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22/01/2025

UNA BARRA DE PAN

Nada hay más tierno que ver a alguien a mediodía con una barra de pan recién hecho bajo el brazo.  ¿Quién no se ha ofrecido a ir a por el pan?. El pan no pesa, te da la oportunidad de elegir el que más te gusta y encima catarlo de camino. El que lo compra espontáneamente al pasar por delante de una de esas panaderías que huele que alimenta, espera algo rico en casa.  Unos huevos fritos, albondiguillas, acelgas "échale aceite Petra, más"- decía mi bisabuelo, que las cenaba a diario, flotando en aceite. Que sí, que la verdura es rica, y si encima la acompañas, es para chuparse los dedos. Que el protocolo no te deja mojar. Maldito protocolo, a la porra. 

La comida a lo mejor la ha preparado él o tiene la ilusión de que alguien lo haya hecho. Para mojar. Que todo con pan sabe mejor. Comer con pan es comer en familia. Comer con pan es no tener la tele puesta. Comer con pan es comer en casa. Comer con pan es tener tiempo. Poner los platillos del pan, con su trapito de encaje planchado.

Es como colocar cuchara y plato hondo al poner la mesa. "¡Pero, padre si hay judías verdes de primero!" Ya. Nunca hay que perder la esperanza.  A lo mejor a tu madre en el último momento le apetece que  cenemos sopa.  Siempre hubo plato hondo en casa, cuchara y servilletas y pan. Y cubiertos de servir. La mesa  está vacía con plato llano y tenedor. Mi padre seguía poniendo la mesa para uno más, o dos. Por si venía alguna hija, algún yerno, algún nieto. Algún nieto. Si llegabas sentías que te estaban esperando.

A mi me encanta ver a la gente apurada por llegar a comer a casa, con el pan, una Viena, a la que le falta un currusco. No quiere que se le quite el apetito. Lo bueno de comer en casa. Con tu familia.  La mesa puesta. Ponerla. Las servilletas. Mejor de tela. Jarra de agua. ¿Quién toma vino? No, que tengo que estudiar, trabajar y me da sueño.  Que conduzco. Y de postre. De postre hay flan. ¡Ole!. Yo prefiero fruta. Que sosa. Tu te lo pierdes.

13/01/2025

PAVIMENTOS

El premio al pavimento deslizante por naturaleza se lo lleva ese arquitecto e ingeniero ("arquitecto e ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en Vos, constructor del pensamiento, de la música y del viento, de la paz y del amor"), de origen suizo español de cuyo nombre no quiero acordarme. Esa pasarela peatonal de piso transparente en la ciudad de Bilbao, donde los días de lluvia aun abundan.  Tienen, digamos, alta probabilidad de ocurrencia. Incluso en época estival. Es bonito ver la ría al atravesarla.  Sí.  Por otras causas tuvieron que tapar las transparencias con bandas de neopreno después de que medio Bilbao se esnafrara y el otro medio se rompiera algo. Eso en laureada pasarela peatonal en Bilbo. 

La envidiosa capital ha pavimentado medio Madrid y sus aceras, con grandes losas cuyo coeficiente de Manning es bajo o muy bajo. Más bien querrán facilitar con ello la limpieza de las hojas a la llegada del otoño. Lo que otrora se ejecutaba con inmediatez, prontitud y yo diría que eficacia. Ese trabajo se pospone hoy a la acumulación de hojas en el pavimento para mejorar los rendimientos de la maquinaria y minimizar en coste. Eso sí, aumentan los ingresos hospitalarios por galletas a media mañana. Pero en fin, el pavimento es uniforme y liso en casi toda la capital.  A excepción de la proximidad a los cruces, donde el suelo de burbuja advierte al ciego de la llegada inmediata a un semáforo o paso de cebra. ¿Para qué? Se ha caído tres manzanas más atrás. Lo marca la ley.

Pues el puente de Juan Bravo igual. No podía ser menos. ¿Qué dirían Calzón y Ordoñez. Martínez y Fernández respectivamente si resurgieran de sus cenizas? Con una barandilla ortodoxa y unas aceras dignas  de una pista de hielo.

Los porteros de las casas señoriales usan viento artificial para alejar la  hojarasca de sus vetustos portales. Lanzan con magníficas sopladoras las hojas a la calzada. Pero las hojas vuelven, que del asfalto no las retira nadie. Acompañan a la aventura de caminar la pátina de hielo que la escasa porosidad ha favorecido. Y, en el caso de cruzar a Castellana sin perder cita, caerse desde el puente de Juan Bravo tiene eventuales daños colaterales, a pesar de que la barandilla ya entre en normativa. Si bien las hojas caídas son en sí un recurso natural rico en materia orgánica, en minerales extraídos del subsuelo por las raíces de los árboles, y en microorganismos que en su proceso de descomposición contribuyen a enriquecer el suelo….cuando el suelo es la calzada, esta bonita aseveración carece de valor. Es una muestra más de que no todo vale, que no hay verdades absolutas. En cuanto te sales de contexto, patinas.

11/01/2025

CONTANDO A ARANTXA


Arantxa Aguirre lo ha vuelto a hacer. Bajo presión.  Que no se percibe. Arantxa no decepciona.  Al revés. Parece imposible mantener la calidad, la finura, la sensibilidad, la magia que emana cada uno de sus trabajos. Pues Arantxa lo consigue. Yo, que no sé nada de música, y así me ha sido recordado siempre, imagino que Arantxa Aguirre es una nota sostenida. Sostenida mucho rato, en una cuerda, en una de las líneas de un pentagrama, como si fuera una gota de agua que se amarra a la acícula.

El documental sobre Chillida "ciento volando" es maravilloso. Ahí podía dejarlo. Ayer le dije a Arantxa que tenía que verlo otra vez para escribir sobre él. Es mentira. Basta verlo una vez para entender. Para sentir. Para saber que hay esperanza.  Porque lo otro sería recrearme en los detalles y para eso, vayan ustedes a verlo. No.voy a destripar ni una coma. Pensé que no recordaría, pero es imposible olvidar. Consigue Arantxa un nivel de concentración  en el espectador que le atornilla a la butaca, le hace estatua.

Me da un codazo L, que ya empieza. Somos un grupo de amigos del cole y no paramos de charlar, aunque las luces se hayan apagado hace rato. L. viene de lejos y da el punto masculino al grupo. Y de humor. Guardamos la compostura las chicas, a base de codazos encadenados. "Pásalo, que empieza". 

En la sala el silencio es absoluto, solo está la película, los pájaros y las conversaciones. El ruido de las hojas cayendo en el cambio de estación, el sonido de la lluvia, repiqueteando en el jardín, en la zahorra de los caminos. Se escucha el viento. Hay niños viendo la peli. Es para todos los públicos, pero tiene mérito el niño que, dada la oferta actual televisiva, de plataformas, de pantallas múltiples, sea capaz de esta sentado una hora larga viendo un documental en el que no pasa nada. Aunque no es una ocasión de palomitas, ellos las merecían. 

Arantxa escucha y muestra, parece que no hay nada ni nadie detrás de la cámara, simplemente estás en medio de unas conversaciones, de un paisaje, de un trozo de vida. Ella tiene esa sutileza de dejarte escuchar y ver lo que ha descubierto. Está detrás sin que se note.  Porque todo es perfecto.

Es impresionante el conocimiento y la humildad que son necesarios para mostrar con esa generosidad a un genio, un artista, para acercarte a él. Hace falta ser espléndida, sabia y discreta. Porque en una hora larga enseña mucho y sobre todo, abre el apetito de conocer más.  No sólo de Chillida, de Valente (que por lo visto además de exquisito poeta era muy simpático) de Pili, esa mujer de bandera, Azorin, la escultura vasca. Quieres volver a San Sebastián, a París, a Ondarreta. Al mar. Despierta un interés amable y amplio. Con esa mano escondida que te va guiando, empujando suave hasta el FIN.

Ciento volando te acerca a Eduardo Chillida, al mar, al País Vasco. Te acerca al peso del acero, al calor de la fundición, a la poesía. Te acerca a la pasión y al amor. A la determinación.  Me pregunto sobre los cálculos estructurales de esas ménsulas imposibles. Divago sobre la imposibilidad de esa aparente ligereza del material, sea acero, sea hormigón. Gracias por este regalo.  No puedo decir más.