Nada hay más tierno que ver a alguien a mediodía con una barra de pan recién hecho bajo el brazo. ¿Quién no se ha ofrecido a ir a por el pan?. El pan no pesa, te da la oportunidad de elegir el que más te gusta y encima catarlo de camino. El que lo compra espontáneamente al pasar por delante de una de esas panaderías que huele que alimenta, espera algo rico en casa. Unos huevos fritos, albondiguillas, acelgas "échale aceite Petra, más"- decía mi bisabuelo, que las cenaba a diario, flotando en aceite. Que sí, que la verdura es rica, y si encima la acompañas, es para chuparse los dedos. Que el protocolo no te deja mojar. Maldito protocolo, a la porra.
La comida a lo mejor la ha preparado él o tiene la ilusión de que alguien lo haya hecho. Para mojar. Que todo con pan sabe mejor. Comer con pan es comer en familia. Comer con pan es no tener la tele puesta. Comer con pan es comer en casa. Comer con pan es tener tiempo. Poner los platillos del pan, con su trapito de encaje planchado.
Es como colocar cuchara y plato hondo al poner la mesa. "¡Pero, padre si hay judías verdes de primero!" Ya. Nunca hay que perder la esperanza. A lo mejor a tu madre en el último momento le apetece que cenemos sopa. Siempre hubo plato hondo en casa, cuchara y servilletas y pan. Y cubiertos de servir. La mesa está vacía con plato llano y tenedor. Mi padre seguía poniendo la mesa para uno más, o dos. Por si venía alguna hija, algún yerno, algún nieto. Algún nieto. Si llegabas sentías que te estaban esperando.
A mi me encanta ver a la gente apurada por llegar a comer a casa, con el pan, una Viena, a la que le falta un currusco. No quiere que se le quite el apetito. Lo bueno de comer en casa. Con tu familia. La mesa puesta. Ponerla. Las servilletas. Mejor de tela. Jarra de agua. ¿Quién toma vino? No, que tengo que estudiar, trabajar y me da sueño. Que conduzco. Y de postre. De postre hay flan. ¡Ole!. Yo prefiero fruta. Que sosa. Tu te lo pierdes.
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