Ante tamaña confesión
yo me doy cuenta de que mi debilidad son los jerséis. Destapo la caja de
Pandora de mi debilidad. Recuerdo el libro de Senda. ¿o qué será? Salen los
vientos representados en cintas de colores. No sé en qué acabará esto. En
especial me privan los jerséis color crudo o blanco. Me vuelven loca
completamente. Es ver un jersey crudo y sentir inmediatamente que lo necesito.
Me llama, uno porque tiene ochos. El otro, el cuello cerradito que queda genial
con una camisa debajo. Y aquél abierto sin botones, es justo el que va con los
vaqueros. Me pondría como broche esa enorme de flor que tengo. Suena la alarma.
No compres jerséis. ¡No más pulóveres blancos! Es mi armario que protesta. No
puede con el monocromo. El albero inunda mis cajones.
Yo me burlaba de mi
hermana cuando llegaba exhausta y emocionada tras una tarde de compras con su
falda nueva: negra. “¿Te gusta?” La sonrisa pintada carmín en su rostro,
iluminándolo. Me sentía incapaz de apreciar la diferencia entre esa falda negra
y las otras mil que colgaban de sus perchas. Ella se molestaba mucho. ¡No tiene
nada que ver! Esta tiene una abertura lateral y, además, queda por debajo justo
de la rodilla. Ésta es de sport, ésta de lana, esa de tubo. ¡No tienes ni idea!
En efecto, hay tantas faldas negras como jerséis crudos o trencas.
Cada uno tiene su
trenca. Mi madre la tiene con los anillos gigantes. Le cubren la falange
entera, con algunos no puede doblar bien el dedo pues casi le cubren el
nudillo. Quedan genial si fumas, con sus reflejos, brillos, sus colores, perlas
variadas, dorados y platas. Debería hacer una exposición. Imagino una enorme
tabla de madera con sus joyas ordenadas en un perfecto desorden. Un cuadro de
luces. Al menos los anillos son pequeños en comparación con las trencas o los
jerséis blancos. Con una caja se resuelve el problema de almacenamiento. Los anillos,
además, los hay de todos los precios. Ahora que están las tiendas de los chinos,
esta es una pasión más o menos económica. Falsas perlas y diamantes se regalan
por un par de euros. Total, son casi de usar y tirar. Peor son los amantes de
los zapatos y si tienen un pie grande ¡para qué contar!
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