Y de pronto llega, desde el pretérito perfecto, la frase justa. Arriban las palabras que enhebran eso que estás sintiendo, ese dolor desconocido, ajeno a todo lo que te ha ocurrido en tu vida hasta ese momento, distinto a cualquier pena, a cualquier pasión. "CUANDO ESO OCURRE YA NADA VUELVE A SER LO MISMO"
Empieza la pena a borbotones. Sigue la incredulidad. Desconcierto. Luego un enfado con no sabes muy bien quién. Vuelve la incredulidad. Se mezcla todo con una simple ausencia temporal. Disfrazas la pérdida con una separación más larga de lo habitual. Quizá un viaje, un hace mucho que no nos vemos. Cuando de pronto vuelve como un mazazo la sentencia. Y otra vez es cierto que se ha ido. Esta vez para siempre. Para siempre. ¿Cuánto es eso?
¿Cuándo te puedo llamar para contarte el último logro de uno de tus nietos? ¿Cuándo vienes a comer que hemos hecho croquetas? ¿Cuándo vas a estar mejor y nos subimos a Peñalara? ¿Cuándo damos la vuelta entera al pantano? Ese gin tónic de por la tarde cuando el cielo cambia...¿no vas a tomarlo? Te he puesto hielos, no muchos, ginebra hasta 10 (en número, son más de dos cifras) y poco más. No toda la tónica. ¿Has visto el cielo? La misma foto. El mismo sitio. La misma hora. Ese es un cielo de Anunciación. Ese es de tormenta. Ese es rarísimo. Ese dice que va a nevar. Pero cada día es diferente. Igual que el camino de ida siempre es distinto al de vuelta.
Y no me dices nada de este vestido "¿pero de veras te gusta eso que te estás poniendo? tan corto, tan transparente, tan escaso y tan ceñida". Que como salga a la calle voy a morirme de frío si salgo así. Dime algo. Todo me recuerda a ti. Los olores, las palabras de los otros. Las noticias. Pienso en qué hubieras dicho ante tal o cual suceso. No puedo evitar tenerte presente. Pero sé que no estás. ¿O no lo sé? ¿O sí estás? Quizá fue todo un mal sueño.
Y vendrá al cabo, la aceptación, resignarnos a tu recuerdo tras un duelo largo y oscuro. Dejas un hueco enorme. Ahí quedará.
Llenabas mucho. Es verdad.
No. No perdono a la muerte enamorada. No perdono a la vida desatenta.
Recuerdo un recuerdo tuyo. Bajaste del monte, no del campo, con una historia: Te habías encontrado a un niño solo y asustado en el camino, subiendo a la fuente de las campanillas por ejemplo. Le dijiste "te has perdido?" Y él "si", llorando. Y tú "ven". Anduvisteis juntos un rato. Habías visto, en un claro, a un grupo de gente con mantel de cuadros, mantas extendidas., tortillas de patatas, filetes empanados y nevera azul. Balones cruzando la tranquilidad de la mañana. Cambiaste el itinerario para llevar al niño al claro. Cuando estabais llegando, después de contarle de lo bosques y la importancia de no salirse nunca del camino, paraste un segundo y le preguntaste "entonces, qué es lo mas importante cuando se sale al monte a pasear" él te miro con respeto y expectación. Y tú dijiste "llevar un buen calzado". El niño sonrió, te dijo adiós y echó a correr hacia su familia después de un "adiós señor". Tras los arbustos, discreto comprobaste la alegría de los padres que ya habían empezado a inquietarse, o no, por la ausencia y ante las preguntas de cómo había encontrado el camino de vuelta el niño se giró y señaló el hueco entre los árboles donde le habías despedido. No había nadie. El niño creyó en ti. En tu magia.
Yo también creo, padre. Debo subir al monte pronto, cuando deje de llover.
Amiga,me duele tu pena, y pienso que todo lo que sientes y dices llega a algún sitio; ata a quien de tiene que ir un poco más a sus seres queridos. Sentir que te escucha retrasa la partida. No dejes de hablarle.
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