Ante un "te paso a don Juan Miguel" había
que ponerse firme, dejar lo que estuvieras haciendo y coger un papel y un boli.
Por si acaso. Con el fallecimiento de Villar Mir, leo montones de artículos en
el periódico sobre él. Sin alma. Contando miserias o minucias. Leo lo que
escribe gente que nunca le conoció. Que
hablan de oídas. Que ensucian recuerdos gratis. Juan Miguel Villar Mir fue más
que todo eso. Y montó un tinglado monumental que ha dado formación trabajo y
sustento a mucha gente.
A los exalumnos que se encontraba por su barrio, los
saludaba con la habilidad de hacerles sentir que los reconocía. Y yo creo que
era verdad.
Cuando estábamos en sexto de caminos acabó con la
huelga-protesta que se hizo contra el catedrático de ingeniería sanitaria en un
santiamén. Con una frase a la entrada del aula "no se van a perder ustedes
mi última clase". Igual acabó con la huelga de Altos Hornos. Escribió una
carta a las esposas de los huelguistas alabando la importancia del trabajo de ellos.
Al día siguiente todos ocupaban su puesto de trabajo.
No creo que optara a la presidencia del Madrid por
poder o por política. Llámame ilusa, pero Juanmi (con cariño), don Juan Miguel,
o Juan, era un forofo del Madrid, como buen pilarista. Y no ganar las
elecciones para llevar el equipo blanco fue su mayor derrota. O la única.
Como empleada de su imperio le he visto conquistar el
corazón ajeno, convencer a sindicalistas de las maravillas del despido asociado
a las fusiones. A Juan Miguel no se le podía mirar a los ojos porque te
convencía de lo que él quisiera. Con un
esfuerzo aparentemente mínimo. Ni en la
torre ni en ninguno de los edificios en los que trabajamos le he visto tomando
un café en un bar o perdiendo el tiempo por los pasillos. En la Escuela,
tampoco.
Que fue primero de promoción, sí. E hijo de guardia civil. Compaginó el estudio
de Caminos con Derecho y Economía. Siempre número uno. Año por curso. Todo a la
vez. Daba clases particulares para pagarse gastos. Es que Villar Mir era mucho.
Era listo como el hambre. Y trabajaba sin descanso. “¿Qué tal el fin de semana?”
“Genial, me lo he pasado trabajando”. Tal cual. Era capaz de leer la cartilla a
un director general y que encima el otro se sintiera agradecido. Era capaz de
encasquetar un marrón y que el afectado se sintiera orgulloso.
Cuando llegaba a algún sitio llamaba a todo aquél que
se encontraba por el camino, por su nombre. Preguntaba a la recepcionista por
la salud de su madre. Al ingeniero por el proyecto en el que estaba
involucrado. Mucho ojo si le contabas algo, por Juan Miguel no olvidaba. Y además eran austero, todos hablan ahora del
arte que coleccionaba. Ole él que pudo.
Porque en trajes no invertía. Que se lo digan a sus subordinados. Que sacaban el traje antiguo para las
reuniones con el presidente. Él solía
ser más discreto en la vestimenta que otros. Quienes le conocieron, quienes trabajaron
con él sabían de su ritmo incansable. Agotaba a secretarias, conductores,
guardaespaldas, por no hablar de ingenieros, economistas y empleados varios que
preparaban las reuniones con él como se prepara un examen final.
Saquen sus útiles de escribir y de fumar. Están
ustedes en acto de examen. Hasta siempre Presidente.
Suscribo , María, lo q dices y añadiría más cosas de mi currículo personal con el. Era inigualable.
ResponderEliminarCuenta, cuenta
EliminarLos que hemos tenido la suerte de tratarle “mano a mano” suscribimos esto palabra por palabra seguro.
ResponderEliminarGracias
EliminarGracias por compartir este punto de vista, más personal. Don Juan Miguel, es un Maestro.
ResponderEliminarGracias a ti
EliminarGracias Maria, tambien los que hemos sido compañeros tuyos te echamos de menos
ResponderEliminarGracias
EliminarUn gran saludo para Don Miguel.
ResponderEliminarBonitas palabras María. Es cierto que ese “otro” punto de vista la gran mayoría no lo conocía. Espero estés muy bien
ResponderEliminarHola. Muchas gracias.
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