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20/02/2023

LAS HAMBURGUESAS DE LOS VIERNES

La pandemia ha dejado secuelas en algunas personas y en ciertas relaciones. Hay quien lleva genial lo de trabajar desde casa y quien está hasta la coronilla. Y es que lo de ir a trabajar tiene su punto. Que no es siempre por lo que te cunde, como dicen los que son muy propios. Ni porque sea bueno salir de casa. Tampoco. Si estás a gusto,  ¿para qué? No. Son los efectos colaterales. Socializar. Hay mucho personal que solo socializa en el curro. Es el cafelito, la charla, el ascensor, los compas, el jefe, el que no lo es, los chismes. La quiniela, la bonoloto, la lotería. Se comparte mucho. No te digo ya el que come en la oficina, o en el hospital, en la obra, o donde toque. Los simulacros de incendios, que te hacen echar la mañana en el parque. Que las reuniones son cara a cara y quieras que no, se  entienden mejor las cosas, los despistes son menos y la multitarea casi inadmisible. Son los pasillos, los pitillos, que me voy a ver si me firma mi jefe estos gastos, y la vuelta que uno se da por la planta siete, donde no está tu jefe, por la 14, donde tampoco; que no te has equivocado, pero ya que te levantas, saludas. Es algo así como ir a comprar el pan el sábado por la mañana en Navacerrada. Bajo a la Agapita (Eusebio, para los auténticos). Es un momento. Un momento que te lleva la mañana, si es que vuelves. Porque si eso, a la una llamas a casa, "oye, bájate que me he encontrado con los Tejada" y están aquí los Rodríguez, que los Sierra suben ahora, que si nos tomamos algo en el Abeto". La barra te la has comido y vuelves corriendo a ver si no se les ha acabado y te tienes que ir a Jorge, te van a matar. Un rato más y se te hace lunes.

En fin, que me he ido por las ramas. Lo de trabajar en remoto tiene su gracia, es eficaz para algunos. Por supuesto corre el bulo de que la gente se ducha lo justito y que solo usan camisas y partes de arriba, mientras que las pantorrillas quedan cubiertas con una mantita o el consabido chándal. No tengo la seguridad de que eso sea cierto. No me consta. Hay celo con respecto a la intimidad y los falsos paisajes de fondo alimentan la imaginación. El caso es que el aislamiento de los solitarios se multiplica e incluso me atrevería a decir que se eleva y si se trata de empresas que han convertido en submarinos sus oficinas, con mesas calientes, más. Corre el rumor de que es bueno salir, el asunto de la vitamina E y moverse más allá de pasar la mopa y la aspiradora y hacer sentadillas poniendo lavadoras. Son rumores. Que no está mal ver florecer la primavera, la nieve si es año de bienes. Según.

Es por eso que en una estupenda pero muy discreta empresa que conozco, se organizan, cada tanto, las hamburguesas de los viernes. Es difícil para ellos llevarse mal, porque son todos majos. Algunos no se conocen, más allá de entrégame tal documento o mándamelo de nuevo que está regular.  Total, que se llevan bien, se echan más de menos que de más. Y tienen ganas de verse. La tranquilidad del café casero y el humor propio gestionado ayuda mucho. Además, disminuyen los madrugones y el atrezo y eso hace que las sonrisas sean menos artificiales. 

El caso es que cada tanto quedan un viernes. Y lo pasan bomba. El viernes pasado tocaba ¡por fin!  Nadie pone crítica al sitio ni la hora. Bueno, casi nadie. El caso es que fue éxito la convocatoria. Pero pasaron cositas.

 uan, que nunca puede apuntarse, esta vez removió Roma con Santiago. Ni Carnaval, ni Carnavol. Voy. Se presentó en Alfredo's a las tres en punto, llamó a Sole ¿estáis dentro? No, yo no he salido de casa. Ahora voy. Vale, me voy tomando una cerveza. ¿La mesa a nombre de quién está? de Carlos. Vale. Entra y le llevan a la mesa reservada por Carlos, al cabo llegan Álvaro y Andrés, los de los padres con niños pequeños, otra cerveza cada uno. Mesa para diez. Las tres y cinco y siguen solos, de pronto aparece una chica a la que no conocen, ¿Estáis esperando a Carlos y a Laura? Sí. ¡Ah! Soy Ana, amiga de Carlos. ¡Ah, genial!, tómate una cerveza, que no ha venido nadie. Van llegando otros, Luis, Julián, se presentan y se sientan. Los compas de esa empresa que conozco están acostumbrados a no conocerse, así que, rápidamente entablan conversación y se deshacen en elogios hacia los ausentes. Son dicharacheros y divertidos. Ha pasado media hora y se han pimplado tres cervezas cada uno. Los viernes es lo que tienen, que dan mucha sed. Hasta que llega Carlos con Laura, que no son ni su Carlos ni su Laura. Juan llama a Sole, pero, ¿dónde hemos quedado? En Fizt, yo estoy llegando. ¡Que nosotros estamos en Alfredo's! Y nos hemos hecho unos amigos. Ya no nos da tiempo a ir. Nos lo hemos pasado genial. Hala, hasta la próxima. Nos quedamos aquí con ellos, necesitamos una mesa más grande. Deberíamos contratarles, son estupendos. Carlos escribe a Sole. ¿Dónde estás? Entrando. Carlos llama a Sole, ¿entrando en dónde? Fizt es pequeño, lo bastante como para que Sole se haya dado cuenta antes de que sonara el teléfono, de que se había equivocado de sitio. ¡porras,  el correo! Ni lo había abierto, ya leerlo, imposible.  Dio por hecho que irían al sitio de la mesa redonda, por el aue le había preguntado Laura. Que estamos en Burguerlex. Te mando ubicación. Allá que va Sole. Y así son los viernes. Llenos de risa. Y muy sanos. En su punto, con patatas y pan de cristal. La hamburguesa, la que quieras tú. No vengo a eso. Me gustan todas. 

07/02/2023

NO ES SI

Parecen no recordar los cronistas, que la historia de este gobierno empezó con un "no es no". Ahora hemos llegado a un "sí es sí". Los contexto son otros, pero a la postre, queda la frase como único lucero, como recuerdo de una época. Si quitamos el polvo y la paja, no queda nada. Lo único que hay son eslóganes y palabrería, porque se ha descuidado el fondo. Del no del pasado al sí del presente hay un camino incierto de gritos y ceños fruncidos.

No son los únicos que abusan de titulares, recordemos a aquél  gobernante que llegó al poder con un ""váyase, Sr.."., sin mucho más en la cartera ni discurso otro. Bueno sí, hablaba catalán en la intimidad. Como todos, predecesores y los que vinieron después. Es esa teoría de ceder ante el desacuerdo sin tener en cuenta la avidez del consentido.  Esa creencia de que se conformarán. Nunca se conforma. El niño mimado, siempre quiere más, es llenar de agua una cesta.

En realidad me parece muy pobre el discurso del sí, del no, del váyase. Es importante explicar bien las cosas, no sólo para entenderlas, si no también para superarlas, en caso de necesidad. Para no cometer errores iguales. Y así, tanto en lo personal como en lo público, las palabras sí sirven. Contrariamente a lo que cantaba Paco, en el Olimpia, en nombre de Alberti:

Que dolor de papeles que ha de llevar el viento
Que tristeza de tinta que ha de borrar el agua
Las palabras entonces no sirven, son palabras
(La poesía es un arma cargada de futuro.)

Las palabras siempre sirven. "No quiero sacar trapos sucios", dice el partido o es personaje que va de noble. Sácalos, ¡concho! Si no los dices, el otro no se va a enterar de verdad y cometerá las misma pifias, hará el mismo daño. No es cuestión de repetir algo hasta que parezca cierto. No. Pero detrás de la dignidad que se atribuye erróneamente al silencio, hay mucha estulticia. Nada es más solemne que el silencio de un burro. (Con perdón de tan manso animal). No es digno callar, lo digno es la prudencia, pero el silencio absoluto es imposible e inaceptable si realmente hay algo que decir. Cuando uno se calla del todo es porque en la mollera no tiene nada. Y presume de elegante, callándose.

La sustitución del silencio por eslóganes es quizá más dañina todavía. ¿Qué hay detrás de esos ceños fruncidos y del abuso de la verborrea? La vehemencia es loable cuando se defiende algo, pero en todo esto ¿Qué detrás? Si al menos tuvieran contenido,...como cuando decían "más libros, más libres", "hagamos el amor y no la guerra". Ante sentencias me callo, pero el porque sí y el porque no, y el no es no y el sí es sí no dejan de ser trabalenguas que sea acercan al "porque lo digo yo", reservado en exclusiva a las maternidad y a esos momentos en los que las malas y las buenas madres se bloquean y hacen disparates. Y la justificación es clara "porque lo digo yo".