Somos en verdad muy de conformarnos con poquito.
La alegría que nos ha dado Filomena solo es comparable a la de la llegada de los Reyes Magos. Siempre temida, siempre deseada. Siempre pendiente del hilo de nuestro comportamiento y mérito. Porque los Reyes al cabo, no son sino una recompensa al año vivido, al amor compartido. Esa ilusión del árbol colmado de regalos solo es tan universal como la de ver la nieve caer. Es una emoción infantil y organización tanto auténtica. Nos lleva a la esencia, al niño que fuimos. La alegría de ver nevar o disfrutar de sus consecuencias. Sobre todo, verla teñir de blanco la ciudad, el monte. Ese manto de paz que deja, ese ambiente de calma que acompaña a una nevada insufla calma en el alma. Esa tranquilidad que se huele, que transpira, que se respira. Ese presentimiento que uno se escucha sin poder compartir a veces, por la soledad: va a nevar, es una certeza, como el amor verdadero. Hay algo en el aire que es distinto, el cielo se ha encapotado con un caprichoso tono gris, la temperatura, la velocidad del viento, un millón de datos pero el más importante es el pálpito intuitivo y ancestral. No hay más que silencio. Va a nevar. Y una mijita de felicidad se hace dueña de una esquina de tu corazón. Por muy triste que esté.
Salvo aguafiestas, miedicas y prudentes en exceso, la gente se alegra de que nieve. Porque sí. Porque sí.
Porque en esta vida no quiero pasar un día entero sin ti
¡Porque sí, porque sí, porque sí!
Porque mientras espero, por ti me muero y no quiero seguir así.
Año de Nieves año de bienes tiene una explicación racional y es quizá esa abundancia que anuncia la nieve la que alimenta la esperanza de nuestro subconsciente. La que afianza la fe y auguraban cambio. Un antepasado muy lejano vivió, sin pasar por la escuela de los Isidros, la recompensa en sus tierras áridas, que produjo la nieve, Vió como hacía que los terrones se rompieran y así ahorraron la labor de hacerlo. Comprobó ese tatarabuelo agricultor, que no agrónomo aún, la mejor cosecha de su vida tras unas mañanas blancas de enero. Así, año de Nieves año de bienes, anuncia prosperidad. En nuestro ADN quedó grabado el aviso.
El esquiador pregunta cada mañana ¿ha nevado? Con ilusión infantil, no sólo por esquiar, sino por lo bonito que es. Otro día hablaremos de esquiar, que, junto con fumar, es lo segundo que más me gusta hacer. La paz que deja la nieve serena los ánimos. Y sigue nevando.
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