Gente elegante en el viso, eso es lo que se ve. Embajadas y colegios bilingües. Edificios de estilo racionalista, rompedor en su momento, anterior a la guerra civil, ideados por Bergamín, hermano del poeta. Casas para gente sencilla. Cualquiera diría que lo que hoy es el Viso se diseñó como viviendas económicas, en su día. Líneas y ángulos rectos a excepción de los torreones circulares donde Bergamín se imaginaba leyendo poemas con el sol colándose travieso al atardecer.
Preparan las calles negros de color (alguno llega en limusina a una embajada) y mujeres uniformadas con vestidos de florecitas rosas y delantal blanco. Sin cofia. Pasean a los perros de esas familias que han decidido que al niño le viene muy bien tener mascota. Así asume responsabilidades y se ciñe a una disciplina. A las ocho de la mañana las responsabilidades se delegan en la criada. Porque el animalito, pis, tiene que hacer igual se levante o no el principito. La poda se hace a tiempo y las flores y los árboles lucen flamantes y discretos.
Desde República Argentina a María de Molina las manzanas pasan a ser enormes.
Lo que entre el Hospital San Rafael y la plaza de los delfines era un barrio de
poner sillas en la calle para charlar, se convierte en manzanas eternas que albergan casas palaciegas, no son los hotelitos racionalistas de la ribera. Quedan casi ocultas las magníficas edificaciones entre la arboleda.
Los muros se vencen hacia la acera.
Siguen cambiando los nombres las calles a ambas márgenes. Empieza Carbonero y Sol, margen derecha. Hasta llegar a María de Molina, quien fue reina consorte de Castilla entre los años 1284 y 1295 por su matrimonio con Sancho IV de Castilla. Juan de la Cierva, ingeniero e inventor del autogiro, frente a Jorge
Manrique con sus coplas por la muerte de su padre, esquinan al Ramiro de Maeztu.
Pablo Aranda frente a la iglesia de vuestra despedida, padre, madre, del Espíritu Santo. Oquendo
frente al CSIC.
Pedro de Valdivia atraviesa por fin con osadía y alguna dificultad la calle Serrano. Aguanta la embestida don Pedro, militar y conquistador español de origen extremeño. Pedro no fue río, en cambio la calle discurre con sus meandros, disimulando pendientes, esquivando dificultades, hasta llegar al museo de Ciencias Naturales, al trasdós de la Escuela de Industriales.
¡Ay Maria. Qué ganas me has dado de volver a los Madriles! A pasear en otoño y zambillirme en todas esas calles bañadas de rios y personajes que ahora se confunden con direciones de correos. Qué buen y demasiado corto ratito hemos pasado este verano, de pié, al sol mediterraneo con los pies a remojo de las rocas Javeanas. Hay que verse mas. Qué grande eres. Un abrazo fuerte. Jaime B.
ResponderEliminarGracias Jaime. Es verdad que fue breve. Que pena. Un beso enorme
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