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16/06/2025

A VECES NO QUIERES ESTAR MEJOR

A veces no se quiere estar mejor. Por lo que sea. No es que  no se pueda, que a lo mejor  tampoco. Pero hay más.  Ojo que esa teoría tan en boga que vincula que "si quieres puedes" es falsa y solo genera, como la persecución de imposibles: melancolía. No siempre la voluntad va intrinsinsicamente unida a alcanzar el éxito. En definitiva, estar jodido es lo que tiene. Que uno se acostumbra. No es que le coja gusto. Que no es eso. Se relame las heridas, se regodea, echa una lloradita. Sigue. Y luego está mal otra vez. Como si volviera a un sitio conocido. Sabe dónde está cada cosa. Asocia la felicodad eventual con el desorden del universo. Se le escapa. La sola idea de salir de ese control produce un vértigo del que el protagonista no sabe si va a poder hacerse responsable. No es una zona de confort porque no lo es. En definitiva, que no quiere estar mejor. Cuando oigo esa frase siempre me acuerdo de Antonio. Grande Antonio. 

No volveré a recorrer el camino
que con el tiempo tracé contigo.
Y en ese bar donde quedé dormido,
no quiero despertarme y encontrarte nunca más.
¡Oh,no! Ahora quiero estar mejor.
¡No! Ahora quiero estar mejor.
Recordarás el tiempo que ha pasado,
y me verás al ver que has ganado.
En tu novela y en tus personajes,
no quiero que mi nombre aparezca nunca más.

Él sí quería estar mejor. Y dándole vueltas a esos y otros asuntos,  leo algo que de golpe me pone mi sitio: "A veces no queremos sanar porque el dolor es el último lazo con aquello que hemos perdido" ¡EsoSiempre hay gente más lista que uno. La humildad favorece mucho el aprendizaje. Me ha dejado tambaleándome. Estoy en la cima de un juego de agua, de uno de esos toboganes por donde los niños suben y bajan con las manos abiertas al cielo y sonrisas nerviosas y gritos de miedo y alegría que llenan el aire. No sé si estoy en un punto alto o en uno bajo, o si he llegado a un cambio de rasante, punto de inflexión o silla de montar. Lo que es seguro es que esa frase enhebra el dobladillo de mi día. Encorseta razones y ordena de alguna manera un barullo que me bullía. Ahora lo veo mejor.

La pérdida es incomprensible y los mecanismos para recuperarnos, a veces difíciles. Es difícil coger los mandos, enjaretar el día y poner rumbo, timón en mano. La pérdida, por mucho que se anticipe, duele de un modo irracional. Hay quien se recompone antes y quien no se recompone nunca. No es verdad que el tiempo lo cura todo. El tiempo pasa, sí, pero no cura. Se acostumbra uno, quizá, o no. 

Entiendo que es ese lazo deshilachado que nos une con lo perdido,  lo que no queremos soltar por muy ajado que esté, porque en cierto modo es una suerte de esperanza que en realidad es lastre que no nos deja salir a flote. Se convierte en amuleto, cual camiseta llena de agujeros que no quieres tirar. Esas que de tan suaves parecen piel propia. Pero sí, nos une con lo que está ya muerto, caduco, acabado, y nos impide salir adelante. Porque en realidad no queremos salir. No. Queremos que él no haya muerto, que no haya encontrado una chavala que le haga más tilín que tu. Que la enfermedad no haya ganado la batalla. Ser más rápido que la guadaña y que la suerte misma o el azar que colocó las piezas de determinada forma. Y no es posible. Es loco, disparatado. Pero es así. Queremos burlar la realidad y no se puede; entonces nos queda ese hilo que es seguir estando triste. Que nos recuerda a él, nos une de una manera que nadie puede alterar porque reside en nuestra propia cordura, o falta de ella.

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