Este
sistema de controlar la verdad es un disparate.
Porque la verdad no existe. Así,
en términos absolutos. A excepción de
las matemáticas, y no siempre. La verdad no se puede juzgar a cámara
lenta. Porque las cosas que pasan
deprisa se deben juzgar así, deprisa. Un agarrón corriendo, con los ojos
mirando al balón arriba, arriba, a punto de perder el equilibrio. Ese encontronazo no se puede juzgar a cámara
lenta. Haberlo, lo hubo. Pero no se puede sacar de contexto. Porque entonces
hay que ralentizarlo todo, desde el principio. Para entender. Imagino el tedio de un partido de fútbol
45+45 en 180+180...por ejemplo. ¡Que son
seis horas! Más el descanso, éste sin rebobinar. Inaguantable.
Pues
la vida lo mismo. El "tú me dijiste yo te dije". No. O aprendemos a ir resolviendo poco a poco, o
aprendemos a olvidar y a perdonar. No hay otra salida. Es cierto que no hay
mejor lección que un error. Ya. Pero es la vida. Y es una. Dudo del sentido de
aplicar el V.A.R. a nuestras conversaciones. Entró la bola o no entró. Punto. Y
hacia delante. Ya habrá otros puntos.
Intentarás centrar el tiro. Para que no haya dudas. Saquemos las bolas de la raya. Seamos claros.
La
vida propia con el V.A.R. no es más que una acumulación de desaciertos, que
podías haber evitado; de calamidades, que sin duda eran esquivables. Un millón
de errores salpicarán tu pantalla. Ni la terapia intensiva, ni la religión
ayudan a perdonarte todo eso. Porque a fin de cuentas qué es el psicoanálisis
sino un V.A.R que rebobina y reproduce constantemente el error, la duda. A diferencia del fútbol, no hay ojo de halcón
ni V.A.R. que en la vida te permita tirar ese penalti que nadie vio.
Afortunadamente la memoria es selectiva y acumula alegrías. Con ellas se vive..