego. Es como vivir en el barrio de Salamanca, al ladito del Retiro. Calidad. Y "bajar" a desayunar con el periódico en un bar de la calle Castelló. El periódico, ABC, El País (por contrastar) Expansión, Le Monde, FINANCIAL TIMES, The Guardian. Hace falta un ratillo y no tener prisa. Café solo, zumo y tostada con mantequilla. En Almagro, el equivalente, sin el Retiro al lado, es RICHELIEU, con ese aroma a madera, camareros que llaman por su nombre a la clientela sin olvidar el usted. Unos torteles que si no son de Mallorca, lo parecen. Como en el salón de casa. Calidad.
Una época me dio por hacer collares. Y cuando me pongo, me pongo. Mi madre era Penélope, mientras viaja padre ella tejía su punto con destreza y un chéster en el cenicero. Y empecé a producir. Mis motivos tenía. El caso es que me aficioné. No sé si por nervio o terapia. Me ayudaban los parientes a sacar la producción. Se los llevaban a la oficina las cuñadas y los lucían en sus camisetas blancas como modelos de lujo. Una cosa llevaba a la otra. Compraba piedras para hacerlos y los vendía para hacer más, para comprar más piedras, flores, cordones diferentes. Iba cambiando de registro, de idea, de longitud de onda. Intercalaba piedras con flores, cristales con gemas, madera, terciopelo, Jade, Murano, seda, cascabeles. Hasta que se me llenó todo. Hasta que de los cajones salían flores de tela, hilos teñidos. Ya no sé si aprovechaba los viajes para comprar tesoros, con tu ayuda exquisita siempre. Ya no sé si viajaba para comprar piedras y perlas. Amigo o pariente que viajaba, amigo la que subcontrataba un encarguito. Denominación de origen.
Me pareció una idea estupenda ir a un mercadillo. Novata de mí. Llegué con mis bártulos en una maleta (me pareció un ideón) pensé que me había equivocado porque no había nadie mas que la dueña del "espacio". Una maravilla de local, ex restaurante, en el límite de la Guindalera con el barrio de Salamanca. Corazón madrileño con alma de barrio, aunque no sea Chamberí. Que es el centro, vale, pero hay muchos centros y encontrar el epi no es tarea fácil. Ventanas largas, que no altas, espacio garaje. Techos ad hoc. Instalaciones a la vista. Tuberías de plata, luces directas. Focos de acción.
Me dispongo a organizarme entre borriquetas y la paciencia que Dios me ha dado para escuchar las quejas ajenas. Hace falta valor. Hay diferencias en la distribución de espacios. A mí todo me vale. Llegan las profesionales y algún gesto se tuerce. Hay quien vende maravillosos vestidos bordados a mano, de niño y mujer. Tienen cosas preciosas. Unas telas que la creadora inventa e imprime... Unos precios. Pero lo mejor es lenguaje. Todas (no soy de podemos, es que son chicas, mujeres todas) se alaban entre ellas. ¡Ay que cosas más ideales! Míralo, Fulanita, ¿a que es ideal?. Me encanta, me encanta y me encanta. Me rechifla. Pero por favor, si es como lo que le llevas puesto, no me puede gustar más. Ideal. Y todas se prueban lo de todas. ¿Cómo me ves? Ideal. Te queda pinchado. Está hecho para ti. Si yo esto lo hago por hobby. ¡Ole! Por hobby. Esto es una paliza. Y yo de espectadora ilustrada que no invisible.
Lo mejor, las risas entre compis de chiringo. Yo, que ando reticente a la vida social, me doy un baño de risas ese sábado, me rebozo en compadreo tipo marcadillo de Nava. ¿Te traigo algo? ¿Cómo no vas a comer? Me he traído mandarinas. Pero hija que eso no es nada. Tengo reservas, no se preocupe. Mi hermana me trae avituallamiento ¡un inglés! y al baño voy cuando vienen a verme mis fieles, las economistas de lujo. Por no pedir, como decía mi padre. Pide cuando necesites. Pues no. Relaciones distintas, apoyo al desconocido. Conocer cosas nuevas. Coincidencias. Y un tío que vendía toallas de playa que se convertían en bolsos. Ojito, que lo tiene patentado. Eso sí, pido no llevar la bolsa, porque caber lo mismo que en el Toyota, la playa entera. Unas amigas vendiendo calcetines de todo tipo, majísimas. Otra con ropa de verano, pareos y bañadores tan elegantes que lo mismo puedes ir a cenar sin cambiarte. ¿Me cuidas el puesto? La flaquita, madre de familia enorme, que borda y dibuja sus propias telas. Nido de abeja que me lleva a comuniones y fiestas de L a infancia y sandwich mixto. Bañadores de chico a precio. Y en la esquina, con un cestito lleno de sugus, unas hermanas con ropa exquisita, diferente, única, preciosa. La marca tiene nombre de cuento. De cuento son las blusas, los vestidos, cada prenda que venden. Todo eso y mucho más, y yo con mis collares y mis servilleteros. Mi primera venta: a una señora del barrio, es que yo estoy sola, me llevo uno servilletero para un día que me haga una comida especial. Gracias. Dos euros.
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