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14/12/2015

COMER CON LAS MANOS

Son modas. Y como modas van y vienen.
Ahora, después de la época de la deconstrucción de la tortilla de patata: Un invento peculiar que consistía básicamente en no hacer la tortilla, vamos: Pereza. Se dejaban caer en un vaso muy barroco un huevo batido, unas patatas semifritas y cebolla crujiente de IKEA. Según las versiones se cambia la cebolla crujiente por caramelizada o el vaso.
Ahora la moda es hacer virtud de lo que siempre fue una guarrería. Porque, quien no se ha comido un bocata de patatas fritas de bolsa es que no ha tenido infancia. Igual que el que no haya inventado el yogur con colacao o con mermelada de fresa. Los de Danone se forran vendiéndolo ahora. Pero yo también lo invente. Solo me queda ver galletas Maria Fontaneda rellenas de mermelada de fresa y rebozadas con huevo y fritas luego cual rodaja de merluza, con puntillas. O bocadillos de sugus en las tiendas de chuches: Dos de piña y en medio uno de frambuesa. El que no ha hecho guarrerias con la comida es que no ha tenido infancia. Por último no puedo dejar de hacer mención a mojar las patatas fritas en coca cola. Ese primer juego con la Coca Cola es un avisador claro de la practica posterior con el calimocho.
Todo esto en cuanto a los ingredientes a mezclar. Lo siguiente y lo anterior también, son los modales. Nos hemos pasado media vida oyendo, "come bien, ponte derecho, eso se come solo con tenedor". "Coge bien los cubiertos". Yo creo que el lapso de tiempo que pasa entre que por fin has aprendido que las croquetas, los filetes rusos y la tortilla (francesa ó de patata) se comen sin cuchillo y el momento en el que te toca enseñárselo a tus hijos, es tan breve que transcurre sin que te des cuenta.
Y entonces aparecen los renovadores, los innovadores, que se inventan un perrito caliente con menta y una hamburguesa con Nachos. Con perdón, pero eso es una guarrería. Y además está el tamaño. Quizá un orangután podría dar un mordisco a semejante bocata, pero una persona normal no. Y entonces el asunto consiste en ponerse perdido. Porque han desaparecido los perjuicios de mezclar sabores y añadir ingredientes. Las hamburguesas chorrean salsas de colores imposibles: combinación de barbacoa y alioli, crema de plátano y de calabaza. Caen trozos de rucula, escarola, patatas fritas de vinagre y panceta caramelizada por las barbas de los comensales.
Somos romanos, comamos tumbados y disfrutemos de nuevo de los placeres del gusto sin pudor. Rociemos de vino tinto nuestras barbillas y catemos a mordiscos jabalíes que chorreen grasa y su propio jugo.

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