Seguidores

01/05/2025

SIN COBERTURA

 

Felicidades a quienes tienen gas y viven en un bajo. Un primero o casita aislada. Yo vivo en un 10⁰. Trabajo en la planta 33, los años con los que murió Jesús, sí, de un edificio singular.  Y tan singular. Volver a casa fue fácil, cansado, pero fácil. Lo que no quería era llegar. Porque la caminata, vale. Recoger a los críos del cole, vale. Pero los diez pisos. Y luego bajarlos. Y luego volverlos a subir. Total. Que puse a prueba mi año haciendo yoga al amanecer y pilates a mediodía. El suelo pélvico lo tendré muy bien, pero los diez pisos casi me matan. Además, en mi edificio no hay bancos en los descansillos de las escaleras. Así que tuve que subir de un tirón. De eso me preocupaba yo mientras caminaba.  Y que no había puesto ticket de la ORA. Que justo había hecho la compra del mes. Cositas. Me voy o no me voy el puente al pueblo. Otras insignificancias como que los mellizos querían ir al parque en cuanto me vieron.  Los mayores se debatían entre la responsabilidad y salir con los amigos. Y yo lo que quería era tomarme un gin tonic. (O dos) Subimos y bajamos unas cuantas veces. Conté las escaleras y las olvidé.  Como me lo decía mi abuelita y lo olvidaba muchas más. Igual que contábamos las escaleras del Alcázar para subir a los torreones/almenas. E imaginar desde allí la Castilla de los Reyes. El balcón del que se cayó un infante, seguido por su nodriza, aterrorizada por la culpa y el castigo.

Pero lo mío es anecdótico. Flipo con la peña. Esto es morir con las botas puestas. Ni guerra tecnológica ni ciberataque. Los bares a reventar. Eso es España ¿o sería igual en todo mundo mundial?. Las terrazas petadas. Imagino así a los irlandeses, a los nórdicos quizá. Los bares repartiendo ensaladilla rusa con alguna broma y referencia entre el miedo y el humor. Que no se quede nadie sin comer.  El día del sushi  y el gazpacho y las ensaladas. Bocatas y embutidos. Lo mejor, la charla. Siéntate con nosotros. Tómate algo. Fue lo más dicho. El disimulo en escuchar conversaciones ajenas se tornó en participación. Sin poderse esconder en pantallas de teléfono u ordenadores, era imposible esconder la atención. Así es que, las cañas solitarias se convirtieron en colectivas.  Dándole a la sin hueso. Sin redes sociales ni más información que la de la radio, si es que la encontrabas. Volvimos a la palabra, que siempre nos queda. Cuando ya nada se espera. Charlas con desconocidos.  Intervenir en discusiones ajenas sin complejos.  Unos aportando información, otros bulos. Mucha risa. Velada preocupación.  Porque ¿Qué podíamos hacer? Cuando la solución está claramente fuera de tu alcance, ocúpate, pero no puedes preocuparte más. Mucha cerveza. Mientras esté fría. Saca lo de los arcones, que se os va a estropear. Mucha tapa. Comida flambeada. Imaginación. La tarde del año.  Tardeo en estado puro. Oí a unos chicos que salían del colegio decir "tío, vamos a Mercadona que no hay cámaras, no funcionan". Alguno aprovechó para poner al máximo de velocidad el coche sin temor a los radares. 

Los bailes espontáneos en la plataforma del AVE, sobre las traviesas, con un "aserejé" sincronizado le echa el pulso a esos vecinos que en Chueca volvieron a las sillas en la calle y la guitarra en mano. En nava, si viviera Libertad, ponía en fila al personal a bailar los pajaritos (por aquí, pajaritos por allá), como hizo una vez que viajaron a Benidorm despues de fiestas, con los guiris. Ella y Angelines, dueñas del ocio del Levante. O a la chavala que encontró su momento de gloria en la Mutua Madrid Open. Cantando a capela una canción de Malu coreada y animada por las gradas. Ole. Spain is different. Pues parece que si. Ni Nadal concentró tanta atención, tanta emoción. Lo que hubiera dado yo por un jardín con barbacoa donde ponernos morados de colesterol en vena.

Uno de los peores cruces de Madrid: María de Molina con Velázquez. Para más dificultad, hace unos años Velázquez volvió a ser bidireccional. Un espontáneo se encasquetó el chaleco del coche y se puso a organizar el tráfico. No se oía ni un claxon. Eso es verdad. Salvo algún uver despistado. Por cierto, oímos un discusión familiar: "que no se puede parar a un uver, mujer". "¿Hombre ni hoy?" La gente perdida por la calle sin Google Maps buscaba ayuda. ¿Por donde? Por ahi. Venga que la acompaño.  Total. Como la abuela Sofía, un día que iba al Casino, por ejemplo.  Le pidieron ayuda para llegar al Acueducto "os guío, voy con vosotros" Ni corta ni perezosa se metió en el coche de unos hippies y la llevaron al Casino después de que ella les diera un tour a su estilo por Segovia entera. Seguro que ha habido experiencias malas. Pero por una vez, no cuenta la queja. Mira el lado bueno. 

Vecinos que intercambian teléfono y conversaciones que no se apagan por una llamada de móvil ni por un correo muy esperado. No puedo trabajar, no puedo estudiar.  Paseos. Vamos a charlar. Bailemos. Bebe, bebe que la vida es breve. 

6 comentarios: