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06/07/2024

NO VALE TODO


Recuerdo en el cole, antes de un juego, el listo de turno soltaba: "vale todo".

Pero en la Eurocopa no vale todo. Los azules, con todos los respetos y cariño a mis amigos franchutes, se portaron fatal. Fue un rollo de partido, hasta los entusiastas locutores bostezaban a pesar de intentar inyectar emoción ante el más mínimo riesgo. Los pobres portugueses lo intentaron, pero "la azul" esperó a los penaltis. Muy feo.

Yo, que hablo desde la ignorancia futbolística, me atrevo a decir lo que me da la gana sobre fútbol, partiendo de la base de que no entiendo nada. Sin faltar. Así es que hablo como espectadora, con la distancia que me da la indiferencia. Y espero que se me echen encima los futboleros y expertos en la materia que solidifican su conocimiento con argumentos como estratos calizos hasta hacerlos pétreos. 

El partido España - Alemania de cuartos de final de la Eurocopa 24 fue una final. Dos equipazos que se dejaron el alma en el estadio. Para quien piense que los alemanes son fríos o indiferentes, que revisen las imágenes del partido. Ese alemán que sale después del descanso. Una torre rubia que agita los brazos para jalear al público. En ese momento de ardor guerrero las camisetas rojas de las gradas se anulan. Me imagino a los visitantes dándole la vuelta a los atuendos, sumidos en un rugido germano. Se hacen pequeñitos. El estadio es monocromo, blanco Ariel. 

Un árbitro que disimula ante las eminencias locales. Que dio de sí el tiempo y lo alargó mas allá del límite elástico.  Que ya no se oían vítores en el estadio. Que todo era "¿Cuánto queda?" O "¡pita ya!". Pero unos jugadores alemanes de Alemania, que tras encajar el primer gol, a pase de un chavalín que ni es mayor de edad, lo dan todo. Oles en las gradas. Intentan una y otra vez, mientras los españoles van a la defensiva. Hasta que, minuto 89, que se dice fácil: GOL. Indiscutible. Espectadores españoles mudos, en casa, en el estadio. Ni ganas de llorar quedan ante la estupefacción. Los comentaristas tragan saliva para continuar. Y llegan a la prórroga. Igual.  Camisetas pegadas, sudor, carreras. Minuto 119. GOL de España. Parece casualidad, venganza. GOL. De cabeza, hace el espagart  (daría ballet de niño). Ahora los colores son otros. Un jugador va cojo. ¡Corre! Se oye. Pero ¡qué va a correr! si no puede con su alma. Los alemanes les sacan un par de cuerpos a cada uno. Teutones, rubios gigantes, embisten y tumban al rival a pesar de las tarjetas. Y en el penúltimo segundo de la prorroga se lanza uno de ellos sin freno hacia la portería roja. A que lo mete. El español de turno que se lo encuentra, le agarra, ¡a freír puñetas!, tarjeta roja, pero el tudesco no llega a portería. Aunque a saber, porque ese portero lo ha parado todo. Hasta le han sacado tarjeta por entretenerse al sacar. 

2-1, merecido. Aunque un 1-2 también lo hubiera sido. Sentada al lado de un experto oigo como cambia de opinión sobre un jugador como si cambiara de chaqueta. Que no corre, es un paquete. Que malo eres, le dice a la tele. OLE, ¿no te lo decía yo? Un crack, en cuanto ha metido el gol, se sabe su perfil cual enciclopedia.

Frente a este partido, el aburrimiento de un Francia Portugal. Que no sé quien es mejor, pero a los franceses ni se les vio. Tan elegantes. Abanderado uniforme, luciendo, orgullosos los colores. Pero sin chicha. Nada. Fatal ganar a los penaltis. Aunque tambien te digo, ese pobre Ronaldo, tan maqueado, tan limpio, tan aseado, es sombra de sí mismo. 

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