Hacía tiempo que no te veía tan guapo. Con ese aspecto de imberbe que casi había olvidado. Vestido como recién salido de casa, de niño de colegio. Con cara de buen alumno. El cuello de la camisa almidonado e impoluto. El jersey de pico que guarda perfecta simetría y solo deja ver las capas protectoras contra el frío. Pequeños detalles de confort y rebeldía completan una indumentaria infantil y armónica. Llenas de paz la mañana. Llenas de armonía el silencio. Plantas semillas de futuro, aunque sea incierto.
El niño que fuiste asoma en las rendijas de la sonrisa y el conflicto de unos morros disconformes por una sentencia en contra. Silba viento de fresa entre tus desordenados dientes. El niño que fuiste ha tomado fuerza y la alegría se nota en los surcos de tu rostro, ha barrido el salitre la lluvia fina de otoño. ¡Quién fuera abrigo pa'andar contigo! El niño que fuiste emana frescura de tu cuerpo antaño añejo y cansado. El niño que fuiste ha desplazado la queja al intermedio, que no llega. El niño que fuiste educa al adulto y amura el dolor. El niño que fuiste ha ganado todas las batallas. No hay polvo escondido bajo la alfombra, porque el fresco de la mañana ha limpiado residuos de amargura.
Bienvenido al mundo de la mirada atenta, bienvenido a casa, bienvenido al diario de mirar hacia delante, bienvenido al club de los ladrillos pequeños que construyen los días con la ilusión primera del juego y la sorpresa, bienvenido y gracias.
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