Ya
me gustaba la pareja de moda nada más enterarme de la noticia. Él, serio, con
esa sombra de melancolía y de dolor que le imprimió la temprana viudez. Ella,
alegre y divertida y guapísima. A él antes de ser Oscar Schindler, con su
lista, no le conocía, confieso. Actor británico, irlandés para más inri, de
Irlanda del Norte. Northern Ireland. Eso marca. Tipo con apariencia de
profundo, hondo en su timidez, no solo tras su tragedia personal. Tiene ese
aspecto indefenso que se atribuye al chico alto desamparado que cualquier mujer
quiere salvar. Ese halo que imbuye al hombre de irresistible atracción para
según qué fémina. El típico reto en el que se embarcan las mujeres entusiastas,
que generalmente acaban con tíos muermos que son así porque no saben ser de
otra manera. No querían que les salvaran. Son sosos, aburridos. Por menos de
nada se casan y por supuesto la apatía y el coñazo vencen a la alegría. Con lo
que la cantinela de “somos diferentes y nos complementamos” se convierte en
tedio y pasan a ser una pareja gris por mucho que se tiña. Porque las miserias
de los tristes tiran mucho hacia abajo.
Por
otro lado está Pamela, la caña, esa vigilante de la playa con enorme delantera
que luego aumentó y luego redujo y no sé que más. Ella está estupenda, con tres
gotas de maquillaje o repintajeada hasta parecer otra, de rubia, de morena. Es
fenomenal. Ella gana por la sonrisa. Ha llegado a mayor con ella. No sé si será
la dieta vegana, su amor por los animales, o haber encontrado al hombre de su
vida cuando se está dejando el pelo blanco. ¡Ole Pamela! Ella está en su papel,
no se le pide mucho, llena la pantalla de alegría.
“Agárralo como puedas”, es una peli mala, mala. Y mira que yo iba dispuesta a reírme, iba entregada. Porque me encanta el romance. Pero de mala que es, es buena. Porque parece que está hecha a posta. De mal. Liam Neeson es imposible que pase por un actor cómico. Liam es un triste. Muy voluntarioso, se lo curra, seguro. Puede resultar atractivo, guapo quizá, que ya tenemos unos años, interesante. Cosas buenas no le faltan, pero nunca cómico. No se puede tener todo. Ni pretenderlo es bueno. Se conserva como el buen vino, también, pero divertido no es. Que no le sale. No tiene gracia. Liam es el típico amigo que te llama para contarte, a las tantas, como le ha ido; el hombretón gigante que llora como un niño chico; el oso grande y sensible fiel hasta el final. Con esas manazas, con ese porte que roza los dos metros, es que no puede ser ni ágil, que por definición es torpe. Sensible, atento, buena gente, pero no bromista. Todo esto, por supuesto, es invención mía, me lo he sacado de la manga de mi imaginación. No son atributos reales del estupendo actor de quien soy fan, además de por la Lista de S, tras su papel de padre en Love Actually. Me encanta la ternura de su personaje.
Si
lees algunas críticas de la película, flipas, lo flipas; que si es una obra
maestra, que si hilarante, desternillante, he leído. Se deshacen en elogios. Es
cierto que tiene puntos. Esa chusca a los polis que están todo el día con el
café en vaso de cartón, las imposibles peleas, todo eso se ridiculiza sin
piedad. Pero sin gracia. Choques absurdos, parodias y disparates en diálogos y escenas. No digo yo
que no haya que verla otra vez, por si es que no me he enterado. Pero yo hasta
que no cumpla 65 no repito peli, que por 12,5€ si tengo que ver dos veces una
película igual me da por dedicarme a algo ilegal. Que no estoy para vender mi
cuerpo, pero algo se me ocurriría. En fin. Que la peli es mala o muy mala. No
merece un cuatro sobre cinco ni de coña. Y eso que
yo me quedé hasta el final, final, final. Porque sabía que todo eran guiños,
hasta la última canción, sabía que algo tenía que pasar. El muñeco de nieve, guiño
a la infancia y a Nesbo. Y esperé. Esperé. A pesar de la crítica, peleándome
con los limpiadores y el acomodador de la sala que se precipitaron y querían echarme ¡Premio! (Que tampoco era
para tanto, tengo que decir) Pero yo tenía razón, y eso que al final tenía mis
dudas, porque no he visto película con más créditos y gente currando, que les
citan a todos. No tenía con quien celebrarlo más que con el empleado que no parecía con ánimos o con mi hija, avergonzada de verme plantada en medio de la sala vacía. “I knew it. Sonreí triunfal.
Lo
mejor de Agárralo como puedas es que estos dos personajes, personas reales o
ficticias, en su papel o en la vida real, se hayan encontrado en el otoño de la
vida y se lo estén pasando genial. Yo estoy en contra del cine para ver expertos, cinéfilos o críticos; si para ver una peli tienes que ser un friki o un erudito ¡acabáramos! Así están las salas. Es que se han olvidado de “para todos los públicos “. ¡Viva la pareja de moda!
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