¡Qué palabra!
Pedazo de mi monosílabo. Rotundo, pequeño y sólido. Tan fácil de entender. Tal
difícil de usar. Sin emoticono que la sustituya. Se basta por sí misma
Di que no.
Aunque te duela. A pesar de tus dudas. A pesar de tus deseos de ser para el
otro. Nunca podrás adivinar todo, no podrás predecir cada deseo. Eso sólo vale
si te sale de dentro. Si es verdad. Si está lleno de amor y generosidad. Si tu
renuncia es sincera. Si no hay miedo en tu decisión. Miedo a que no te quiera.
Miedo a ser tú.
Protégete. Los
animales heridos se arrastran como serpientes. A todo dicen que sí. A nada
dicen que no. Se humillan. Se avergüenzan y se entregan sin amor. Con miedo a
perder. Sé valiente,
di que no. Malo es quien permite a un ser querido llegar a ese punto donde se
anula. Malo también quien lo protagoniza y se entrega al juego macabro del
desamor. Los amores cobardes no llegan ni
amores ni a historias, se quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar... Ni el
mejor orador conjugar.
No te
subyugues. No pierdas de vista tu criterio, escucha, convéncete, pero nunca
renuncies a tu esencia para que te quieran, porque serás el primero en
despreciarte, en dejar de quererte. Decir
que no es ponerte por delante. El “no” es un “no” siempre, para niños y mayores.
Es poner un límite al otro, no hacer un caldo de cultivo para un abusón o un
cretino; es darle la posibilidad de sentir que hay líneas que no se deben
cruzar en las relaciones de cualquier tipo. Y dar pautas para saber las
consecuencias de incumplir las normas. El “no” sirve para mucho. Es la primera regla.
Un mandamiento. El origen de las leyes. El principio del orden y la convivencia.
Está lleno de amor.
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