Hay frases que solo dicen los padres o los hijos. Me refiero a padre varón y a hijo de toda
índole, edad o condición. ¿Quién no ha recibido la sorpresa del hijo: "¿alguna
vez alguien había limpiado esto?" El tono es mitad reproche mitad orgullo
y el resto inocencia. Que suma más,
mucho más de uno.
Por ejemplo, el recipiente del baño donde se deja el
jabón. La jabonera de toda la vida.
Cacharro que, sea del tipo que sea, con rejilla para que el agua escurra y el
jabón no se deshaga dejando esa baba
desagradable que, sí, las madres nos empeñamos el limpiar a diario o cuando nos
encaja, sin éxito. Siempre queda algo, siempre vuelve y se mezcla con el polvo
en suspensión para la desesperación de Don Limpio. El aspecto pone en duda el
trabajo de quien se ocupa de esas cuitas. La solución en muchos hogares ha sido
el dispensador de jabón líquido. Nada que ver, resta mucha calidez y
autenticidad ese aspecto práctico. ¿Qué es más higiénico? Sí. No lo es todo en
la vida, la higiene. La personalidad multiplica. Y entonces ¿de qué sirve
mangar jaboncitos en los hoteles? ¿De qué sirve ese día que entras en una
maravillosa tienda de jabones naturales de colores y los compras a juego con
los de la pintura o por su olor según estado de ánimo. Ere morado lavanda, ese verde Heno de Pravia,
ese marrón chocolate que huele a casa de los abuelos. ¡Eh! ¿De qué sirve?. ¿De
qué sirve esa concha gigante que antes estaba encima de la tele? Desde ella se oía el mar. Ese mar de donde la
cogimos un día, cuando ya no era el hogar de nadie. Esa concha a la que la tele
plana desterró a la encimera del baño? ¿De qué?
Pues sí.
"¿Mamá alguien había limpiado antes esto?" Descubre tu
hijo. A cualquier edad. ¿Cómo se
imaginaria que iba a estar la caracola si nunca antes la hubiera limpiado
nadie?
Ocurre algo parecido con la cafetera. Italiana, por supuesto. Solo los auténticos cafeteros
recurren a tal instrumento, desterrado como la caracola, por las Nespresso e
imitaciones. Inigualable en aroma, especialmente si en casa se muele el café.
¿Incómodas? Tal vez. ¿Poco prácticas? También. Inigualables frente a la anónima
melita, café recalentado. Cafetera italiana al poder. Un día el padre entra en
la cocina. Ciudad abierta, como Roma. Se dispone diligente a hacer café para
todos. Al terminar, como es muy disciplinado, friega la cafetera, italiana, con
todos sus ángulos, polígono indeterminado, truncado tronco. Al ver que tarda,
la familia entera se persona junto al fregadero donde con esmero ataca los
recovecos mediante estropajo y nanas. "Esto no lo ha limpiado nunca nadie
antes". Tal cual. ¿Por qué la cafetera no se puede meter en el friegaplatos?