¿Qué se puede hacer cuando uno ha perdido la confianza? ¿Dónde está el límite? ¿Cuál es la señal que te advierte de que pares? De que ya no puedes ni quieres aguantar más.
Cuando todo es mentira. Es el fin.
Cuando todo es mentira es el fin.
Al empezar algunas cosas a ser ciertas, después de una tormenta de traiciones, el descrédito es muy fuerte, la desconfianza alojada en la barriga recuerda cada rato el dolor y no hay razón que valga.
Quizá la religión dé la paz bastante para relativizar. Perdonar es la solución. Tiene que ser un ser superior, un padre, quien aporta la paz y el abrazo: El sosiego para seguir, para no mirar atrás y empujar hacia la vida. El padre te enciende la luz, te da esperanza. ¿Dónde está el padre? El padre está siempre. Es el ingrediente secreto de la sopa del día.
Dicen que hay dos modos de luchar contra el mar: Con un muro muy gordo o con un talud muy suave. Es ésta una enseñanza paternal, llena de sabiduría y generosidad. Porque en la vida existen dos modos de enfrentarse a las cosas: Con rigidez o con flexibilidad. Dejas pasar la ola y la calmas o la paras, la reflejas, te parapetas.
Personalmente creo que es más inteligente la flexibilidad porque en los muros siempre hay fisuras. Es imposible cerrarlo todo, no hay manera de estar pendiente de cada detalle. A veces incluso al tapar una grieta sale otra. La angustia que provoca estar alerta constantemente va acompañada de un ahogo; la necesidad de controlar todo para alcanzar la paz la aleja necesariamente.
Pero para ser flexible te tienen que haber querido mucho de pequeñito y con eso haber conseguido la armonía y la serenidad de la madurez. Te tienen que haber cuidado a lametazos, como se hace con una cría.
Empecé con la tormenta. Acabo en la playa. No hay nada como el mar y mirarlo.
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