Comer en el Chirivito es
comer en casa. Y sé bien de lo que hablo. Comer en el Chirivito es una
experiencia tan bonita porque es sencilla. Tan sencilla que es difícil de
imitar. Comer en el Chirivito es que te den de comer. Lo mejor, lo que hay. Sin
pretensiones. Con intención. Con atención. Con gusto. Con cuidado. Con mucho
cuidado. Comer en el Chirivito se puede hacer eligiendo de una carta que parece
breve. Pero no lo es. O dejándose aconsejar. Con honestidad, sinceramente, te
darán lo mejor que tienen. Pensado para ti. No insisten ni acosan. Prefieren
que el cliente se quede con hambre antes que cebarle. Dejan espacio y tiempo para
que piense si quiere algo o no. Mantienen la distancia.
A pesar de que todos los
platos tienen más que receta, una fórmula, precisa, exacta, aunque está medido
al último decimal cada ingrediente; a pesar de eso, como en casa, siempre puede
haber sorpresas o novedades. Un poco de granada en el humus, una burrata con
frutos secos o un trampantojo sin querer. O queriendo. La comida evoluciona,
como las personas. Y mejora lo que puede mejorar. Los ingredientes y la oferta
culinaria cambian según la época del año y el humor o el amor del cocinero.
Quien ha leído "Como agua para chocolate" sabe que en la cocina hay
mucho del corazón. El Chirivito crece y aprende como un ser vivo.
Llegar al Chirivito tiene
un factor común: Salvo capricho, no se elige. Te dan de comer en el Chirivito.
Comes y bebes como si fueras a casa de alguien. En brazos. La medida justa. Hay
bocados tan ricos que dan ganas de "abrazarse
al de al lado". Se llamará ahora maridaje, lo que se siente allí es
que es para ti esa bebida, y ese bocado. “Prueba este vino que te va a encantar”
Se comparten mesas con
desconocidos. La música es buena. De pronto llega un cliente con un paté hecho
en casa y se lo regala a los dueños. Otro lleva una botella o un membrillo
casero, un chorizo o un queso para compartir. De paso les dan la pieza entera
para que lo disfruten los
dueños con su familia. Como no hacen reservas quien quiere sitio va pronto, se instala con un libro en la mesa elegida y espera.
dueños con su familia. Como no hacen reservas quien quiere sitio va pronto, se instala con un libro en la mesa elegida y espera.
Cuando el cocinero inventa, saca algo nuevo, se elevan las barbillas,
los ojos buscan y se empieza a oír un rumor quedo “yo quiero eso, yo quiero eso”.
Sin saber de qué se trata, el olor, el color y la sorpresa disparan todos los
sentidos, que no la envidia, sino las ganas de probar. Así nacen los nuevos
platos.
Es un esfuerzo enorme por
hacer justo lo que han hecho: un sitio agradable al que ir a tomar algo rico,
de la mejor calidad y a un precio muy económico. Uno de los dueños asegura que
lo mejor del Chirivito son los clientes. Como dice una de ellas: "tienen
lo que se merecen”. La realidad es que los comensales tienen nombre, forman parte del proyecto. Da alegría pasar un buen rato gracias a alguien que disfruta
tanto de lo que hace. Que pone tanta vida y tanta pasión en su trabajo. Y en su
día a día. Felicidades por este año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario