A veces los amigos expresan mejor que uno lo que
tú sientes. Eso, que no es nuevo, me ha
vuelto a ocurrir hace poco "Me he dado cuenta que hasta ahora (aunque en
ocasiones no lo viese) la vida ha sido amable conmigo y ya no …ya no volverá a
ser nunca igual."
Esas palabras, salen de la boca de un amigo que está
pasando el peor de sus trances. Que es el primero de otro, lo sabe, porque ya nada
volverá a ser lo mismo. Es en las cosas en las que no podemos defendernos, donde
nos damos cuenta de nuestra vulnerabilidad. Y de nuestra buena suerte. O de la
amabilidad de la vida. Ese momento en que solo hay preguntas en tu cabeza ¿por
qué? ¿Por qué tiene que suceder esto? ¿Qué he hecho mal o para merecerlo? ¿por
qué a mí?, incluso; como si el hecho de que le sucediera a otro, fuera a
mitigar el dolor, el horror, lo fuera a hacer más pequeño. Cuando se agolpan
las preguntas sobre la injusticia, es el momento en que cambia la curva de la
vida. Es el punto de inflexión.
El mío fue cuando murió padre. No era una niña, no,
pero es que no hay edad para ser huérfano. Hasta entonces la vida también había
sido amable conmigo. Y en ocasiones no lo vi. No fui agradecida. O no lo
bastante. Todas las lágrimas anteriores, todas las heridas, fueron consecuencia
de mis actos, de mi estupidez, de mi ignorancia, de mi arrogancia, de mi
intrépida alegría, de no medir las consecuencias. Por ir sin frenos,
contracorriente, me estampé mil veces. Por impaciente, cometí muchos errores.
Por no hacer caso, por destacar, por soberbia, inseguridad, mil veces me caí y
tengo las rodillas llenas de marcas, de costras antiguas. Pero tuve opción
siempre, pude elegir, estuvo en mi mano rectificar. Hasta que ya no pude.
Cuando murió padre. Ese fue el momento de combarse la vida. ¿Tuve pérdidas antes? sí,
claro. Pero no disparates más allá de lo humano. Todo entraba en mi dimensión. La
vida había sido amable conmigo. Me manejé hasta entonces en esa escala de dolor
en la que uno se puede moverse, aunque la sienta inmensa. La subjetividad es
egoísta y trastoca la percepción, te deja sin perspectiva.
Hasta que murió padre, mi padre, papá. Desde que él
murió ya nada volvió a ser lo mismo. A partir de ahí perdí el control y los
mandos de lo que en mi vida ocurría. La fuerza de un terremoto que altera el
curso de los ríos, el dolor de una guerra se desató a mi alrededor y asoló mis
bases y mi corazón.
Tenía y he tenido muchos amigos con otra suerte.
Amigos con los que la vida no fue amable en absoluto. Una hermana que muere sin
rebasar los años que se cuentan con las manos, casi recién hecha casi la
primera comunión. Con el corazón tan
blanco, como decía Marías. Un padre que se va sin avisar, que se lo come la
muerte en un instante. Primogénitos que pasaron a ser cabeza de familia sin ser
casi mayores de edad. Maduraron de un chispazo. Accidentes horribles. Un marido
traidor, una esposa borracha. Vidas rotas. Un hermano devorado por la droga, infeliz
a pesar de su magia, un padre que te abandona. Ruinas, desahucios, enfermedades
tempranas y arrasadoras. Mezquindad humana que envenena. Dolores que nadie
entiende cómo, pero se soportan. Y que no dependen de uno.
Conmigo la vida había sido amable. Muy amable. Y no
era consciente o al menos no lo suficientemente. Ahora siento que debía tener
un ángel protector, de la guarda, que no dejaba que nada ni nadie me tocara,
que me evitaba el dolor verdadero. Viví guarecida. Aunque yo eligiera en
sentido contrario, por el carril de los malos, evité los peligros sin saberlo.
No por inteligencia. Sólo el miedo me detenía. Quizá eran mis propios padres,
mis ángeles guardianes. Ahora que lo pienso es lo único que cuadra. Con la
discreción, con el amor, la constancia, el amor, que solo un padre puede dar,
usaban su varita mágica conmigo. Y no dejaban quebrar la burbuja refugio que confeccionaron
cuando nací.
A partir de la enfermedad que se llevó a padre, de su
muerte, la amabilidad desapareció de golpe y porrazo. Es como si yo hubiera
sido hasta entonces una niña mimada. Vivía en una cuya casa donde se seguían
bebiendo botellines y no litronas. Ajena a la maldad, restricciones, miserias y
avatares que la vida depara y centrada en el ombligo de una eterna inmadurez.
Quizás , no era tu intención pero estoy llorando como una Magdalena
ResponderEliminarAyyyy lo siento
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