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04/10/2015

IMAGINATE QUE ERES UNA MANZANA

Después de media hora de afable conversación, rellenar espacios en blanco en frases absurdas, la lectura de un texto que no te interesa nada y ni entiendes, el chaval que se gana la vida con su idioma natal, re pregunta sin solución de continuidad "Que preferirías ser si fueras una fruta?" Esta situación  sólo se puede dar en una clase de inglés. Ni siquiera un psicólogo es capaz de someterte a semejante bobada. Ningún "coach" en el más perverso de sus sueños planearía poner a sus alumnos en semejante disyuntiva: "manzana o pera". El solo pensamiento le hace confundirse hasta fantasías inconfesables.
Las clases de inglés son un fenómeno que se extiende como una enfermedad contagiosa. En España hay un especial caldo de cultivo dada una ineptitud de nacimiento que tenemos los allí nacidos para aprender idiomas. Es un reto intentar anular a un alumno su acento castellano puro que sigue brotando tras años y años de clases y ejercicios. Incluso tras largas temporadas viviendo en el extranjero, ese deje, esa fuerza en la voz, esa dureza, sigue latente y al mínimo despiste, hasta los que viven en la pérfida Albión o/y están casados con anglosajones...de pronto patinan y zas! Allí está ese "jelou" que no deja duda de su origen.
Pero el español es tenaz. Sigue haciendo ejercicios y "lisenins". Avanza niveles, se examina, aprueba, se apunta a un " pueblo inglés".
Esto ocurre independientemente de la edad del alumno, aunque ya hablo de un proceso voluntario, no impuesto; esto es, hablo de adultos. Es ajeno a la profesión: Hay médicos que entran a las 7:00 a trabajar porque tienen clase con "el John". Mal empezamos si le plantan un articulo al nombre propio. Pero si después de un año ese traumatólogo reconocido mundialmente por su pericia y habilidad, llega a casa y les dice a sus hijos: Hoy hemos empezado con "el do" (pronunciado do como la nota musical, es normal que en su casa sospechen que "el John" es una tapadera y que en realidad sale a las seis de casa porque tiene un ligue. No hay otra explicación.
El español tiene un gen que le hace resistente al aprendizaje de lenguas foráneas. Quizá se hizo fuerte el descendiente con ese gen al resistirse contra sucesivos invasores con sus correspondientes idiomas, del ibero al árabe, pasando por romanos y otros pueblos "bárbaros y salvajes". Quedó como superviviente ultimo un ser incapaz de aprender idiomas. Sumada tal circunstancia genética a la extrínseca de una duradera dictadura o gobierno monocromo ha quedado en España una alergia intrínseca a tal habilidad.
El anglosajón, hábil como es, ha encontrado aquí el paraíso. Sólo por nacimiento ya tiene trabajo asegurado. Además España es el paraíso del sol y la cerveza y el tinto de verano. El gobierno inglés y el americano pueden embarcar hacia la penínsulas a tosa su población de parados y expertos en bebercio con la seguridad de que tendrán una buena vida.




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