Es un asunto digno de debate, que si no discusión el
de comerse un yogur. Solo le pido a Dios que si tengo un día una cita no me
ponga yogur de postre. ¡Menudo brete! O sí, descartes rápidos.
Desde niña pensé que era de mala educación, malísima,
chupar la tapa del yogur. En los Danone quedaba mucha sustancia aprovechable
pegada al aluminio o lo que quiera que fuera el material del que está fabricada
la tapa. Con lo ricos que estaban, a mí me daba pena dejarlo ahí, sabiendo que
iba directo a la basura. Pero, a no ser que me encontrara fuera de la vista de
adultos o chivatos, jamás osaba a rebañar. Si tenía oportunidad, haciéndome la
dispuesta, llevaba la tapa a la cocina y aprovechaba la oscura complicidad del
pasillo para darle un lametazo. Porque en la cocina los uniformes y las cofias,
que no adultos, quizá, sí que eran vigilantes; y muy estrictos. Un gesto tímido
con la cuchara era lo máximo que me permitía en la mesa. En la mesa del comedor,
que en la cocina comer era de estar castigado. Me parecía lo equivalente a
llevarse el plato a la boca y dejar que el jugo de las fresas resbalara hasta
saborear lo que era imposible aprovechar con una cuchara. De vuelta al salón
los churretes te delataban, pero esa es otra historia.
Descubrí, ya con las canas teñidas, que lo que era de
mala educación era tirar la tapa sin rechupetarla: "¡con el hambre del
mundo y te dejas la mitad!" ¡Hay que ver cuántas sorpresas aporta conocer
mundo!, ¡qué bien le viene a uno salir de la zona de confort! Hay quien dice
que el que no chupa la tapa del yogurt no ha pasado hambre. Yo no lo he pasado,
a las pruebas me remito, lo demuestra mi oronda figura. Otros aducen que se va
medio yogur en ella y está mal tirar la comida. Ese punto me atrevo a rebatirlo
con las marcas blancas, casi llega el yogur a la tapa. Si es intrínseco a la
reducción de precio del producto, lo desconozco.
Los yogures de cristal, los mejores, tampoco derrochan
en las tapas. No estoy segura de que tanto lametazo a la tapa, de aluminio sea
bueno. ¿Qué tendrá? ¿Bauxita?, elementos seguramente inocuos, como lo es la
tinta que utilizan para promocionar consumo, con concursos en los que es
imposible participar; o pensamientos del todo a cien, frases lapidarias,
psicología de baratillo. Yo pensaba que la única tinta que no era mala para la
salud era la de los periódicos ingleses, que se reutilizan en los cucuruchos
del Fish and chips. A mí no me ha tocado nunca un pack sorpresa en las tapas
del yogur, ni una compra gratis, ni un viaje al Ecuador en el palo del polo de
limón. Eso no quiere decir que no toque. ¡Ojo! Y que, como las galletas
sorpresa de los chinos, las frases estén llenas de sabiduría y ociosas
predicciones de un futuro tan abstracto como incierto.
A mí, con todos los respetos, me parece una guarrería,
¿que lo practico? Por supuesto, sin público. ¡Mamaaaaaaaaaaaaaa!
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