El domingo cambian la hora. Ya empezamos. El drama del final del verano lo anuncian primero las tiendas y después los autobuses escolares y el consiguiente descalabro en el tráfico. Poco a poco se va uno levantando cada vez más de noche y para llegar a casa sin ver anochecer en la oficina hay que estar muy atento. Pero el final de la ilusión viene incluso cuando ya casi toda la gente de bien ha cambiado el lino por la pana. Ya las piernas van ocultas por medias. Se empiezan a ver bufandas. La lana en general gana la partida al algodón. Por mucho que uno se resista, el invierno nos ronda.
Entonces cambian la hora. Hay todo tipo de leyendas al respecto. Que si es por ahorrar luz, que lo hizo Franco para tener la misma hora que Alemania.
El caso es que en octubre en Madrid hay un día que tenemos una hora más. Ese día uno piensa: A partir de ahora me voy a seguir levantando a la misma hora, lo que antes eran las siete, que ahora son las seis. Así desayuno tranquilamente, voy sin prisas mañaneras, pillo menos atasco y le cunde más el día. Que se quiten los propósitos de año nuevo, nosotros tenemos lo propósitos del cambio de hora de otoño. Además piensas: Me voy a acostar mas pronto también, porque últimamente me emboba la televisión. Cojo mi libro y a las 10:30 estoy en la cama.
¡Qué bonito!
¿Que es lo que en realidad ocurre? El primer día te metes pronto el la cama. Pero no hay manera de que te duermas. Tu pareja ya está sonando plácidamente. Le miras con una admiración mezclada con enviada sana. Te derrites oyendo su respiración acompasada. Pero sigues sin dormirte. Por fin te levantas, te envuelves en una manta y recorres los tropecientos canales de la televisión que no emiten más que basura variada.
A continuación pasas unas semanas de 'ahora serían las dos, por eso estoy hambriento, ahora serían las ocho, por eso no tengo sueño', o al revés. Hasta que te rindes. Y asumes la tristeza de la oscuridad casi perenne, asumes que dura más lo negro que la luz. Hace frío, es bonito, llueve, nieva. Se te olvida la hora que sería sino hubieras cambiado el reloj. En definitiva: estás domesticado. Hasta primavera, que entonces un día de pronto tiene una hora menos ¿Donde se guardan las horas para la siguiente? ¿quien se las queda?
¿Que es lo que en realidad ocurre? El primer día te metes pronto el la cama. Pero no hay manera de que te duermas. Tu pareja ya está sonando plácidamente. Le miras con una admiración mezclada con enviada sana. Te derrites oyendo su respiración acompasada. Pero sigues sin dormirte. Por fin te levantas, te envuelves en una manta y recorres los tropecientos canales de la televisión que no emiten más que basura variada.
A continuación pasas unas semanas de 'ahora serían las dos, por eso estoy hambriento, ahora serían las ocho, por eso no tengo sueño', o al revés. Hasta que te rindes. Y asumes la tristeza de la oscuridad casi perenne, asumes que dura más lo negro que la luz. Hace frío, es bonito, llueve, nieva. Se te olvida la hora que sería sino hubieras cambiado el reloj. En definitiva: estás domesticado. Hasta primavera, que entonces un día de pronto tiene una hora menos ¿Donde se guardan las horas para la siguiente? ¿quien se las queda?
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