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15/01/2018

DANCING BEETHOVEN


¿Cuándo fue la última vez que viste un documental? Yo, en el sofá de casa de mis padres, hace mucho tiempo. Cuando había que levantarse a cambiar de canal. Mi padre ponía "la dos", la segunda cadena. Se quedaba frito. Según él, sin roncar y sin la camisa fuera. Así era. No estaba dormido. Pensaba. Verdad. En cuanto los ronquidos inexistentes tapaban el sonido de Félix Rodriguez de la Fuente hablando por enésima vez del majestuoso planeo del águila real sobre los Monegros, sigilosamente alguno se levantaba a cambiar de canal. Zas. ¿Qué vais a poner? ¿Sería verdad que velaba?

En fin, los documentales de otra época, los del NODO, con la familia Alcaide haciendo tres viajes para su viaje a Robledo de Chavela y poder llevar a los 19 (hijos) más padres y algún amiguete, imagino. Documentales sobre concentraciones políticas. Ahora el documental tiene otro formato. Todo el mundo jura haber visto Informe Semanal, que es y ha sido siempre de espíritu fino y elegante. Apuesto a que la mayoría se lo han dormido. A pesar de su indiscutible interés. Y pasión. En la era del ‘zaping’ el documental tiene poca capacidad de sobrevivir. Menos ‘DANCING BETTHOVEN’.

DANCING BEETHOVEN, dirigido por Arantxa Aguirre, hay que verlo de rodillas. Es lo más bonito de lo que he podido disfrutar últimamente. Autorizado para todos los públicos y recomendado para cualquier edad. Es una maravilla. Ocupé un asiento canalla; tanto es así que, a pesar de mi evidente y pertinaz miopía, no necesité gafas ni siquiera para leer los subtítulos. Los primeros diez minutos sufrí por los rigores de la digestión y a punto estuve de sucumbir en los brazos de Morfeo. Pero a partir de mi primera inintencionada e inoportuna cabezada de pronto los ojos y los oídos se me abrieron. Todos los sentidos alerta; y no dejé de sonreír, de disfrutar, de llenarme de música e imágenes. Volaron los minutos como los bailarines, voló el instante que duró la proyección. Deseé que no acabara y poder seguir entendiendo la música, oyéndola, viéndola. Gracias Arantxa.

Al salir del cine me encontré con un amigo de la infancia, como Arantxa. Él seguía sentado. Los ojos llenos de lágrimas. La mirada fija. Me dieron ganas de abrazarle porque en mi cara seguía pintada y grabada una sonrisa enorme. Fue una emoción tan bonita que a nadie le he contado lo que vi. Sólo lo que sentí. Sólo que cuando lo recuerdo, sigue erizándoseme la piel. GRACIAS Arantxa. Suerte.

14/01/2018

YO DESNUDA GANO MUCHO

Yo antes, en cuanto anochecía, andaba por el centro de la calzada, del negro, pisando la línea doble si doble el sentido; trotando de pánico por la oscuridad. Miraba temerosa los portales sin luz. Hacía salto de longitud al pasar por zonas con gente de aspecto sospechoso. Que eran todos, pardos. En fin, temía por mi integridad en cuanto pisaba la noche sola. Pánico a los taxistas, conductores varios y a todos y cada uno de los hombres solos con los que me cruzaba. Quizá ellos ni me veían.
Ahora sí que soy invisible, a pesar de que como dice una mujer increíble "yo desnuda gano mucho". No estoy ni para que pidan un rescate. Si a algún chalado se le ocurriera secuestrarme que tenga claro que ha metido la pata. Le voy a costar la pasta. Como compulsivamente, pero solo calidad. No conozco el microondas ni lo admito. Mucho menos tolero porquerías prefabricadas. La comida recién hecha no es condición discutible. El humor se me agría aún más, si cabe, si circunstancias excepcionales me obligan a saltarme mis propias exigencias. Me encanta el buen vino rojo, tinto en copa de cristal, no muy grande, no muy frio, ni excesivamente tibio. La cerveza es para camioneros. Mantel y servilletas de hilo. Cubertería de plata o me dan reacciones alérgicas. Lo somatizo todo. Me pongo de un humor de perros a la primera de cambio. Soy intransigente con la puntualidad. Ante el desorden bramo sin importarme quien tenga enfrente. No es que tenga carácter. Es que ni hay quien me aguante. Si no me creen, tienen dos opciones: preguntar a mis parientes, o probar. Se van a enterar.
 
Así es que, voy por la calle tan pancha. Podría ir desnuda, aunque como digo, gano mucho. No con este frio que me tiene aterida. Miro escaparates de tiendas cerradas. Me paro cuando quiero. Saco la cartera o abro el bolso para fumar y descanso en cualquier café abierto de madrugada observando el humo de mi pitillo mezclarse con la bruma. Paseo por la ribera desierta del río que corta mi ciudad sabiendo que si algún insensato se cruza en mi camino tiene todas las de perder. Lo mismo me viene bien y amortizamos hipoteca. Porque va a querer pagar para devolverme. Espero que me acepten en casa de vuelta. Aunque algún “te podían volver a raptar” seguro que cae.
 

NO SOLO LAS MUERTES SON PÉRDIDAS DE SERES QUERIDOS

A veces no hace falta morirse para perderte. No hace falta que muera un ser querido para perderlo. Se pierde muchas veces. Y se pierden muchos seres queridos que siguen vivos. Aunque es como si hubieran muerto en realidad.
A veces los seres queridos desaparecen de tus vidas sin dejar de vivir. Un padre, una madre, un hijo que se aleja, tu pareja. Se abre al principio una brecha pequeña, digamos fisura. Entra agua y en invierno se hiela. Aumenta la apertura. Lo que era una línea casi invisible es ahora un huequito en el que van cayendo cosas que se pierden para siempre. Otro invierno más y el proceso sigue. La griea es mayor y lo que dentro de pierde también. Hasta que dejan de verse las orillas y además de llenarse de basura, son caldo de cultivo para el olvido.
No quiero más pérdidas en mi vida. Quiero un receso Voy a construir puentes, a quitar porquería. Estoy dispuesta a todo para tener cerca a los muy querido.sPara no perderles antes de morirse.