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19/02/2017

YOGUR Y MANZANILLA



Ciertas comidas son solo aceptables si te duele la barriga. Cuando se ha perdido la autonomía o el estómago es una lavadora centrifugando. En esos casos se admiten zumos de limón y todo tipo de sucedáneos de alimento.

 

Una tía mía dice que para qué sirve el yogur. ¿Y para qué sirve? Ahora está muy de moda, a mí me encanta, yogur sabor, yogur con, yogur de, con bífidus, sin ellos, 0%, extra de calcio, líquido, griego. Mi favorito es el de frasco de cristal. La sección de yogures del supermercado entre marcas blancas y las que no lo son ocupa tanto como la de quesos. Sin exagerar.

 

Cuando éramos pequeños el único yogur era el de frasco de cristal. En casa lo mezclábamos con cola cao, mermelada y hasta con galletas fontaneda. Resulta que alguien patentó el asunto y se forró. Lo que en casa hacíamos a escondidas porque era una guarrería ha sido una revolución en las neveras. ¡Qué cosas!

 

Sinceramente, lo peor de las comidas de cuando te duele la tripa es la manzanilla. Aún recuerdo en el colegio cuando te mandaban tomarte una, vaso de cristal ardiendo y ese olor. Si era cierto el dolor de tripa ahí se te acababa de estropear. Si era una excusa para fumarte una clase te ponías bueno antes de probar el brebaje. Una mujer a la que admiro mucho, a la que conocí mayor se fue después de misa de 12 a tomar el aperitivo con uno de sus nietos. A la sazón, un hombre bueno. Él pidió una cerveza, ella una manzanilla. Ya no cumplía nos 85 años. El camarero trae la cerveza fresquita para él con sus aceitunas y para ella una tacita blanca y una jarra metálica de la que sale un hilo con un cuadradito. “¿Tengo yo cara de que me duela la tripa?”
 

DESPEÑAPERROS, LA GLOBALIZACION Y LOS CHINOS




 
 
 
Mi tío se fue de viaje a Vietnam. A conocer mundo, de turismo. Entró en un local, al que no se puede llamar tienda ni taller, donde se acumulaban toneladas de telas, sedas, algodones, hilos de colores y un ejército de costureras. Le tomaron medidas y desde entonces le hacen los trajes de chaqueta allí. Cada tanto recibe un paquete envuelto con delicadeza y estrena. Es solo el principio.
 
La globalización es una tienda de arreglos regentada por un clan chino en la zona Bronx de la Prospe. Entra una sevillana residente en el Viso, con el corazón y el acento allende Despeñaperros, bolso de Loewe en ristre. Sus dos hijas tan andaluzas y tan guapas como ella la escoltan. Melena desordenada perfecta hasta la cintura. Vestidas con estudiado descuido. Transmiten la armonía familiar que da saber que navegas con el mismo rumbo. Mientras, el padre da unas bolas en Puerta de Hierro. Han quedado a tomar el aperitivo en José Luis.
 
 
 

 
 


La madre le dibuja a la china más joven, que es la que mejor chapurrea español, el traje que quiere, le pinta los volantes y escribe el número en caracteres arábigos, cinco en el vuelo, tres en la manga. Cuello de pico de escote discreto. Elige la tela rosa palo con lunares negros. Y el forro. También dibuja la espalda con apertura que indica prudencia. Soy mujer casada y madre. Respeto. Pero aún tengo una bonita columna de la que presumir. Llevará el moño alto con algún mechón perdido haciendo carambolas en la nuca.

La hija pequeña también lleva los deberes hechos, la madre es portavoz de su vestido: la tela de un verde tallo de margarita con lunares del mismo color pero dos tonos menos. El escote más atrevido tanto de frente como de espalda. No ha cumplido 18. Puede presumir de porte y apellido. La hermana mayor va por su cuenta. Lleva recortes de revistas de moda preparados y su traje es rompedor. Tanto en la tela como en el corte. El estampado es de cuadros, insólito. Ante el gesto resignado de la madre que fue hija ejemplar y nunca eligió ser diferente. Y me ha ido muy bien, tú sabrás. Que ya eres mayorcita.

“Bueno, ya está todo, ¡no! Habrá que probarse, ¿cuándo venimos?” La china joven mira a su madre, que no ha abierto la boca: ”Vente”. La madre del Sur se sorprende y sonríe “¿Cómo 'vente'...veinte de febrero?” La joven oriental tiene la libreta en la mano, llena de caracteres chinos, mira a su madre y al calendario. No ha pestañeado, ni falta que hace. “Vente ablil”. A las puertas de la feria, la andaluza está ya en la caseta, morros rojos, su marido le ofrece una copa de manzanilla. Y de pronto todo se desvanece. “¡Nooooo, noo, no. Yo el 24 de abril estoy en Sevilla, mi niña, con el traje hecho, el 20 estoy bajando pa’Sevilla.” La chavala sonríe, ahora entiende las prisas. “¡Ah!, ¿tiene fiesta?” No da crédito la sevillana. Que haya alguien en el mundo que no sepa que el mundo se para en la Feria de Abril “¿Cómo fiesta? La Feria, niña, la feria. Cucha, me pregunta si tengo una fiesta”. En Oriente llevan otro calendario “¿Felia?. Nosotlos mucho tlabajo. No Felia”

Y es que ahora en esa esquina lo mismo te arreglan un Loden, que lo copian, que te cogen los bajos de los uniformes de los niños o te imitan el traje de novia de tu madre. No hace falta alquilar esmoquin porque son magas. Prácticamente sin probarte son capaces de reproducir o escalar o remedar lo que se les ponga por delante.

Y eso es la Globalización. Uangú haciéndole un traje para la feria a Carmen, con toda la gracia y el salero del mundo. Que no hace falta haber nacido donde la torre del oro para poner volantes a una falda y coser un traje de gitana como Dios manda.

 

 
 

12/02/2017

EL ESPAGOMETRO DE PETRIRENA



El Petri era marido, padre, hijo, fotógrafo e ingeniero de caminos. El orden de los factores no altera el producto. De entre sus virtudes conmutativas hay que resaltar sin duda su finísimo sentido del humor.

Un día, Auro se cayó. Auro era su chica, su ex novia, su mujer. Se cayó y él y sus dos hijos, varones quinceañeros, decidieron encargarse de hacer la comida: Espaguetis. El primer día les quedaron crudos, a pesar de llenar el techo de ejemplares intentando comprobar el grado de cocción. El segundo día estaban blandos, excesivamente blandos, se habían pasado. Al llegar el fin de semana le cogieron el punto al tiempo. Nunca echaban la pasta en el agua antes de que empezara a hervir, removían cuidadosamente el contenido recién vertido para evitar aglomeraciones en los extremos y que se pegaran al fondo de la cazuela algunas unidades. Consiguieron que no salieran en grupos adheridos por sus extremos. Bien cocida la parte libre, incomestible la pegada. Y es que hacer pasta no es tan fácil. Es un mito eso de que la pasta está chupada de hacer y lo haría un niño. Un niño espabilado y atento.

Durante la primera semana de baja de Auro, lo de menos era que sobrara o no comida, estaba tan mal hecha que se tiraban los restos. Excesivamente cocidos o sin hacer. Las sobras iban a la basura tras intentos fallidos de mejorarlas con un buen tomate frito, o cualquier invento que se les ocurriera. Cual pecios en la orilla, eran abandonados. Pero pasados unos diez días de pruebas y hambre, el Petri, con su mente analítica, apuntaba tiempos y resultados, tomaba nota del procedimiento seguido y el producto que cada vez obtenía, hasta que logró el famoso espagueti al dente. El techo acabó lleno de líneas serpenteantes, entre los que se quedaban pegados y duros y los que caían...era esa época en la que en España no se nos daba bien la pasta y la teoría decía que había que tirarlos al techo. No recuerdo qué tenía que ocurrir, que se quedaran o no pegados. El Petri probó hasta lograr un bonito decorado cenital.

Al cabo de esos días, la pasta salía impecable, se le podía añadir aceite, tomate crudo o frito... Empezó el Petri y familia, a disfrutar de comer pasta un día tras otro, con todas sus variaciones con y sin repetición. El caso entonces fue la cantidad. O hacían de más o no tenían bastante y les rugía el estómago a los tres devoradores al cabo de media hora. Cuando el problema era la escasez, la solución era un bocata, pero cuando sobraba comida ellos y su habilidad con el film transparente, que les era un absoluto desconocido. Dejaban los restos en la cazuela y por la noche encontraban unos alambres capaces de romper cualquier empaste. Aquí un hábil cocinero me dirá: "Se pesa", Tantos gramos por persona, es una ración, rezan las recetas de cocina, tantos son siempre más menos algo... No le valía, Y tenía fundadas razones para su incredulidad. Un ama de casa calcula a ojímetro. Ya.

El nuevo reto fue la cantidad. El Petri empezó a pesar y a anotar. Y descubrió algo increíble: La longitud del espagueti es una constante universal. Los 25 cm del espagueti son como el número pi, pero sin decimales. Un palmo: sencillo y eficaz. Por tanto se podía asociar la sección con la ración, pensó el Petri. Tras un mes a régimen estricto descubrió que la unidad de medida era el centímetro cuadrado (por la longitud del espagueti). Eso era una ración normal, grande dos.

Con este descubrimiento del que nadie habla trabajó Petrirena el ingeniero. Petrirena el padre, el marido. Quería fabricar un medidor sencillo, un instrumento útil,...Empezó a poner condiciones:

- Debía ser de una sola pieza. Sin elementos móviles

- Debía ser de un material noble: madera preferiblemente.

- Sencillo de encontrar. Con un gancho para poder colgarlo en cualquier sitio

- No poda ser frágil. Huir del cristal o la cerámica.

- Preferiblemente no conductor.

- Fácil de usar y sencillo de fabricar.

- Debía ser versátil, es decir, un solo espagómetro debía servir para cualquier número de comensales. Eso implicaba la incorporación de al menos tres números primos (uno, dos, tres y cinco incorporó finalmente)

….

Y así nació el espagómetro de Petrirena, del que solo hay dos ejemplares, con sus correspondientes instrucciones. La redacción de éstas fue angular para que mi padre se desternillara de risa y nos hiciera llorar con su amigo Manolo durante una comida en la que escenificaron como si de dos azafatas de vuelo se trataran, las virtudes y ventajas del uso del medidor.

Los modernos y marisabidillos me dirán que hay pasta de todas las medidas....Con todas las pistas que tienen ¡QUE INVENTEN OTRO!