El Principito da mucho juego. Y como él decía, tu me has domesticado. Y
ahora, en parte, soy tu responsabilidad y tú, la mía. Te espero. Recuerdo lo que me decías.
Y las cosas que ocurren, todas, me recuerdan a ti. Quiero contarte, o que me cuentes. Compartir. Reír y llorar. Y más que nada, escucharte. Porque me has domesticado.
Porque me Introdujiste en tu vida. En tu rutina, en el mejor sentido de la
palabra. Estás en mis rincones. En los olores del día. En el café de la mañana. Y en las noches. Y ahora no sé cómo hacer para vivir sin ti. Porque eres oxigeno, eres la tierra donde están mis raíces. Las que me anclan a la vida y me dan la libertad de ser.
Cuando el zorro
conoció al principito y quedaron para el día siguiente, se lo dijo. Lo
importante no es solo la cita y la hora. Lo importante es todo. Yo estaré un
ratito antes ilusionado pensando que vendrás. Iré con tiempo para saborear el camino y verte llegar. Tú estarás mientras preparándote
y quizá juntando alguna historia para contarme. Rondarás la plaza donde nos vamos a ver comprobando que todo está en su sitio, y quizá descubras que ya estoy esperándote. Lo bonito es antes también. La
decisión que tomamos de volver a vernos, de cuidarnos, de pactar la vida. Y si no vienes, y si no
voy, la decepción enorme me invadirá, te invadirá. Primero por la preocupación, te habrá
pasado algo. Porque creo en ti. No me imagino que no vengas porque no quieras venir. No imagino siquiera que puedas llegar tarde sin una razón, que no una excusa. Luego pensaré en el desinterés. En el abandono. Tu y yo.
Es la responsabilidad.
Como el principito con su rosa. Era responsable de ella. Y luego la sensatez
para vivir la vida, como el rey que mandaba muchísimo. Tanto, que siempre le
obedecían. Todo por elegir bien las órdenes. Sólo mandaba lo que sus súbditos podían
hacer. Te ordeno que me quieras. No te puedo querer. Entonces te ordeno que no
me quieras. ¡Cómo es este rey!. Más sabio que conformista. Cada rato de la vida tiene su magia. Importa cómo se viva casi tanto como qué.
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