Un manotazo duro, un golpe helado. Un empujón brutal te ha derribado. (MH)
No puedo llorar tu pérdida como otros, aunque siento una enorme pena, y sí puedo recordarte. Hace años teníamos mucho trato. En su día más que amigos éramos muy conocidos, coincidíamos con frecuencia, en todas partes. Teníamos amigos y lugares comunes que nos hacían estar cerca. Por eso tengo mis propias historias que vienen ahora en pelotón a mi cabeza. Son muchos recuerdos, llegan de los años 80, de los 90, 2000, 2010...ha llovido desde entonces y tú te has ido para siempre, no volverás a verlo. No coincidiremos más.
Te recuerdo en Javea, con la tabla, cuando casi nadie hacía windsurf, esperando el viento desde la orilla. Llevabas tu equipación a cuestas y nunca te faltaba un perejil. Bañador bermudas un poco más larga la pernera que el común de los mortales (o más corta), a la última moda; camiseta impecablemente planchada, las chanclas más peras del mercado. Siempre como recién duchado. Escondidos tus ojos miopes detrás de unas gafas de sol. Tu mirada oscura y profunda.
Te veo en Chamberí, con esa panda de genios disparatados, en el estudio. Haciendo fotos, pasión que os unía. Me acuerdo cuando montasteis el "chiringuito". Tú eras el único sensato entre todos ellos. Locos todos por retener las imágenes, los instantes. Blanco y negro. Trabajando a deshoras, riéndoos en los tejados, exprimiendo los días, agotando las noches... Te imagino quedándote dormido en medio de la algarabía. Igual que en Mojácar, soñando a la sombra.
Te veo en el Penta, en orden, controlando, cuando todo era humo y alcohol. Tenías humor fino y no muchas palabras. La boca cerrada. Sonreías a medias y escuchabas y mirabas desde atrás. Una mezcla de ironía e incredulidad sospecho que estabas ocultando.
Te veo en el Penta, en orden, controlando, cuando todo era humo y alcohol. Tenías humor fino y no muchas palabras. La boca cerrada. Sonreías a medias y escuchabas y mirabas desde atrás. Una mezcla de ironía e incredulidad sospecho que estabas ocultando.
Hoy me ha recordado mi amiga T una comida o una cena en tu casa de Mojácar. Nosotros estábamos acampando en San José y fuimos a visitarte. Pasamos horas buscando algo decente para ponernos porque todo estaba sucio y arrugado en nuestras mochilas, llegamos cinco en el panda rojo, destartalado, y allí estabas tú, impasible, afable.
Eras un valor seguro. Un amigo al que poder presentar a tus padres cuando todo era caos, alguien con quien volver a casa cuando el olor a cerveza y a ginebra se hacía insoportable. Recuerdo una noche en Navacerrada, se te hizo tarde y te quedaste a dormir en el salón, al lado de la chimenea. Y tu diplomacia mañanera desayunando con mi padre, que en lugar de torcer el gesto al ver unos cascos de moto en la entrada, compartió café contigo mientras leíais El País en la terraza. Como si nada. Como si mantuvierais esa relación desde siempre, tu compostura y la suya. Igualito a mis nervios cenando a altas horas de la noche en tu cocina transparente, en Chamberí, rodeados de libros.
Te hiciste amigo de la gente de mi colegio, tú, un liceano de pura cepa, de casta. Rodeado e íntimo de mis amigos de clase. Al final estábamos en muchas partes a la vez, bodas, cenas, Navacerrada, Javea, Almería. Tú, con una media sonrisa, detrás.
Fui una vez a ver a un amigo común que había sufrido una intervención grave, casi a diario le visitabas. Discretamente el día que fuimos nosotros no apareciste, por no apabullar al convaleciente.
Y recuerdo la última vez. No te reconocí. Bajo un sombrero y unas gafas oscuras, una delgadez que no se podía atribuir a la coquetería si no a la enfermedad. La piel transparente. Te vi como tu punto final. Solo volví al pasado cuando tu amigo vio que la bicicleta que le regalabas no tenía pedales. . .La risa que te dio a medias, al compartir o imaginar el nervio de tu amigo, su timidez. Te estabas poniendo en su lugar. Esa mueca eras tú. Tu adiós.
Mis recuerdos son deslavazados y seguramente mezclas. Pero tu muerte me dio un golpe en el pasado, en una época muy disparatada y también muy divertida. De ahí venimos muchos del 65, en la calle de la Palma y en el bar de los Guinkases discutimos entre humo nuestras inseguridades. Algunos miedos quedaron en el asfalto, otros nos persiguen hasta aquí. Se han agitado los años y removido emociones antiguas.
Te hiciste amigo de la gente de mi colegio, tú, un liceano de pura cepa, de casta. Rodeado e íntimo de mis amigos de clase. Al final estábamos en muchas partes a la vez, bodas, cenas, Navacerrada, Javea, Almería. Tú, con una media sonrisa, detrás.
Fui una vez a ver a un amigo común que había sufrido una intervención grave, casi a diario le visitabas. Discretamente el día que fuimos nosotros no apareciste, por no apabullar al convaleciente.
Y recuerdo la última vez. No te reconocí. Bajo un sombrero y unas gafas oscuras, una delgadez que no se podía atribuir a la coquetería si no a la enfermedad. La piel transparente. Te vi como tu punto final. Solo volví al pasado cuando tu amigo vio que la bicicleta que le regalabas no tenía pedales. . .La risa que te dio a medias, al compartir o imaginar el nervio de tu amigo, su timidez. Te estabas poniendo en su lugar. Esa mueca eras tú. Tu adiós.
Mis recuerdos son deslavazados y seguramente mezclas. Pero tu muerte me dio un golpe en el pasado, en una época muy disparatada y también muy divertida. De ahí venimos muchos del 65, en la calle de la Palma y en el bar de los Guinkases discutimos entre humo nuestras inseguridades. Algunos miedos quedaron en el asfalto, otros nos persiguen hasta aquí. Se han agitado los años y removido emociones antiguas.
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