Segovia viste de ocres. Si hay suerte, el verde. Tiene Segovia la fortuna de verse amparada por la inmensa Mujer Muerta. Que espera. Con nieve o sin ella protege al segoviano de los embates de Madrid, de las nieblas de Valladolid y de las yemas de Ávila. La Sierra de Guadarrama, la Bola del Mundo, Siete Picos, la Maliciosa, acordonan la provincia hacia la capital. Ya llegues por tierra o por mar a territorio segoviano, sea túnel o puerto, hay un punto de inflexión que hace innecesario el cartel que indica cambio de comunidad. Salir del túnel, cruzar los Leones o el paso de cebra de la venta Arias, tanto da. Después está la sorpresa. Nieve. Sol, o lluvia sin descanso.
Lo que más abunda en tierras segovianas es el ocre y las ovejas y los cerdos y las vacas. Margaritas en los taludes, amapolas, cardos, lavanda, lila y jara colorean ese espacio entre el cielo y la tierra, que es más frío, más húmedo. Donde el rocío se hace cargo de congelar la mañana. Abusa el paisaje de la línea recta. Las cunetas estallan de flores frescas en mayo. En Segovia casi siempre hace frío.
Vamos de fiesta y a mi primo eso le gusta de verdad y se le da bien organizarlo. Muy bien. Es de esos anfitriones que si te descuidas, te quedas un par de días en su casa. No será por un cepillo de dientes o una cama. Quédate que está hecha. Esta es una fiesta auténtica y aquí estamos. Al que más ilusión le hace es a él. Y a ella. Claro.
Con lo que nadie contaba era con los navegadores. Que si vas a una fiesta a las orillas del Pirón, cuídate de Google Maps, que pierde el sentido. Advertido quedas. Las andaduras por los sembrados han sido comentario generalizado de aldeanos acostumbrados a la tranquilidad estrellada. En mi caso, me estaba viendo, dejando mi 500 en el campo para llegar andando al punto de encuentro y algun propio al día siguiente preguntarme “Pero hija, ¿Dónde ibas? ¡ Anda maja!” Imposible rebajar su burla recurriendo a la madre de Mozoncillo. Pero si no es por esas cosas no habría anécdotas de las que reírse. La virgen de Rodelga y el Pirón, atentos ambos.
Estaban casi todos. Los francoparlantes, baila que te baila. Hay dudas sobre la espontaneidad, el resto sospecha que ensayan. Esos bailes coordinados, que se sabían todas las canciones, que no se cansaban, que tumbaron a la juventud. Y no es envidia fea, es de la que fomenta ganas de aprender, como la de la aparición de las pamelas. ¡Qué curioso que las damas se escudaron todas en un reciente viaje a Londres!. Cierto que Londres es el paraíso de la desinhibición. Por no hablar de las gafas. Más que accesorio son parte misma del vestuario. Tan grandes que no hace falta maquillaje ni costosas intervenciones para disimular arrugas si las hubiere. Y así salir estupendas en las fotos. Para el próximo chispún ya sé qué hacer. Me pongo una maceta de las del jardín y con eso estoy a la altura y mis gafas de Audrey Hepburn en "Cómo robar un millón". Ni en Ascot se respira igual glamour.
El requerido atuendo se cumplió y estaba todo el mundo guapísimo y muy limpios. De la comida y la bebida qué se va a decir, con lo mal acostumbraos que nos tienen los anfitriones. Todo rico y abundante. Y tan bonito.
Habló el amigo medio brasileiro, tras un silbido, de las virtudes de él y de las de ella. La desconocida posición de portero de balonmano de él. ¡Qué callado se lo tenía! Los orígenes ucranianos que quizá insuflaron parte de la disciplina de ella. Su carácter francés y el aire segoviano de él. Mezclado todo en el baile, la alegría, la celebración, disfrutar, aprovechar el tiempo. Hacer cosas. Madrugar, darlo todo. Estar con los amigos. Y con Vira.
Sigue la fiesta, la recena. El baile. Amigos del colegio que lo son desde hace más de 50 años. De la playa, de la escuela, de la vida, vecinos, El doctor y sus chicas, compañeros de trabajo que son amigos. El clan de Castellón, a la altura de las circunstancias. Entre ellos destaca la indumentaria del que viste zapatos bicolor, que recoge impresiones y destila alegría. El Liceo en perfecto estado de revista, fieles hasta el cuerpo aguante. Los de Jávea, los mallorquines o londinenses, que se dejaron el alma en la pista. No quita mérito su envidiable entrenamiento. Los de Santander. Artistas, que también los hay. Agrónomos. Expertos en rock and roll y retaguardia de los mejores bares de Madrid, que albergan con discreción la noche más movida aún hoy. La familia, las madres, Madame Herrero, Madame Triska, pertrechadas por ex alumnas y amigas.
Que nosotros nos llamamos primos porque nos hemos olvidado del nombre. Que no nos hace falta. ¡Para eso somos de Segovia! Gracias Tania, gracias Pablo. Vosotros aglutináis a vuestro alrededor, la idea de sumar, de poner una silla más, de acoger, se nota al pasar el umbral. Con vosotros yo me siento como en casa. Y no soy la única.
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